Pecado venial

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Plantilla:20120508

En la moral católica, un pecado venial es más grave que una falta y menos grave que un pecado mortal.

El cometer un pecado venial no rompe la relación con Dios, aunque sí la debilita [cita requerida]. Quien no lucha contra estos pecados se hace más vulnerable al pecado mortal [cita requerida].

El pecado venial, también llamado pecado leve, es una negligencia, tropiezo o vacilación en el seguimiento de Cristo [cita requerida]. El cometer pecados veniales añade tiempo de purgatorio [cita requerida]. En la confesión no hay obligación de culparse por los pecados veniales (en contra de los mortales) [cita requerida].

Condiciones

Según el catolicismo, un pecado venial es aquel que se hace con desconocimiento y que no se hace con completo consentimiento (comparativamente, un pecado mortal o pecado serio grave, aquel que implica la muerte «espiritual» del alma o separación de Dios, es la violación con pleno conocimiento y deliberado consentimiento de la Ley de Dios en una materia grave —como el aborto, el adulterio, el asesinato, la difamación, la idolatría, el incesto, la promiscuidad, el robo, el secuestro, el suicidio o la violación, por ejemplo—).

Como enseñó Jesús al condenar hasta al que mira con malos deseos a una mujer, el pecado puede ser interior (selección del deseo solamente) o exterior (selección del deseo seguido por la acción). La persona que por su propia voluntad desea fornicar, matar, robar o cometer otro pecado grave, ya ha ofendido seriamente a Dios al escoger interiormente lo que Dios ha prohibido.

Si estamos en un estado de gracia, el pecado mortal nos hace perder esta vida sobrenatural. Si morimos sin arrepentirnos, lo perdemos a Él por la eternidad. Sin embargo, si volvemos nuestro corazón a Él y recibimos el Sacramento de la Penitencia, nuestra amistad con Él queda restaurada. A los católicos no les está permitido recibir la Comunión si tienen pecados mortales sin confesar.

Los pecados veniales son pecados leves y aunque no rompen nuestra amistad con Dios, sí la afectan. Incluyen desobediencia a la Ley de Dios en materias leves (veniales). Si por chismes destruimos la reputación de una persona, esto es un pecado mortal. Sin embargo, los chismes normales son sobre asuntos insignificantes y solo son pecados veniales. Adicionalmente, algo que de otra manera sería un pecado mortal (por ejemplo, la calumnia) puede ser en un caso particular solo un pecado venial. La persona puede haber actuado sin reflexionar o bajo la costumbre de un hábito. Pero, por no tener plena intención, su culpa ante Dios se ve reducida. Es bueno recordar especialmente para aquellos que están tratando de serle fieles a Dios, pero caen algunas veces, que el pecado mortal no solo debe ser una materia grave, sino tanto que la persona esté consciente de ello como que lo cometa libremente.

Estas dos categorías de pecado se encuentran explícita mente en las Escrituras. En el Antiguo Testamento, había pecados que meritaban la pena de muerte y pecados que se podían expiar con una ofrenda. Esta Ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por nuestra fe (Gál 3:24). En el Nuevo Testamento, estas categorías materiales son reemplazadas por las espirituales, muerte natural por muerte eterna. Hay faltas diarias por las cuales debemos pedir diariamente perdón (Mt 6:12), porque el «justo, aunque caiga siete veces se levanta» (Pro 24:16), y faltas mortales que separan al pecador de Dios (1 Co 6:9-10) por toda la eternidad.

Referencias