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Principales hechos en la historia de los Valdenses desde sus orígenes en el Siglo XII hasta 1848, Con base en la obra de Ernesto Comba: Historia de los Valdenses. Parte I - Desde los Orígenes hasta la Reforma del siglo XVI. Traducción de Levy Tron y Daniel Bonjour. Barcelona 1987[1]

Siglo XII[editar]

1183 El Concilio de Verona condena a los Valdenses. Papa Lucio III[editar]

La naciente comunidad fue considerada también por la Iglesia, como abiertamente rebelde, al punto que, después de haberse atraído los rayos del arzobispo de Lyon, fue solemnemente condenada por el Concilio de Verona (1183). Esta primera excomunión mayor, del papa Lucio III, se recuerda porque marca la separación definitiva de los Valdenses de la Iglesia de Roma y el comienzo de su dispersión por toda Europa.

1184 La llegada a los Valles Valdenses[editar]

Los primeros grupos llegaron probablemente a fines de 1184, o sea inmediatamente después de la excomunión de Lucio III y la expulsión de Lyon, pero, sin duda alguna, las más numerosas bandas de fugitivos partieron, unas tras otras, hacia el asilo de los Alpes, bajo la presión de aquella terrible cruzada de 1208 que había segado más de sesenta mil víctimas en la Francia meridional. Mezclados a los Albigenses, varios Valdenses habían buscado su salvación en la huida; atravesando el Delfinado, habían alcanzado el valle del Alto Duranza, y, transpuesto el Monginevro, que no constituía entonces una frontera política., se habían diseminado en los valles de Pragelato, Perosa, San Martín y Luserna. Los primeros prófugos provenían, pues, principalmente de Francia[2]​.

Siglo XIII[editar]

La primer huella cierta de la presencia de los Valdenses en aquellas comarcas se echa de ver en una orden del emperador Otón IV al obispo de Turín, de "expulsar de toda la diócesis de Turín a los herejes Valdenses" (1210).

La vida de los primeros Valdenses en el Siglo XIII[editar]

El principio fundamental[editar]

Desde los primeros tiempos, los Valdenses, de ambas vertientes de los Alpes, constituyeron no una cofradía religiosa propiamente dicha, semejante a las muchas que entonces se formaban, sino una comunidad que llevaba en sí la irresistible tendencia de emanciparse del yugo de la Iglesia Romana, en virtud de su propia regla de fe.
Afirmaban explícitamente la autoridad soberana de las Sagradas Escrituras, el deber y el derecho de apelar de la autoridad eclesiástica a la Palabra de Dios, como regla única de fe, y el consiguiente deber de difundir esa palabra, por medio de la lectura y de la predicación.
El principio fundamental fue, pues, el apostólico: "obedecer a Dios antes que a los hombres"; el que debía fatalmente significar: "desobedecer a la Iglesia para seguir a Cristo y para atraer nuevamente a Él los creyentes, por la libre predicación del Evangelio.
Bien comprendió Roma, cuán amenazador era para ella este principio, y se apresuró por tanto a desencadenar contra los Valdenses las dos órdenes mendicantes que se habían constituido a su imitación.
En efecto, "imitando a los Pobres de Lyon surgieron los Pobres de Asís o hermanos menores, e imitando a los predicadores valdenses nacieron los frailes predicadores".

Constitución de las comunidades[editar]

Las comunidades se componía de ministros, llamados en término bíblico "los perfectos", y de laicos, o sea "creyentes".
Los ministros se distinguían, por graduación sucesiva, en diáconos, presbíteros y obispos. Se ingresaba en la comunidad como diáconos, tras una prueba más bien larga y un serio examen. Los nuevos diáconos estudiaban algunos años la Biblia en la escuela de Milán o junto a algún presbítero, acompañándolo en sus viajes misioneros; luego de recibir la consagración de un obispo, se encargaban del cuidado de los intereses materiales de la comunidad. Los presbíteros, que tenían la facultad de recibir la confesión y predicar, eran consagrados por un obispo y por los demás presbíteros presentes.
Los obispos, en fin, eran elegidos y consagrados por un obispo y por todos los presbíteros y diáconos presentes.
Para la dirección general se nombraba un jefe, elegido entre los obispos, llamado maioralis; este presidía el capítulo general - llamado "sínodo" a partir del siglo XVI - el que se reunía por lo menos una vez al año, durante la cuaresma, en las ciudades principales y en ocasión de alguna solemnidad religiosa, para que los congregados no fuesen advertidos por la población.
En el siglo XIII los capítulos se convocaban preferentemente en Lombardía, región menos peligrosa que Provenza.
A estas asambleas participaban diversos "perfectos", así como los rectores de los Hospicios, quienes presentaban sus informes.

Los hospicios[editar]

El Hospicio era una institución característica de los primeros Valdenses: consistía en una casa, y algunas veces en una humilde estancia, que servía de albergue y de punto de reunión en todos los pequeños centros de la misión visitados por los ministros itinerantes, que viajaban de dos en dos. Existían muchos, de estos hospicios, en todos los países de la Europa Central. En ellos habitaban el rector, algún hermano y mujeres ancianas, para el servicio. El rector o - cuando estaban presentes los misioneros - uno de éstos, presidía la cena, invocando la bendición: "Dios que bendijo los cinco panes y los dos peces para los discípulos en el desierto, bendiga esta mesa y lo que ella nos ofrece". Y, al levantarse de la mesa, daba gracias diciendo: "Dios recompense a todos los que hacen el bien, y, después de habernos dado el pan material, nos conceda el alimento espiritual. ¡Viva El con nosotros para siempre!".
Después de esto se celebraba el culto propiamente dicho, el que consistía en la lectura de una porción de la Palabra de Dios, alternada con explicaciones, y en la oración, que era principalmente el Padre Nuestro. Himnos no se acostumbraban, por la sencilla razón de no despertar la atención del vecindario y ser descubiertos. La repetida lectura y el estudio de la Biblia ocupaban tanto lugar en estas reuniones de los Hospicios, que éstos se llamaban "escuelas", y. en verdad, los oyentes terminaban por aprender de memoria trozos larguísimos de la Sagrada Escritura. Un inquisidor declara haber visto "laicos que sabían de memoria casi todo el Evangelio de San Mateo y de San Lucas, y sobre todo los discursos del Seriar" (Esteban de Borbón, Anécdotas Históricas, pág. 348.). Otro inquisidor dice: "He oído yo mismo a un aldeano que sabía de memoria el libro de Job, y he conocido a otros más, que podían recitar perfectamente todo el Nuevo Testamento ("Et plures alios, qui N. T. totum sciverunt perfecta". Anónimo inquisidor de Passau.).

Los ritos[editar]

Los ministros recibían la confesión espontánea de los fieles, pero no daban la absolución directamente; dejando para Dios el juicio, decían: "Dios te absuelva de tus pecados; te conjuro en Su nombre a que te arrepientas y sometas a la penitencia que voy a prescribirte" (Gui, Práctica, III.a parte, cap. 85). Y esta penitencia consistía tan sólo en ayunos y oraciones. Practicaban el bautismo por aspersión, administrado a los niños. El sacramento de la eucaristía lo celebraban de pie, recibiendo del ministro el pan y el vino consagrados.

La moral[editar]

Hacían consistir la moral en la práctica fiel de los preceptos evangélicos, a la luz del ejemplo de Jesucristo y de los Apóstoles. Aborrecían la mentira: "la mentira mata el alma" (2) decían, y tal escrúpulo debía ser muy apreciado por los inquisidores que los sometieron a la prueba de la tortura. Condenaban también toda suerte de juramento, la pena de muerte, la venganza; en suma, toda violación a la ley expuesta por Jesús, en el Sermón del Monte y en sus otras enseñanzas.

