Ir al contenido

Convenio de Lucca

Artículo bueno
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 00:40 11 oct 2008 por Guille (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.
Murallas de la ciudad de Lucca.

Se denomina Convenio de Lucca al acuerdo al que llegaron Julio César, Pompeyo el Grande y Marco Licinio Craso para reactivar el primer triunvirato, que tras una serie de tensiones se encontraba seriamente amenzado. Al parecer, César conovocó a los otros dos integrantes en esa ciudad italiana en el año 56 a. C., ya que como procónsul de las Galias no podía ir a Roma sin renunciar a su imperium. El resultado fue un pacto que "oficializó" el triunvirato, donde las tres partes se apoyaban mutuamente para obtener poder y beneficios, de tal manera que César avaló la candidatura de Pompeyo y Craso para cónsules al año siguiente y él obtuvo una prórroga de cinco años en su mandato como procónsul.

Antecedentes

Tras el éxito que había tenido el primer triunvirato en alcanzar sus objetivos, y que se había plasmado en el consulado de César del año 59 a. C. y las leyes que había hecho aprobar para beneficio de los otros dos componentes del pacto, los miembros del acuerdo fueron alejándose poco a poco. El principal problema radicaba en una figura que se había convertido de facto en un poder a tener en cuenta: Publio Clodio Pulcro, más conocido simplemente como "Clodio", que había organizado una banda de matones que utilizaba con frecuencia para coaccionar e intimidar a sus contrarios, para reventar votaciones o reuniones e, incluso, para el asesinato.[1]

Con las miras puestas en su propio beneficio, Clodio estaba decidido a acabar con Pompeyo, para lo que usó todo tipo de tácticas, desde las legales apoyando a Craso, hasta las intimidatorias haciendo creer a Pompeyo que había un complot contra él por parte de hombres decididos a asesinarlo. Esta manera de actuar llevó a éste a pensar que, en realidad, era Craso quien financiaba a Clodio y, según Cicerón, Pompeyo había confesado que pensaba que Craso quería matarlo y se preguntaba si era necesario que siguiera apoyando a César, lo que en la práctica equivalía a dudar del triunvirato.[2]

El convenio

Ante esta situación, César decidió pasar a la acción y convocar a ambos prohombres a una reunión para evitar que el pacto, que tan buenos resultados le había dado, se viera abocado al fracaso.[3]​ Pero, como procónsul, le estaba vetado su regreso a Roma a no ser que renunciara al proconsulado y a su imperium, cosa que evidentemente no estaba dispuesto a hacer. Así, no le quedó otro remedio que organizar el encuentro en una localidad situada dentro de su gobernación, para lo que elegió la actual ciudad italiana de Lucca, por encima del río Rubicón, que marcaba el límite de sus provincias.

Craso estaba interesado en hablar con César acerca de los intentos de Cicerón para que el Senado romano apoyara las intenciones de Pompeyo, mientras que este último también quería hablar con César de lo que creía una conspiración en su contra auspiciada, si no decididamente financiada, por Craso.

Lictores. Cada magistrado iba precedido por un número predeterminado por su rango.

El caso es que se encontraron en la ciudad propuesta por César. Pero no iban solos, sino que, si hemos de creer a Apiano y a Plutarco, les acompañaba un séquito de más de doscientos senadores a los que acompañaban ciento veinte lictores.[4][5]​ Si se tiene en cuenta que en ésa época el Senado tenía 600 miembros, cabe concluir que a la reunión se desplazó nada menos que la tercera parte de los senadores y, puesto que la máxima autoridad ejecutiva, el cónsul, iba precedido de 12 lictores, el pretor de 6, el tribuno de 4 y los ediles de 2, se puede sacar una idea de la importancia de las figuras que se reunían.

No se conoce el contenido de las conversaciones entre los dignatarios romanos, aunque se supone que hubo de haber muchas negociaciones. Lo cierto es que al final se llegó a un acuerdo que básicamente consistía en que Craso y Pompeyo se presentarían al consulado al año siguiente y César obtendría una prórroga de cinco años en su proconsulado, eliminando la posibilidad de que su enemigo Lucio Domicio Ahenobarbo accediera al consulado y luego reclamara el proconsulado de las Galias.[6]​ El historiador Adrian Goldsworthy opina que el arquitecto del acuerdo tal vez fuera el propio César, que ya no era un socio minor, sino de igual categoría que los otros dos componentes del triunvirato.[6]

