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Informe sobre el estado de la clase obrera en el interior de la República


El llamado Informe sobre el estado de la clase obrera en el interior de la República (Argentina) de Juan Bialet Massé es –como su nombre lo indica- un informe que fue elevado por el autor a Joaquín V. González, Ministro del Interior del Presidente Julio Argentino Roca el 30 de abril de 1904 en el que se describen las condiciones de trabajo de los obreros en distintas regiones del país y en diversas ramas de la producción reinantes en la Argentina de principios de siglo XX. Producido hace más de cien años, fue una obra de especial importancia para su época y su lectura sigue siendo considerada en la actualidad como insoslayable para comprender las relaciones socio-laborales en este país.[1]

Contextualización del Informe[editar]

Sobre el autor y el método[editar]

Juan Bialet Massé, polifacético médico catalán (además abogado, ingeniero agrónomo y empresario) recibió el encargo de realizar un estudio sobre el estado de la clase obrera y la producción en la Argentina. La redacción de este informe le fue encomendada mediante un decreto firmado por el presidente Roca y su Ministro Joaquín V. González, en el que se manifestaba la necesidad de conocer las condiciones en las que se desarrollaba el trabajo en el interior del país para que el Poder Ejecutivo y el Honorable Congreso pudieran contar con información y formar criterio respecto a la legislación que fuera más conveniente.[2]​ El resultado de este cometido fue el voluminoso texto de más de 1500 páginas que originalmente se organizó en tres tomos.[3]​3 El Informe está escrito en primera persona, con características de diario de campo, de investigación etnográfica, donde se vuelcan las opiniones y emociones sin dejar de registrar también las actividades, las entrevistas, las intuiciones y las hipótesis sobre el trabajo asignado al investigador. Explícitamente el autor decide para su exposición atenerse a la aplicación de los principios a los hechos, estudiados en su medio ambiente, y prescindiendo de toda teoría o doctrina sentada a priori, basarse en la equidad y la justicia.4 En palabras del sociólogo Miguel Murmis uno de los mensajes fundamentales de Bialet Massé en el Informe es que para hablar de algún problema es necesario ir y ver. Y ese valor testimonial se aumenta si el observador participa de manera directa de las actividades involucradas: probando, ensayando repitiendo las actividades que investiga 5, tarea que Bialet Massé asume en el proceso de relevamiento de datos que da como resultado una combinación entre observación participante y observación controlada, afirma Murmis. Metodológicamente prevalece en el Informe una perspectiva etnográfica, que implica la obtención de los datos a través de entrevistas y de la observación directa de los obreros y de anotaciones que contienen descripciones detalladas de sus experiencias y conductas. Dichos datos son fortalecidos por la utilización de categorías propias de los sujetos de análisis y por la observación repetida y minuciosa de diversos aspectos de la vida de los obreros y el explícito intento de no incorporar prejuicios y cuestiones ideológicas. El hecho de entrevistar a los obreros sin sus patrones, por ejemplo, da cuenta del tipo de vínculo que pretendió entablar el autor y el tipo de información que quiso recolectar. Bialet Massé se propone ver el trabajo en la fábrica, en el taller o en el campo, tomar los datos sobre él y después ir a buscar al obrero en su rancho o en el conventillo, sentir con él, ir a la pulpería, a las reuniones obreras, oír sus quejas; pero también oír a los patrones y capataces.6 En este sentido Marcelo Lagos explica que, si bien Bialet Massé utiliza el trabajo como categoría predominante a la hora de construir los estereotipos que le permiten comparar al obrero indígena, al criollo y al inmigrante, también incorpora otras dimensiones que exceden lo meramente laboral y lo meramente informativo. Es por esto que Lagos sostiene que el informe,  aunque desde una visión positivista y evolucionista, se propone darle voz al obrero trabajador, defender al criollo frente al extranjero e integrar a indígenas e inmigrantes a un ser nacional mestizo y superador.7

Contexto internacional de la redacción del informe[editar]