Las doctrinas[editar]

Referente al dogma, los primeros Valdenses no se habían propuesto reformarlo, pero, no obstante, no nos sorprenderá que ellos, remontándose a la enseñanza del Evangelio, hayan refutado diversas doctrinas enseñadas y profesadas por la Iglesia. No admitían, por ejemplo, la del purgatorio; decían que hay "dos caminos", el de la vida eterna y el de la muerte; el purgatorio está en esta vida, y no existe otro; vanas son, pues, las misas por los difuntos, las indulgencias, los sufragios. Ilusoria la invocación de los Santos. Y, asimismo, la Virgen debe ser venerada e imitada, pero no adorada, pues el culto se debe a Dios únicamente; y jamás una palabra que no fuera reverente hacia la madre de Jesús escapó a los Valdenses, aun cuando era invocada contra ellos por sus perseguidores.
De hospicio en hospicio iban, pues, los ministros itinerantes, evangelizando así a los pobres como a los ricos. Era menester que a un atrevimiento maravilloso se uniese mucha prudencia; de donde provenía que simulasen algún oficio, lo más de las veces el de mercader ambulante. Este oficio marcó el tipo más característico en el que se personifica la misión valdense en el siglo XIII.
Es muy interesante repetir como un inquisidor describe, hacia 1260, una de estas visitas.
El mercader llega al castillo; después de haber exhibido a las damas anillos, velos y otros adornos, y al personal de servicio, sus mercaderías más ordinarias, agrega: "Tendría, además, joyas bellísimas y muy preciosas... pero ¡no habrá que traicionarme!"
Tranquilizado, prosigue:
"Tengo una perla tan brillante, que por su virtud todo hombre llega a conocer a Dios. Y tengo también otra tan fulgente que enciende el amor de Dios en todo aquel que la posee. Yo hablo así, en lenguaje figurado, pero lo que digo es la purísima verdad".
Y allí, ante un auditorio atento y vivamente interesado, nuestro mercader se pone a recitar sentencias del Evangelio, entre las cuáles, estos apóstrofes de Jesús:
"¡Ay de vosotras, escribas y fariseos hipócritas, porque cerráis el Reino de los Cielos ante los hombres; no entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren entrar (Mt XXIII 13). "¿A quién pensáis que sean dirigidas?"
pregunta una voz.
"¿Y quién no lo adivina? ¡ Son dirigidas a los curas y a los frailes!"
Y sigue exponiendo y comentando otras palabras; luego termina:
"Ahora bien, nosotros estarnos con Cristo; por eso los fariseos nos persiguen. Dicen y no hacen; enseñan mandamientos y tradiciones de hombres. Nos alegramos de ser instrumentos para persuadir a las gentes a observar la doctrina de Cristo y de los Apóstoles. Las sendas son dos: una espaciosa y conduce a la perdición; la otra estrecha, pero recta, y lleva a la vida eterna... ¿Por qué no eligiríais ésta?"
(Relación de un inquisidor de Passau, ap. Max. Bibl. P. P., XXV, col. 273.
Esta página ha suministrado al poeta americano Witthier el argumento para una de sus baladas, traducidas al francés por De Felice y al italiano por Juan Nicolini, y por Enque Meilie, titulada "El Colportor Valdense". El término "colportor" es quizás muy moderno, para aquella época, e inexacto.

El testimonio de un Inquisidor[editar]

Los elogios tributados a los Valdenses por los inquisidores, son de un valor inestimable y constituyen una preciosa confesión, apta para disipar muchas calumnias. Se transranscribiendo el testimonio siguiente, conciso y completo al mismo tiempo:
"Se les puede conocer por sus costumbres y conversación. Ordenados, modestos, sencillos en sus vestidos, que son de paño, ni lujoso, ni burdo. No comercian por no exponerse a mentir, jurar o engañar. Viven del trabajo de sus manos; sus "maestros" mismos son tejedores o zapateros; se conforman con lo necesario. Son castos, sobrios, no frecuentan las tabernas, ni los bailes, porque no les agrada tales frivolidades. Asiduos al trabajo, encuentran sin embargo tiempo para estudiar y enseñar. Se conocen hasta en sus conversaciones, precisas y modestas; rehuyen toda calumnia y hablar chancero, ocioso, como también la mentira. No juran; ni siquiera dicen "en verdad" o "ciertamente", porque, para ellos, eso sería lo mismo que jurar".
Inquisidor de Passau, obra citada, col. 263 y 272
Para comprender como un inquisidor, pudiese escribir de esta manera, es necesario tener presente que su relación no estaba destinada al público, sino tan solo a los demás agentes de la policía eclesiástica.

1218 Coloquio de Bérgamo[editar]

En aquella hora de luto, se reanudaron las tentativas de reconciliación entre los hermanos del otro lado de los Alpes y los de Lombardía, y en Mayo de 1218 tuvo lugar un coloquio cerca de Bérgamo, con la participación de doce delegados, seis por cada parte. El acuerdo completo no puede decirse que haya sido alcanzado entonces, por causa de los resentimientos personales en los que se envolvía aún la memoria de Valdo; existía también disensión en lo tocante al sacramento de la Eucaristía, que algunos tenían por ineficaz cuando era celebrado por un sacerdote indigno y que otros afirmaban ser siempre eficaz, en virtud de las palabras sacramentales.
La comunidad lombarda, que contaba con elementos más radicales, continuó su vida independiente, cerca de un siglo y medio, manteniéndose siempre en las más cordiales relaciones fraternales con las otras comunidades, al punto que las asambleas generales anuales de los Valdenses se realizaron a menudo en Lombardía. ::En Milán tenía su asiento una escuela, floreciente aún a mediados del siglo XIV, de la que salían los celosos propangadistas que extendieron maravillosamente el campo de la misión en toda la Europa Central, de Alsacia a Hungría, hasta Polonia y Pomerania, encontrando terreno muy favorable en Bohemia y en Moravia.
La unión de los Valdenses de Provenza y de Lombardía se cumplirá, definitivamente cuando la persecución los obligue, tanto a los unos como a los otros, a refugiarse en los Alpes. Es lo que nos proponemos narrar; pero conviene primeramente exponer, de un modo somero, cuál era la vida religiosa de los Valdenses primitivos, y cómo se desenvolvía su actividad misionera.

1220 Los Estatutos de Pinerolo imponen una multa a quien hospede a un valdense[editar]

En 1220, un artículo de los estatutos de la ciudad de Pinerolo contiene esta prohibición : "Cualquiera que hospede a sabiendas a un valdense o una valdense, pagará, por cada vez, una multa de diez sueldos" (Según Carutti (Storia di Pinerolo), el "soldo" vienés, entonces en curso, valía liras 2,54; la multa, pues, sería de liras 25,40). Estas primeras medidas pueden considerarse como iniciación de una hostilidad que en el curso del siglo XIII fue agravándose a medida que la casa de Saboya imponía su dominio a los señores de Pinerolo, favoreciendo la obra de la Inquisición en Val Perosa.

Siglo IV[editar]

1312 Una mujer es quemada viva en Pinerolo por "valdesía"[editar]

Las medidas de represión, se convirtieron en abierta y feroz persecución. El primer suplicio que se recuerda es el de una mujer, acusada de "valdesía." y quemada viva en Pinerolo en 1312, siempre en virtud del contrato estipulado entre los príncipes de Acaya y la Inquisición.

