Batalla de Magnesia

Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 06:05 9 abr 2014 por 81.47.160.126 (discusión). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.
Batalla de Magnesia
Guerra romano-siria
Parte de Guerra romano-siria
Fecha Diciembre de 190 a. C.
Lugar Cerca de Magnesia, Lidia (TurquíaBandera de Turquía Turquía)
Coordenadas 38°37′00″N 27°26′00″E / 38.6167, 27.4333
Resultado Decisiva victoria romano-pergamenea
Beligerantes
República romana
Pérgamo
Imperio seléucida
Gálatas
Comandantes
Lucio Cornelio Escipión
Publio Cornelio Escipión
Eumenes II de Pérgamo
Antíoco III Megas
Zeuxis
Seleuco IV Filopátor[1]
Fuerzas en combate
Estimación antigua:
20.000 hombres[2]
Estimación moderna:
50.000 hombres[3]
Estimación antigua:
70.000 hombres[2]
Estimación moderna:
50.000 hombres[4]
Bajas
Estimación antigua:
349 muertos[5]

Estimación moderna:
5.000 muertos[6]
Estimación antigua:
50.000 muertos y prisioneros[2][5]
Estimación moderna:
10.000 muertos y prisioneros[6]

Plantilla:Campaña Guerra Romano-Siria

La batalla de Magnesia se libró en el año 190 a. C. cerca de Magnesia, en las planicies de Lidia, entre el ejército romano, dirigido por el cónsul Lucio Cornelio Escipión y su hermano, el general Escipión el Africano, con su aliado Eumenes II de Pérgamo contra el ejército de Antíoco III Megas, del Imperio seléucida, apoyado por los gálatas. La decisiva victoria romana terminó la guerra por el control de Grecia.

La principal fuente histórica de esta batalla es Tito Livio, que falsea la historia para ampliar la gloria militar romana y su superioridad moral. También existe un relato escrito por Apiano, con faltas similares.[7]

Antecedentes

Después de que la guerra contra Antíoco III Megas terminara en Grecia, ésta se desplazó a Anatolia, donde el cónsul Lucio Cornelio Escipión persiguió a los seléucidas que se retiraban. Antes de su derrota en Grecia, Antíoco había reclutado un nuevo ejército, con el cual decidió pelear contra los romanos en una batalla a todo o nada aprovechando su superioridad numérica. Pero cometió el mismo error de todos los monarcas que pelearon contra Roma: el de confiar en la superioridad numérica para derrotar a las legiones romanas, contando con un ejército compuesto por grandes números de campesinos sin entrenamiento militar y de mercenarios.

La batalla

La batalla comenzó con una carga de la caballería seléucida en el ala izquierda romana comandada por Antíoco III. los famosos catafractos componían esta fuerza, además de la Agema, la guardia del rey. La carga hizo que el ala izquierda romana se retirara del campo, siendo perseguida por parte de la caballería seléucida, que también se alejó demasiado del campo, abandonando la batalla casi por completo. El aliado romano Eumenes II de Pérgamo, al mando del ala derecha romana y donde se integraba su propio ejército, rechazó el ataque de los carros falcados al mando de Antípatro, sobrino de Antíoco, quien murió en este combate.

En el centro, los seléucidas utilizaron sus falanges en formación, y elefantes en los intervalos entre éstas. Las legiones romanas, equipadas con las jabalinas conocidas como pilum, hirieron y asustaron a los elefantes, sin que éstos llegaran siquiera a entrar en combate con la infantería romana.

Tras esta fase de la batalla, ambos ejércitos lucharon frontalmente durante horas; las legiones a duras penas lograban detener a las falanges seléucidas, pero por otra parte, tras haber puesto en fuga al flanco izquierdo seléucida, el rey Eumenes atacó, y los generales seléucidas, Filipo y Minión, ordenaron un repliegue general, sobre todo en los laterales, para formar una especie de cuadrado, con los elefantes en el centro, inutilizándolos por completo.

