Usuario:Manimor/Leyes heráldicas

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Las leyes heráldicas son preceptos que deben tenerse en cuenta tanto en la composición y representación de armerías como al blasonar. Son referencia en algunos documentos y disposiciones oficiales, incluso en el ordenamiento común de algunos estados y autonomías.

Desde la antigüedad, muchos son los pueblos cuyos guerreros pintaban signos y emblemas en sus escudos, a veces representados en otros soportes. No forman parte de la heráldica, entre otros motivos porque no conocemos la normalización a la que pudieran estar sujetos.[1]​ Por tanto, estas leyes definen en parte la heráldica y se cumplen en cualquier escuela o nacionalidad donde está presente, desde que fueron fijadas hasta la actualidad.

Origen[editar]

Las explicaciones de los tratadistas sobre los fundamentos de estas leyes muestran un doble origen. Las primigenias atienden a la eficacia ante el propósito original, la identificación en combate (poner nota: A este "propósito original" se hará constante referencia durante las explicaciones. Es la referencia que nos dan los rescatadores de la heráldica, para no volver a extraviarla.), anterior a la propia heráldica .[2]​ El resto de leyes tiene origen en las nuevas necesidades de control y gestión causadas por las distintas ampliaciones, fruto de la evolución que a continuación se resume:

El éxito de la fórmula identificadora pasó a donde ya se representaban escudos físicos, como sellos, o añadió el guerrero escudo donde existía el signo pre-heráldico, [3]​ extendiéndose por Europa en el siglo XII. Descendió por los distintos estamentos, multiplicando el número de blasones y posibilidades. Se hizo necesario evitar suplantaciones y abusos, responsabilidad que cayó en heraldos y reyes de armas, llevando registro y fijando la codificación. Evoluciona con los siglos, pasando a mostrar abolengo y dignidades en casi cualquier soporte, añadiendo y multiplicando componentes.

De plata; cruz potenzada, de oro, cantonada de cuatro crucetas de lo mismo. Tan conocido que pedir averiguaciones solo mostraría ignorancia. A menudo basta nombrarlo: “de Jerusalén”.

Excepciones y trasgresiones[editar]

Como tales, las normas se crean al constatar su necesidad. Al crearse, ya existen irregularidades, también causadas por las nuevas necesidades o por falsedad en las armas.

Algunas permiten su contemplación genérica, incluyéndose como excepciones.[4]​ Se mostrarán en sus normas, destacadas en puntos. No se expondrán todos los términos posibles, no siendo esto un glosario. Se dará suficiente muestra y variedad para entender su naturaleza y posibilidades.

Otras constituyen singularidades que es necesario acompañar de sus justificaciones, salvo con las más conocidas -como la de las armas de Jerusalén- que se dan por sobreentendidas. De no hacerse, el blasón podría quedar como “armas falsas”. Términos como “de enquerre”, “a inquirir” o “de averiguar”, se aplican a las armas o al detalle trasgresor, incluso al que falta siendo imprescindible –por ejemplo “campo de enquerre”- para pedir que se investigue o explique.

Otras normas y usos[editar]

Hay otras normas y usos que afectan a distintos aspectos relacionados con la heráldica. No son parte de este conjunto de normas y excepciones, y solo se mencionaran cuando tengan alguna relevancia:

  • Normas legales, que afectan a los profesionales oficiales, la propiedad de las armerías y, en distintos lugares, a otros aspectos de la heráldica.
  • Normas y usos exclusivos de heráldicas nacionales, o instituciones u otras reglamentaciones no generales, como las de la Sagrada Congregación del Ceremonial, heráldica militar de distintos países, reglas propias de órdenes de caballería, corporaciones, etc.
  • Los rechazados por autoridades en la materia. Durante la época decadente se descuidó el estilo heráldico y se crearon especificaciones, y categorías sin fundamento -incluso faltando a leyes- tanto en simbología como complicaciones normativas. Solo son útiles al análisis y datación, y quizá a la comercialización. La corriente posterior es de aceptación de las normas, inmensamente mayoritaria, y retorno a las buenas costumbres en distinto grado.
  • Las que el mal uso promueve entre aficionados y comerciantes obviando las recomendaciones expertas.

Leyes y reglas[editar]

Son normas dentro de su propia ciencia o arte, la heráldica occidental. Respetadas internacionalmente por los responsables de su cuidado, principalmente tienen carácter consuetudinario.

Heraldistas de distintos países las ordenan de diversa manera, o comentan algunas entre sus exposiciones. La más constante es la llamada “primera ley”, única que incluye su orden, probablemente seguida de la plenitud. Aquí se han ordenado siguiendo un criterio de claridad y simplificación, en absoluto rígido. Lo mismo se ha hecho con las locuciones de encabezado, procurando usar las halladas en los escritos.

Algunas han recibido mayoritariamente el calificativo de ley. Otras han sido nombradas con menor frecuencia, discutidas en parte o en su rigidez o flexibilidad. Aquí, se llamará ley a las de amplio consenso y respaldadas por autoridades de peso, para las demás se usará regla y en general normas, términos usados por diversos tratadistas. Las que don Vicente de Cadenas y Vicent, último cronista rey de armas de España, ha nombrado repetidamente como leyes fundamentales[5]​ irán citadas textualmente en sus lugares, entre comillas.