1315/1393 Persecución por el inquisidor Francisco Borelli[editar]

Aún más violenta y general se ensañaba la persecución en el valle de Pragelato y en el Delfinado. El último delfín, Humberto II, y el arzobispo de Embrún aprovecharon la ocasión para enriquecerse vergonzosamente con los bienes confiscados a los míseros habitantes de los valles Freissiniére, Argentiére y Val Luisa, cuya herejía parecía ofrecerse a ellos como una abundante mina para explotar. Ni la situación mejoró, cuando en 1349, el Delfinado con los valles de Oulx y de Pragelato, fue cedido por el Delfín al rey de Francia; los suplicios se multiplicaron rápidamente y de 1376 a 1393 la persecución, dirigida por el inquisidor Francisco Borelli, monje de Gap, fue espantosa; el frenesí fanático llegó a tal punto que, por último, se desenterraba a los muertos para quemarlos !
Para formarse una idea de la ferocidad de Borelli, basta recordar el siguiente episodio de su persecución en Val Pragelato (i). En el invierno de 1386 había pasado con sus esbirros la garganta de Sestrieres y como una fiera sedienta de sangre se había arrojado sobre las aldeas de este risueño valle, masacrando e incendiándolo todo. Los habitantes, escapados al estrago, huyeron aterrorizados, retirándose al monte Albergián, posiblemente con la intención de refugiarse en Val San Martín; pero la nieve era mucha y el viento soplaba glacial en, aquellas alturas, que alcanzan a 3000 metros; los fugitivos pasaron la noche al descampado, sin abrigo, al punto que no menos de 80 niños murieron helados en los brazos de sus madres! Era la noche de Navidad! Mientras que allá en el valle, sus perseguidores se holgaban!...

1332 Martín Pastre predica en Val Luserna por más de veinte años[editar]

En Val Luserna, en 1332, apareció el primer inquisidor, el domínico Alberto Castellazzo, a quien el papa Juan XX había señalado a un eficacísimo predicador itinerante, más cátaro que valdense, Martín Pastre, quien, por más de veinte años, con fervor y coraje poco comunes, había recorrido el Delfinado, la Provenza y el Piamonte hasta Pinerolo y Saluzzo, presidiendo reuniones extraordinariamente numerosas. Sucedió, pues, que Pastre cayó entre las garras de la policía de. la inquisición, en Provenza, precisamente en tiempos en que Castellazzo se encontraba en desempeño de su misión en el Valle de Angroña; los angroñinos, noticiosos del arresto de Pastre, se sublevaron exasperados y amenazaron seriamente al inquisidor, el que tuvo que batirse en precipitada fuga. Apenas en lugar seguro, Castellazzo se apresuró a quejarse al papa y al príncipe de Acaya, no sólo por la poca docilidad de los Valdenses, sino también por el poco empeño que los condes de Luserna manifestaban en perseguir a sus súbditos.

Siglo XV[editar]

1430 Los Valdenses de Bohemia se unen con los Taboritas[editar]

Bohemia. Esta fue una de las regiones más propicias para la propaganda valdense. Visitada por Pedro Valdo mismo, quien según la tradición murió allí en 1217, ya, hacia mediados del siglo, contaba más de 4o localidades ocupadas por Valdenses y citadas por un inquisidor de Passau en su relación que ya conocemos; no tardaron en asolar las persecuciones, de las que la principal fue la del inquisidor Gallo, en 1335. Pero en Bohemia el movimiento valdense no debía tardar en ser absorbido por el despertar religioso que toma nombre de otro gran precursor de la Reforma: Juan Huss. Este no recibió ninguna influencia directa de Pedro Valdo, pero puede suponerse que indirectamente su protesta se eslabona a la suya, por cuanto Huss fue en Bohemia el secuaz del reformador inglés Juan Wicleff, quien a su vez habría estado en relación con los discípulos de Valdo, que habían pasado a Inglaterra[3]​. Hacia 1430 los Valdenses se unieron a los Husitas y principalmente al partido de los Taboritas ; entre los hombres más eminentes que tuvieron en aquella época y que se esforzaron por la unión, es de recordarse Federico Reiser, muerto mártir, en 1458, en Estrasburgo, donde había ido a visitar a los hermanos valdenses. Los valdenses bohemios constituyeron en 1467 Los Hermanos Unidos (de los que derivó la Iglesia Morava), cuyo primer obispo fue consagrado por Esteban, venerado obispo taborita que debía subir a la hoguera en Viena, en aquel mismo año. Ellos mandaron en 1498 una diputación a sus hermanos Valdenses de Italia.
Austria y aun más Alemania fueron en estos tres siglos recorridas en todos sentidos por los propagandistas valdenses, tanto que ya en el siglo XIII "no había comarca en la que esta secta no tuviese adherentes" ("Fere nulla est terra in qua haec secta non ait". Bibl. Max. Patr. XXV, 264) Pero la Inquisición se puso a la obra: llenó las prisiones, confiscó los bienes, levantó centenares de hogueras, hasta sofocar a los disidentes. ¿Mas quién se atreverá a. decir que estos hayan desaparecido sin haber antes ejercido en Alemania una providencial influencia de preparación para la Reforma Luterana? De cualquier modo, esparcieron antes que Lutero el conocimiento y el amor a la Biblia.

1448 El inquisidor Santiago de Buronzo arrostrado por Claudio Pastre, en Luserna[editar]

En 1448 vemos llegar nuevamente un inquisidor, Santiago de Buronzo, a Luserna, con motivo de un tumulto de los habitantes de Angroña, y citar a toda la población del contorno ante su tribunal. Lo afrontó valientemente, en la plaza misma ¡de Luserna, el barba (antes de la Reforma, los ministros o pastores solían llamarse "barbas", estos es, "tíos") Claudio Pastre, discutiendo sobre la fe. El inquisidor, falto de argumentos, se retiró lanzando sobre todo el valle un interdicto, que produjo poca impresión y que fue revocado cinco años después.
A esta época corresponde un proceso muy interesante que tuvo lugar en Pinerolo contra un tal Felipe Regis, de Val San Martín: interesante, a causa de la confesión que hizo de ser reemplazante de los ministros itinerantes durante los intervalos, más o menos prolongados, de sus visitas.

1476 La duquesa Yolanda impone al podestá de Luserna la ejecución de los decretos inquisitoriales contra los Valdenses[editar]

Queda por mencionar un último inquisidor, G. A. Acquapendente, quien, en 1475, se planta en Luserna y, habiendo constatado que los Valdenses se alejaban cada vez más de la Iglesia Romana, pretende proceder contra ellos con medidas severísimas, que los condes de Luserna se rehúsan aplicar. Irritado por esa resistencia, el inquisidor recurre a la regente, duquesa Yolanda, hermana del rey Luis XI de Francia y viuda del duque de Saboya, Amadeo IX, obteniendo de ella, el 23 de Enero de 1476, un edicto que obligaba al potentado de Luserna, Antonio Rorengo, a hacer lugar a los requerimientos del inquisidor.
El silencio que siguió hace suponer que el potentado no se haya demorado en presentar sus disculpas. El hecho es que, los señores de Luserna, que antes se habían mostrado más o menos refractarios en perseguir a los Valdenses - sea o no por motivos de interés, desde ese momento, no titubearon más en convertirse en sus opresores.

