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Pido una revisión por pares para este artículo para ser publicado en un boletin de la UNAH Gracias, 186.2.144.194 (discusión) 04:04 3 oct 2011 (UTC)

La Investigación Científica y la Educación Superior Por Ing. Mario R. Acevedo Amaya

El Comienzo de un nuevo siglo ha sido, es y será, un escenario de múltiples y aceleradas transformaciones en ámbitos Económicos, Sociales y políticos. En el contexto internacional obedecemos a un reordenamiento general, con cambios vertiginosos y fundamentales en los campos de la producción, la cultura y la organización social. Momentos en que la revolución tecnológica e informática y sus efectos en el trabajo y la cultura, así como, la globalización y el intercambio de los mercados, emerge cada día y se sitúan en la cima de su apogeo, invitándonos a estudiar su concepción, originada a partir del uso intensivo del conocimiento como fuente para la creación de nuevos modelos de desarrollo productivo y económico (DRUCKER, 2002). En un escenario donde el centro de gravedad de las principales fuentes de valor agregado ha cambiado y se ha reorientado al recurso intelectual como insumo críticos para la producción de riqueza, en la medida que estos conviertan los mismos en tecnología, productividad, desarrollo organizacional y en consumos sostenibles y racionales, convierte el acceso a los conocimiento en el ámbito científico como una ventaja comparativa para los individuos, las empresas y economías nacionales (Contigiani, 2001), conocido esto, como Economía basada en el conocimiento o economía digital surgida a partir de la instauración de un orden mundial telemático-comunicacional, que abarca desde las Mipymes hasta los grandes grupos económicos (Mangioni, 2011). Por otra parte las amplias nociones de economía basada en el conocimiento, sociedad del conocimiento y sociedad de aprendizaje, describen un modelo ideal de producción y cultura en la que el conocimiento se constituye en fuerza motriz del crecimiento económico y cohesión social, sin embargo, aun en el mundo desarrollado, esta transformación no escapa a fuertes tensiones y resistencias. Entre las fuentes de conflicto identificadas cabe referir; las amplias tendencias a la polarización desencadenadas por la injusta distribución de las oportunidades educativas, las pautas de exclusión laboral que provienen de cambios tecnológicos y organizativos así como el desplazamiento de los sectores productivos y laborales con capacidades de reconversión limitadas; la diferenciación entre las economías con mayores o menores posibilidades de promoción de innovaciones; la confrontación entre la lógica de la producción de conocimientos en los centros académicos vs. su apropiación y uso en las empresas; la presión sobre las universidades en torno a sus ofertas curriculares y agendas de investigación; las tendencias a la privatización de las instituciones de enseñanza superior cuando son vistas en primer lugar como proveedoras de bienes cotizados en el mercado, entre otras (Contigiani, 2001). Al mismo tiempo debemos tener en cuenta que la Innovación continua y redituable exige tres condiciones: el desarrollo del conocimiento, el fértil intercambio de ideas entre personas informadas y, finalmente, un buen gobierno, sobre todo en lo que se refiere a la protección legal de la innovación. En cada uno de estos frentes existe una brecha cada vez más ancha entre países ricos y pobres, brecha que incluso es más desalentadora que las actuales desigualdades de ingresos (Persaud, 2001:169). A pesar de ello debe hacerse notar que la noción de sociedad del conocimiento ante todo es una expresión valorativa, no una expresión que cumpla propósitos descriptivos, analíticos o explicativos. Pero precisamente por su carácter utópico orientado a cambios de diversas esferas de la realidad, más bien precisa a que diversas innovaciones originadas en los campos de la producción, la tecnología, la ciencia y la cultura converjan hacia la definición de políticas públicas (DRUCKER P. , 1999). De modo que nuevas exigencias, demandas y oportunidades surgen ante los sistemas de educación superior y de investigación científica y tecnológica, debido a su papel clave en la generación y movilización de conocimientos, así como, por sus posibilidades de formación de personas con capacidades de desempeño creativo y de adaptación a los cambios. Cambios que exigen nuevas estrategias enmarcadas en la modernización y adecuación de estos sistemas entre las cuales cabe mencionar: expansión general de la matrícula; expansión a la cobertura y la oferta educativa, diversificación de tipos institucionales, funciones y fuentes de financiamiento; creación de instancias de regulación y coordinación; vinculación productiva con el entorno; implantación de fórmulas de planeación, evaluación y rendimiento de cuentas; actualización de las estructuras, instancias y métodos de operación de la administración y el gobierno universitario; instrumentación de mecanismos de aseguramiento de la calidad; flexibilidad curricular; incorporación de formas de aprendizaje a distancia, diseño de esquemas para la actualización de conocimientos y renovación de destrezas (educación para toda la vida), entre las más destacadas. Al mismo tiempo, en el campo de la investigación científica se están renovando las formas de relación con el aparato tecnológico y con el sistema de toma de decisiones en los ámbitos público y privado. La necesidad de articular un nuevo “contrato social” entre la práctica científica y el desarrollo social aparece como un tema prioritario de las agendas políticas para el desarrollo (Contigiani, 2001). En el contexto internacional la propia dinámica de los sistemas de educación superior, ciencia y tecnología traen consigo nuevas líneas de interrelación; por una parte estas dinámicas tienden a apoyarse mutuamente y crear sinergia a través de medios estratégicos tales como los posgrados de investigación, convenios de vinculación, los programas gubernamentales de fomento y los fondos privados para el financiamiento de los proyectos. Por otra parte, es también visible una tendencia de separación de los ámbitos de desarrollo científico y las universidades, tendencia que se explica por motivos de especialización funcional, aunque también por la acción de fuerzas de mercado. Esta segunda tendencia, que se caracteriza por una “pérdida de atributos de la universidad” (Newman, 2000), ha propiciado la formación de varios circuitos, relativamente autónomos, de generación, difusión y aprovechamiento del conocimiento. En los países con economías más sólidas, la prioridad concedida a la educación superior y a la investigación científica se refleja en una nueva oleada de expansión de la matrícula universitaria, y en un crecimiento significativo de la inversión pública y privada en actividades de investigación y desarrollo (I/D). En la década de los noventa la tasa de cobertura de la demanda potencial (representada por el grupo de edad comprendido entre 20 y 24 años) creció en esos países del 45% al 60%. Incluso en Europa occidental se ha registrado lo que algunos observadores denominan un “nuevo ciclo de masificación” de la educación universitaria. En tanto, en América Latina, la demanda cubierta pasó del 16% al 20% durante el mismo período, crecimiento que se explica, principalmente, por una sostenida expansión del grupo de instituciones privadas (Contigiani, 2001).