A pesar de flexibilidades, excepciones y divergencias, suele haber una fuerte recomendación de que se sigan estas normas siempre que sea razonable, tanto por la armonía del conjunto como por dotarle de la fuerza que tiene el estilo heráldico.

Referentes a esmaltes[editar]

Esmaltes:[6]​ Metales, los comunes a todas las heráldicas son la plata y el oro. Colores en la mayoría son gules, azur, sinople y sable.[7]​ Respectivamente: blanco o gris claro, amarillo, rojo, azul, verde y negro. ((Nota: Parece contrario a la razón que el genérico no sea "colores", mientras que los colores vayan entre los metales; siendo que en el arte vidriado es el esmalte el que se pone sobre y entre metales. El objetivo de una enciclopedia -y en Wikipedia es una norma que debería cumplirse- no es corregir lo que nos parezcan errores, y menos en el argot propio de una ciencia, arte u oficio, es poner las cosas tal y como se conocen.))

Contraste[editar]

«En los campos del escudo y representaciones nunca irá metal sobre metal, ni color sobre color.»

La primera ley[8]​ de la heráldica es primordial para cumplir con su propósito inicial ((¿Se puede poner un enlace interno a donde explica este propósito? He de averiguar)).

Armorial Wijnbergen, s. XIII.
  • Excluye todo lo que está fuera del escudo, salvo donde estén representados sus campos. Por tanto, no afecta a gran parte de los ornamentos exteriores.
  • Sobre es encima; no junto o al lado. Las particiones delimitan espacios, unos junto a otros. Es frecuente usarlas para mezclar armerías ya existentes, con sus propios esmaltes.
  • Los forros son armiños, veros y sus variaciones.[9]​ Cada uno es de un color y un metal, por lo que sería imposible incluirlos en la norma si no tuvieran categoría propia.
  • El púrpura es color de algunas heráldicas. En armerías reales tiene la doble consideración de color y metal, haciendo imposible que infrinja la norma.[10]
  • Los esmaltes llamados en su color, incluidas carnaciones, tampoco están afectados por esta ley. Salvo estas últimas, a veces inevitables, no es recomendado su uso.[11]​ ((Nota: Con verdadera voluntad, incluso buena parte de las carnaciones pueden ser traducidas a esmaltes heráldicos tradicionales, de la misma forma que lo son la mayoría de los esmaltes al natural. No hay más que ver la buena heráldica europea. ))
  • Puede fácilmente quedar un detalle o una figura sobre espacios distintos que deban contrastar. No es infracción si una coincide en tipo de esmalte con otra. Especialmente con la de menos categoría, como sucede con detalles exteriores de los muebles tales como el armado, lampasado, picado, membrado, lorrado, frutado, empenado y un largo etcétera.

Los cargos (ver figuras) sí se ponen encima, y algunas también se usan para incluir armerías que aportan significados determinados. Pueden ser concesiones reales, de las armas regias u otras, o mostrar alianzas, aspiraciones u otro tipo de circunstancias personales.[12]​ Todas de diseños específicos.

  • En estos casos, determinadas expresiones muestran que se ha tenido en cuenta la primera ley. Si se conoce la concesión o privilegio, la pieza se blasona al final del escudo o partición que honra, precedida por “aumentado de”. Cuando no es un aumento de honor se dice que está cosida, soldada -valiendo esto sólo en el caso de metales- o asumida si se tomó personalmente por otro tipo de hechos gloriosos.
  • Las brisuras. Es una manera de “diferenciar las armas”, cambiando en poco las de origen. Algunas heráldicas y casas reales han señalado formas fijas de hacerlo según los distintos descendientes. A menudo añade una figura de un esmalte determinado, como un lambel o una bordura de gules, o una merleta de sable.
Nitidez, uniformidad y planitud[editar]

En los campos del escudo y sus representaciones, los esmaltes deben ser nítidos, uniformes y planos.

Las dos primeras son leyes. La tercera suele ser incluida, aunque hay quien la discute en parte y la heráldica mercantilista y la aficionada suelen no respetarla.

Se consigue nitidez[13]​ cuidando que los esmaltes tengan intensidad cromática, o saturación, y se puedan distinguir fácilmente unos de otros. No es necesario excederse: el oro se suple con amarillo, no amarillo chillón. No en vano la tradición impuso el matiz gualdo, que llegó hasta la bandera española.

Los esmaltes han de tener uniformidad. Cada uno ha de ser el mismo en todos los escudos de un armorial y, sobre todo, en las distintas partes de cada escudo. Distintas heráldicas han ido fijando algunos, que son preferentemente usados en su zona.

Armorial Hyghalmen, s. XV.

No pocos tratadistas insisten en la planitud, añadiéndola aún cuando alguno discuta la regla. En los escudos de batalla se pintaba cada esmalte en un único matiz. No se aplicaban delicados relieves o pesadas decoraciones. La representación heráldica no debe matizar sombras y relieves propios del blasón, aunque sí los pueda mostrar del soporte.

  • Es excepción el diapresado, diapreado o adamascado,[14]​ que pide expresamente variaciones de matiz.
  • Los ornamentos exteriores, excepto cuando representan blasones, no están obligados por estas normas, persistiendo la fuerte recomendación del uso heráldico. Algunos incluso pueden necesitar, para su correcto entendimiento, que el artista les provea de relieve o profundidad.