1484, Guerra del duque Carlos I en Val Luserna[editar]

Los señores de Luserna, al convertirse en opresores de los Valdenses, los vejaron de tal modo, que en 1483, los habitantes de Angroña, Villar y Bobbio Pellice terminaron por rebelarse: esos desgraciados se vieron en lo sucesivo obligados a defender, además de su libertad religiosa, la libertad económica y por fin el derecho de propiedad! Apenas tuvo noticia de esta resistencia a mano armada, el duque de Saboya, Carlos 1º, hijo de la duquesa Yolanda, aún imberbe pero ya conocido por "el guerrero", decidió domar a los revoltosos. Reunió sus tropas en Pinerolo, en abril de 1484, y les dio órdenes de invadir el valle, desalojando a los Valdenses.[4]
Las tropas regulares del duque sumaban cerca de 1800 hombres, pero estaban reforzadas por un considerable número de voluntarios seducidos por la esperanza del saqueo. Los Valdenses tenían por únicas armas, arcos y hondas, corazas de pieles y escudos de madera.
Hubo un triple asalto.
El primero, fue dirigido contra Rocciamaneot, localidad situada en las alturas entre San Juan y Angroña, desde la que se domina el valle de Luserna. Aquí los Valdenses esperan a pié firme a los asaltantes que suben penosamente la pendiente; las mujeres y los niños están a espaldas de los combatientes para elegir y alcanzarles las piedras, y, en última fila, los ancianos y los inválidos en actitud de oración. El ataque violentísimo parece irresistible por la superioridad del número y de las armas de los asaltantes. Ya varios defensores han caído dejando descubierto un costado, que el enemigo se apresura a ocupar, arrastrándose por entre las rocas. Las familias, de rodillas, aterrorizadas, unen a la gritería salvaje de los combatientes el grito por el cual se exprime la extrema esperanza de la angustia humana. "¡Oh Dios, ayúdanos !" En aquel instante, uno de los capitanes enemigos, especie de Hércules de cara bronceada, llamado "El Negro de Mondoví" se adelanta altanero, gritando ferozmente : "I miei, i miei faranno la passada!" (Expresión intraducible. Puede comprenderse así : i Los míos os repicarán el toque de agonía!) ; y, al mismo tiempo, descaradamente se levanta la visera del yelmo. No había terminado su bravata, que silba una flecha disparada por el joven Pedrito Revel y hiere en la frente al nuevo Goliat, dejándolo muerto. La suerte de la batalla cambia de improviso; exaltados por la caída de aquel coloso, los Valdenses se lanzan con ímpetu contra aquellos nuevos Filisteos, que en seguida vuelven las espaldas y luego huyen precipitadamente por las pendientes del monte.
El segundo asalto, mejor preparado y más poderoso. tiene como objetivo Pra del Torno, en el corazón del Valle de Angroña. Rechazadas de las alturas de Rocciamaneot, las soldadescas ducales se disponen a escalar por el fondo del valle; y en efecto, sin encontrar resistencia. llegan hasta la Rocciaglia. Es éste un formidable baluarte de rocas que atraviesa la vía en el punto mismo en que el valle se cierra tanto que no permite pasar más que el torrente y el sendero, adosado a las paredes inferiores de inmensos peñascos. La vanguardia de los asaltantes se ha aventurado apenas en el estrechísimo paso, cuando una repentina neblina la envuelve; y es tan densa que casi no se alcanza a ver a dos metros de distancia. Es el momento esperado por los Valdenses, apostados tras de las rocas. Flechas y proyectiles de toda clase silban siniestramente entre la niebla. piedras enormes ruedan con fragor, triturando y barriendo todo cuanta encuentran a su paso. Los soldados desorientados, aterrados, bien quisieran retirarse, pero sus compañeros por detrás cierran el angosto sendero; la confusión aumenta, un temor pánico les invade y la retirada se cambia bien pronto en la más desastrosa de las derrotas. Locos de ira y de terror, despavoridos en medio de aquel laberinto, que los Valdenses conocen paso por paso, aún entre la niebla, muchos imprecando, blasfemando y golpeándose entre ellos, ruedan en el torrente, que sienten rugir siniestramente a sus pies. Tal fue el caso de cierto capitán Sacchetti, de Polonghera, quien, poco antes, se había jactado que haría pedazos a todos los habitantes del valle; herido de una pedrada que le fue arrojada - dice la leyenda - por un pobre rengo, rodó al Angroña y se ahogó en un remanso profundo que aún hoy día es conocido, en el dialecto del país, "tumpi Sachét".
Así, más desastroso aún que el primero, terminó este segundo asalto. Entre los capitanes de las derrotadas tropas ducales debe recordarse a Godofredo Varaglia, de Busca, quien no perdió la vida como los otros dos que hemos nombrado, sino parece más bien que se haya enriquecido con los despojos de los perseguidos. Lo recordamos por el hecho de haber dejado un hijo, del mismo nombre, pero muy distinto a su padre, puesto que llegó a ser un pastor y glorioso mártir valdense.
El tercer episodio, finalmente, de esta expedición nos transporta a Prali. Una compañía armada había tentado una sorpresa en el alto valle de San Martín: cayendo de improviso sobre el caserío de Pommiers. Ávidos de saqueo y pensando, con motivo de la fuga de los habitantes, creerse ya dueños del valle, se habían desbandado imprudentemente para servirse a gusto ; pero los pralinos, reuniéndose en un fuerte grupo, asaltaron a los invasores, exterminándolos a todos.
En vista de la tenaz y victoriosa resistencia encontrada por sus tropas, Carlos 1° pensó oportuno entablar negociaciones de paz. En su castillo de Pinerolo invitó y acogió cordialmente a una diputación de Valdenses para firmar una especie de compromiso, que, a la larga, terminó por descontentar a todos, pero que, por lo pronto, impidió que la paz fuese turbada por algunos años, en los valles sujetos a la Casa de Saboya.
Parece que, en esa circunstancia, el joven Duque haya dirigido a los delegados valdenses algunas preguntas asaz pueriles e ingenuas, tales como ésta : si era cierto que sus hijos nacían con cuatro hileras de dientes peludos y con un ojo en medio de la frente. En efecto se había corrido esta estúpida voz, pero es muy extraño que el duque le prestase fe; de cualquier modo, durante el coloquio pudo cerciorarse del fundamento que tendría. Y los Valdenses, por su parte, se dieron cuenta - y no debía ser la última vez - que sus soberanos estaban muy mal informados acerca de ellos.