Al observar esto, el cónsul Lucio Cornelio Escipión ordenó a los arqueros griegos y a la infantería romana que arrojaran sus últimos proyectiles hacia el centro de la fromación seléucida, contra los elefantes. Éstos, heridos de gravedad, enloquecieron de dolor, y en su estampida destrozaron a las falanges, para encontrar la muerte frente a las jabalinas romanas.

La infantería seléucida, diezmada, rodeada y desmoralizada, emprendió la huida, y la batalla estaba ganada para Roma.

A pesar de la presencia de Aníbal y Escipión el Africano durante la campaña, ninguno de los dos ostentó un puesto relevante durante la batalla, ya que mientras que Aníbal se tuvo que resignar a ser un simple asesor militar de Antíoco[8]​ debido a los consejos de sus cortesanos, Escipión se encontraba en cama, enfermo.[9]

Consecuencias

Tras un armisticio pactado entre Antíoco y Roma, el ejército romano efectuó una campaña contra los gálatas que socavó políticamente la posición de los seléucidas en Asia Menor. Los romanos habían tenido una enorme ventaja a lo largo de su campaña gracias a su mucho más limitado objetivo político. Todos los pequeños poderes habían tenido la ocasión de aliarse con Roma porque ésta no trató de anexionarlos en ese momento. Por el contrario, la estrategia de Antíoco nunca había tenido sentido. Antíoco descubrió que el mar Egeo era una frontera natural para un Estado basado en Babilonia, como hizo antes que él Jerjes I de Persia. Si Antíoco quería avanzar en Grecia, lo que necesitaba era una posición de poderío naval relevante en el Mediterráneo antes de enviar a su ejército al oeste.

Después de la victoria romana, Antíoco III se vio obligado a firmar la paz de Apamea, según la cual tuvo que pagar una enorme indemnización de guerra de 15.000 talentos junto con la renuncia a importantes territorios en Asia Menor. Los montes Tauro se convirtieron en la nueva frontera. La armada seléucida también se vio limitada por los tratados. El tratado supuso el comienzo de la decadencia del Imperio seléucida y puso fin a todas las ambiciones de Antíoco III de convertirse en el próximo Alejandro por derecho propio.

Puntos de vista alternativos afirman que la verdadera amenaza para el Imperio seléucida llegó desde el este. El Tauro es una frontera fácilmente defendible, y a los seléucidas les fue mejor sin tener que hacer frente a la turbulencia política de Grecia y habiendo adquirido una gran distancia entre ellos y Roma. La mayoría de las tierras perdidas sólo habían sido conquistadas en 213 a. C. Gran parte del Imperio seléucida de ese momento no llegó a volver a ver un ejército romano en los tiempos sucesivos. La potencia económica de los seléucidas fue Babilonia, que nunca se consolidó en el Imperio romano.

En cuanto a Lucio Cornelio Escipión, el comandante romano responsable de la victoria, le fue concedido el sobrenombre de «Asiático». Pero no fue Lucio quien se encargó de castigar a los gálatas, que habían apoyado a los seléucidas durante la batalla, sino Cneo Manlio Vulso, que se enfrentaría a ellos en la denominada Guerra Gálata.

Referencias

  1. Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación. Libro XXXVII, cap. 41.
  2. a b c Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación. Libro XXXVII, cap. 44.
  3. Grainger, pp. 321
  4. Grainger, pp. 314.
  5. a b Apiano, Siria, cap. 7.
  6. a b Grainger, pp. 328
  7. Las Guerras Extranjeras, de Apiano. Edición libre de Perseus Digital Library (en inglés).
  8. Aníbal versus Escipión, por José I. Lago
  9. La República Romana, Isaac Asimov, Alianza Editorial, 1981.

Bibliografía

  • John D. Grainger (2002), The Roman War of Antiochus the Great. Ed. Leiden-Boston, Boston, EE. UU..

Enlaces externos