Diferencia entre revisiones de «Sincronicidad»

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Mediante el '''Principio de sincronicidad''' (''sin''- del [[Idioma griego antiguo|griego]] ''συν''-, ''unión'', y ''χρόνος'', ''tiempo'') [[C. G. Jung]] intenta dar cuenta a una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional lógica causa-efecto. Coloquialmente remitiría a lo que usualmente llamamos ''casualidades'' o ''coincidencias''.
Mediante el '''Principio de sincronicidad''' (''sin''- del [[Idioma griego antiguo|griego]] ''συν''-, ''unión'', y ''χρόνος'', ''tiempo'') [[C. G. Jung]] intenta dar cuenta a una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional lógica causa-efecto. Coloquialmente remitiría a lo que usualmente llamamos ''casualidades'' o ''coincidencias''.
{{Cita|La coincidencia es la forma en que Dios se mantiene anónimo.|[[Albert Einstein]].}}
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Revisión del 18:19 11 may 2009

Representación esquemática del concepto de sincronicidad de Carl Gustav Jung.

Mediante el Principio de sincronicidad (sin- del griego συν-, unión, y χρόνος, tiempo) C. G. Jung intenta dar cuenta a una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional lógica causa-efecto. Coloquialmente remitiría a lo que usualmente llamamos casualidades o coincidencias.

La coincidencia es la forma en que Dios se mantiene anónimo.

Fundamentación

Será a través de dos de sus escritos de 1952 como expondrá el concepto de sincronicidad:

  1. Sincronicidad como principio de conexiones acausales, publicado junto a una monografía de Wolfgang Pauli, «La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler», en Interpretación de la naturaleza y la psique.
  2. Sobre sincronicidad, conferencia pronunciada en los encuentros Eranos.

En ellos establecerá que la manera en que los fenómenos se vincularían sería a través de su significado. Un típico ejemplo de sincronicidad se da cuando una persona constata que una imagen mental suya, netamente subjetiva, es reflejada, sin explicación causal, por un evento material exterior a él. En términos de Jung, sería la concordancia, en el nivel del significado, de una imagen mental con un fenómeno material que se dan simultáneamente. Por lo tanto, Jung considera que las sincronicidades son "concordancias significativas acausales". Para él, la sincronicidad es "la coincidencia de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante...".

Una de las citas favoritas de Jung sobre sincronicidad remite a la obra de Lewis Carroll A través del espejo, en la cual la Reina Blanca dice a Alicia: Es mala memoria, la que funciona sólo hacia atrás.

—Es una mermelada muy buena —dijo la Reina.

—Bueno, de todos modos hoy no me apetece.
—Hoy no la tendrías aunque quisieras —dijo la Reina—. La regla es: mermelada ayer, mermelada mañana... pero no hoy.
—Pero de vez en cuando debe haber «mermelada hoy» —objetó Alicia.
—No; no puede ser —dijo la Reina—. La mermelada toca al otro día; como comprenderás, hoy es siempre éste.
—No os comprendo —dijo Alicia—. ¡Lo veo horriblemente confuso!
—Es lo que pasa al vivir hacia atrás —dijo la Reina con afabilidad—: siempre produce un poco de vértigo al principio...
—¡Vivir hacia atrás! —repitió Alicia con gran asombro—. ¡Jamás había oído nada semejante!
—Sin embargo, tiene una gran ventaja: la memoria funciona en las dos direcciones.
—Desde luego, la mía solo funciona en una —comentó Alicia—. No puedo recordar cosas antes de que hayan sucedido.

—Es mala memoria, la que funciona sólo hacia atrás —comentó la Reina.

Lewis Carroll, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí. Capítulo 5, Lana y Agua.[1]

El surrealismo dio también una gran importancia a este tipo de fenómenos, denominados por André Breton «azar objetivo».

Casuística

  • Jung cita inicialmente en su obra dos casos prototípicos, indicando en ellos no una explicación dirigida a hacer cambiar de opinión a quien ve solamente casualidades, sino a modo de exposición de la manera en que suelen presentarse en la vida práctica las coincidencias de sentido:
Una joven paciente soñó, en un momento decisivo de su tratamiento, que le regalaban un escarabajo de oro. Mientras ella me contaba el sueño yo estaba sentado de espaldas a la ventana cerrada. De repente, oí detrás de mí un ruido como si algo golpeara suavemente la ventana. Me di media vuelta y vi fuera un insecto volador que chocaba contra la ventana. Abrí la ventana y lo cacé al vuelo. Era la analogía más próxima a un escarabajo de oro que pueda darse en nuestras latitudes, a saber, un escarabeido (crisomélido), la Cetonia aurata, la «cetonia común», que al parecer, en contra de sus costumbres habituales, se vio en la necesidad de entrar en una habitación oscura precisamente en ese momento. Tengo que decir que no me había ocurrido nada semejante ni antes ni después de aquello, y que el sueño de aquella paciente sigue siendo un caso único en mi experiencia.
C. G. Jung, Sincronicidad como principio de conexiones acausales.[2]
La mujer de un paciente mío de cincuenta y tantos años me contó una vez en una conversación coloquial que, cuando murieron su madre y su abuela, se congregó, ante las ventanas de la habitación de las fallecidas, un gran número de pájaros, cosa que yo ya había oído contar más de una vez a otras personas. Cuando el tratamiento de su marido estaba a punto de concluir porque había desaparecido la neurosis, le aparecieron unos síntomas leves que yo atribuí a una afección cardíaca. Lo remití a un especialista que, tras el primer examen clínico, me comunicó por escrito que no le había encontrado nada que fuera motivo de preocupación. Cuando mi paciente regresaba a casa tras esta consulta (con el informe médico en el bolsillo), se desplomó de repente en plena calle. Cuando lo llevaron a casa moribundo, su mujer ya estaba inquieta y asustada porque, al poco rato de haber marchado su marido al médico, se había posado en su casa una bandada entera de pájaros. Como es natural, inmediatamente recordó los similares sucesos que habían tenido lugar a la muerte de sus parientes, y se temió lo peor.
C. G. Jung, Sincronicidad como principio de conexiones acausales.[2]