1488 Cruzada de Cattáneo. Papa Inocencio VIII[editar]

La narración que vamos a hacer nos conduce a los valles sujetos al rey de Francia, vale decir a los del Delfinado.
Después de las cruentas persecuciones del inquisidor Borelli y las inútiles prédicas de Vicente Ferreri, los pobres Valdenses no habían tenido reposo ; el arzobispo de Embrún, Juan Baile, continuaba exprimiéndoles lágrimas, sangre... y dinero. Cierto es que el rey de Francia, Luis XI, protegía a sus súbditos disidentes, de quienes conocía la pureza de vida; pero el rey residía muy lejos y estaba muy ocupado en asuntos de otra naturaleza.
Muerto Luis XI, en 1483, no fue difícil inducir a su joven hijo, Carlos VIII, a autorizar una verdadera y formal cruzada; y aún más fácil le fue al arzobispo Baile decidir al papa Inocencio VIII a proclamarla. Este - que, para quien no lo sepa, era el repugnante y desvergonzado J. B. Cibo - lanzó, el 27 de abril de 1487, una bula por la que confería al arcediano de Cremona, Alberto Cattáneo, nuncio y comisario apostólico en los Estados del duque de Saboya y del Delfín del Vienesado, amplios poderes para proceder con las armas contra los Valdenses, "hijos de iniquidad" y todos los demás herejes.
Carlos 1º. de Saboya, que poco antes había firmado en Pinerolo el tratado que siguió a la expedición de 1484, rehusó asociarse a esta cruzada. Así que la actividad de Cattáneo quedó circunscripta al Delfinado, que comprendía entonces también el alto Clusón.
Y la inicua empresa debía empezar precisamente por Val Pragelato. El 6 de marzo de 1488, algunos miles de cruzados a las órdenes de Ugo de la Palú, a quien Cattáneo había confiado el mando militar, se encontraban en Cesana, prontos a trasponer la garganta de Sestriéres. A tal noticia, los habitantes de Mentoules, Fenestrelle y de otras aldeas de Val Pragelato se retiraron a las alturas y enviaron dos parlamentarios a Cattáneo, portadores de una carta de protesta, de la que entresacamos las líneas siguientes:
"Nosotros somos súbditos fieles y verdaderos cristianos. Nuestros maestros, preclaros por doctrina y santidad de vida, están prontos a probar que nuestro sentir en materia de fe cristiana es recto y que merecemos elogios más bien que persecuciones. No queremos seguir a aquellos que quebrantan la ley evangélica y se alejan de la tradición de los Apóstoles... Las riquezas, el lujo, la sed de dominio que tanto aman los que nos persiguen, son despreciadas por nosotros... Nosotros confiamos en Dios; nos esforzamos en agradarle a El, antes que a. los hombres ; y no tememos a los que pueden matar el cuerpo pero no el alma..." (Alb. Cattanei, Historias Regum, etc.)
El arcediano respondió que tenía encargo de reprimir y no de discutir. Los cruzados se pusieron en marcha. Fue, ante todo, asaltada por sorpresa "la balma" o caverna, de La Tronchea, donde se habían refugiado unos sesenta valdenses, entre hombres y mujeres, que se entregaron a discreción; al segundo día fue expugnada una gruta en el flanco de la montaña de Fressa, cuyos defensores se hicieron matar todos, antes que rendirse; en los días siguientes, después de encarnizadas combates, fueron capturados cerca de 220 Valdenses que se habían escondido en la "balma" de la Rodiera. Conducidos a Mentoulles, esos desgraciados prisioneros, escribe el inquisidor, "fueron restituidos a la unidad católica", pero dos de ellos sufrieron el suplicio.
No parecerá extraño que, pasado el peligro, aquellos a quienes la abjuración había sido impuesta por el terror, se hayan vuelto, arrepentidos y humillados, a su primera fe. Varios habitantes del Pragelato habían conseguido cruzar los montes, refugiándose en Val San Martín.
De ahí a pocos días, La Palú tomó el camino de Briancon, y, el 5 de abril, comenzó la caza al hambre en el valle de Freissiniére. Después de una encarnizada y breve lucha, un primer grupo fue capturado el día de Pascua y muy pronto todos los otros Valdenses del valle cayeron en manos de los cruzados ; arrastrados a Embrún, fueron obligados a abjurar ante la catedral y a llevar una cruz amarilla en el pecho y otra en las espaldas, en se)al de penitencia. Cuatro hombres y dos mujeres fueron llevados a la hoguera.
En el vecino Valle Argentiére, los Valdenses estaban en su mayor parte, escondidos en la espaciosa "balma" de Oréac, pero ellos también tuvieron que capitular. Los de Val Luisa terminaron por sufrir la misma suerte; algunos centenares resistieron más aún, en la "balma" Chapelue, pero, sólo para ser, más tarde, masacrados o despeñados en los precipicios por los furibundos cruzados, a causa de su obstinada defensa.
La odiosa tragedia terminó en julio de 1488. Alberto Cattáneo fue a alegrar al pontífice Inocencio VIII con la relación de sus hazañas, mientras que los capitanejos de la cruzada se repartían los bienes de las pobres víctimas. Los Valdenses no pudieron entrar más en posesión de sus bienes en Val Luisa y Argentiére; pero consiguieron repoblar poco a poco el Valle de Freissiniére.
  • 1498 Los Valdenses de Bohemia envían una diputación a sus hermanos de Italia.

Siglo XVI[editar]

La vida religiosa en los valles Valdenses antes de la reforma[editar]

Mientras que en los desolados valles del Delfinado los señores, en competencia con los monseñores, se lanzaban sobre los bienes de los herejes e, igual que hienas y cuervos, se disputaban la presa, en los valles piamonteses la llama de la fe comenzaba a languidecer.
¿Cómo así? Esto sucedió en gran parte porque, por el compromiso, impuesto por el duque Carlos 1.° después de la guerra de 1484. parece ser que los Valdenses se hubiesen empeñado en no profesar abiertamente sus creencias; por otra parte no podían ya viajar para sus asuntos en los Estados ducales sin un pasaporte firmado por el párroco. Esta y otras vejaciones los impulsaban a la simulación, tanto que muchos iban de cuando en cuando a misa para obtener la bula pascual, no sin un resentimiento interno que los impelía a murmurar, al entrar en la iglesia: "i Cueva de ladrones, Dios te confunda!"
Después, a sus barbas, que venían a escondidas a visitarlos, se confesaban culpables de semejante proceder que los envilecía ante sus propias conciencias; y aquellos, ora los confortaban, ora los reprendían, ora los excomulgaban, según los casos. Pero no podía esperarse que las visitas de los barbas, muy poco frecuentes, pudiesen vencer la influencia de la iglesia dominante y mejorar gran cosa las condiciones espirituales de sus hermanos durante ese período asaz crítico.
Ya es tiempo que nos detengamos un instante para precisar quiénes eran esos barbas.

Los Barba[editar]

El nombre "barba" es antiquísimo; deriva del latín de la decadencia y corresponde exactamente al vocablo "barbanus" adoptado en el sentido de tío en la lengua de la Edad Media, sentido que ha conservado hasta hoy en el norte de Italia, y particularmente en Piamonte y en el Véneto, donde, lo mismo que en Grecia, designa sobre todo al tío materno. Susceptible, luego, de un significado moral, se convierte por extensión en un título de honor destinado a todo (hombre respetable y de autoridad. Ahora bien, el "barba" valdense, en virtud del carácter religioso que reviste, constituye algo más que una variedad en la clase : es el Barba por excelencia. Y los Valdenses fueron inducidos a dar tal apelativo a sus ministros, ya sea para expresar el afecto preferente que abrigaban por ellos, ya por ocultar, en aquellos tiempos de persecución, su condición de ministros ; pero, sobre todo, porque querían distinguirse de los católicos romanos y obedecer al Evangelio, no dándoles el nombre de Padres ("No llaméis a nadie en la tierra vuestro Padre". Evang. San Mateo XXIII, 9.). Por esto los llamaban "tíos".
En cuanto a la institución de este ministerio, parece provenir ,de los tiempos relativamente obscuros que siguieron al establecimiento de los Pobres de Lyon y de Lombardía en los Alpes Cocianos ; substituyó a la triple orden jerárquica (obispos, presbíteros, diáconos) de que hablamos en el capítulo V y que es muy probable no haya sido nunca practicada en los Valles.
La misión principal de los Barbas era la de los primitivos ministros : instruir en et Evangelio, exhortar y aconsejar espiritualmente a los fieles, entre los que gozaban de grandísima autoridad.
La Escuela de los Barbas recuerda esencialmente la de Milán, pero no debe confundirse con ella. Por el contrario, es muy probable que no se pueda hablar de una escuela local fija, sede central de la misión; la dispersión de los Barbas y su vida itinerante no consentía la centralización. Creemos pues que hayan habido diversas escuelas, dirigidas ocasionalmente o a turno por los Barbas más autorizados, en localidades distantes unas de otras, y que en Pra del Torno, en el corazón del valle de Angroña, haya existido una por algún tiempo. Aquellos que deseaban hacerse ministros, al cumplir los 25 ó 30 años, frecuentaban estas escuelas durante los meses de invierno, por tres o cuatro años, en los que estudiaban y aprendían de memoria gran parte de los escritos del Nuevo Testamento. Luego, tras un año pasado en el hospicio, eran consagrados para el ministerio y colocados bajo la dirección de un Barba más anciano; y así de dos en dos (el más anciano, "el regidor", tenía mucha autoridad sobre el joven, el "coadyutor") recorrían Italia, Francia y parte de Alemania, según las instrucciones que recibían de los capítulos o sínodos, confirmando a los hermanos en la fe, instruyéndolos en la Palabra de Dios, recibiendo la confesión de sus pecados, pero sin la fórmula de la absolución directa. No administraban el bautismo, teniendo por válido el de la Iglesia Romana ; no tenían templos, porque doquiera estaban prohibidos, y por tanto convocaban a los fieles en las casas particulares, en los bosques o en las cavernas. Por regla general, los Barbas no se casaban: "Inter nos nemo ducit uxorem", dice el barba Moret en su exposición a los reformadores Bucero y Ecolampadio, la que suministra diversos detalles sobre la vida de los barbas.
Hemos visto como a principios del siglo XV fue notorio a Vicente Ferreri que ciertos Barbas provenientes de Italia Meridional acostumbraban visitar periódicamente a los Valdenses de los Alpes Cocianos; y también hemos visto que en los albores del siglo XVI, estas visitas trataban de reavivar la llama religiosa que la opresión de un clero romano, en su mayoría ignorante, ocioso y corrompido, amenazaba extinguir.
  • 1509-1510. Persecución por Margarita de Foix, en el Valle del Po

