Diferencia entre revisiones de «Mansedumbre»

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Dentro de la [[teología cristiana]], la '''mansedumbre''' es uno de los llamados [[Frutos del Espíritu Santo]]. En dicha teología, estos frutos son beneficios espirituales que aparecen en el alma por la cercanía de la misma a la virtud. Dependiendo ya de si se trata de un cristianismo católico, ortodoxo o protestante se entiende que los frutos son consecuencia de los [[Dones del Espíritu Santo]].
Dentro de la [[teología cristiana]], la '''mansedumbre''' es uno de los llamados [[Frutos del Espíritu Santo]]. En dicha teología, estos frutos son beneficios espirituales que aparecen en el alma por la cercanía de la misma a la virtud. Dependiendo ya de si se trata de un cristianismo católico, ortodoxo o protestante se entiende que los frutos son consecuencia de los [[Dones del Espíritu Santo]].



Revisión del 13:30 14 sep 2009

Una vaca, mansa ella pero también irascible.

Dentro de la teología cristiana, la mansedumbre es uno de los llamados Frutos del Espíritu Santo. En dicha teología, estos frutos son beneficios espirituales que aparecen en el alma por la cercanía de la misma a la virtud. Dependiendo ya de si se trata de un cristianismo católico, ortodoxo o protestante se entiende que los frutos son consecuencia de los Dones del Espíritu Santo.

La mansedumbre en el Nuevo Testamento

A diferencia de los dones del Espíritu, conocidos y compartidos también por la teología judía, los frutos del Espíritu son un concepto privativo del cristianismo. Aparecen acuñados por primera vez en una de las epístolas de San Pablo, en concreto la Epístola a los Gálatas (Gal 5:22). Allí, la mansedumbre aparece junto a los otros ocho frutos. Existe también otra lista más exigua en Efesios 4,2.

La mansedumbre aparece también en el Nuevo Testamento y se presenta como un rasgo distintivo de la predicación de Jesús de Nazaret. Es una de las nueve bienaventuranzas del Sermón de la montaña: «Bienaventurados los MANSOS, porque ellos recibirán la tierra por heredad». En Mateo 11,29 se dice «Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas». Esta mansedumbre que los Evangelios atribuyen a Jesús queda finalmente ejemplificada con la aceptación de su calvario y muerte.

El concepto

En la teología cristiana, se define la mansedumbre como el término medio (definición aristotélica de virtud) entre la irascibilidad y la impasibilidad. La mansedumbre, la irascibilidad y la impasibilidad son disposiciones relacionadas con la ira o, como decían antes, con el alma irascible.

La importancia de estas listas de cualidades anímicas es que el cristianismo erige sobre ellas su imagen del hombre y sobre ellas fundamenta su teología moral. Así, el cristiano ha de orientar su vida hacia la caridad, la bondad,... etc y en concreto también hacia la mansedumbre, y esta orientación, para ser perfecta, no ha de encontrar resistencia interior por parte alguna del hombre, es decir, ha de ser una disposición natural en el mismo. De este planteamiento se deriva la mística cristiana como camino de perfección interior.