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Diferencia entre revisiones de «Religión mesoamericana»

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La [[religión]] fue uno de los elementos más importantes en la vida de las culturas de [[Mesoamérica]], quienes creían que entes superiores gobernaban el universo. Cada civilización tenía sus propios dioses, sus costumbres y su mitología. La cosmogonía azteca, por ejemplo, planteaba la teoría de los cinco soles y la necesidad de sacrificar a los seres humanos en rituales de adoración a sus deidades. Los mayas, por otra parte, relataban en el [[Popol Vuh]] la historia de [[Hunahpú]] e [[Ixbalanqué]], héroes que dieron origen al Sol y a la Luna.<ref>Treviño, Héctor (1997). Historia de México. México: Castillo.</ref>
La [[religión]] fue uno de los elementos más importantes en la vida de las culturas de [[Mesoamérica]], quienes creían que entes superiores gobernaban el universo. Cada civilización tenía sus propios dioses, sus costumbres y su mitología. La cosmogonía azteca, por ejemplo, planteaba la teoría de los cinco soles y la necesidad de sacrificar a los seres humanos en rituales de adoración a sus deidades. Nod
mayas, por otra parte, relataban en el [[Popol Vuh]] la historia de [[Hunahpú]] e [[Ixbalanqué]], héroes que dieron origen al Sol y a la Luna.<ref>Treviño, Héctor (1997). Historia de México. México: Castillo.</ref>


La religión politeísta de los pobladores prehispánicos provocó la enorme valoración de la guerra como un medio para satisfacer las exigencias de prisioneros para el sacrificio ritual. Sobre la base de ello se calificaba una guerra.
La religión politeísta de los pobladores prehispánicos provocó la enorme valoración de la guerra como un medio para satisfacer las exigencias de prisioneros para el sacrificio ritual. Sobre la base de ello se calificaba una guerra.

Revisión del 00:50 17 oct 2017

La religión fue uno de los elementos más importantes en la vida de las culturas de Mesoamérica, quienes creían que entes superiores gobernaban el universo. Cada civilización tenía sus propios dioses, sus costumbres y su mitología. La cosmogonía azteca, por ejemplo, planteaba la teoría de los cinco soles y la necesidad de sacrificar a los seres humanos en rituales de adoración a sus deidades. Nod mayas, por otra parte, relataban en el Popol Vuh la historia de Hunahpú e Ixbalanqué, héroes que dieron origen al Sol y a la Luna.[1]

La religión politeísta de los pobladores prehispánicos provocó la enorme valoración de la guerra como un medio para satisfacer las exigencias de prisioneros para el sacrificio ritual. Sobre la base de ello se calificaba una guerra.

La gran mayoría de las zonas arqueológicas fueron concebidas como centros ceremoniales, a fin de que las grandes masas pudieran congregarse durante los ritos de adoración. Los más importantes fueron:

  • Monte Albán, en los valles centrales de Oaxaca. Se trata de una enorme plaza que permitía contemplar a través de montículos las celebraciones, incluía espacios para danzantes y juegos de pelota.
  • Mitla, centro ceremonial zapoteco-mixteco. Heredera de la tradición de Monte Albán, está orientada en eje norte-sur y sus estrechos pasillos permiten apreciar la suntuosidad de lo que alguna vez fue.
  • Uxmal. Aquí se encuentran zonas arqueológicas como la Casa del Adivino, el Cuadrángulo de las Monjas y el Palacio del Gobernador.
  • Chichén Itzá. El Castillo permite apreciar cada equinoccio la baja de Kukulkán, el dios que fertilizará las tierras.
  • Teotihuacán. Tal vez el centro más representativo de cuantos se construyeron en Mesoamérica. En la "ciudad de los Dioses" se encuentran tres pirámides bien construidas: la del Sol, la de la Luna y la de Quetzalcóatl.

La religión maya tenía ciertos rasgos de politeísmo, pues el dios supremo era conocido como Hunab Ku y su hijo, Itzaná, reunía casi todas las propiedades de otros dioses. Otras deidades muy veneradas fueron Chaac, el dios de la lluvia, y Kukulcán, relacionado con Venus.

Como se mencionó, los aztecas en su mitología integraban a los cuatro elementos como cuatro soles, a saber: Atonatiuh era el sol de agua, Ehecatonatiuh el sol de aire, Tletonatiuh era el sol de fuego, y la mujer Tonacacíhuatl era el sol de tierra.

Referencias

  1. Treviño, Héctor (1997). Historia de México. México: Castillo.

Bibliografía

  • Humberto esparza (1996). Historia de México. Oxford: Harla.
  • Moreno, Salvador (1995). Historia de México. México: Ediciones Pedagógicas.