Cárcel de Amor

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Cárcel de Amor es una obra de Diego de San Pedro, perteneciente al género de la novela sentimental. La primera edición de la novela, dedicada a Diego Fernández de Córdoba, se imprimió en Sevilla en 1492 y tuvo un enorme éxito, haciéndose durante los siglos XV y XVI veinte reimpresiones en España. Fue traducida a las principales lenguas europeas, y se hicieron numerosas ediciones bilingües y trilingües, que indican un probable uso didáctico. Como modelo de prosa literaria fue elogiada por Baltasar Gracián en su Agudeza y arte de ingenio.

Argumento

El autor aparece como un personaje en la obra, siguiendo la tradición de la ficción autobiográfica; la obra comienza cuando éste, según el esquema de la visión alegórica, se extravía en Sierra Morena, y se encuentra con un joven encadenado; este joven es Leriano, hijo del duque Guersio, que es llevado a la prisión del Amor por un monstruo llamado Deseo. Siguiéndoles, el autor entra en un castillo en la montaña, donde Leriano le confiesa su pasión por Laureola, hija del rey Gaulo de Macedonia, y le ruega que actúe como intermediario. El autor va en busca de Laureola y, tras hablarle de Leriano y del dolor que padece, logra ablandar su corazón y consigue que la muchacha le escriba una carta. Con la ayuda de una serie de personajes alegóricos (la Esperanza, la Satisfacción, la Tranquilidad, la Alegría...) libera de su cautiverio a Leriano, que se dirige a Macedonia para ver a Laureola, quien le recibe con agrado.

Pero otro personaje que también pretende a Laureola, el malvado Persio, hijo del señor de Gavia, difunde rumores que ponen en peligro el honor de la doncella, de modo que Leriano lo desafía, venciéndole en dos ocasiones. La victoria de Leriano sobre Persio no soluciona la situación, porque el rey Gaulo, padre de Laureola, ha dado crédito a los falsos testimonios y condena a muerte a su hija. Leriano y sus partidarios asaltan la prisión donde Laureola aguarda la ejecución y la liberan, enfrentándose a todo el ejército real en una cruel batalla. En la lucha, capturan a uno de los calumniadores, que admite su culpa, con lo que el rey perdona a su hija. Laureola, preocupada por defender su honor y no levantar más sospechas, rechaza definitivamente a Leriano. Este, tras defender acaloradamente ante sus amigos y partidarios la actitud de sumisión caballeresca a la dama (recurriendo al Tratado en defensa de las virtuosas mujeres, de Diego de Valera), echa en una copa las cartas de Laureola, que ha roto, se bebe su contenido y se deja morir de inanición, mientras su madre entona un desesperado planto.

Estructura

La novela está constituida por tres núcleos narrativos que se disponen simétricamente. Siguiendo los tratados retóricos medievales, que no reconocían la novela como una forma literaria, San Pedro utiliza la narración como una unidad de extensión limitada que se inserta en un discurso, y la emplea junto con una gran variedad de géneros menores, en capítulos sueltos de una extensión similar a la de las demás unidades, como por ejemplo las cartas. Las divisiones de la novela se definen precisamente por el cambio de una unidad retórica a otra, de modo que los distintos modos discursivos se hallan siempre intercalados, sin que aparezcan en ningún momento dos unidades narrativas consecutivas. El método recomendado por los tratados retóricos como inicio de un discurso era la alegoría, y así comienzan sus obras muchos autores medievales.[1]

Cárcel de Amor comienza también con una alegoría, pero su función no es meramente ornamental, como apertura de la obra, sino que se relaciona con otras alegorías que aparecerán después. La alegoría de la cárcel de amor que da comienzo a la novela es, técnicamente, una alegoría perfecta, ya que no se mencionan los términos reales a que refieren las imágenes (salvo la mención inicial al Deseo y al Amor) hasta que Leriano hace en el segundo capítulo las aclaraciones que permiten entender todo su sentido. El segundo episodio alegórico llega cuando el Autor consigue que Laureola escriba una misiva a Leriano; ésta es una alegoría imperfecta, sin necesidad de explicación posterior, pues su contenido se revela a través del nombre de las emociones alegorizadas. Estas alegorías permiten al autor explicar de un modo gráfico, sencillo y ameno su concepción del amor.

Además de la narración y la alegoría, en la novela aparecen también discursos y cartas, con la misma estructura retórica, ya que en la Edad Media las dos divisiones principales de la composición en prosa eran las cartas y los sermones. las epístolas son una forma literaria con una larguísima tradición desde los clásicos grecolatinos, y sobre la que se habían escrito en la Edad Media las artes dictaminis, compendios de reglas para orientar al literato en la creación de estas composiciones. Las cartas se empezaban con la salutatio, que en las de San Pedro se reduce al nombre del destinatario o desaparece por completo; a continuación venía el exordium, que explicaba la razón por la que se escribía, y podía utilizar la fórmula de la captatio benevolentiae (desde la alabanza de la belleza de la dama hasta la promesa de ser breve). A continuación venía la expositio o narratio, el núcleo central de la carta, seguida por la petitio, la petición hacia la que se orienta todo lo escrito antes, y finalmente la conclusio, bien una breve recapitulación de lo expuesto anteriormente, o bien una nueva captatio benevolentiae. A pesar de la rígida estructura de estas epístolas, San Pedro sabe utilizarlas, igual que las alegorías, para plasmar la psicología del enamorado y el comportamiento que deben observar los amantes por medio de elaborados argumentos sentimentales y detalladas descripciones de los sentimientos de Leriano y Laureola en distintos momentos del proceso.

