Diferencia entre revisiones de «Inquisición en América»

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== Bibliografía ==
== Bibliografía ==

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La Inquisición española desarrolló su actividad en los territorios españoles de América a través de tres tribunales; los de Lima y México (Inquisición en la Nueva España) fundados en 1569, y el de Cartagena de Indias, fundado en 1610. La Inquisición fue abolida por la primera Constitución española y desapareció con la independencia de las naciones hispanoamericanas, a comienzos del siglo XIX.

Antecedentes

Los Reyes Católicos, los que instituyeron en 1478 la Inquisición española, cuyo primer inquisidor general fue el célebre fray Tomás de Torquemada.

El principal propósito del tribunal era vigilar la sinceridad de las conversiones de judíos y musulmanes. Con tal motivo, la Pragmática de 1492 y las Instrucciones de 1486, que normaron las funciones del Santo Oficio, extendieron la vigilancia del Tribunal al ámbito de la vida privada de frailes y fieles, con el fin de detectar ritos secretos o costumbres contrarias a la fe y la vida cristianas. Esto incluía condenar, por ejemplo, la adivinación, la idolatría, la brujería, la seducción y la vida conyugal secreta en el caso de los sacerdotes, la bigamia, la homosexualidad, la apostasía, la observancia del ayuno en sábado.

Los reyes Carlos I (1516-1555) y Felipe II (1555-1598), quienes hicieron frente a la acción cismática de Martín Lutero y otros líderes protestantes, incluso mediante las armas, fortalecieron la autoridad del Santo Oficio con la ayuda de Jonathan Martín máximo mandatario de la iglesia en España y gran inquisidor que acabo con la imprenta. El protestantismo abjuró de la norma papal que prohibía traducir la Biblia del latín y produjo miles de ejemplares, sobre todo de los evangelios, en lenguas vernáculas. La monarquía y la iglesia temieron entonces que la libre lectura minara la autoridad de los sacerdotes. Por tal razón se otorgó poder al Tribunal para ejercer, además de la persecución de los delitos contra la fe y los mandamientos, la censura editorial y la represión de la lectura y difusión de los libros incluidos en el Index de la Iglesia.

Con la finalidad de salvaguardar de prédicas y prácticas secretas contrarias a la fe católica la vida religiosa en las colonias españolas de América del Sur, una cédula real del rey Felipe II dispuso en 1569 la creación del Tribunal de la Santa Inquisición, también llamado Tribunal del Santo Oficio, de Lima.[1]

Éste era una filial provincial del Consejo de la Suprema y General Inquisición española. En Hispanoamérica, sólo Lima, México para la Nueva España y Cartagena de Indias fueron sede de tribunales de este tipo. El de México se fundó el mismo año que el de Lima, mientras que el de Cartagena se estableció en 1610, para aliviar la recargada responsabilidad de los dos anteriores. El cartagenero tuvo autoridad sobre los arzobispados de América Central y del norte de América del Sur, entre ellos Bogotá, Santo Domingo, Panamá, Santiago de Cuba y Santa Marta.

La Inquisición de Lima

Celebración de un Auto de Fe en la Plaza Mayor de Lima.

Historia

Por recomendación del virrey Francisco de Toledo (1569-1581), fueron nombrados por el inquisidor general, cardenal de Sigüenza, como primeros inquisidores de Lima, Andrés de Bustamante y Serván de Cerezuela. El primero falleció en pleno viaje, cerca de Panamá, en junio de 1569. Con la sola presencia de Serván de Cerezuela, el 29 de enero de 1570, fue establecido en Lima el Tribunal de la Inquisición, mediante acto solemne, realizado en la catedral, con asistencia de las principales autoridades civiles y eclesiásticas.