El contraste entre la capacidad y el gasto en I/D de los países económicamente poderosos y de los subdesarrollados es preocupante, y sigue siendo el talón de Aquiles de las políticas de innovación en ciencia y tecnología (ITC) en los países de América Latina, con excepción de Brasil, que representa por si solo el 60% del Gasto en I+D del conjunto de la región. En 2007, el gasto bruto en investigación y desarrollo (GBID) de América Latina y el Caribe alcanzó apenas un 0,67% del PIB, esto es, un 3% del gasto mundial en I+D, si se convierte en dólares a paridad de poder adquisitivo. En los países de la organización para la cooperación y el desarrollo económico por sus siglas OECD, el promedio del GBID con respecto al PIB asciende a un 2,28%, por lo que no es sorprendente, que las personas dedicadas a la investigación en la región representaran solamente el 3,5% del número mundial total de investigadores en 2007, si bien es cierto que ese porcentaje había experimentado un aumento desde 2002, año en el que se cifró en un 2,9%. No obstante, cabe señalar que casi la mitad del porcentaje en cuestión (1,7%) corresponde a Brasil. (UNESCO, 2010).

Las diferencias a nivel mundial en el campo de la Investigación y Desarrollo son exorbitantes, mientras los países desarrollados tienen un crecimiento (en miles) de 4,047.5 investigadores para el 2002 a 4,478.3 investigadores para el 2007, los países en desarrollo sufren un cambio de 1,734.4 a 2,696.7 en 2007, y más relevante aun la estadística de los países Menos Adelantados con un 28.7 en 2002 a 34.7 en 2007, quedando evidenciado el poco crecimiento en el campo de la ciencia y la investigación en los países del tercer mundo, ante la ausencia de políticas de gobierno y educación enmarcada en la inversión en I/D. A su vez, resulta importante mencionar la distribución de los investigadores por cada millón de habitantes el cual en Países Desarrollados es de 3,655.8, en Países en Desarrollo 580.30, y en los Países Menos Adelantados 43.4 investigadores por cada millón de habitantes (UNESCO, 2010).

A pesar de ello algunos países de la región están sumamente interesados y han re direccionado sus políticas a aquellas que propicien la innovación, sobre todo en países como Argentina, Brasil, México y Chile, que concentran el 90% de las inversiones en I+D en la región. Sin embargo en América Latina la inversión I+D depende en un 60% de los recursos financieros proporcionados por el Estado, de los cuales el 40% son canalizados a través de sus dependencias a los centros Universitarios de alto rendimiento y el resto a instituciones públicas de investigación, y con un menor apoyo, a excepción de Brasil, de la participación de la empresa privada como apoyo al desarrollo de la investigación. Sin embargo los esfuerzo aún siguen siendo cortos para el resto de países, ante la inmensa necesidad de crear una masa crítica que permita la generación del desarrollo mediante la ciencia y la investigación, ya que no tienen las posibilidades de inversión como las potencias de cono sur y norte (UNESCO, 2010).