Encuesta por el arzobispo Claudio de Seyssel en Val Pragelato[editar]

Con relación a la condición espiritual de los Valdenses en los Valles, mientras estaba por surgir en el horizonte el astro de la Reforma, es sobremanera interesante conocer el resultado de la encuesta hecha por el Arzobispo de Turín en 1517.
En aquel año el nuevo arzobispo, Claudio de Seyssel, había celebrado su primer misa pontifical, el 24 de junio.
Dos campesinos de Val Pragelato, presentes a la ceremonia, encandilados por su esplendor, pidieron hablarle; y. sin más, abjuraron. Este hecho insólito inspiró al arzobispo el deseo de trasladarse a aquel remoto valle, en los confines de su diócesis, para volver al redil a las ovejas descarriadas. Y fue, escribiendo luego una memoria de su visita, la que nos queda como un precioso testimonio (Seyssel, Adv. errores et sectam Waldensium tractatus. París, 1620.).
La visita tuvo lugar en otoño, en la fecha misma en que Martín Lutero estaba por exponer sus tesis en la puerta de la catedral de Witemberg. El alto prelado, se jacta de la acogida que le hicieron aquellas poblaciones y de la atención respetuosa con que escucharon sus prédicas. No obstante, no puede menos que admitir que no le fue posible removerlos en su fe, y que esta su fe los ayuda a llevar una vida innegablemente más pura que la de los otros cristianos ("Ferme puriorem, quam caeteros chístianos, vitam apere"). Critica a los predicadores católicos que lo precedieron en ese valle y que, según él, no comprendieron cuales argumentas deben emplearse para persuadir a los Valdenses : "Yo fui el primero en dejar de lado las vanas disputas para no apoyarme más que en la Biblia. Tienen en efecto más penetración que los católicos y no creen más que en el Evangelio; pero lo explican muy literalmente y no quieren saber nada de nuestra interpretación oficial". Trató de vender indulgencias a favor de la basílica de San Pedro, quizás sin meter tanto ruido corno Tetzel, mas los Valdenses le replicaron: "No sabemos qué hacer del perdón del papa. ¡ Cristo nos basta !"
En suma, no obstante la conciencia que tenía de su propia superioridad sobre sus predecesores, la visita de Seyssel no tuvo ningún éxito; su voz resonó en Val Pragelato como en un desierto. No fue su voz para aquellas humildes montañeses el aullido del lobo, pero tampoco la tornaron por la voz del buen pastar; tanto que ninguno siguió el ejemplo de aquellos dos que habían abjurado en Turín. Por lo que nuestro arzobispo trató de consolarse condensando en un tratado, en latín, la substancia de sus prédicas inútiles para el Val Pragelato; y, en vista de haber perdido su latín con los Valdenses... lo confió a la imprenta, en París, tres años más tarde.


  • Los barbas Martín Gonin y Guido enviados para informarse a Suiza y a Alemania. Los barbas Jorge Morel y Pedro Massón visitan a Farel, Ecolampadio y Bucero.
  • El Sínodo de Chanforan (12 de septiembre). La Biblia de Olivetán.
  • 1525 Nace Scipione Lentolo, o Lentulo (Napoli, noviembre 1525 – Chiavenna, 28 enero 1599),fué un un pastor protestante y teólogo italiano.
  • 1545 Las matanzas en Provenza.
  • Institución del culto público en los Valles. Erección de los templos de Angroña, del Chabás, de los Copiers.
  • 1558 Martirio de Godofredo Varaglia (28 de marzo).

1560 Edicto de Manuel Filiberto (15 de febrero)[editar]

A Carlos III de Saboya, muerto en Vercelli en agosto de 1553, había sucedido su hijo Manuel Filiberto, que bien hubiese podido ser denominado "sin tierra". Por sus testarudez fue en cambio llamado "Testafierro", y se le puede, con mucha razón, considerar como el segundo fundador de la casa de Saboya. Sus miras fueron pronto conocidas: rendir a España servicios tales que la indujeran a hacerle restituir los dominios paternos ocupados por los franceses; por esto había combatido al frente de los ejércitos de su tío, Carlos V. Vencedor en San Quintín (lo de Agosto de 1557), obtuvo la deseada recompensa: en virtud del tratado de Cateau Cambrésis (3 de abril de 1559), el rey Enrique II, de Francia se vio obligado a devolverle la Saboya y el Piamonte[5]​. Y la paz fue sellada por un doble, matrimonio: el de Felipe II de España con Isabel, hija del rey de Francia, y el de Manuel Filiberto con Margarita de Valois, hermana del mismo rey, Enrique II.
Los tres contrayentes se habían obligado, además, por un artículo secreto, a extirpar la fe evangélica en sus Estados. Por esto Manuel Filiberto, si bien su esposa había manifestado simpatías por la Reforma y debía llegar a ser la natural protectora de los Valdenses, se apresuró a lanzar desde Niza, su primer residencia, el terrible edicto del 15 de febrero 1560, por el que prohíba absolutamente llegarse a oír la predicación de los reformados, bajo pena de cien escudos por la primera vez, y, por la segunda, las galeras para toda la vida, destinando a los delatores la mitad de las penas pecuniarias.
La ejecución de este edicto, y de otras severas disposiciones que lo siguieron, fue confiada a Felipe de Saboya, conde de Racconigi, primo del Duque; a Jorge Costa, conde de la Trinidad, y al inquisidor Giacomelli.
En la llanura, la represión dio principio inmediatamente, desde el mes de Marzo. En Cariñán fueron quemados el francés Maturín, su heroica esposa Juana, que espontáneamente había querido compartir su suerte, y un tal Juan de Cartiñán. El pastor de Meana de Susa, fue quemado a fuego lento, y, del mismo modo, en Pinerolo, el pastor de San Germán, Juan Lauversat. Los que no subieron a la hoguera fueron echados a las galeras ; algunas abjuraron, muchos huyeron a Suiza; a todos les fueron confiscados sus bienes.
Los Valdenses veían pues estrecharse gradualmente en torno a sus Valles el cerco terrible. El edicto comenzó a entrar en vigor en los Valles de San Martín y de Clusón, y se procuraba hacerlo observar en los de Luserna y de Angroña; los sellares locales (especialmente Guillermo Rorengo, en Val Luserna, y los Truccetti, en Val San Martín) estaban impacientes por enriquecerse con los despojos de las víctimas, a excepción del conde Carlos de Luserna, quien dio en cambio pruebas de verdadera humanidad en favor de la población amenazada.
Para advertirles el inminente peligro y sugerirles algún medio que pudiese evitarlo, subió a San Juan, en el mes de Abril, el conde de Racconigi, bien dispuesto en favor de los Valdenses. Asistió respetuosamente al culto en el templo del Chabás, y conversó luego con los pastores, ofreciéndose para remitir al Duque una confesión y apología de su fe, que el pastor Escipión Léntolo se apresuró a redactar[6]​.
Ya habían confiado al conde de Luserna tres cartas dirigidas al Duque, a la Duquesa y al consejo de ministros, firmadas. "Los cristianos de la verdadera Iglesia Católica Reformada de todo el Piamonte y de los demás Estados de Su Alteza"[7]​.
En julio llegó de Roma la respuesta del papa, a quien Manuel Filiberto había trasmitido la apología valdense : Pío IV hacía saber ser su voluntad que con los Valdenses no se discutiese, pero que se obrase enérgicamente.
Aún quiso discutir el jesuita Antonio Possevino, el 26 de julio, en el templo del Chabás, para convertir a los Valdenses en un debate público. Fingiendo conocer el hebreo, el jesuita se imaginó que podía hacer entender a aquella buena gente que la palabra "Misa" es una expresión hebraica y que se encuentra, por consiguiente, en el texto original del Antiguo Testamento. Pero el pastor E. Léntolo le respondió como merecía, por lo que Possevino se retiró furioso.
  • 1560-1561 La guerra dirigida por Costa de la Trinidad.
  • 1560 Martirio de Juan Luis Pascale
  • 1561 Paz de Cavour (5 de Junio).
  • 1561 Destrucción de las colonias de Calabria (Mayo. Junio).
  • 1565-1582 Vejámenes del gobernador Castrocaro.
  • 1580-1630 Reinado de Carlos Manuel I.