Las cartas del desafío de Leriano a Persio y la respuesta siguen también un estricto esquema que se explica en varios tratados españoles del siglo XV.[2]​ La arenga a las tropas sigue el modelo de las artes arengandi, en las que se recomienda alabar el valor de los soldados, hablar de la fama que van a conseguir, recordarles el heroísmo de sus antepasados, explicarles la justicia de su causa y que vale la pena morir por ella. La arenga de Leriano, que no deja de ser una digresión en el desarrollo argumental de la obra, sirve para dividir en dos la narración más larga que se encuentra en esta novela.

Los discursos entroncan con la tradición medieval de los sermones. El más importante probablemente es el que hace Leriano, ya moribundo, en defensa de las mujeres, dando quince razones por las que los hombres no deben hablar mal de ellas y veinte por las que deben servirlas. Es, según la retórica, una argumentatio, que consta de una serie de probationes del genus artificiale (pruebas que se extraen del objeto de litigio mediante la reflexión). Además del método de los argumenta, San Pedro emplea el de los exempla, dando una serie de ejemplos históricos de mujeres virtuosas o heroicas que ilustran la excelencia del género femenino. El lamento de la madre de Leriano ante la muerte de éste es un planctus, género menor regulado en las artes poeticae. Las figuras ornamentales que se recomendaban eran la exclamatio y la interrogatio, utilizadas abundantemente por la duquesa.

Concepción del amor

Generalmente la crítica encuentra artificial, exagerada, retórica y vacía de sentimientos la literatura sentimental del siglo XV; como dice Gili Gaya, se trata de «un mundo extraño y lejano de sentimientos».[3]

Tradicionalmente, en los manuales de historia de la Literatura se afirma que la concepción del amor que aparece en estas novelas —el amor cortés o cortesano— nace en Provenza a finales del siglo XI.[4]​ Lo que sí parece muy probable es que el escritor medieval se hallase desconcertado, entre diferentes concepciones del amor a veces contradictorias; según la Iglesia medieval, la pasión amorosa es un pecado indistinguible de la concupiscentia, la lujuria,[5]​ y constituía un pecado mortal, el pecado de adulterio, incluso dentro del matrimonio[6]​ Aceptando esta doctrina, Diego de San Pedro calificó Cárcel de Amor de «salsa para pecar», a pesar de que el protagonista, Leriano, sostiene que los enamorados creen aún más firmemente en Dios y que el amor a las mujeres da a los hombres las cuatro virtudes teologales y las tres cardinales. Si la Iglesia consideraba el amor un pecado, los médicos medievales lo consideraban como una enfermedad[7]​ que afecta sobre todo a las almas más sensibles;[8]​ así, la madre de Leriano dice en su lamento «Bienaventurados los baxos de condición y rudos de engenio, que no pueden sentir las cosas sino en el grado que las entienden[...]; pluguiera a Dios que fueras tú de los torpes en el sentir».[9]

Referencias

  1. Gonzalo de Berceo comienza sus Milagros de Nuestra Señora con una introducción alegórica en la que un peregrino (tópico del homo viator) descansa de su camino (la vida) en un maravilloso prado (locus amoenus) que representa a María (descanso y refugio para sus devotos).
  2. Diego de Valera, Tratado de los rieptos y desafíos que entre los caballeros y los hijosdalgo se acostumbran hacer, según las costumbres de España, Francia y Inglaterra (Biblioteca Nacional R–2302).
  3. Gili y Gaya, prólogo a Diego de San Pedro, Obras, Clásicos Castellanos, Madrid, 3ª ed., 1967.
  4. Cfr. Gili Gaya, op. cit.; C. S. Lewis, The Allegory of Love, Oxford, 1936; E. R. Curtius, European Literature and the Latin Middle Ages, Londres, 1953; R. R. Bezzola, Les origines et la formation de la littérature courtoise en Occident (500–1200), tomo II, París, 1960.)
  5. Santo Tomás de Aquino, en la Summa Theologica, concede que el deseo sexual es un apetito natural, pero sólo mientras está sujeto a la razón; la concupiscencia puede llevar al hombre a la locura, en cuyo caso el pecado es menor, aunque todavía es pecado:
    Concupicentia non ligat totaliter rationem: nisi forte sit tanta quod faciat hominem insanire. Et tamen passio concupiscentiae diminuit peccatum: quia levius est ex infirmitate quam ex malitia pecare.
    Summa, 2–2, q. 150, a. 1.
  6. Sixto Pitagórico fue el primero en afirmar que el hombre que ama ardientemente a su esposa es un adúltero, y recogen su sentencia San Jerónimo, Pedro Lombardo, San Alberto Magno y Santo Tomás, que explica además que lo es por hacer un uso deshonesto del matrimonio, y que el hombre que comete adulterio con su esposa peca más que si lo hace con otra mujer.
    Quia ille qui est ardentior amator uxoris facit contra bonum matrimonii, inhoneste eo utens, magis quam ille qui est amator alterios mulieris.
    Summa, 2–2, q. 154, a. 8.
  7. Arnau de Vilanova, en su Liber de parte operativa, tratado médico escrito en el siglo XIII pero muy difundido en el XVI, distingue cinco variedades de locura, la cuarta de las cuales es el amor. Bernardo Gordonio, en el Lilium medicinae, distingue dieciocho trastornos mentales, siendo el amor una variedad independiente. Juan de Gaddesden en la Rosa medicinae lo considera una clase de melancolía.
  8. Arnaldo de Vilanova lo afirma en su tratado De amore heroico.
  9. Diego de San Pedro, Cárcel de Amor, ed. de Keith Whinnom, Clásicos Castalia, Madrid, 1991.

Bibliografía

  • VV. AA. (1990). Historia de la literatura española, vol. 1. Cátedra. ISBN 84-3786-0911-9. 

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