El período que comprende la segunda mitad del siglo XIX y el comienzo del siglo XX se caracterizó por la generalización de la producción industrial como modo de producción dominante en Europa occidental y en Estados Unidos y además porque esas relaciones capitalistas de producción se comenzaron a desarrollar también en el sector agrícola. En ese contexto, el proceso de crecimiento económico superó las fronteras de los países centrales y se proyectó hacia el resto del mundo. Esta organización, según Rofman y Romero (1997: 110), "se basó en la especialización funcional de las distintas áreas y en la división internacional del trabajo en función de las necesidades de los países centrales”. El aumento de la población y también de traslados de grandes masas de la actividad agrícola a la producción industrial, requirió de mayor cantidad de alimentos la que sumada a la demanda de materias primas para la industria interpelaba a las economías periféricas. Resultaba necesario para el desarrollo de los países centrales que la periferia reforzaran su carácter de economías primarias, productoras de alimentos y materias primas para la exportación y consumidoras de las manufacturas europeas. En la medida que el crecimiento de sus economías se consolidaba se colocaron capitales en las regiones periféricas a efectos de garantizar la producción de aquellas. Las regiones más aptas para este esquema económico fueron las ubicadas en las zonas más templadas, con preferencia en los espacios donde no hubiera organizaciones productivas muy arraigadas. Allí fue donde los países centrales canalizaron los excedentes demográficos y los capitales necesarios para comenzar la producción. Siguiendo con lo planteado por Rofman y Romero (1997:111), estos dos aportes –población e inversiones- correspondían tanto a los requerimientos de esas regiones para expandir su producción cuanto a las propias necesidades internas de los países centrales, que trasladaban a la periferia las contradicciones surgidas del desarrollo capitalista. El crecimiento demográfico del siglo XIX, que superó las posibilidades de absorción por las economías centrales, se canalizó hacia aquellas regiones. Las migraciones intercontinentales en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX fueron de millones de personas. Por otra parte, el capital acumulado, que no encontraba ya áreas rendidoras de inversión  en la metrópoli, encontró en la misma periferia la solución.

Contexto nacional[editar]

Durante el período de escritura del informe de Bialet Massé la relación de la Argentina con los países centrales se estaba modificando profundamente. La incorporación del país al sistema mundial que se estructuraba, como productor de materias primas alimenticias, se vio favorecida porque la región del Litoral, la más apta para ello, ya tenía orientada su producción hacia la actividad agropecuaria y sólo se necesitaron algunas adaptaciones que, aunque modificaron profundamente su fisonomía,  acentuaron muchas tendencias que ya se perfilaban. Asimismo, fue durante esa adaptación que la Argentina recibió del exterior importantes contingentes de inmigrantes y gran cantidad de capitales. Los inmigrantes, provenientes en su mayoría de la península ibérica e itálica, se instalaron masivamente en el Litoral y en particular en los centros urbanos portuarios. Por otra parte, las inversiones extranjeras (fundamentalmente británicas) se dirigieron a la creación de una infraestructura de transporte basada en los ferrocarriles y los puertos, al control del sistema de comercialización y al  financiamiento del Estado Nacional, mientras que los inversores locales quedaron a cargo de la actividad productiva directa. Fue así como tanto por las inversiones extranjeras y locales así como por el eficaz funcionamiento del Estado se produjo la rápida expansión del Litoral. Por otro lado, es de gran importancia destacar que en el plano local fue la oligarquía terrateniente la que condujo este proceso de expansión económica. Según Rofman y Romero (1997:115), “la consolidación de la hegemonía interna y la adaptación a la estructura internacional de dominación le permitió convertirse en intermediaria entre los estímulos externos y el sistema nacional, en el que conservó el control del proceso productivo directo”. A esto se suma que la inmigración masiva modificó hondamente la estructura demográfica del país, ya que la población se duplicó y hubo un fuerte predominio de extranjeros. No obstante, este efecto fue diferente en cada región, siendo los centros urbanos del Litoral donde preferentemente se asentó la población inmigrante y acentuando la tradicional separación Interior-Litoral aún más. También se modificó la estructura ocupacional ya que se amplió el sector burocrático que creció extendiéndose por todo el país. Además, mientras en los centros urbanos del Litoral se concentraron las actividades secundarias y terciarias (manufacturas y servicios), en el sector rural, los intentos de colonización primero y el régimen de arrendamiento después, crearon un amplio estrato intermedio, que escapó a la división estanciero-peón que existía hasta entonces. Poco tiempo antes de la publicación del Informe, el gobierno nacional había promulgado dos leyes vinculadas a la limitación de la acción de ideologías anarco-socialistas: Ley de Residencia (4144), por la que se expulsaba a trabajadores extranjeros “desobedientes”; y la Ley de Servicio Militar Obligatorio, que proponía un nuevo sistema de reclutamiento, bajo el cual todos los jóvenes mayores de 20 años estaban obligados a prestar servicio.

