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Usuario:Alejandro.somoza/Taller

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Nora B. de Somoza
Datos personales
Nombre de nacimiento Nora Bonifacino
Nacimiento Bandera de Argentina Darregueira, Puan, Buenos Aires, República Argentina
8 de agosto de 1924
Nacionalidad(es) argentina
Fallecimiento Bandera de Argentina Buenos Aires, República Argentina
16 de enero de 2013 (88 años)
Carrera deportiva
Deporte Tenis

Nora Bonifacino de Somoza (Darregueira,8 de agosto de 1924) fue una tenista argentina campeona de tenis y profesional que jugó en el River Plate de la ciudad de Buenos Aires de Argentina.

Trayectoria[editar]

Títulos[editar]

Campeona Argentina (Nro. 1 del Ranking Nacional los años 1956 - 1958 - 1960 - 1961 - 1962) Sub-Campeona (Nro. 2 del Ranking Nacional los años 1957 - 1959 - 1963 - 1964)

Campeonatos[editar]

Abierto de la República Singles Campeona 1956-1960 Finalista 1957-1959 (compartido con Norma Baylon) Doble damas Finalista 1950 (Marga Trede de Fitting) Doble mixto Campeona 1956 (Enrique Morea) Campeona 1959 (Alejo Russell) Finalista 1950 (Augusto Zappa)

Campeonato Río de la Plata Singles Campeona 1958-1963-1964 Finalista 1952-1954-1955-1957-1962 Doble damas Campeona 1957 (Julia Borzone) Campeona 1958 (Elena Lehmann) Doble mixto Campeona 1951 (Salvador Soriano) Campeona 1957 (Alejo Russell) Campeona 1962 (Oscar Escribano)

Campeonato Argentino (TCA) Singles Campeona 1951-1954-1956-1963-1964 Doble damas Campeona 1956 (Mabel Bove) Campeona 1960 (Margarita Zavalía) Campeona 1962 (Elena Lehmann) Campeona 1963 (Ana María Bocio) Doble mixto Campeona 1951 (José Luis Morea) Campeona 1957-1958 (Alejo Russell)

Campeonato Ciudad de Bs. As. (BAC) Singles Campeona 1956-1960-1963-1964 Doble damas Campeona 1948-1950-1956-1960-1963 Doble mixto Campeona 1954-1956-1959

Copa Fed Integró con Norma Baylon el equipo argentino que jugó en Melbourne, Australia, la edición 1965.

Juegos Panamericanos Fue abanderada de la delegación argentina en la edición 1959, en Chicago, Estados Unidos.

Inicios[editar]

River Plate[editar]

Biografía[editar]

SOMOZA, NORA (Nora Bonifacino) Apodo: "Norita"

“Drive y drop”, la combinación letal de “Norita”