En Honduras como en todos los países de América Latina han existido avances significativos, aunque en nuestro país con muy poca incidencia en materia de la investigación científica en comparación con las potencias de Sur América. La inclusión de la inversión en los campos I/D mediante la organización e interacción cuádruple hélice; Gobierno, Sociedad, Academia y Empresa Privada, como pilar fundamental del plan del País, ha logrado un comienzo vinculador. No obstante los esfuerzos se quedan cortos, con un apoyo financiero del 0.0013% del PIB (IntraMed, 2007), aislado de la empresa privada, dichos recursos resultan ser inferiores al ideal de un 2% del PIB tal como lo hacen los países desarrollados. Para alcanzar estándares de clase mundial en la I+D+i el estado de Honduras en conjunto con la empresa privada deberán invertir por lo menos 20 veces el valor que actualmente se utiliza, rondando los $245, 000,000 la cifra titánica pero necesaria para estar en el concierto mundial como un país que invierte de forma constante e intensa en la investigación. Estamos muy debajo de lo que se invierte en América Latina en el desarrollo I/D y que decir de las cantidades invertidas por los Países Desarrollados, será necesario involucrar de manera directa y vinculante a la empresa privada con el gobierno para simular los escenarios de los países desarrollados, tales como el Japón, en el que el sector productivo privado contribuye con el 80% de la inversión en I/D. Dichos fondos deberán ser canalizados a los centros de estudios de alto rendimiento como lo son las Universidades Publicas y Privadas.

Engrosar la lista de los países con menos desarrollo, con 43.4 investigadores por millón, según la Unesco en su informe de Ciencia y Tecnología de 2010, nos invitan a estudiar que está haciendo nuestro país y en especial nuestra academia en relación a esta temática. La Universidad Nacional Autónoma de Honduras cuenta con una Dirección de Investigación Científica cuyos recursos financieros ascienden al 1% del presupuesto de la Universidad, alrededor de unos USD500,000.00, valor que queda corto para la cantidad de trabajo que en esta materia se requiere. El olvido en el que se mantuvo la Dirección de Investigación Científica (DICU) durante muchos años está indisolublemente vinculado al ostracismo en que ha estado sumida la Universidad en las últimas tres décadas. En términos generales, existe muy poca infraestructura y un marcado desinterés generalizado hacia la investigación científica y las prácticas intelectuales. Los pocos avances que se hicieron en torno a este tema fueron producto de esfuerzos individuales en los que la institución tuvo poca participación. Sin embargo, en la actualidad, la UNAH se encuentra en un proceso de reestructuración y reforma en el que la DICU ha asumido un nuevo enfoque para encarar la investigación científica y tecnológica dentro de la institución. A pesar de ello, Por una parte se habla de la restructuración de las unidades de Investigación de la Universidad, con el registro de Catorce Unidades de Investigación, Congresos, Talleres, Seminarios y cursos con el fin de especializar al personal docente en los campos de la investigación, así como para apoyar y estimular al alumnado a adentrarse en dicho ámbito (Universitaria, 2007).

Por otra parte resulta imperioso revelar el disminuido interés de los docentes en participar y vincularse con los campos de la Investigación. Con un personal de 3,343 docentes, la UNAH solo cuenta involucrados de manera activa en la investigación científica a 86 docentes como investigadores, un porcentaje muy discreto del 2.57% del total de la masa crítica, diseminados en las distintas áreas de su oferta académica, siendo las facultades de Medicina (9); Sociología (8), Biología (8), Microbiología (7) y Ciencias Económicas (10), las que contienen un mayor número de investigadores (Cientifica, 2009), que desarrollan actualmente un total de 10 proyectos de investigación científica en las áreas de; Biología y la Salud (4) , Ciencias Económicas (3), Físico Matemáticas (2) y Ciencias Sociales (1) (Cientifica, Memoria UNAH 2010, 2010).

Otro aspecto importante a analizar es la cantidad de estudiantes por docente universitario, y más aún la cantidad de docentes investigadores por estudiante, la cual sería producente ya que permitiría incluir las líneas de investigación durante la impartición de las clases, en un campus que asciende a 70,303 estudiantes y con 3,343 docentes, obtenemos una relación de 21 estudiantes por catedrático, un número considerable que permite establecer una interacción apropiada entre docente-estudiante, que en teoría da como resultado mejores rendimientos en el ámbito académico. A pesar de que el número de estudiantes por docente es óptimo, al estudiar adentrarnos al campo de la investigación y estudiar la relación docente investigador por estudiante nos encontramos con la triste realidad que existe al menos 1 catedrático investigador por cada 817 alumnos. Lo que imposibilita inculcar en las cátedras una línea de investigación científica en cada una de las áreas de la universidad. Los datos estadísticos como los antes expuestos nos dan una ubicación en el contexto internacional como un países que no apunta todos sus esfuerzos a la generación I+D+i como polo de desarrollo y crecimiento de la nación.