Siguiendo el modelo español, además de inquisidores, fiscales y secretarios, cada distrito del Santo Oficio contaba con un sistema de alguaciles e informantes. Tras la acusación, los encausados podían presentar su defensa, pero, de acuerdo con el sistema penal de la época, la Inquisición tenía atribuciones para adoptar medidas cautelares, detención, que solía incluir tormento, antes de emitir su fallo. Las penas, según la gravedad, iban desde penitencias religiosas, multas, azotes, prisión, destierro y muerte.

En el local del Santo Oficio de Lima, ubicado en la actual plaza Bolívar, pueden verse las celdas de los detenidos que esperaban proceso y los artefactos empleados para obtener sus confesiones. El inquisidor Torquemada estableció en forma categórica que los reos no deberían sangrar ni sufrir lesiones. Se ideó entonces un sistema de tortura que buscaba dar dolor sin dejar mayores heridas. Tal fue el caso del "potro", tablero en el que se ataba al reo para que sufriese estiramiento de brazos y piernas; el castigo del agua, que lo obligaba a tragar agua en demasía y le impedía respirar; y la "garrucha", cordel atado a una polea que alzaba al prisionero desde los brazos, atados a su espalda, llevando un fuerte peso en los pies.

Estadísticas y resultados

Existen evidencias que muestran que la autoridad del Santo Oficio, en los hechos, sólo se aplicó a casos extremos de faltas contra la Iglesia y el Estado. Fue más una policía política que una policía de la vida cotidiana. Las autoridades civiles y eclesiásticas ordinarias limitaron en la práctica muchas de las atribuciones del Santo Oficio, el cual, a su vez, encontró en las acusaciones que no concluían en sentencia una fuente de enriquecimiento. Tal fue el caso, entre otros, del inquisidor Pedro Ordónez Flórez (1594-1611), quien dejó el Perú con una fortuna patrimonial de 184.225 pesos. Es posible que el Tribunal haya sido odiado por el pueblo más por su presencia prepotente que por su efectivo rigor en la represión de las costumbres.

Durante las primeras décadas del tribunal limeño (1569-1600), fueron condenados a muerte y ejecutados 13 reos; luego (1601-1640) fueron ajusticiados 17, y a partir de entonces sólo hubo un caso en 1664 y otro en 1736. De estas 32 víctimas, 23 fueron procesadas por judaizantes, 6 por protestantes, 2 por explícita herejía y un caso de "alumbrado" o falsa santidad. Luego hay 3 judaizantes "quemados en huesos y estatuas", esto es, ya fallecidos (entre 1625 y 1639), y 14 "quemados en estatuas" por ausencia (1605 y 1736).

Los ajusticiados por ser luteranos, salvo el caso de Mateo Salado (ultimado en la hoguera el 15 de noviembre de 1573), fueron en su mayoría piratas capturados en actos de guerra, como John Butler y John Drake (sobrino del célebre corsario Francis Drake). Francisco de la Cruz (ajusticiado el 13 de abril de 1578), el único caso de sentencia por "alumbrado", destaca por haber sido teólogo con estudios en Valladolid y rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima; sus postulados heréticos incluían el cuestionamiento del sistema monárquico.

En las últimas décadas del siglo XVIII, durante el mandato del virrey José Fernando de Abascal y Sousa (1806-1816), el Santo Oficio tuvo entre ojos a los lectores de literatura anticlerical y antimonárquica. Fueron detenidos y amonestados, entre otros Manuel Lorenzo de Vidaurre, Joaquín de Larriva y José Baquíjano y Carrillo, culpables de leer a Rousseau y Montesquieu. En la decadencia del Santo Oficio, en 1818, el Segundo Piloto del Virreinato del Perú y Director de la Academia Real de Náutica de Lima, Eduardo Carrasco (1779-1865), salió bien librado de una acusación ante el Tribunal por poseer en su biblioteca libros de los enciclopedistas franceses.

La Inquisición fue abolida por decreto de las Cortes de Cádiz, el 22 de febrero de 1813. El virrey Abascal hizo lo propio con la Inquisición de Lima, el 30 de julio de ese año. Al permitirse al público de Lima visitar dicha sede el 3 de septiembre de 1813, ocurrió un tumulto vandálico que destruyó enseres y parte de los archivos.