Es uno de los personajes más emblemáticos del tenis argentino, sin duda alguna. Protagonizó grandes momentos de la historia nacional y ejerció su dominio entre fines de los ‘50 y comienzos de los ‘60. En 1956 llegó a ocupar por primera vez el Nº 1 del país, ganando, entre otros, el tradicional Abierto de la República en singles. La tranquilidad que ofrece el “deber cumplido” parecía ser siempre la bandera que flameaba orgullosa Nora Bonifacino de Somoza, una vez retirada de las competencias, de las clases de tenis y de los viajes alrededor del mundo. Al cumplirse, en 2006, 50 años de su acceso al primer escalón del tenis argentino, fue requerida para esta obra. Acompañada por su esposo, José Somoza, transmitió la pasión que jamás abandonaría su mirada penetrante. Ella se transformó en un gran pilar de nuestra historia deportiva, que supo de hazañas aquí y allá hasta que decidió dejar atrás la contienda por los puntos para transmitir con su raqueta y sus palabras todo lo que acumuló como tenista de elite. Allí nació su otra debilidad: la enseñanza. “Norita”, como la llamaron siempre, se inició en el tenis por el entusiasmo de su padre, Alejandro, en Coronel Suárez, al sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Como todos los pequeños, tímidamente compitió zonalmente, con giras explorativas por Arroyo Corto o Estudiantes de Olavarría. Se fueron gestando así sus fuertes características técnicas, con un drive terminante y un sorpresivo drop shot que causó estragos: “Era mi arma preferida, con ese golpe las acalambraba”, contó con fervor. Se asoció al Buenos Aires Lawn Tennis Club donde conoció a profesores de estirpe como Soto, Cerdá y Moya. Con los recursos a tono debutó en el Abierto de la República en 1948 tras ganar la Selección. Le sirvió para ingresar al ranking nacional que más tarde dominaría en forma absoluta. Las victorias llegaron: el “Otoño”, “Sur de la República”, “Ciudad de Buenos Aires”, “Río de la Plata” y el codiciado “República”, que quedó en sus manos en dos oportunidades en singles, una en doble damas y tres en doble mixto. Por pareja la acompañaron otros grandes como Enrique Morea, Alejo Russell, Salvador Soriano o Augusto Zappa; o colegas como Elena Lehmann, Julia Borzone, Margarita Zavalía, Mabel Bove, Ana María Bocio, Graciela Lombardi, June Hanson, Viola Livetti, etc. Participó en Roland Garros en 1961 llegando hasta la tercera rueda donde perdió con la australiana Mary Reitano por 8-6, 0-6 y 6-2 y en el Grand Slam estadounidense de 1959, donde la eliminó en el debut la local Janet Hopps. En 1965 jugó Copa Fed junto a Norma Baylon en Melbourne, Australia. No les fue bien en el césped, porque las representantes de Nueva Zelanda las eliminó en el debut. Esa temporada fue muy especial para Somoza, porque aún en la plenitud de sus cualidades tenísticas, a fin de año decidió retirarse del tenis competitivo. “Hay que saber retirarse a tiempo”, le dijo a todos los que preguntaban el por qué. Ya desde abril del ‘65 daba clases de tenis en el Club de Golf Bartolomé Mitre, en la estación Migueletes, y descubrió la manera de continuar sumergida en su mundo. Y le adosó un plus: dictar la materia “tenis” en la Escuela de Periodismo del Círculo de Periodistas Deportivos a partir del mismo año, tema que tomó con tanta seriedad que resolvió entregarle a los alumnos resúmenes históricos y explicar la técnica en gráficos gigantes. Fue docente en cancha hasta abril de 2005, en el Club Belgrano Athletic, retirándose luego de un problema en la columna: “Me caía con facilidad sin saber por qué, aunque jamás me sucedió dentro de una cancha de tenis dando clases. Un día me quebré las muñecas y decidí dejar de trabajar. Fui al médico y comprobó que se me había secado una vértebra. Con el tiempo dejó de doler pero me molestó mucho por tener pie plano. En realidad, en mi carrera, nunca tuve inconvenientes con ellos, sólo me los vendaba para jugar, pero no hice ejercicios ni nada para revertirlo”, recordó.

Nora por Nora *

Anecdotas[editar]

“Fue una satisfacción enorme llegar a ocupar el primer puesto de la Argentina. Yo deseaba ser alguien en el tenis, especialmente por mi padre. Comencé a jugar a los ocho años, en una cancha que él construyó en una quinta y allí unos amigos franceses nos dieron las bases de este deporte. Me casé muy jovencita, a los diecisiete, y luego me enfermé, tuve decaimientos físicos, no sabía muy bien qué era y los médicos indicaron que debía volver a hacer lo que me gustaba de chica, es decir, jugar al tenis y vida sana y deportiva. Me fui al Buenos Aires Lawn Tennis Club y comenzó mi verdadera carrera. Es difícil expresar qué sentí cuando fui la mejor porque lo llevo muy adentro de mi corazón. Fue como tener la condición de reina... Cuando lo logré, miré al cielo y le agradecí a Dios. Pero más que por mi, la alegría fue por mi padre”.

“Todos decían que mi mejor golpe era el drive. Que lo pegaba muy violento, con empuñadura eastern, bajo y regular. Recuerdo que en Wimbledon le tomaron la velocidad y llegó a los 120 kilómetros por hora. A los tres años de jugar competitivamente me di cuenta que jugando como lo hacía me quedaría en ese nivel. Entonces comencé a volear. Poco a poco, con profesores, fui aprendiendo los secretos de la red e incluso gané junto a Morea y Russell el República de doble mixto, donde la volea me sirvió muchísimo”.