Siglo XVII[editar]

1630 La peste[editar]

Después de los frailes, una gran carestía; después de la carestía, una espantosa inundación, después de la inundación de 1629, he aquí la peste.
Esta terrible calamidad, que en 1630 causó víctimas innumerables en toda la Italia Septentrional[60], hizo su aparición en el mes de Mayo, a la entrada del Val Perosa, traída por las victoriosas milicias de Luis XIII, o mejor dicho, del verdadero dueño de Francia: el cardenal Ridhekeu. De San Germán, la epidemia se propagó rapidísima por las montañas, con una mortandad tan elevada que, en el transcurso del verano, excepcionalmente cálido, perecieron trece pastores de los diez y seis que dirigían entonces las parroquias ; y la población moría en proporción casi igual ! Por lo que los tres pastores sobrevivientes, Pedro Gines, Valeria Grosso y Juan Barthélemy, con veinte y cinco diputados de las iglesias, tuvieron un coloquio el 7 de Octubre en Angroña, para tomar urgentemente las providencias que la hora trágica imponía.
Gilles fue encargado de solicitar de los correligionarios del Delfinado y de Ginebra el envío de nuevos pastores; escribió también a Constantinopla al pastor Antonio Leger, capellán en aquella embajada de los Países Bajos. De ahí a poco llegó de Suiza el primer pastor, Luis Brunet, anunciando el arribo de otros en la primavera.
Así los cuatro pastores atendieron, como les fue posible, a todas las iglesias durante el invierno, cuyo rigor disminuyó el curso de la epidemia. Pero, en Abril siguiente, volvió a acentuarse de nuevo y uno de los primeros en caer fue el pastor de San Juan, Barthélemy. Renunciamos a describir el terror de aquella desgraciada gente; las condiciones de los enfermos abandonados, pues los pocos médicos habían sido, como los pastores, los primeros en sucumbir ; las escenas de angustia y también de egoísmo feroz por el terror del contagio; el espectáculo de los campos desiertos, de las aldeas en las que reinaba un silencio de tumba, el hedor de los cadáveres insepultos...
Por fin, en Julio, el flagelo cesó. Se hizo entonces el lúgubre inventario de las pérdidas : ¡no menos de diez mil valdenses habían muerto! Varias familias habían desaparecido enteramente, y todas, sin excepción, vestían de luto.
El héroe entre los héroes de este trágico episodio es el que nos ha trasmitido los horripilantes detalles del mismo: el pastor e historiador Pedro Gilles. Frisaba en los sesenta, cuando vio caer, uno a uno sus cuatro hijos; él no cayó. La providencia lo sostuvo, firme como la torre de la que tomaba nombre su parroquia, demostró entre tanta desolación un vigor maravilloso, una energía indomable. Estuvo en verdad a la altura de la misión que el angustioso momento le exigía: se prodigó en el ejercicio del ministerio cristiano, se consagró enteramente a su Dios y al pueblo de los Valles, cuya existencia religiosa estaba seriamente comprometida; y, a su grito de alarma, acudieron de Francia y aun más de Ginebra, generosos pastores, movidos por un elevadísimo espíritu de solidaridad cristiana.
Uno de los efectos imprevistos de la peste, y del consiguiente arribo de tantos pastores de allende los Alpes, fue la implantación del idioma francés en los cultos. Ya un centenar de años antes, seguidamente a su adhesión a la Reforma y a la publicación de la Biblia de Olivetán, los Valdenses se habían vuelto un pueblo bilingüe, empleando simultáneamente el italiano y el francés ; luego, por la gradual substitución de sus propios pastores a los extranjeros, el italiano se había impuesto así en los cultos como en los sínodos, hasta el de 1629, cuyos actos habían sido redactados todavía en idioma italiano. Cerca de doscientos años, prevaleció el idioma francés, hasta que, a mediados del siglo XIX, el italiano volvió a ser el idioma oficial de la Iglesia Valdense.
  • 1637-1663 La duquesa Cristina.
  • 1644 Pedro Gilles publica su Histoire ecclésiastique. .
  • 1644 Antonio Leger huye a Ginebra. Le sucede en San Juan su sobrino Juan Leger.
  • 1650 La Congregación De Propaganda fide se establece en Turín.
  • 1653 Incendio del convento del Villar.
  • 1655 Las Pascuas piamontesas (24 de Abril).

1655 Las Patentes de gracia (18 de agosto)[editar]

Las negociaciones iniciadas en Pinerolo, a principios de Agosto, se prosiguieron en presencia de los embajadores suizos (el Duque no había querido esperar la llegada de los de Inglaterra y Países Bajos) durante un par de semanas. Actuaba de intermediario Servient, embajador de Luis XIV, y finalmente, el 18 de agosto, fue firmado el tratado de paz, al que el Duque quiso dar el nombre de "Patentes de Gracia". En ellas se comenzaba por declarar que por haber tomado las armas contra su Soberano, los Valdenses merecían ser castigados; pero que el Duque queriendo hacer notorio al mundo la ternura con que ama a sus pueblos, les hacía gracia y establecía:
a) amnistía general; anulación, pues, de los decretos contra Leger, Janavel y otros capitanes. `
b) Permiso a los que habían abjurado en los últimos tiempos para volver a la fe de sus abuelos (se trataba de unos 40 desgraciados prisioneros a quienes había sido impuesta la abjuración en el Duomo de Turín).
c) Permiso para habitar en la comuna de San Juan, pero sin celebrar en esa el culto público.
d) Obligación de vender las propiedades de la ribera derecha ,del Pellice, de Luserna abajo, y prohibición de habitar allí.
e) La celebración de la misa establecida en todas partes, sin obligación para los Valdenses de asistir a ella;
f) Intercambio de prisioneros y restitución de los niños, que fuesen reclamados.
En base a esta última cláusula, fueron libertadas la esposa y las hijas de Janavel. En cuanto a los niños, ¿quién no Vd. que se prestaba a doble interpretación? ¿ Qué esperanza había de que fuesen recuperados tantos huérfanos raptados, dispersos y ocultados?
Por lo demás, como veremos, este tratado no debía ser cumplido.


