Amurillar

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Se dice amurillar o amorillar un árbol o una planta a la acción de arrimar tierra contra sus pies, para abrigar y cubrir sus raíces.

Rara vez es necesario amorillar los árboles cuando han sido plantados por expertos pues saben muy bien que la tierra se asienta una pulgada por pie: así la de una hoya de tres pies de profundidad, se hunde o asienta tres pulgadas. Hacen pues esta observación cuando plantan y colocan el injerto a tres pulgadas y media por bajo del nivel del suelo de la hoya, de modo que bien asentada la tierra, vendrá a hallarse el injerto en adelante a nivel del suelo, con muy poca diferencia. Pero si las lluvias de tempestad o los aguaceros arrastran la tierra que cubre las raíces del árbol recién plantado o el antiguo, entonces se debe sin dilación recoger la tierra de las inmediaciones y cubrir con ella las raíces. Así cuando estas o el injerto están muy descubiertas o es efecto de algún accidente extraordinario o tiene la culpa el plantador. Este último caso no es raro y por un abuso enteramente contrario, el injerto está muchas veces demasiado bajo o muy metido en tierra debiendo siempre estar a flor de ella.

Casi todas las plantas de raíces fibrosas y carnosas necesitan en ciertas circunstancias que las amurillen: el trigo, por ejemplo, después de fuertes heladas, queda levantado y los buenos cultivadores hacen pasar el rodillo por sus campos, para que por medio de esta operación vuelva a entrar en tierra la parte de la planta levantada. El maíz no prosperaría mucho si no se tuviese cuidado de amurillar su pie dos o tres veces al menos: lo mismo sucede con las patatas, las coles y otras muchas plantas.

Referencias