Hispania romana

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Cabeza de una antigua estatua romana de bronce, que a su vez era parte de un grupo escultórico. Fue hallada en el templo romano del yacimiento arqueológico de Cabezo de Alcalá, en Azaila (Provincia de Teruel, Aragón, España). Es una representación de un joven noble local, datada en el primer tercio del siglo I a. C. (Edad de Hierro II).
Para una mejor comprensión del significado y la etimología del término Hispania, consulte el artículo: Hispania

Se conoce como Hispania Romana a los territorios de la Península Ibérica durante el periodo histórico de dominación romana.

Este periodo se encuentra comprendido entre 218 a.C. (fecha del desembarco romano en Ampurias) y los principios del siglo V (cuando entran los visigodos en la Península, sustituyendo a la autoridad de Roma). A lo largo de este extenso periodo de siete siglos, tanto la población como la organización política del territorio hispánico sufrieron profundos e irreversibles cambios, y quedaría marcado para siempre con la inconfundible impronta de la cultura y las costumbres romanas.

De hecho, tras el periodo de conquistas, Hispania se convirtió en una parte fundamental del Imperio romano, proporcionando a éste un enorme caudal de recursos materiales y humanos, y siendo durante siglos una de las partes más estables del mundo romano y cuna de algunos gobernantes del imperio.

El proceso de asimilación del modo de vida romano y su cultura por los pueblos sometidos se conoce como romanización. El elemento humano fue su más activo factor, y el ejército el principal agente integrador.

La sociedad hispana se organizó como la del resto del Imperio romano, en hombres libres y esclavos. Los hombres libres podían participar en el gobierno, votar en las elecciones y ser propietarios de tierras. Los esclavos, en cambio, no tenían ningún derecho y eran propiedad de algún hombre libre. Las mujeres podían ser libres o esclavas, pero no tenían los mismos derechos que los hombres.

Iberia e Hispania

Los escritores latinos usaron el nombre de Hispania en lugar de Iberia.[1]​ El escritor latino Ennio, que vivió entre los años 239 y 169 a.C, es el primero que llama Hispania a Iberia en su Historia Romana.[2]​ En el siglo I a. C. los escritores latinos se refirieron a la Península Ibérica indistintamente como Hispania o Iberia. El citado geógrafo Estrabón, cuyo libro tercero de su Geografía es el documento más importante sobre la etnología de los pueblos de la Hispania Antigua, afirma expresamente que se utilizaban indistintamente en su tiempo, el siglo I, los nombres de Iberia e Hispania. Su extensión, según Trogo Pompeyo, es menor que la Galia y la de África.[3]​ Estrabón se refiere a la Península Ibérica:

Con el nombre de Ibería los primeros griegos designaron todo el país a partir del Rhodanos y del istmo que comprenden los golfos galáticos; mientras que los griegos de hoy colocan su límite en el Pyrene y dicen que las designaciones de Iberia e Hispania son sinónimas.[4]

La Conquista de Hispania

Muralla romana de Ampurias, punto de entrada de la invasión romana en la Península Ibérica.

Lo que se inició a finales del siglo III a. C. como una invasión estratégica para cortar las líneas de abastecimiento cartaginesas que sostenían la invasión de la Península Itálica por Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica, pronto pasó a ser una invasión de conquista que en unos doce años había expulsado por completo a las fuerzas cartaginesas de la Península. Sin embargo, Roma aún tardaría casi dos siglos en dominar la totalidad de la Península Ibérica, debido principalmente a la fuerte resistencia que los pueblos del interior (celtíberos, lusitanos, astures, cántabros, etc.) ofrecieron a los invasores. Dos siglos de guerras intermitentes aunque extremadamente violentas y crueles, tras los cuales las culturas prerromanas de Hispania fueron casi por completo exterminadas. La dominación romana perduraría hasta la entrada en Hispania de las primeras tribus bárbaras, ya en el siglo V, formando durante los siete siglos de influencia romana una población homogénea en Hispania conocida como «hispano-romana».

La influencia romana en la Península Ibérica

Puente romano de Córdoba, ejemplo de la durabilidad de las obras civiles romanas.

Al tiempo que Roma establecía su dominio sobre la Península Ibérica, también importaba a la misma su particular forma de entender la vida: su economía, su legislación, las infraestructuras que les permitieron crear y conservar un imperio y las manifestaciones artísticas de todo tipo. De todo ello se conserva hoy un importante legado no sólo arqueológico, sino también cultural, que aún hoy permanece en las lenguas romances habladas en España y Portugal, descendientes directas del latín.

Organización política

Casi desde el primer momento, los romanos organizaron Hispania mediante la subdivisión de ésta en diferentes provincias administrativas bajo el gobierno de pretores que actuaban como virreyes en nombre de Roma. A lo largo del dominio romano sobre Hispania, ésta estuvo dividida en las siguientes provincias:

Las ciudades

Restos de la basílica de Baelo Claudia, en Tarifa, Cádiz. En algunos puntos de la ciudad se observa la influencia del modo de construir africano, ejemplo de como Roma absorbía los conocimientos de otras civilizaciones.