La representación ideal raramente lleva trazos ni sombras silueteando las figuras, ni matizando detalles interiores; solo su sustitución por grabados, o en tallas y demás, por motivos evidentes. Los esmaltes nítidos contrastan entre sí sin problema, los no requeridos restan contraste y nitidez.

  • Cuando son deseados se piden expresamente, para incluirlos respetando la pureza heráldica. De otra forma no tendrían razón de ser, ni diferenciarían blasones, los términos que los piden: mazonado, fileteado, reumplido, resarcetado, etc.
De gules, castillo de oro. Perteneciente a un linaje apellidado Minguella.
De gules, castillo de oro, aclarado de azur y mazonado de sable. De Castilla.
De gules, castillo de oro, aclarado de azur. Linaje Castellar.

Referentes a figuras[editar]

Los cargos van dentro del escudo y son de dos clases: Las piezas, clasificadas de diversas formas por los tratadistas.[15]​ Su característica común es la forma geométrica y no figurada, aunque el nombre pueda recordar su forma. Por ejemplo faja, banda, palo, tenaza o bezante. Los muebles son el resto de figuras dentro del escudo. Son figuraciones de lo que nombran, aunque sea producto de la imaginación. Por ejemplo águila, árbol, castillo, estrella, dragón o puig-floré.

Las figuras que van fuera del escudo pertenecen a los ornamentos exteriores. No se llaman cargos ni muebles aunque sean los mismos. Por ejemplo un león que es soporte[16]​ irá rampante si no se aclara otra cosa, de la misma forma que cuando es cargo.

Disposición[editar]

«Las piezas y figuras deben colocarse en la posición que les corresponde.»

Según su definición las piezas tienen una posición y una colocación propias,[17]​ que es como se han de disponer por defecto. Para algunos autores es exacta e inamovible, centrando la posición por distancias dadas en campos cuadrilongos; otros destacan que el uso busca el equilibrio, desde antiguo, respecto a las áreas.

De Schwarzenberg y de Crailsheim.

En la imagen, ejemplo de disposición de dos y una fajas. Calculando las áreas, midiendo alturas y, a la derecha, promediándolas. Como de verá en blasonar, el profesional de las artes aplicadas -o quién tenga conocimientos- es el que aplicará éstas y otras correcciones.

  • Evidentemente, cuando las piezas están repetidas, no pueden todas ocupar la misma posición, aún cuando sí deban respetar su colocación.
  • Existen variaciones de todo tipo, tanto en la posición como en la colocación, señaladas por términos específicos: piezas alzadas, bajadas, adiestradas, siniestradas, acostadas, apuntadas...

Las figuras, generalmente llamadas muebles, tienen una disposición por defecto, a veces genérica para varios tipos de ellos. Las figuras animadas, si no están de frente mirarán "a diestra".[18]​ Sin más indicaciones un león será rampante, por ejemplo, o una espada alzada (con la punta hacia arriba).

  • Cuando no es así, debe expresarse. Existen vocablos propios, tanto para indicar otras disposiciones: pasante, sedente, ranversado, etc. como para indicar variaciones en ellas: alterado, siniestrado, contornado...

La norma es ponerlos según los puntos y la forma de un escudo de caballero buscando la plenitud del conjunto. Un mueble ha de ponerse centrado, y determinados números tienen posiciones preferentes. Tres se suelen poner dos en jefe (arriba) y uno en punta (abajo).[19]​ Cuatro en pares. Cinco en aspa o sotuer. Seis irían tres, dos y uno; o dos, uno, dos y uno. Diez es número mínimo para un sembrado, que es lo recomendado a partir de ahí, a no ser que sea un número significativo.

  • Existen fórmulas para indicar otras posiciones. Se hará según los puntos del escudo. Por ejemplo, Aragón Antiguo lleva un único mueble en el cantón diestro del jefe (arriba a la izquierda) porque la intención de su uso heráldico era que se vieran en el mantelete o tela que cubría el yelmo del rey, que miraba hacia la izquierda, como se ve en signos oficiales valencianos. Distintos números se hace por filas, empezando desde arriba.
  • En heráldica española, seis o más bezantes o roeles (piezas circulares) se ponen por defecto en fajas iguales. No alternando cantidades pares e impares salvo cuando la última es de non (uno solo). Seis y ocho van en pares. Por ejemplo, trece irían cuatro veces tres, más uno de non.

En general, incluso los órdenes citados dependen de la forma de los muebles, de la superficie dónde se disponen y de las figuras que acompañen, buscando una posición lógica que respete plenitud y simetría (ley expuesta a continuación).

  • Se deberá fijar la posición cuando sea especial y necesaria para la identificación de la armería. Particularmente, tres figuras puestas una en jefe y dos en punta se llaman mal ordenadas.

La mayoría de ornamentos exteriores tienen lugar y colocación correctos en la composición, facilitando su inclusión. Están especialmente regulados en la heráldica militar, en la que llega a estipularse sobre las voces y gritos de guerra.

  • La libertad y variedad en este tipo de elementos es tanta que algunos necesitan especificaciones aún cuando su disposición no es extraña.