Socialismo indiano y experiencia republicana española[editar]

Teniendo en cuenta los datos tanto del contexto internacional como del nacional, y antes de insertarnos en los análisis específicos que hace Juan Bialet Massé sobre el obrero criollo y toda aquella realidad que lo llevó a construir el Informe, es necesario presentar su experiencia política en España, y cómo ello condicionó la forma de emprender en Argentina una especial manera de pensar y hacer socialismo. Como nos presentan Agustina Prieto y Raúl Altamira Gigena, Bialet Massé nace en 1846 en la localidad de Mataró, provincia de Barcelona, España. Se forma intelectualmente en Madrid, terminando por identificarse con el republicanismo democrático de orientación cristiana de la época, haciéndolo participar fervorosamente de la acción revolucionaria que lleva a la Primera República Española. Este particular proceso histórico, y especialmente su desenlace, según las mismas palabras de Bialet Massé, fue una desilusión y un desengaño político muy frustrante, convirtiéndose esto en una de las causas, según los autores, de su migración a Argentina en 1873. Aunque su situación de migrante nunca lo obligó a dejar de identificarse como español, encontró en Argentina un recibimiento tal (en universidades, ministerios estatales, asociaciones obreras, etc.), que le permitió tener una participación activa en aquellos asuntos pendientes de la legislación de este país, sobre los cuales podría volcar toda su posición teórico-política. Será la cuestión obrera su principal tema de estudio y en ella estarán situadas gran parte de su participación política y legislativa en Argentina. A partir de su experiencia republicano-democrática en su España natal, es que el socialismo de Bialet Massé difiere considerablemente de lo que él mismo llamó el anarquismo y el socialismo doctrinario, de partido o europeo. El primero es por él entendido como una “neurosis fanática” e ignorante, y el segundo “imita malamente” propuestas pensadas para otras realidades. Su socialismo indiano, de la tierra, argentino o práctico entonces, intenta situarse en la realidad argentina del trabajador, relacionando intrínsecamente las ideas del medio, la raza, el orden, la libertad, la moral, la ciencia y el progreso, e identificándose con el Deán Gregorio Funes y con el Doctor Dalmacio Vélez Sarsfield, los que Bialet Massé llama constituyentes, y los cristianos católicos. No menos importante, como él mismo afirma, el socialismo indiano se aparta de la lucha de clases y se acerca a la lucha por la obra común de producción a la que obreros y capitalistas deben contribuir, haciendo que ambos puedan obtener sus beneficios de la ganancia total que justamente le correspondan. El problema se reduce entonces, a la distribución de las riquezas (en el que el obrero debe poder participar de las ganancias que él produce y que usualmente se apropia el capitalista –plusvalía–) y, por otro lado se suma, al de las condiciones de trabajo (cuestión que analizará específicamente en el Informe sobre el estado de las clases obreras en la Argentina). Por último, como republicano-democrático, entiende que el mejoramiento de las condiciones salariales y de trabajo de la clase obrera criolla en Argentina, es conveniente a los fines de que son el cuerpo electoral y según él, la fuerza de la Nación. La mejora de estas condiciones son, para Juan Bialet Massé, no sólo una necesidad de la población trabajadora que hace productivo al país, sino una necesidad inmanente al Estado argentino como tal.