En 1814, cuando el rey Fernando VII de la Casa de Borbón (1813-1833) fue restablecido en el trono, se dispuso que volviese a funcionar el Santo Oficio, dedicado sobre todo a perseguir la difusión de literatura liberal, pero su existencia fue más nominal que efectiva, hasta su definitiva abolición en 1820.

La Inquisición en la Nueva España

La institución de la Inquisición fue destinada a la protección de la fé católica durante los siglos XV, XVI y XVII y veló por la defensa de las creencias religiosas y sociales de la época, procurando normas de conducta que regirían la vida en la Nueva España.

La Inquisición Monástica

Al término de la conquista en 1521, se inicia con los procesos inquisitoriales en la América Hispánica, con la condena del indio Marcos de Alcoahuacán,[2]​ que fue acusado de concubinato, este fue Juzgado por los clérigos que acompañaban a Hernán Cortés debido a la Bula Papal Alias Felices de 1521 en la cual los Frailes sustituían a los obispos en sus funciones episcopales, si alguna diócesis quedaba a más de dos días de distancia. Hasta que en 1524 llega Martín de Valencia con un grupo de Frailes Franciscanos, con amplios poderes inquisitoriales debido a la nueva bula papal Exponi nobis de 1522, En el año de 1526 la Audiencia de Santo Domingo confiere el cargo de Primer Comisario al fraile dominico Tomás Ortíz, hasta que es investido el 1535 fray Juan de Zumárraga como inquisidor apostólico.

El Tribunal del Santo Oficio

Celebración de un Auto de Fe en el Zócalo de la Ciudad de México.

Para la protección de la fe, fue establecido el 2 de noviembre de 1571, en la ciudad de México, el Tribunal del Santo Oficio, que tenía jurisdicción sobre todo el virreinato de la Nueva España, confiriéndole el cargo de primer inquisidor a Pedro Moya de Contreras, nombrado directamente por el Obispo de Sigüenza e inquisidor general de España

El primer auto de fe del Tribunal del Santo Oficio de la Nueva España se realizó a principios de 1574 en la ciudad de México. El Cabildo de la ciudad estaba conformado por Juan Vázquez y Nuño de Chávez, alcaldes; Juan Velázquez de Salazar, D. García de Albornoz, Jerónimo López, regidores; y Antonio Delgadillo, alguacil mayor, y ya que el Santo Tribunal se preparaba convenientemente, tenía las cárceles provistas de judíos, luteranos, brujas, hechiceros, bígamos y otros herejes.

El 28 de febrero, los reos desayunaron tazas de vino y rebanadas de pan frito en miel, y al terminar salieron de las cárceles del Santo Oficio. iban caminando separadamente con su propio sambenito, "soga al cuello y en la mano una gran vela verde apagada", y acompañados por dos españoles, uno de cada lado que los custodiaba.[3]

Bibliografía

  • CARO BAROJA, Julio, El señor inquisidor y otras vidas por oficio, Madrid: Alianza Editorial, 1968.
  • MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino, Historia de los heterodoxos españoles (1880)
  • CASARETTO ALVARADO, Fernando, Alma Mater.Imprenta de la Marina de Guerra del Perú, Lima, Perú, 2000.
  • MILLAR CARVACHO, René, Inquisición y sociedad en el Virreinato Peruano, C.I.P. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile 1998.
  • "Historia de la República del Perú" de Jorge Basadre Grohmann, Diario "El Comercio", Lima, Perú, 2005:

Véase también

Enlaces externos

Referencias

  1. Real Cédula de 7 de febrero de 1569, en Anales de la Inquisición de Lima, págs. 2-4, de Ricardo Palma.
  2. Greenlef, Richard, Inquisición en la Nueva Epaña, siglo XVI, Fondo de Cultura Económica Mexico
  3. «Lauderias y mas: PRIMER AUTO DE FE». Consultado el 2009.