Es ahí, en cartelas y cintas del exterior del escudo, donde deben ir motes, lemas, gritos de guerra, divisas o emblemas escritos, títulos[20]​ o nombres propietarios.[21]​ No en el interior, como tampoco figuras humanas enteras.

  • No así las cifras, anagramas, jeroglíficos y letras que no sean texto, incluso son admisibles fórmulas científicas.
  • En heráldica portuguesa es común ponerlos en bordura, dentro del escudo. En heráldica española, por desgracia para sus entendidos, el uso de textos llega a cualquier parte con demasiada frecuencia. Incluso a formar armas plenas, como el blasón de los de la Vega, que han extendido la salutación angélica “AVE MARIA GRATIA PLENA” por un buen número de escudos.
Plenitud y simetría[editar]

Las figuras y sus conjuntos han de tener plenitud y simetría.

Ley ligada tanto al propósito original -las figuras pequeñas se confunden- como al “hórror vacui” y equilibrio góticos, que es la época en que se asentó este arte.[22]

Por la plenitud, las figuras han de extenderse hasta el límite del espacio que tienen asignado, sin tocarlo, incluso adaptándose al mismo cuando su naturaleza se lo permite. Tampoco han de tocar otras figuras ni ponerse sobre terrazas. [23]

  • La mayoría de las piezas sí tocan los bordes. Cuando estas no lo hagan hay que especificarlo. Por ejemplo, diciendo que está recortada, aguzada...
  • En los sembrados y piezas diseminadas hay partes cortadas por los bordes del espacio asignado. Así como en las figuras que corta un dimidiado,[24]​ o que están bajo otras brochantes, resaltadas, acamadas...
  • Los muebles que salen de los límites del escudo, partición o pieza en la que están como movientes, nacientes o similares quedan excusadas con estos términos. Así como los que especifican figuras que se tocan o unen, como cimado, sostenido, sumado, acolados, trebolado, potenzado, etc.

Simetría es que aquellas partes del diseño que sean las mismas, han de ser iguales en lo posible, en su defecto deben ser equilibradas. Por ejemplo, en un escudo con dos calderas -Lara, Guzmán, Collado... – las dos deben ser iguales. Las áreas de las piezas centradas y las repetidas, han de ser iguales a los espacios que dejan.

  • Cuando hay tres figuras bien ordenadas, la tradición favorece la plenitud ante la simetría, permitiendo que la de punta (abajo) sea más grande si la forma del espacio lo aconseja.

En cada figura, las partes que sean lo mismo han de ser simétricas. Por ejemplo las alas de un águila.

En casos puntuales afecta a la colocación habitual, recomendándose que en parejas de muebles iguales estos queden afrontados aunque no se especifique, cuando su condición lo admite, sin que el que el que queda siniestrado tenga significado especial. Esta colocación –llamada “de cortesía”– se da en el timbrado, incluso en atención a otras armerías como los yelmos de dos blasones en una fachada.

Estilización y expresión[editar]

El dibujo heráldico debe ser estilizado y expresivo.

Cumpliendo con el propósito inicial se desarrolló la estilización heráldica, convirtiéndola en ley. Simplifica contornos y amplifica los detalles diferenciadores de muebles y figuras. Acentúa cabezas y colas de cuadrúpedos, picos de aves, garras de predadores, frutos y hojas de vegetales y, en general, cualquier detalle característico.

Tratándose de guerreros, no extraña que la rudeza y agresividad en los gestos sea parte del estilo. Son feroces expresiones de fauces abiertas, dientes acerados con enormes colmillos, y grandes ojos fieros, de pupilas dilatadas. Las posturas tensas y amenazantes, con pechos y extremidades fuertes y abdómenes finos, fijaron estándares como el león rampante.

Frecuentemente los machos de mamíferos animales muestran su virilidad, con genitales bien desarrollados incluso de otro esmalte, sin aportar carga negativa. Al contrario. Incluso puede ser necesario, caso de algunas representaciones de toros y bueyes,[25]​ y está más relacionado con las virtudes propias de aquella moral que con el sexo en sí.

Referentes a ornamentos exteriores[editar]

Los ornamentos exteriores van añadiéndose a las posibilidades a lo largo de los siglos, por los distintos estamentos. Aunque algunos han adquirido condición familiar y hereditaria, con el tiempo, se acepta que muestran la personalidad del titular –en heráldica gentilicia, a partir de que el escudo sí es familiar y, por tanto, impersonal– por lo que han conservado mucha flexibilidad en su uso.

Suele decirse que la principal regla es la libertad, en este caso. No obstante, distintas autoridades se han visto obligadas a regular algunos de sus aspectos afectando las normas heráldicas, para evitar excesos.

Coherencia[editar]

«Los lambrequines y plumas tienen que ser de los esmaltes del campo, piezas o figuras del escudo.»

Los lambrequines, manteletes, bureletes y penachos con plumas tienen origen en las prendas de los caballeros armados. Vestían con los motivos que les distinguían, que eran los del escudo. Por tanto, los esmaltes de dichos ornamentos han de ser los mismos que los del escudo.[26]

  • Salvo aquellos que tienen concesiones reales, que pueden usar los colores concedidos, y otros casos especiales.
  • Los mismos reyes y grandes señores usan a veces los colores de sus mantos, incluso con forros y sembrados, o los de otros blasones a los que tienen derecho. Caso muy conocido es el del rey aragonés, que llevaba el mantelete ya explicado al hablar de la disposición.