El obrero criollo[editar]

El término criollo se empleó desde la época de la conquista americana para designar a los nacidos en el continente americano, pero con un origen europeo. A diferencia del indígena, el criollo era un habitante nacido en América De padres europeos (usualmente españoles), o descendiente solamente de ellos. Es menester aclarar que, al referirse a las ‘clases obreras’, Bialet Massé no consideraba en tal concepto al proletariado industrial propiamente dicho, por lo menos en forma exclusiva, sino que extendía la designación a las clases populares en su conjunto, a los trabajadores. La mayor parte de las consideraciones que formula sobre las formas de vida y trabajo, descritas en su informe, se refieren a los peones rurales y a los indios que constituían la mano de obra abundante de los ingenios y obrajes del Norte argentino. Bialet Masse realiza en su informe una detallada descripción de estos individuos:

“El obrero criollo es en su inmensa mayoría, casi podría decirse en su totalidad, moreno obscuro, de frente elevada y ojos muy vivos, negros; la boca grande y barba aguda, cuello seco, más bien largo, ancho de hombros y de talla esbelta (...). Posee una alta intelectualidad y es de gran esfuerzo muscular instantáneo, resiste al trabajo largas horas, aun sin comer, y hace marchas asombrosas bajo un sol abrasador, con media docena de mates por todo alimento,(...), es jinete innato; el caballo es una especie de apéndice del criollo. Altanero, independiente, de un amor propio extraordinario, valiente hasta la temeridad y ceguera; sin embargo, se subordina bien en el ejército y el trabajo, más por la convicción que por la fuerza”.

También considera que el criollo es localista, orgulloso de su nacionalidad, pero, que carece de ideas políticas y que solo se contenta con seguir al patrón o caudillo, es fácilmente influenciable, esperando del gobierno la solución a sus males. Tiene un gran sentimiento religioso, aunque, cae con facilidad en fanatismos. Tiene instinto de artista, es guapo para el trabajo y no le gusta que nadie lo supere en bravura. Su rancho propio le es tan necesario, el conventillo le causa horror y prefiere dormir al aire libre que en una pieza estrecha. (Bialet Massé [1904] 2000) Esta concepción del autor entra en contradicción con ciertos prejuicios de la época. En ese momento histórico los sectores dominantes, a nivel nacional, desarrollan una política de fomento de la inmigración europea con la firme creencia de la superioridad de los extranjeros, frente a los locales, para el trabajo. Además, de otras tantas cosas al criollo, se les cuestionaba por sus vicios, su tendencia, como algo casi innato de este ser, a la búsqueda del placer del momento. Bialet no cree que esta actitud sea algo innato del criollo y lo adjudica más a un desarrollo histórico de estas tierras. Según el autor durante 80 años se les ha pedido sangre para las distintas guerras, sea para la independencia, las extranjeras o civiles. “hábito de ahorro, esperanzas para un porvenir, en quien recibe un jornal que lleva consigo un 20 % de las necesidades de vida.(...) la miseria de la vida no pueden producir sino el deseo de placer del momento.” (Bialet Massé [1904] 2000:32) Además Bialet considera, que la elite local tiene una concepción demasiado idealizada del obrero europeo, pues, considera que los vicios del criollo no son tan graves en comparación de los extranjeros,”no hay persona que después de recorrer los barrios obreros de Londres, de parís y otras ciudades, no note que el obrero argentino se embriaga mucho menos que el obrero europeo.”(Bialet;[1904]2000:33)

  1. Cuartango, Oscar (2010). Prólogo a Informe sobre el estado de la clase obrera en el interior de la República. Buenos Aires: Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires. p. 11. ISBN 978-987-24777-5. Consultado el 30 de mayo de 2015. 
  2. Decreto de nombramiento de Juan Bialet Massé citado en Bialet Massé, Juan Informe sobre el estado de la clase obrera en el interior de la República (1° edición). Buenos Aires: Hyspamérica. 1986. pp. 11-12. ISBN 950-614-552-0. 
  3. Huber, Norberto (2004). “Bialet Massé, Juan. Vida y obra (1846-1907)” en A cien años del informe Bialet. El trabajo en la Argentina del siglo XX y albores del siglo XXI. Jujuy: Unidad de Investigación en Historia Regional. p. 63. ISBN 950-721-22-6 |isbn= incorrecto (ayuda).