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PADRE CHACÍN

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Monseñor Rafael Angel Chacín Soto

Aún retumban en mis oídos aquellas cinco palabras que me sobre- saltaron y le llevaron tristeza a mi corazón: "EL PADRE CHACIN HA MUERTO". Los periódicos reseñaron la noticia y publicaron acuerdos, entre ellos, uno del Congreso de la República. Me dolía pensar que un roble de tanta firmeza y con tan profundas raíces desapareciera de la faz de la tierra. Hasta en sus últimos momentos mostró su fuerte personalidad y su develado amor por la libertad, de lo que dejó constancia al enfrentarse con valentía a la dictadura de Pérez Jiménez, sin importarle las sanciones impuestas. Pudiera ser coincidente, pero escogió como día para emprender su viaje a la eternidad, el 19 de abril, fecha de profunda significación en la independencia Venezolana.

Monseñor Doctor Rafael Ángel Chacín Soto, llamado cariñosamente, Padre Chacín, era un hombre alto, de contextura robusta y fuerte, de mucha energía y voz clara que se imponía sobre las demás, destacaba en su rostro la mirada penetrante y cejas pobladas. Había nacido en Sabana de Mendoza, pueblo apacible, de profusas y arraigadas costumbres católicas, del Estado Trujillo, el 10 de febrero de 1.910, año centenario de aquel primer paso en la gesta emancipadora, en el hogar formado por Don Reinaldo Chacín y Doña Mercedes Soto.

Después de realizar estudios en Valera, Maracaibo y Mérida, inició los eclesiásticos en el Seminario de Caracas y en Pamplona - Colombia, para coronar con éxito en las Universidades de Lovaina, en Bélgica, Pontificia Gregoriana y Pontifícium Instituto Angelicum en Roma; y la del Sacro-Cuore, en Milán.

Su misión religiosa la cumplió en Pampan - Trujillo, Barinas - Barinas, Altagracia de Orituco - Guárico, donde llegó en 1.942 y, finalmente, Valle de la Pascua, la Princesa Guariqueña, donde una vez dijo: "DE AQUÍ ME SACARAN MUERTO". Si tomamos esta expresión en sentido "Strictu Sensu" llegamos a la conclusión de que no se cumplió su deseo, porque ni muerto salió de Valle de la Pascua, ya que sus restos reposan, en el lugar, donde supo darnos esa palabra llena fe y de sinceridad, donde escuchamos, muchas veces, el consejo necesario, el aliento hecho palabra, y la infaltable llamada de atención, si era el caso: en la Catedral Nuestra Señora de la Candelaria. Valle de la Pascua fue su patria chica adoptiva. El era un "Vallemetido, según sus propias palabras, expresión que hoy día se aplica a todas las personas, venidas de otros lugares y que se arraigan en esta tierra.

Nuestra ciudad ganó para si, a este andino, que se convertiría en piedra angular para el desarrollo, sobre todo, de su vida cultural.

El Padre Chacín dejó a los Vallepascuenses un hermoso legado, por eso él no está muerto, ni morirá jamás, aunque lo olviden, vive en sus obras. Fue un verdadero maestro; desarrolló actividades pastorales, docentes, sociales, deportivas, musicales, de investigación histórica, y una amplia gama en otras ramas del saber humano.

Como pastor de ovejas hizo acrecentar la fe, impuso disciplina entre los fieles, llegando, en varias oportunidades, hasta ordenar retirarse de la iglesia, a personas con trajes no cónsonos con la santidad del lugar. Adaptó su misión de sacerdote al momento y a las necesidades del medio donde le tocó vivir, lo que le ganó gran respeto en la comunidad y fama de cura moderno.

Al Norte de Valle de la Pascua, en el Sector La Concordia, están las llamadas “Casitas del Cura”, una urbanización que hizo construir, e incluso prestó sus manos para el duro trabajo de la construcción, a fin de proporcionar hogares decentes a familias desposeídas, a quines también proporcionó comidas, medicinas y consuelo.

Estos inmuebles, que a comienzos de la década de los sesenta, comenzaron el poblamiento del sector. Era un grupo de casas que se construyeron en apenas tres calles horizontales y una vertical, su número fue de veinte y sus primeros pobladores fueron: Pedro Ortega, Juan Guarirapa, Sebastián Gómez (Morocho). Saulón Blanco, Pedro Belisario, Juan Rodríguez, Manuel Ruiz, Juan González, Luis Pérez, Juan Álvarez y Alfredo Ramón Tademo. Estos hombres, con sus respectivas familias, iniciaron la urbanización de lo que hoy se conoce como "La Concordia".