Algunas heráldicas, y tratadistas de otras, los restringen a dos: el metal y el color principales.[27]

  • En estos casos, en escudos acolados o que muestran dos armerías es usual encontrase con lambrequines que usan los respectivos esmaltes en uno y otro lado del escudo, incluso desde un mismo yelmo.

Equivalentemente, han de seguir la norma los cordones de soltera, y los de viuda en heráldicas en las que no son blancos y negros.

Por su naturaleza, otros elementos que acompañan al escudo llevan sus esmaltes aunque no representen sus cargos, sean portados por figuras o no. En las libreas heráldicas, armiños y veros se sustituyen por negro y azul, respectivamente.[28]

  • Sin embargo, determinadas codificaciones usan pigmentos que, en su propia heráldica, no son esmaltes. Ejemplo del acero pulido, eventualmente en yelmos españoles, o el púrpura de algunas armerías europeas. Se admite su uso, sin problema, de forma mayoritaria.
  • También hay armas de dignidad e insignias, como mantos, collares y condecoraciones, con matices concretos que son característicos y no coinciden con los esmaltes de muchas heráldicas, como azul celeste, carmesí o grana. Aunque exista traducción a esmaltes, respetar sus matices no suele interpretarse negativamente.
  • Tenantes, soportes, sostenes y otras alegorías, aportaciones de la heráldica posterior, pueden necesitar matices distintos a los heráldicos. Fuera de lo ya especificado no están obligados aunque, nuevamente, se recomienda que el uso sea lo más heráldico posible.[29]

Esta misma coherencia heráldica, de los esmaltes, también afecta a las formas. Por ejemplo. se pide que los armiños de los mantos reales y nobiliarios se expresen en su forma heráldica, relegando las de forma verista a los de dignidades posteriores, como las militares y la mayoría de las civiles.

Veracidad[editar]

No se debe usar timbres ni ornamentos que engañen sobre el titular de la armería.

Aunque no fuera deshonesta, impropia del arte heroica, tal práctica está contemplada en la legislación de distintas autoridades. Especialmente engañosos son el mal uso de coronas, timbres eclesiásticos y de autoridades civiles o militares, así como armas e insignias de dignidad y oficios de la real casa.

Muchas heráldicas, además de lo dicho tienen soporte legal en otros campos, como en la heráldica municipal portuguesa, italiana o catalana,[30]​ o, por tradición, se apoyan con veracidad en las formas del escudo y otras señas.

Como se ha dicho, algunos autores crearon otras codificaciones -en su mayor parte inútiles- que pormenorizan y estipulan otros elementos. Pertenecientes a la heráldica decadente, dichas regulaciones han sido posteriormente rechazadas por ser invenciones falsas -contrarias al verdadero uso de la heráldica- que tuvieron acogida minoritaria, dificultan la libertad necesaria y confunden ante otras normas.

Su conocimiento solo es útil para el análisis histórico. Por ello, algunas se exponen en los manuales de las mismas autoridades heráldicas que las desaprueban, advirtiendo que el principio en este caso es de libertad. Ejemplo son los yelmos heráldicos españoles,[31][32]​ de los que algunos pretenden estipulado su material, el número y calidad de los clavos, apertura de las viseras con tales y cuantas rejillas, y en posiciones obligadas, en un absurdo que lleva a cambiar de categoría a los representados –hasta hacer bastardo al titular de un escudo con yelmo en posición de cortesía- dificultan la representación de algunas cimeras, y son incompatibles con usos más arraigados de otras heráldicas.

La tradición ha hecho hereditarios algunos, por serlo las dignidades que expresan, por recordar logros y concesiones o por entender que representan a la familia. Caso este de las cimeras en heráldica germana, donde tienen verdadero significado social. La Casa de Alba muestra ejemplos respectivos: desde las insignias de Condestable de Navarra hasta las banderas ganadas antes de ser duques, pasando por su tradicional cimera.[33]

Referentes a la práctica[editar]

La heráldica, en tanto a útil social más que como ciencia o arte, tiene designados oficialmente profesionales a su servicio encargados de preservar, validar y concebir las armerías, cuidando que se respeten las normas y no se conculquen derechos ni haya suplantaciones. Surgen nuevas reglas en lo no afectado por la normativa legal. Son prácticas tanto en el sentido de forma de usar como en el de facilitar la utilidad del código.

Blasonar[editar]

Se debe describir las armas de acuerdo con los principios y normas heráldicas, sirviéndose de su lenguaje técnico.

(Buscar ilustración, Austria?) La forma de manejar la heráldica correcta y ágilmente es blasonando bien. Se debe hacer con sobriedad, dejando libertad al artista en todo lo superfluo. Esta regla es objeto de controversia en algunos puntos.

(Buscar il. Ordines Calvet?)Los términos evolucionaron de forma distinta a los comunes, buscando significados propios que evitaran confusiones, con un articulado sucinto. El blasonado se especializa buscando concisión. En algunos idiomas hubo uniformidad de términos o, como en holandés o italiano, se consiguió durante el siglo XX.