  • 1661 El moderador Juan Leger, condenado a muerte, se refugia en Suiza y en Holanda.
  • 1668 Juan Leger publica en Leiden su Histoire Générale des Eglises Vaudoises.
  • 1670 Juan Leger muere en Leiden, a los 55 años de edad.
  • 1670 Consagración de Enrique Arnaud al ministerio pastoral.
  • 1685 Revocación del Edicto de Nantes (18 de Octubre).
  • 1686 Edicto de Víctor Amadeo II (31 de Enero).
  • 1686 El 22 de Abril empieza la guerra.
  • 1687 El destierro.
  • 1689 El Glorioso retorno (1516 de Agosto).
  • 1689 Domingo 1.° de septiembre: el juramento de Sibaud
  • 1690 Muerte de Josué Janavel, en Ginebra (5 de Marzo).
  • 1690 Los Valdenses logran evadir de la Balsilla (1415 de Mayo).
  • 1690 Víctor Amadeo ofrece la paz (18 de Mayo).
  • 1692 Sínodo de los Copiers ( 18 de Abril).
  • 1694 Edicto de reintegración.
  • 1698 Destierro de los Valdenses de Val Perosa y de los protestantes franceses residentes en los Valles.
  • 1699 Los desterrados, guiados por Arnaud, se radican en Alemania.

Siglo XVIII[editar]

  • 1706 Víctor Amadeo busca refugio en Rorá.
  • 1721 Muerte de Enrique Arnaud en Schónenberg (8 de Septiembre.
  • 1730 Ultimo Edicto de Víctor Amadeo II contra los Valdenses de Val Pragelato.
  • 1730-1773 Carlos Manuel III de Saboya.
  • 1735 Fundación del Comité Valón, en Amsterdam.
  • 1740 El Senado de Turín publica el "Compendia de los edictos concernientes a los Valdenses".
  • 1740 El Hospicio de los catecúmenos valdenses, en Pinerolo.
  • 1747 El regimiento valdense se cubre de gloria en la batalla de la garganta de Assietta.
  • 1748 Creación del obispado de Pinerolo. "La Obra de los préstamos".
  • 1769 El Comité Valón funda una "Escuela Latina" en Torre Pellice.
  • 1773-1796 Víctor Amadeo III de Saboya.
  • 1798 Abdicación de Carlos Manuel IV. La República.
  • 1799 El árbol de la libertad plantado en Torre Pellice.
  • 1799 !LOS Austro Rusos en Val Luserna.

Siglo XIX[editar]

  • 1800 El régimen republicano restablecido por el Cónsul Bonaparte, después de la victoria de Marengo (14 de Junio).
  • 1801-1814 Pedro Geymet, Subprefecto de Pinerolo.
  • 1802 Víctor Manuel I.° sucede en Cerdeña a Carlos Manuel IV.
  • Napoleón es coronado emperador.
  • Audiencia concedida por Napoleón al moderador R. Peyrán.
  • 1805 Decretos imperiales concernientes a las parroquias valdenses.
  • 1807 Inauguración del templo de San Juan.
  • 1814 Abdicación ,de Napoleón (1º de Abril).
  • 1814 Víctor Manuel 1.° vuelve a Piamonte (Mayo).
  • 1821 Movimientos revolucionarios. Carlos Félix.
  • 1823 Primer visita del Dr. Gilly a los Valles.
  • 1825 Visita de Félix Neff en Val Pellice.
  • 1827 WaldburgTruehsess funda en Turín la Capilla de las Embajadas Protestantes.
  • 1827 Primer visita del coronel Beckwith a los Valles.
  • 1830 Fundación de la Escuela Latina de Pomareto.
  • 1831 Fundación del Colegio de Torre Pellice.
  • 1831 Carlos Alberto.
  • 1834 Primera fiesta del 15 de Agosto, realizada por los disidentes. Después de 1853 es celebrada por toda la población valdense.
  • 1837 Inauguración del edificio del Colegio.
  • 1837 Fundación del Pensionado.
  • 1837 El Código Albertiano.
  • 1844 Carlos Alberto visita a Torre Pellice.
  • 1844 Primer edificio del Pensionado, hecho construir por el coronel Beckwith.
  • 1847 30 de Octubre. Reformas administrativas concedidas por Carlos Alberto.
  • 1847 23 de Diciembre. Petición de Roberto de. Azeglio al Rey, firmada por 600 ciudadanos.
  • 1848 5 de Enero. La Mesa Valdense recibida por el Rey.
  • 1848 5 de Febrero. La Municipalidad de Turín pide a Carlos Alberto la Constitución.
  • 1848 8 de Febrero. Anuncio de la próxima publicación del Estatuto.
  • 1848 17 de Febrero, Jueves. Las "Cartas Patentes" (Edicto de Emancipación) son firmadas por Carlos Alberto.
  • 1848 25 de Febrero. Publicación oficial de las "Cartas Patentes".
  • 1848 27 de Febrero. Gran demostración nacional en Turín.
  • 1848 4 de Marzo. Promulgación del Estatuto.
  • 1848 14 de Agosto. El Sínodo delibera que el 17 de Febrero sea celebrado anualmente corno "Fiesta de la Emancipación".

Notas y Referencias[editar]

  1. Ernesto Comba Historia de los Valdenses. Editorial: Libros CLIE, Barcelona, 1987. ISBN 10: 8476451822 / ISBN 13: 9788476451823 Traducción de Levy Tron y Daniel Bonjour. [1]
  2. En un documento de 1232, que contiene el nombre de las familias residentes entonces en el valle de Angroña, encontramos varios de origen provenzal (Bonnet, Buffa, Hugón, Jouve, Monastler, Revel, Rivoire, Stallé, etc.)
  3. En efecto, el proemiurn de la Confesión latina atribuida a Cépola y Rüdinger (157173), contiene una alusión a la influencia valdense ejercida en Wicleff. Véase sobre el particular: Emilio Comba: Storia del Valdesi, 1. p., pág. 617 y sig.
  4. Existe incertidumbre entre los historiadores referente a la fecha y a los elementos legendarios de esta primer guerra en Val Luserna, la que sin embargo no debe confundirse con la cruzada de Cattáneo. Creemos no equivocarnos, afirma el historiador E.Comba, asignando a la expedición de Carlos 1º estos tres episodios que figuran entre los más populares de las tradiciones valdenses.
  5. Retuvo sin embargo hasta 1562 Turín, Chieri, Chiyasse, Villanova de Asti, y, hasta 1574, Pinerolo y Val Perosa
  6. Tradujo la que había sido redactada en 1559 por los Reformados de Francia. Encuéntrase en las páginas 126 a 145 de su ya citada historia escrita hacia 1562. Historia delle grandi e crudeli persecutioni fatti ai tempi nostri
  7. Véase Gilles, Ob. cit. 1.°, 125-138