El proceso de romanización en la Península se basó fundamentalmente en las ciudades como núcleos exportadores de la nueva cultura. La política urbanizadora comenzó pronto, aunque con fines casi exclusivamente defensivos. Durante la época republicana las riquezas mineras y agropecuarias de Hispania atrajeron gran número de emigrantes romano-itálicos, sobre todo después de la crisis del siglo II a. C. Éstos, unidos a los soldados establecidos en la Península comenzaron a asentarse en ciudades de estatus jurídico dudoso. Un ejemplo de esta etapa es la ciudad de Carteia.

Con Julio César comenzó un periodo de colonización y municipalización, resolviendo el problema que padecía Italia por la falta de ager publicus, asentó en Hispania a sus soldados fundando nuevas colonias. También concedió la ciudadanía romana a municipios ya existentes, premiando así su fidelidad en la guerra civil que mantuvo con Pompeyo en la Península, por eso la mayoría de ellos se encuentran en la Bética. Augusto continuó la política de César, municipios augusteos son: Osca, Caesaraugusta, Calagurris, Baetulo, Segóbriga, Valeria,[5]Ilerda, Iuliobriga, etc. Vespasiano concedió el derecho latino a todas las ciudades de Hispania.

Las ciudades poseían diferente categoría jurídica; así las colonias y municipios romanos estaban libres de cargas tributarias, las ciudades de derecho latino se encontraban en un escalafón inferior, por debajo de éstas estaban las ciudades peregrinae que carecen de privilegios jurídicos para sus habitantes. En el último lugar se encontraban las stipendiariae, que estaban obligadas a pagar un tributo a Roma, así como a aportar soldados al ejército.

Latinización de la Hispania

Uno de los aspectos más trascendentes de la romanización en la península ibérica fue el de su latinización. Es decir, el proceso que trajo consigo la pérdida de los idiomas indígenas, a excepción del euskera, y la concomitante y paralela sustitución de éstos por el latín, del que más tarde derivarían las lenguas romances. La latinización de España comenzó desde la llegada de Roma en 218 a. C., y continuó hasta la conversión oficial de Hispania en parte del Imperio romano en 19 a. C., durante el gobierno de Augusto. El gran catálogo de Untermann sobre epigrafía ibérica pone de manifiesto que la escritura ibérica se siguió usando en muchos ámbitos: baste comprobar los grafitos marcados a punzón sobre cerámicas o bien los nombres de las ciudades escritos sobre monedas en ibérico o en latín de modo que, a veces se vuelve al uso del ibérico después de haber acuñado monedas con textos latinos. Los grafitos sobre esculturas del Cerro de los Santos y del santuario de Torreparedones presentan unas veces textos latinos y otras ibéricos. La latinización no fue igual en toda la Hispania, sino que en la Ulterior fue de forma más acelerada.[6]

Véase también

Fuentes

Referencias

  1. García Bellido, Antonio, La Península Ibérica en los comienzos de su historia. 1995, pag. 90-91.
  2. Antonio García Bellido, España y los españoles hace dos mil años, Espasa Calpe, 1945, ISBN 84-239-0515-2, pag. 51, notas 1 y 2.
  3. Íbidem pag. 91.
  4. Estrabón, Geográfica III, 4, 19.
  5. Carrasco, G. (1999). "Sobre los municipia del ámbito territorial castellano-manchego". En Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Antigua, t. 12, , págs. 309-323. Disponible en UNED
  6. Cicerón. Pro Arch, XXVI.

Bibliografía

  • Blázquez Martínez, José María (1964). Real Academia de Historia, ed. Causas de la romanización de Hispania. Madrid, España. pp. Versión digital de la página 1 a la 57. Consultado el 23 de julio de 2010. 
  • España y los españoles hace dos mil años (según la Geografía de Estrabón), de Antonio Gª y Bellido (arqueólogo y catedrático de la Universidad de Madrid). Colección Austral de Espasa Calpe S.A., Madrid, 1945 (primera edición: 8-XI-1945)
  • Geografía histórica española, de Amando Melón, de la Real Sociedad Geográfica de Madrid y catedrático de Geografía de la Universidad de Valladolid y de Madrid. Editorial Voluntad, S.A., Tomo primero, Vol. I-Serie E. Madrid, 1928
  • Historia de España y de la civilización española, de Rafael Altamira y Crevea, catedrático de la Universidad de Oviedo, de la R.A. de la Historia, de la Sociedad Geográfica de Lisboa y del Instituto de Coimbra. Tomo I. Barcelona, 1900


Predecesor:
Hispania prerromana

Periodos de la Historia de España

Hispania romana
Sucesor:
Hispania visigoda

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