  • En español no está regulado por una institución centralizada y existen variantes que no impiden el entendimiento.

(Buscar il. Árpad?)Mayor controversia hay sobre la rigidez de sus definiciones. Habitualmente delimitan sin márgen, y esto puede no ser real. La recomendación mayoritaria es la flexibilidad, basada en la realidad de los armoriales medievales.

  • Hay autores que definen con diversos grados de rigidez o flexibilidad, usando criterios diferentes en circunstancias habituales, no conllevando esto error heráldico.

(Buscar il. Lorda? )Por ejemplo suele definirse la faja: “Pieza de primer orden. Ocupa horizontalmente un tercio del espacio asignado, en su centro y tocando sus límites”. Por las leyes ya vistas, cuando hay dos –o más- piezas hay que equilibrarlas con los espacios. Dos fajas, tres espacios, cada faja tendría un quinto del total. Ninguna estaría en el centro.

(Buscar il. Reinalt?)Reducida en un tercio ya no es faja. Si hay cuatro –más cinco espacios: nueve, justo un tercio del tercio- se llaman divisas. Un número par de divisiones empieza con un esmalte y acaba con otro, todas son piezas. A partir de diez –cinco de cada- son burelas. Las piezas, pues, no tienen una proporción única de tamaño, sino un rango.

Unos, basándose en el uso tradicional, aconsejan seguir usando de esta libertad en otras circunstancias: disminuir, incluso a un quinto del total o más,[34]​ una faja acompañada de tres muebles; aumentar la que esté cargada por un mueble sin más acompañamiento; o incluso variar su posición dependiendo de los cargos que la acompañen. Otros no están de acuerdo.

Brevedad[editar]

Blasones y campos han de presentar la identidad más sencilla que permita una filiación inequívoca.

Queda en regla no por discutida sino por la escasa atención que recibe, sólo por los autores más comprometidos con el futuro de la heráldica. Puede ser debido a que entiendan que es parte del principio de sencillez[35]​ o a la brevedad de blasonar. Afecta tanto a la creación, como a la recuperación de blasones.

Tiene en cuenta criterios tradicionales y artísticos, y la rápida identificación, basados en la creación de los primeros blasones y en la experiencia de siglos. Por ellos, pide que los nuevos blasones no tengan más de tres figuras distintas ni más de tres esmaltes en total.

Similarmente, actúa sobre blasones inapropiadamente sobrecargados de campos o cargos. Las causas son variadas. Mal blasonamiento, que fijara cambios en la armería,[36]​ o exceso de brisuras. La heráldica decadente trasgredió las normas y función heráldicas en favor de una vanidosa acumulación, por mostrar el máximo abolengo y dignidad acreditables. El contracuartelado y suma de particiones llegaron a producir blasones confusos.[37]

Se pide quitar brisuras y cuarteles innecesarios. Incluso su total eliminación, cuando solo indiquen diferencia con ramas extintas, en quien sobrevenga el derecho a las armas plenas. El jefe de armas de una casa, más mujeres y eclesiásticos del linaje –que no las transmiten– deben usar las armas puras. Los demás miembros y los blasones impuestos por mayorazgo u otras causas pueden resolver su identificación, fácilmente, sin sobrepasar el cuartelado.

  • Salvo lógicas excepciones, en las que intervienen consideraciones más importantes, como es el caso de las grandes casas.

Notas y referencias[editar]

