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Paridera

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Paridera, en ganadería, se refiere tanto al periodo ininterrumpido de tiempo comprendido entre el momento del primer parto de un lote de hembras gestantes y el parto de la última hembra, como a las construcciones destinadas a la guarda del ganado lanar y caprino.[1]

Construcciones para la guarda del ganado lanar

La paridera es una construcción tradicional presente en el sur de Soria y Aragón, y norte de Guadalajara. Su uso está destinado a la guarda del ganado lanar, tanto para protegerlo de animales salvajes como para guardarlo en aquellos momentos en que no es llevado a pastar. Están construidas con muros de piedra seca, tejado a dos aguas, y techumbre con vigas de chopo. Constan de un corral que antecede a la entrada principal, dotado de un tinado o cobertizo, así como de un cerrado exterior que se comunica con el corral por un argollón, abertura que permite el paso de los corderos. En el interior tienen además un espacio cerrado, denominado pajera, destinado a almacenar paja y grano evitando que los animales lo consuman.[2]

Elementos de que consta una paridera

  • Brencada o brencá: conjunto formado por el dintel y el vano, compuesto de una viga triple transversal y piedras trabadas. Estas piedras reciben una talla mínima para adoptar la forma de sillar, reforzando las esquinas, donde el edificio recibe las mayores fuerzas.
  • Cuchillo: pared opuesta a la puerta principal, dotada de un pequeño ventanillo para ventilación, a fin de secar el excremento acumulado en el suelo por los animales.
  • Ventanillo: vano cuadrangular de unos 50 cm. de lado, ubicado en el cuchillo.
  • Ventanucos: aberturas en los muros longitudinales, con anchura no superior a 15 cm., destinados a la ventilación. Sus medidas permitían taponarlos con piedras en la estación fría.
  • Muros: de piedra seca, con ripio intermedio para mejor sujeción, con grosor variable entre 60 cm. y 1 metro. Dependiendo del área geográfica, están realizados en pizarra, roca caliza o arenisca.
  • Majada: así se denomina al paraje en que se ubica la paridera.
  • Puerta: realizada con tablones bastos de roble o sabina, unidos a dos travesaños transversales y dos verticales que componen la estructura.
  • Costillas: travesaños transversales y verticales de la puerta
  • Argollón: hueco practicado en el corral exterior para el paso de los corderos al cercado. De reducido tamaño para impedir el paso de ejemplares adultos.
  • Corral: espacio cerrado frente a la puerta principal, destinado a los corderos, dotado de un tinado.
  • Tinado: cobertizo bajo el cual se situaba el grano y la paja para alimentar a los corderos.
  • Hilada: línea de piedras hincada en el suelo para evitar la salida del estiércol fuera del recinto de la paridera
  • Pajera: espacio interior de reducido tamaño, cerrado por un muro de altura no superior a 1,20 m., dotado de puerta, y destinado al almacenaje de grano y paja para alimentar a los animales.
  • Cuartones: vigas menores que sostienen las tejas
  • Tejado: de teja árabe, a dos aguas.
  • Támaras: urdimbre hecha a base de pequeñas ramas de roble, encina o sabina, cubre la estructura de madera, recibe encima un lecho de paja, y está destinada a sostener las tejas.
  • Pilares: troncos desbastados, habitualmente de chopo, que sostienen la estructura del tejado, actuando como pilares y columnas. Tienen una basa de piedra destinada a evitar que el estiércol entre en contacto con la madera y la pudra.
  • Lastre de las tejas: tanto en la cumbrera como en los extremos del tejado se colocan piedra para evitar que el viento las desplace.

Antecedentes históricos

La referencia más antigua a una paridera en nuestra región data de un documento de donación del siglo XI. En él, el rey de Castilla Alfonso VI cede al obispo de Sigüenza y a sus descendientes la aldea de Saviñán (hoy La Torresaviñán), haciendo referencia a una paridera, que en el documento original, escrito en latín, denomina “ovetarium”, y que sitúa en la serna del obispo.[3]​ Sin embargo es más que probable que fueran los romanos quienes introdujeron esta construcción en nuestra península, puesto que ordenaron también las explotaciones ganaderas y agrícolas. La techumbre de tejas de arcilla a dos aguas, la estructura interior, y la planta rectangular son propias de la arquitectura hispanorromana. Los pueblos prerromanos, por el contrario, construían casas de planta circular y la techumbre era de enramado, sin teja. Cabe suponer que los hispanorromanos del período visigodo primero, y los hispanoárabes más tarde, siguieran usando la paridera romana, cediendo su tradición constructiva a los reinos cristianos a través del espacio de convivencia que fue la "extremadura" del siglo XII, entendiendo como tal todas las tierras que quedaban al sur del Duero.

Utilidad de las parideras

Ubicada en un entorno natural más salvaje que el actual, la paridera permitió al hombre explotar la ganadería en el medio rural sin sufrir la rapiña de animales salvajes como osos, lobos y zorras. Asimismo permitía dejar sin vigilancia al ganado cuando paría, y dado que el olor de la placenta atraía a los depredadores, el uso de la paridera era fundamental. De igual modo, el período entre el brote de los cereales -alrededor de enero- hasta su siega -entre julio y agosto- obligaba a tener a los animales controlados cuando no estaban pastando, para que no devastaran los sembrados. Además, las razas de ovejas naturales de la Península Ibérica, más débiles y pequeñas que las actuales, soportaban mal el calor del verano, siendo guardadas durante el día y llevándolas a pastar de noche. La paridera acumulaba, además, el estiércol de los animales, siendo el abono empleado por los agricultores para fertilizar sus campos.

Las parideras a principios del siglo XXI

Las regulaciones higiénicas para la cría de ganado, y la aparición de modernas naves prefabricadas han quitado a las parideras su utilidad práctica. Por ello, la mayoría están desapareciendo, debido a que sus dueños no realizan el retejado. Las tejas árabes de la techumbre, por su condición artesanal, suelen quebrarse con las heladas, produciendo goteras, que a la larga pudren las vigas del tejado hasta provocar su hundimiento. Las que se conservan pueden visitarse en los pueblos de las serranías del norte de Guadalajara, en todo el sur de Aragón y en el sur de Soria próximo a Medinaceli.

Notas

  1. Diccionario de la Real Academia de la Lengua, 22ª edición, 2ª acepción
  2. Sacristán Tordesillas, Martín/Ortiz Carrascosa, Olga "Arquitectura rural en la serranía de Guadalajara: parideras y casillos", Revista de la Fundación Jiménez Díaz, nº 247, año 2001 pp.28-32
  3. Layna Serrano, Francisco. "Castillos de Guadalajara" Editorial Aache, Guadalajara 1994

Bibliografía

  • Layna Serrano, Francisco (1994). «Castillo de la Torresaviñán». Castillos de Guadalajara. Guadalajara: Aache ediciones. p. 500. ISBN 84-87743-47-1.