A pesar que se cuenta con un presupuesto mínimo para realizar actividades en el campo de la investigación, la universidad tiene la posibilidad de hacer que la relación de docentes por estudiantes existente, sea la misma relación de investigadores por estudiantes, a través de la capacitación de todos sus docentes en el campo de la ciencia y la investigación, así como, la articulación de cada una de las direcciones e institutos de investigación para capacitar y crear líneas definidas que permitan ser semilleros de investigadores e investigaciones más importante del país y de la región. Todo esto nos lleva a crear conciencia de la importancia de la investigación científica como desarrollo de una nación, y más aún, como parte de la educación superior para dar al mercado demandante un insumo de conocimiento, capacitado, educado y entrenado para competir en una cultural mundial en el que el conocimiento constituye la fuerza motriz del crecimiento y la cohesión social.

En este sentido, la facultad de Ciencias Económicas a través del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales ha visto en esta cruda realidad de la situación actual educación superior en el ámbito de la investigación científica, una oportunidad de abanderar el cambio a través de un nuevo modelo de vinculación de la ciencia y la investigación con la academia, enfocada en primera instancia a la masa crítica del Sistema de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas (POSFACE). La vinculación consiste en la articulación de los docentes con sus investigadores, a través de sus cuatro grandes proyectos; Las Incubadoras de Ciencia y de Emprendimiento, Producción de alto Rendimiento en Bienes y Servicios por sus siglas en ingles HPP (High Production Performance), Observatorio Económico y de Emprendimiento (OEE) y el Observatorio de Operaciones, que permitirá impulsar la inclusión de las ciencias y la investigación científica como punto de partida y plataforma hacia el despegue de una educación de clase mundial. Vinculación que se pretende realizar en dos vías; la primera de ellas con una asignatura en el pensum académico que permita como fin primordial el desarrollo de la ciencia y la investigación bajo las líneas de investigación del IIES, y la segunda, mediante la participación activa de todas las asignaturas de las maestrías con relación directa o indirecta a los proyectos del Instituto. Dicha articulación estratégica proporcionará información primaria y secundaria, a lo interno y externo del centro de estudio, las cuales darán como resultado la generación de ideas que se plasmaran en proyectos de investigación que serán llevados a las Incubadoras de Ciencia para su estudio científico, así como el análisis de viabilidad y factibilidad, y estas de ser redituables en aportes tanto teóricos como financieros, se enviaran a la Incubadora de Emprendimiento para su desarrollo, de los datos aquí emanados se retroalimentaran las bases de datos de los Observatorios, a fin de ser un brazo extendido en la laboriosa tarea de actualización de datos y comprobación de los mismos en el campo de acción, así como en la búsqueda y desarrollo de nuevos modelos, componentes o innovaciones que del mismo puedan surgir, que vendrán a revolucionar y a aportar significativamente a la industria de bienes y servicios y por ende al desarrollo del país, sin menoscabo de la propiedad intelectual que del mismo emane. A manera de concluir, Las pautas indicadas han comenzado a modificarse en los últimos años, a raíz de los amplios debates mundiales sobre el valor estratégico del conocimiento, por lo que se vislumbra en el horizonte un sinfín de consensos sobre la necesidad de transformar los sistemas de educación superior, ciencia y tecnología, en el sentido de enriquecer su capacidad de respuesta a los requerimientos del entorno inmediato y la dinámica de la globalización. A su vez se recalca el papel del Estado en la promoción y aseguramiento de estos cambios y sobre las responsabilidades que le competen a la sociedad civil y a la iniciativa privada para generar un proyecto de educación superior enfocada en la investigación científica con alcance a nivel nacional. Además, se percibe un amplio consenso en torno a la necesidad de una reforma profunda del sistema de educación superior y de investigación científica, que comprometa tanto a las instituciones gubernamentales, la empresa privada, como a diferentes actores de la sociedad. Nos cabe a los científicos pertenecientes a las diferentes disciplinas y áreas del conocimiento miembros del Instituto de Investigaciones Sociales y Económicas, así como a todos aquellos investigadores científicos de otras instituciones afines, contribuir, partiendo de una evaluación crítica y constructiva de nuestro quehacer profesional, para que mediante esa reforma el país se integre al ámbito internacional en el campo de la investigación científica como parte fundamental de la educación superior y nos permita situarnos en una posición importante en cuanto a ciencia y desarrollo tecnológico se refiera.