“A las rivales les molestaba tremendamente mi juego porque combinaba un drive muy fuerte con un drop shot. Esa variante terminaba acalambrándolas. Como las movía mucho, ¡casi siempre sucedía eso! Les jugaba un drop shot algo largo, por la línea de saque, de revés, y ya estaba preparada para el siguiente tiro. Fue famoso porque no los alcanzaban o les hacía perder resistencia física”.

“El primer Abierto de la República, donde le gané en la final a June Hanson, fue muy especial. Ella jugaba muy bien y era muy regular, pero cuando le encontraban los puntos débiles ya no podía defenderse. La táctica era sacarla de ese juego. Yo le tiraba algunos globos, pelotas altas también con mi revés -que ya llevaba algo de top spin- y después ‘cascaba’ a la pelota para ganar el punto. Por eso el segundo set de aquella final fue tan fácil, por 6-0, porque ella ya no pudo desarrollar todo su potencial”.

“Mi mejor momento fue cuando le gané a la norteamericana Donna Floyd Fales, número 9 de los Estados Unidos, en la final Río de la Plata del ‘64. Ella venía de Europa jugando muy bien y de ganarle a Baylon fácilmente. Le pegaba muy fuerte, pero yo le varié mucho, con globos, a una punta, a la otra y por supuesto el drop shot. Fue mi mayor triunfo”.

“Algo no muy agradable vivimos en la final del República del ‘59, cuando definíamos el título Baylon y yo, en la central del Buenos Aires. Todo estaba bien, creo que íbamos sets iguales, pero como estaba oscureciendo vino el árbitro general y nos sacó de la cancha porque querían comenzar la final de doble caballeros. Entonces Norma dijo que no estaba dispuesta a jugar en otra cancha porque era una vergüenza que hicieran eso. Fue inédito, una falta de ética y más tratándose de las dos mejores jugadoras del país. Norma me dijo: ‘Norita, yo no juego más; estamos dándole un espectáculo a la gente y nos sacan’. El umpire era Asdrúbal Rodríguez, quien nos acompañó gentilmente hasta afuera del estadio. ¿El resultado? Se declaró desierto el primer puesto y yo estuve de acuerdo con Norma”.

“Cuando jugué junto a Enrique Morea yo recién estaba entrando en el tenis de alto nivel. Igualmente no me indicó mucho. Sí me decía que levantara globos sobre la mujer rival para que él pudiera entrar y definir en la red con su juego tan magnífico. Me encantaba jugar el doble mixto. Alejo Russell era de lo más maravilloso. Cuando entramos a la final del República contra Baylon y el español Manuel Santana, una pareja tremenda, al principio me iba a la red como Norma, pero no nos estaba yendo bien. Entonces el Negro me dijo ‘No, Norita, atrás’. Me sirvió de mucho porque prácticamente le jugué un partido al propio Santana, preparándole la pelota a Alejo que cerraba el punto sobre Norma. Fue muy emocionante porque ganamos 9-7 en el tercer set y fue el último partido de Russell, que ya se retiraba”.

“Con Mary Terán de Weiss no tuvimos grandes confrontaciones porque ella estaba terminando su carrera cuando yo llegué a ese nivel. Le gané, pero con la acostumbraba suerte de principiante y porque ella no era la de antes. Tenía grandes golpes, buscaba todos los rincones, voleaba. Si bien no la tuve como ídolo, recuerdo mi primer partido del República, en la cancha Bullrich del Buenos Aires, que perdí y me puse a llorar. Subí sola hasta lo alto de la tribunita, me envolví la cabeza con una toalla y lloré. De pronto, alguien se sentó a mi lado, me abrazó y me dijo: ‘No llores, piba, vas a ser una campeona’. Me quité la toalla, levanté la vista y la miré asombrada: era la mismísima Mary Terán de Weiss, que había observado el partido. Fue un excelente apoyo en ese difícil instante del inicio mi vida deportiva”.

“Felisa Piédrola jugaba casi como un varón: smash, volea, y, cuando podía, se reía de una... Dominaba totalmente. A veces me decía: ‘Te voy a hacer esto’, y me lo hacía... Yo, por mi carácter, me disgustaba rápidamente y allí venía mi bajón. Me sacaba mentalmente del partido. Felisa no tenía mal genio, sino que era su manera de ser”.