En el campo educativo. Monseñor Rafael Chacín Soto, pervive en el recuerdo de todos cuantos fueron sus alumnos, en las escuelas de educación normal: "Monseñor Alvarez", “Simón Bolívar” y "Nuestra Señora del Valle". en el liceo José Gil Fortoul, donde enseñaba Filosofía, Psicología y Literatura, en el Instituto Universitario de Tecnología de los Llanos, donde regentó las cátedras de Lenguaje y Comunicación, Lógica y Matemáticas; y en su sueño hecho realidad: el Colegio Militarizado Juan Germán Roscio. En todos ellos sembró y contagió el deseo de saber y de enseñar.

Aplicó una pedagogía muy propia que convertía la clase amena y vivaz: gestos, comentarios, preguntas, repreguntas, hechos y su diálogo encendido y apasionado, que no permitían la dispersión de atención.

En una ocasión, que estaba el Padre Chacín dando clase en el Liceo José Gil Fortoul, un alumno entró un poquito retardado; y el Padre, muy circunspecto, después de permitirle el paso, le dijo: "OIGA, EL QUE VA A TRABAJAR CAGA TEMPRANO", el muchacho sorprendido pregunta: ¿Cómo?, y el padre repitió: "El que va a trabajar caga temprano". Como es lógico, todos rieron la ocurrencia del padre, y el alumno no volvió a llegar tarde, por lo menos a la clase de Monseñor.

Otras veces, al hacer una pregunta sorpresiva, y no recibir repuesta, o no ser ésta satisfactoria, el padre se levantaba la sotana, tomaba en su mano una parte doblada de ella, simulando una estatuilla, y hacía como que se la entregaba al interrogado, diciendo: TE LA GANASTE, lo que generaba risa en el alumnado y vergüenza en el aludido. Nadie quería ganarse tal premio, por lo que todos estudiaban diariamente, las materias que él dictaba.

Así lo recuerdan quienes lo conocieron en sus años de mocedad, un hombre dinámico, de una gran vitalidad y calidad humana, admirable erudición, profundos conocimientos de las materias humanísticas y científicas, orador de primer orden, que entusiasmaba los más diversos públicos, ganándole prestigio.

Amaba la música y el deporte, campos donde su temperamento fogoso lo impulsó a organizar, crear y promover. Fundó la estudiantina del Colegio "Juan Germán Roscio", a la cual, saliéndose del concepto tradicional, incorporó liras, a los instrumentos de cuerdas y a través de ella, canalizó las inquietudes musicales de sus alumnos. Fue uno de los fundadores del Festival Nacional "Panoja de Oro", de cuyo jurado formó parte en muchas oportunidades. Compuso y cantó canciones y escribió poemas.

En él tuvimos, también, a un extraordinario deportista. Lo vimos como fanático, jugador, entrenador, promotor y dirigente. Con intensa emoción participaba en cualquier "caimanera" especialmente de mini basquet. ¡Como aplaudía y aupaba a sus pupilos!, los "Diablos Rojos" y "Caribes", cuando anotaban carreras o convertían alguna cesta.

LA HORA CHACINERA, hora exacta, puntual, que hizo madrugar y correr a Vallepascuenses y "Vallemetidos". Fue una de las tantas maneras que implemento para llamar la atención hacia el cumplimiento del deber, labor moralizante que hizo pensar a muchos, que de no haber sido sacerdote, él hubiese sido militar.

Fue un hombre polifacético de gran agilidad mental y facilidad de palabra, cualidades estas que enriquecieron su repertorio de anécdotas. Se cuenta que en una oportunidad, estando parado en el atrio de la iglesia, se le acercaron unas jovencitas, para protegerse de un sujeto que tenía la intención de mojarlas: viendo esto el Padre Chacín, le dijo al individuo : “no me moje a las mujeres”. El joven como que escuchó la orden al revés, e inmediatamente vació todo el contenido del recipiente sobre las damas, pero, con esa misma velocidad, el padre Chacín, le propinó tremendo puñetazo al irreverente jugador de carnaval, y lo hizo rodar por tierra. Al otro día, el afectado se acercó a la casa parroquial a pedir disculpas, y le dijo: "Padre, pero yo no recuerdo haberle faltado el respeto". A lo que el Padre respondió, rápidamente; “yo tampoco recuerdo haberle pegado a usted”. La huella del Padre Chacín está impresa en todos los rincones del pueblo. Como Cronista de la Ciudad, nos legó un tesoro bibliográfico de un valor incalculable para los Vallepascuenses: Su libro "Orígenes de Valle de la Pascua", en cuyas páginas está guardado todo el proceso, con sus protagonistas, sus luchas, afanes y litigios, del nacimiento del pueblo que lo acogió como hijo.

Sembró su semilla entre nosotros. Sus ideas y pensamientos lo elevan más allá del tránsito por esta región llanera. Por eso; EL NO HA MUERTO.

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