Ya en su autobiografía, «Recuerdos sueños, pensamientos», alude a otro gran ejemplo de sincronicidad:

Una confirmación del pensamiento sobre el centro y el uno mismo la obtuve años más tarde (1927) por medio de un sueño. Su esencia la presenté en un mándala al definirlo como «como ventana a la eternidad». El dibujo está reproducido en Das Geheimnis der Goldenen Blüte (El secreto de la flor de oro). Un año después hice otro dibujo, igualmente un mandala en cuyo centro había un castillo dorado. Cuando estuvo terminado me pregunté: «¿Por qué esto es tan chinesco?» Estaba impresionado por la forma y elección de colores, que me parecían chinos, a pesar de que exteriormente en el mandala no había nada chino. Pero el dibujo me producía tal sensación. Fue una rara coincidencia recibir poco después una carta de Richard Wilhelm. Me enviaba el manuscrito de un tratado taoísto-alquímico chino con el título Das Geheimnis der Goldenen Blüte y me rogaba que lo comentara. Leí rápidamente el texto, pues aportaba una insospechada confirmación a mis ideas sobre el mandala y el movimiento circular alrededor del centro. (...) Para recordar esta coincidencia en sincronicidad escribí entonces bajo el mandala: «1928, cuando hacía el dibujo que muestra el castillo evaluado en oro, Richard Wilhelm me envió a Frankfurt el texto chino, cuya antigüedad se remonta a varios siglos, del castillo amarillo, el germen del cuerpo inmortal».
C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos.[3]
  • Otro ejemplo clásico de sincronicidad apunta a un suceso acontecido en la vida del actor Anthony Hopkins. Cuando éste fuera contratado para actuar en la película La mujer de Petrovka, no consiguió encontrar en ninguna librería londinense la novela de George Feifer en la que se basaba el guión. Frustrado y aburrido, se dispuso a tomar el Metro para regresar a su casa. Estaba sentado en la estación de Leicester Square cuando, de pronto, halló el libro en un banco. Se quedó tan asombrado de su buena suerte que ni siquiera reparó en las anotaciones que el volumen tenía en los márgenes. Dos años más tarde su sorpresa fue aún mayor. Al conocer al autor durante el rodaje del filme, éste le dijo que había perdido su ejemplar anotado. Dicho ejemplar era el mismo libro que Hopkins había encontrado en la estación olvidado sobre un banco.

Referencias

  1. Carroll, Lewis (1999). Alicia anotada: Alicia en el país de las maravillas. A través del espejo. Madrid: Akal Ediciones. p. 233. ISBN 978-84-7339-694-3. 
  2. a b Jung, Carl Gustav (2004). Obra completa volumen 8: La dinámica de lo inconsciente. Sincronicidad como principio de conexiones acausales. Madrid: Editorial Trotta. p. 433. ISBN 978-84-8164-587-3. 
  3. Jung, Carl Gustav (1964/2005). Recuerdos sueños, pensamientos. Séptima edición. Colección "Los Tres Mundos". Barcelona: Editorial Seix Baral. pp. 234-235. ISBN 978-84-322-0829-4. 

Bibliografía

Fuente primaria

  • Jung, Carl Gustav (2004). Sincronicidad como principio de conexiones acausales (1952). Sobre Sincronicidad (1952). Obra completa volumen 8: La dinámica de lo inconsciente. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-587-3. 

Fuente secundaria

  • Franz, Marie-Louise von (1999). Sobre adivinación y sincronicidad: la psicología de las casualidades significativas. Barcelona: Editorial Paidós. ISBN 978-84-493-0690-7. 
  • Muzzupappa, Karina (2007). Casualidades, el secreto de las coincidencias: una investigación entre ciencia y espiritualidad. Buenos Aires: Editorial Kier. ISBN 978-950-17-7050-6. 
  • Peat, F. David. Sincronicidad. Puente entre mente y materia. Traducción Darryl Clark & Mireia Jardíenero. Cuarta edición, primera Enero 1989. Barcelona: Editorial Kairós. ISBN 978-84-7245-295-4. 

Véase también

Enlaces externos

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