“Con Norma Baylon no me enfrenté muchas veces. Ella comenzó de muy chica y tuvo una carrera más larga. No recuerdo la cantidad de partidos que tuvimos, pero luego de ganarme unas semifinales yo me retiré. Allí me di cuenta que ella jugaba mejor que yo...”.

“A Elena Lehmann había que ganarle... Cortaba muchos sus golpes pero no alcancé a jugar demasiado en su contra, porque ya se estaba retirando. Nosotras estábamos acostumbradas a otra velocidad y otro tipo de tenis”.

“Mabel Bove metía todo: cortada, peinada... Como buena petisa llegaba a todas... Por eso lo más indicado era hacerla correr mucho más de lo que soportaba hasta que le agarraban calambres... Y allí se terminaba el partido”.

“Graciela Lombardi era más pegadora. Muy buen drive, revés cortado, buen tenis. Corría bastante pero a veces no parecía que le daba mucho el físico y yo aprovechaba eso”.

“Viola Livetti tenía muy lindo tenis. Una jugadora peligrosa y a la vez una gran adversaria. Toda una dama. Jamás insinuó una queja o se aprovechó de ninguna situación para favorecer su juego”.

“¡Margarita Zavalía! Me acuerdo que una vez me ganó porque me ‘trabajó’... Fuimos a jugar a Hurlingham, que en ese tiempo tenía canchas de césped tipo de caracolitos, que luego lo cambiaron. Margarita, de repente, se sentaba en la cancha para hacer tiempo y el umpire no le decía nada... Yo me puse muy nerviosa y perdí. Pero después no me ganó nunca más porque, al conocerla, ya iba preparada y antes que me hiciera algo, yo se lo hacía a ella. Pero no de mala forma, sino dentro de los límites permitidos”.

“En 1978 nos trasladaron a los profesores de River Plate hacia otro club, Bunge y Born, para continuar con las clases hasta que terminara el Mundial de Fútbol en la Argentina, que se jugaba en el Monumental. Muchos de los que asistían habitualmente al entrenamiento oficial de River no iban porque se quedaban a ver los partidos. Pero había una ‘negrita’ chiquita, que caminaba de acá para allá, sin hablar; yo sabía que era la hermanita de Osvaldo Sabatini, a quien yo entrenaba. La llamé para que entrara a la cancha y me dijo que no, pero le insistí y finalmente accedió. Le pregunté como quién quería jugar y me dijo ‘como Vilas’. Muy bien, fenómeno: la incluí para que compartiera los entrenamientos junto a otros chicos promisorios como Liliana Carrasco, María Luz Marín, Adrián Greppi, Gabriel Falcón y el propio Osvaldito. Regresamos a River y seguimos durante un tiempo. ¡Miren si no jugó bien al tenis!”.

José, su esposo, contó para esta obra una anécdota muy curiosa ocurrida en los Juegos Panamericanos de Chicago, en 1959, donde Nora fue abanderada de la delegación argentina: “Después de ganarle a Brasil les tocó enfrentar a los Estados Unidos. Nora se tuvo que medir con una negra altísima y fuerte, nada menos que Althea Gibson, una jugadora extraordinaria que venía de ganar dos veces Wimbledon. Entraron a la cancha y todo fue muy rápido: 6-1 y 6-1 para la estadounidense. Yo miraba de lejos y de pronto visualizo que las dos volvían a jugar games. Y Nora la pasaba por la derecha, por la izquierda, por todos lados, jugando como los dioses. Entonces Gibson se acercó a la red y le dijo: ‘¿Y ahora qué?’ en obvia alusión a cómo estaba jugando Nora. Y mi señora le respondió que antes estaba tan nerviosa que no podía articular jugada alguna... Riéndose por el recuerdo, Nora agregó: “La maté a pelotazos, ella no podía creer lo bien que jugué en el peloteo posterior. Tanto, que después me invitó a que entrenáramos juntas”.

  • De una entrevista realizada por Eduardo Puppo en marzo de 2006.

Fuente:

  • De una entrevista realizada por Eduardo Puppo en marzo de 2006.


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