  1. La heráldica es un código emblemático que permite la identificación de cualquier linaje, dándole propiedad exclusiva, extendida a otros colectivos. «Hacerse herederas precisas las Armerías del uso de los Torneos por conservar aquel método, regularidad, y significado;» Dice Avilés (1725, p. 12) sobre cómo antes no son armerías, tras denunciar fantasías de su tiempo.
  2. Las defensas cubrían ya la totalidad del guerrero, haciéndolo irreconocible, y dificultaban la visión en un entorno confuso y apresurado. Necesitaban identificaciones rápidas a cierta distancia, entre el polvo y ajetreo de un enfrentamiento, exigiendo señales inconfundibles. «”Sennales conoscidas posieron antiguamente que troxiesen... porque fuesen conoscidos en las grandes priesas cuando lidiasen”, dice el Rey Sabio en sus Partidas» (Menéndez-Pidal de Navascués, 1979, p. 255).
  3. «El paso al campo del escudo de los emblemas procedentes de otros soportes es un aspecto más del proceso de unificación de caracteres que dio origen al sistema heráldico,» (Menéndez-Pidal de Navascués, 1979, p. 55).
  4. «Se dice, y es verdad, que la heráldica es la ciencia de las excepciones;» (Messía de la Cerda, 1990, p. 11).
  5. Por lo menos en diversas ediciones de su Diccionario heráldico, Vademecum heráldico, Fundamentos de heráldica y donde colabora, como en Heraldario...
  6. Es el término genérico en español. Ya lo explica Avilés (1725) ampliamente. En la era moderna, cito a la máxima autoridad en nuestro idioma, don Vicente de Cadenas y Vicent (2002, p. 88): «Esmalte.- Nombre que comprende los dos metales y los cinco colores.» Entre medias el resto de manuales, los más conocidos: Piferrer (1853, p. 18); Costa y Turell (1858, p. 25); Pardo de Guevara (1987, p. 23); o Messía de la Cerda (1990, p. 209); uso que se ve en el resto de la bibliografía.
  7. En distintas heráldicas algunos de los siguientes se aceptan dentro del escudo. Metales: acero. Colores: púrpura, leonado, naranjado, sanguíneo, –términos más antiguos, mayoritarios en heráldica en español por lo menos desde el s. XVIII, como puede verse en Avilés (1725, pp. 165 y 169) Piferrer (1853, p. 18) Costa y Turell (1858, p. 25) Riquer (1942, pp. 6, 187-188) o Armengol (1947, pp. 58-59)– morado y cenizo, la mayoría tenidos como manchas o colores no ordinarios. Marginalmente hay otros esmaltes adoptados oficialmente solo en determinadas heráldicas, como el metal buff (gamuza o beige) que coincidiría en matiz con el “oro viejo” español.
  8. Como se ha dicho, si hay alguna coincidencia realmente mayoritaria sobre estas normas es esta, tanto en definición como en denominarla “primera ley” y no de otra forma. Puede comprobarse en toda la bibliografía usada.
  9. Variaciones de los forros: contrarmiños, armiñados, contrarmiñados; contraveros, veros en punta, ondados, y potenzados; verados, contraverados, verados en punta, ondados y potenzados.
  10. «No debe olvidarse que el color púrpura es considerado algunas veces, sobre todo en armas reales, como mezcla de metal y color;» (Riquer, 1942, p. 46).
  11. «Por otra parte la heráldica española mantiene y se permite especiales licencias que no son admitidas ni toleradas por otras Heráldicas y principalmente esas representaciones de “al natural”, totalmente eliminadas en los blasones en las diferentes especialidades de la Heráldica de que se compone la Ciencia del Blasón.» (Cadenas y López, 1985, p. 9).
  12. Indicar o reconocer fidelidades: jefes de Francia; los de Anjou, del Imperio o de san Esteban, en Italia; o la bordura real escocesa.
    La heráldica napoleónica las tiene para indicar la categoría del personaje. Las principales son jefes, luego franco-cuarteles, pero los caballeros usaban cualquiera de las demás.
    La más conocida en heráldica española es la bordura de Baeza, supuestamente por la participación en su toma. La banda dragonada, de los Caballeros de la Banda, se encuentra en varios esmaltes.
  13. Muchos usan el término claridad, con las mismas indicaciones. Aquí se ha usado nitidez, menos frecuente, para evitar la confusión con la acepción de claridad como matiz luminoso.
  14. Matizar, del mismo esmalte u otro que se indique, en forma de arabescos o follaje. Está considerado decorativo, poco heráldico y propio de la época decadente; incluso algunos lo consideran antiheráldico. Su uso es limitado, casi reducido a heráldica italiana, germana y danesa; aunque hay ejemplos en muchas armerías europeas.
  15. Varía casi en cada autor, son aproximadamente: “de honor” o “de primer orden”; “menos honorables“ o “disminuidas”; “seantes” a veces incluyen a estas anteriores, “de segundo orden” u “ordinarias”; “compuestas”, que son de los dos primeros grupos, fundiendo dos piezas; y repetidas: “diseminadas” y “seantes particiones”.
  16. Las figuras que se ponen a los lados o detrás del escudo, mostrándolo al espectador, reciben los nombres de tenantes, si son humanos o semi-humanos; soportes, si animales; y sostenes las demás, incluidos ángeles.
  17. Posición se refiere su lugar dentro del campo asignado. La colocación, en heráldica, marca cómo está dispuesta en dicho lugar. Para indicar la posición o colocación de un cargo, se usan los nombres de las piezas de primer orden. Por ejemplo, por su forma alargada, lo más indicado para dos llaves puestas en faja (una a izquierda y otra a la derecha) es colocarlas en palo (cada una verticalmente).
  18. En heráldica, la diestra es la del escudo o su portador, para el espectador es lo que hay a la izquierda. Es el sentido de la marcha de un caballero con su escudo en la mano izquierda.
  19. Esta posición concreta, de tres, se dicen “bien ordenados”. La mayoría de las veces huelga decirlo, si no hay otro blasón con el que confundirlo; sería una redundancia impropia de un buen blasonador.
  20. Títulos que por ejemplo ganan municipios; como “Leal” o “Inmortal”. Los títulos nobiliarios quedan suficientemente claros con el uso de coronas.
  21. El propósito del blasón es identificar por sí mismo. Los nombres propietarios están desaconsejados, especialmente en heráldica gentilicia. Sin embargo en otras, como podría ser la heráldica militar, puede ser necesaria una identificación más concreta.
  22. «El comienzo de la Heráldica coincide, en líneas generales, con el arte gótico (...)» (Cadenas y López, 1992, p. 58).
  23. Las terrazas son frecuentes en toda la heráldica hispana, aún cuando la recomendación es quitarlas si se puede.
  24. Dimidiado: al mezclar dos blasones mediante partición, muestran solo la mitad original de cada partición.
  25. Toros y bueyes heráldicos posteriormente se diferencian por el rabo. El buey no es una representación infamada del toro. Tiene su propio valor y simbología, y en heráldica española suelen ir en parejas. En este sentido, recuérdese que la yunta culturizaba los campos y enriquecía las gentes.
  26. «La forma de trozos de tela, cortados y volteando, siempre de los mismos esmaltes del escudo, es característica en los lambrequines.» (Armengol, 1947, p. 119).
  27. Unos tratadistas enseñan que el color ha de ir por la parte exterior y el metal por la interior. Otros, que el esmalte principal del campo ha de ir por la parte exterior. Por último, algunos lo hacen según criterio estético, aplicado a cada representación, pero usando un color y un metal.
  28. Para más detalle consultar, Fundamentos de heráldica, de don Vicente de Cadenas (1994, p. 179 y ss.).
  29. Como se suele hacer en el Reino Unido, por ejemplo, donde su uso está más extendido.
  30. Véanse en símbolos oficiales de las entidades locales de Cataluña cómo aplican la heráldica municipal europea; llegando a superar a Valencia, antes el mejor ejemplo en España.
  31. Tratado de Genealogía, Heráldica y Derecho nobiliario, Segundo curso de la Escuela de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria. Tema VI: Signos exteriores del blasón y leyes heráldicas. D. Vicente de Cadenas explica los cascos, pp. 138 a 140, advirtiendo sobre el uso de coronas, y que pertenecen a heráldica decadente. Tema VII: Capacidad Heráldica, por el mismo. Durante la asignación de distintos elementos a su verdadero tiempo, p. 161: no rechaza las coronas «La introducción jerárquica de las coronas se considera como adopción moderna.» y seguido «La jerarquía de los cascos se estima pueril e injustificada, aunque no se puede prescindir totalmente de ella por estar introducida en varias armerías.»
  32. Pardo de Guevara (1987, p. 42), tras situar en el tiempo y una mínima descripción: «Todas estas particularidades, que tuvieron una cierta influencia sobre los usos, son sin embargo puras fantasías teóricas sin significación alguna.»
  33. Un ángel que mira de frente, con la dalmática original de la casa, un mundo cruzado y una espada, que antes era cruz y explicaba su conocida divisa: TU IN EA ET EGO PRO EA (Tú en ella y yo por ella).
  34. Pardo de Guevara (1987, p. 59).
  35. «Las armas simple(s) y menos cargadas resultan siempre más agradables y mantienen el principio fundamental de la Heráldica, que es la sencillez. » (Cadenas y Vicent, 1994, p. 185).
  36. Ejemplo repetido es el de las sierpes que, de adorno en remates de las calderas, pasaron a salir de ellas incluso blasonadas en números y esmalte.
  37. Catálogos gentilicios gráficos que no se identificaban rápidamente a una única persona, por su linaje o señas principales, sino su enraizada pertenencia a un grupo, a veces reducido, de cuyos miembros resultaba difícil distinguir.