A primera vista puede parecer que el trato no era nada extraordinario, pero no es así. Como cónsules, Craso y Pompeyo ganaban en capacidad de acción al ser el poder ejecutivo más alto del Estado, y en seguridad personal contando con llevar una guardia de 12 lictores a todos sitios; además, como procónsules al año siguiente, contarían con provincias ricas y, sobre todo, con un imperium proconsular y un ejército a sus órdenes. En cuánto a César, la prórroga de cinco años le permitiría acabar la colonización de las Galias y llevar a cabo sus planes de preparar el terreno para un nuevo consulado que le ayudara a soslayar las más que previsibles demandas que ya se estaban gestando contra él.[6]

En resumen, se consiguió llegar a una equiparación entre los triunviros, de tal manera que en el año 54 a. C. los tres tendrían imperia y sendos ejércitos a su mando.

Consecuencias

Debido a la importancia intrínseca del acuerdo, este no tuvo una aplicación inmediata y hubo de transcurrir un cierto lapso de tiempo hasta que se verificó en todas sus cláusulas. Curiosamente, el principal valedor del pacto fue Marco Tulio Cicerón, quien ya había puesto su capacidad oratoria al servicio de Pompeyo y su causa.[7]

Archivo:Pompey louvre3.jpg
Busto de Pompeyo el Grande. Museo del Louvre.

La suma de los apoyos de Pompeyo y Craso, la oratoria de Cicerón y los cesaristas convencieron con facilidad al Senado de prorrogar el proconsulado de César por el tiempo pactado y, lo que era más, hacerse cargo de los emolumentos de las legiones extraordinarias creadas por el mismo César, en un intento por no mostrarse avaros.[8]

El consulado de Craso y Pompeyo requirió algo más de trabajo debido a que ninguno de los dos había presentado su candidatura en el plazo establecido para ello y Cneo Cornelio Léntulo Marcelino, el cónsul saliente, se negó a eximirles de dicho formalismo. Sin embargo, ambos consulares lograron retrasar las elecciones para que no se celebraran en los últimos meses del año 56 a. C., como era legal, y esperaron a que Marcelino abandonara su cargo en el mes de enero del año 55 a. C. para que los comicios fueran dirigidos por un interrex más permeable a sus solicitudes.

Aún así, los plebiscitos no fueron nada fáciles y hubo graves altercados en los que se produjeron muertos y heridos (entre ellos, el propio Lucio Domicio Ahenobarbo), se impidió que Catón el Joven lograra la pretura y, en las elecciones para el cargo de edil, la gravedad fue tal que el propio Pompeyo acabó salpicado de sangre, lo que signfica que las peleas llegaron a la rostra.[8]

En consecuencia, mientras que por un lado el triunvirato triunfó y se hizo más fuerte, dominando la escena política romana en todos los sentidos, por otro se había ganado poderosos enemigos que sólo esperaban una oportunidad para socavarlo y, eventualmente, derribarlo del poder.[9]

Véase también

Referencias

Notas

  1. Goldsworthy, Adrian, César. La Biografía definitiva, pág. 334
  2. Cicerón, Cartas a Quinto, 2.3
  3. Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 24.1
  4. Apiano, Historia Romana, Guerras Civiles, 2.17
  5. Plutarco, Vidas Paralelas, Pompeyo, 50; y en César, 21
  6. a b c Goldsworthy, Adrian, César. La Biografía definitiva, pág. 338
  7. Goldsworthy, Adrian, César. La Biografía definitiva, pág. 339-340
  8. a b Goldsworthy, Adrian, César. La Biografía definitiva, pág. 340
  9. Goldsworthy, Adrian, César. La Biografía definitiva, pág. 340-341

Bibliografía

  1. «Volumen I: Historia romana I». Madrid: Editorial Gredos. 1994. ISBN 978-84-249-3550-4. 
  2. «Volumen II: Historia romana II: Guerras civiles. Libros I-II». Madrid: Editorial Gredos. 1985. ISBN 978-84-249-3551-1. 
  3. «Volumen III: Historia romana III: Guerras civiles. Libros III-V». Madrid: Editorial Gredos. 1985. ISBN 978-84-249-3552-8. 
  1. «Volumen I: Libros I-III». 1992 [1ª edición, 2ª impresión]. ISBN 978-84-249-1492-9. 
  2. «Volumen II: Libros IV-VIII». 1992 [1ª edición, 2ª impresión]. ISBN 978-84-249-1494-3. 

Enlaces externos