Bibliografía utilizada[editar]

  • Armengol y de Pereryra, Alejandro de (1947) [1.ª en 1933], Heráldica, Colección Labor; Sección VI: Ciencias históricas 320 (2.ª edición, revisada y ampliada), Barcelona: Labor .
  • Avilés, José de (1725), Ciencia heroica; reducida a las leyes heráldicas del blasón, Tomo I y Tomo II, Barcelona: imprenta de Juan Piferrer .
  • Cadenas y López, Ampelio Alonso de; Cadenas y Vicent, Vicente de (1985), Instituto Salazar y Castro (C.S.I.C.), ed., Heráldica de las comunidades autónomas y de las capitales de provincia, Ilustraciones: Javier de Miguel, Madrid: Hidalguía (publicado el X-1985), ISBN 84-00-06040-7 .
  • ———; Cadenas y Vicent, Vicente de (1992), Instituto «Salazar y Castro», ed., Heraldario español, europeo y americano, Tomo II, Madrid: Hidalguía (publicado el VIII-1992), ISBN 84-87204-46-5 .
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  • ——— (1994), Instituto Salazar y Castro, ed., Fundamentos de heráldica (ciencia del blasón) (2.ª edición), Madrid: Hidalguía (publicado el IV-1994), ISBN 84-87204-64-3 .
  • ——— (2002) [1.ª en 1954], Instituto Salazar y Castro, ed., Diccionario heráldico. Términos, piezas y figuras usadas en la ciencia del blasón (6.ª edición, aumentada edición), Madrid: Hidalguía (publicado el XI-2002), ISBN 84-89851-40-9 . Comprobado en la 5.ª edición. Hidalguía. IV-1998. ISBN 84-89851-07-7; y en la 4.ª edición. Hidalguía. I-1989 ISBN 84-87204-01-5.
  • Instituto Luís de Salazar y Castro (2001) Tratado de genealogía, heráldica y derecho nobiliario: segundo curso de la Escuela de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria (3.ª edición). Cadenas y Vicent, Vicente de; Atienza, Barón de Cobos de Belchite, Julio de; Larios y Martín, Jesús; Raventós Noguer, Manuel; Vargas Zúñiga, Marqués de Siete Iglesias, Antonio de. Madrid: Hidalguía. VI-2001. ISBN: 84-89851-33-6.
  • Costa y Turell, Modesto (1858), Tratado completo de la Ciencia del Blasón ó sea Código Heráldico-histórico (2.ª edición), Barcelona: Luis Tasso .
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