Diferencia entre revisiones de «Milenarismo»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición
Eamezaga (discusión · contribs.)
m Revertidos los cambios de 195.235.40.125 (disc.) a la última edición de CEM-bot
Línea 1: Línea 1:
[[Media:Ejemplo.ogg]]El "milenarismo" va a llegaaaaaar, y es la doctrina según la cual [[Cristo]] volverá para reinar sobre la Tierra durante mil años, antes del último combate contra el [[Mal]], la condena del [[diablo]] al perder toda su influencia para la eternidad y el [[Juicio Universal]]. Tuvo influencia en la Iglesia del Siglo II de la era cristiana, en la [[Edad Media]], y finalmente entre los protestantes.
El "milenarismo" es la doctrina según la cual [[Cristo]] volverá para reinar sobre la Tierra durante mil años, antes del último combate contra el [[Mal]], la condena del [[diablo]] al perder toda su influencia para la eternidad y el [[Juicio Universal]]. Tuvo influencia en la Iglesia del Siglo II de la era cristiana, en la [[Edad Media]], y finalmente entre los protestantes.


== Origen ==
== Origen ==

Revisión del 15:20 3 feb 2010

El "milenarismo" es la doctrina según la cual Cristo volverá para reinar sobre la Tierra durante mil años, antes del último combate contra el Mal, la condena del diablo al perder toda su influencia para la eternidad y el Juicio Universal. Tuvo influencia en la Iglesia del Siglo II de la era cristiana, en la Edad Media, y finalmente entre los protestantes.

Origen

Las raíces de la creencia en un reino glorioso, parcialmente natural, parcialmente sobrenatural, se encuentran en las esperanzas de los judíos en un Mesías temporal y en la apocalíptica judía. Bajo la irritante presión de sus circunstancias políticas la expectativa en la mente judía de un Mesías que liberaría al pueblo de Dios, asumió un carácter que fue en gran medida terrenal; los judíos anhelaban sobre todo un salvador que los liberara de sus opresores y restaurara el anterior esplendor de Israel. Estas expectativas generalmente incluían la creencia de que Dios conquistaría a todos los poderes hostiles a Él y a su pueblo escogido, y que establecería un definitivo glorioso reino de Israel. Los libros apocalípticos, principalmente el libro de Henoch y el cuarto libro de Esdras, indican varios detalles de la llegada del Mesías, la derrota de las naciones hostiles a Israel, y la unión de todos los israelitas en el reino mesiánico, seguido por la renovación del mundo y la resurrección universal.

Lo natural y lo sobrenatural están mezclados en esta concepción del reino mesiánico como el acto final de la historia del mundo. Las esperanzas judías en el Mesías, y la descripción de los escritores apocalípticos estaban combinadas; era entre el cierre del orden mundial presente y el comienzo del nuevo, que este sublime reino del pueblo escogido iba a tener lugar. No fue sino natural que muchos detalles de estas concepciones permanecieran indiferenciadas y confundidas, pero el reino mesiánico siempre es pintado como algo milagroso, aunque los colores son a veces mundanos y sensuales. Los registros evangélicos claramente prueban cuan fervientemente los judíos, en el tiempo de Cristo, esperaban un reino mesiánico terrenal, pero el Salvador vino a proclamar el reino espiritual de Dios por la liberación del hombre de sus pecados y por su santificación, un reino que en realidad comenzó con su nacimiento. No hay rastros de chiliasmo que pueda encontrarse en los evangelios o en las epístolas de San Pablo; todo se mueve en la esfera espiritual y religiosa; aún las descripción del fin del mundo y del juicio final llevan este sello. La victoria sobre la bestia simbólica (el enemigo de Dios y de los santos) y sobre el Anticristo, así como el triunfo de Cristo y sus santos, son descritos en el Apocalipsis de San Juan (Revelación 20-21), en figuras que recuerdan las de los escritores apocalípticos judíos, especialmente de Daniel y de Henoch. Satán es encadenado en el abismo por mil años, los mártires y los justos se levantan de la muerte y comparten el sacerdocio y reinado de Cristo. Aunque es difícil enfocar agudamente las imágenes usadas en el Apocalipsis y las cosas expresadas por ellas, no cabe duda que la descripción completa se refiere al combate espiritual entre Cristo y la Iglesia por un lado y los poderes malignos del infierno y del mundo por otro. No obstante un gran número de Cristianos de la era post-Apostólica, particularmente en Asia Menor, se entregaron tanto a la apocalíptica judía como para tomar el significado literal de esas descripciones del Apocalipsis de San Juan; el resultado fue que el milenarismo se esparció y ganó acérrimos defensores no solamente entre los heréticos sino también entre los cristianos católicos.

Uno de los herejes, el gnóstico Cerinthus, quien floreció hacia fines del siglo primero, proclamó un espléndido reino de Cristo en la tierra que Él establecería con los santos elevados sobre su segundo advenimiento, y pintó los placeres de este milenio en gruesos y sensuales colores (Caius en Eusebius, "Hist. Eccl.", III, 28; Dionysius Alex. en Eusebius, ibid., VII, 25). Más tarde entre los católicos, el Obispo Papias de Hierápolis, un discípulo de San Juan, apareció como un abogado del milenarismo. Reclamaba haber recibido su doctrina de contemporáneos de los Apóstoles, e Irenaeus narra que otro “Presbítero”, quien había visto y escuchado al discípulo Juan, aprendió de él la creencia en el milenarismo como parte de la doctrina del Señor. De acuerdo con Eusebius (Hist. Eccl., 111, 39) Papias en su libro aseveraba que la resurrección de los muertos sería seguida por mil años de un visible glorioso reino terrenal de Cristo, y de acuerdo con Irenaeus (Adv. Haereses, V, 33), él pensaba que los santos también disfrutarían de una superabundancia de placeres terrenos. Habría días en los cuales las viñas crecerían cada una con 10000 ramas, y en cada rama 10.000 ramitas, y en cada ramita 10.000 brotes y en cada brote 10.000 racimos y en cada racimo 10.000 uvas, y cada uva produciría 216 galones de vino, etc.

Son encontradas ideas milenaristas en la Epístola de San Barnabas, en el pasaje que trata del sabath Judío; ya que el descanso de Dios en el séptimo día después de la creación es explicado de la siguiente manera. Después de que el Hijo de Dios ha venido y puso fin a la era de los malvados y los juzgó, y después de que el sol, la luna y las estrellas hubieron sido cambiados, entonces el descansará en gloria en el séptimo día. El autor tiene por premisa que, si se dice que Dios creo todas las cosas en seis día, esto significa que Dios completará todas las cosas en seis milenios, ya que un día represente mil años. Es cierto que el escritor invoca el principio de la re-formación del mundo a través del segundo advenimiento de Cristo, pero no está claro en las indicaciones si el autor de la carta era un milenarista en el estricto sentido de la palabra. San Irenæus de Lion, un nativo del Asia Menor, influenciado por las compañías de San Polycarpio, adoptó ideas milenaristas, discutiéndolas y defendiéndolas en sus trabajos contra los Gnósticos (Adv. Haereses, V, 32). Desarrolló esta doctrina principalmente en oposición a los Gnósticos, quienes rechazaban toda esperanza de los Cristianos en un vida futura feliz, y percibían en el glorioso reino de Cristo en la tierra, principalmente el preludio del reino espiritual final de Dios, el reino de la felicidad eterna. San Justin de Roma, el martir, se opone a los Judíos en su Diálogo con Triphon (ch. 80-1) el principio del milenio y asevera que él y los Cristianos, cuya creencia es correcta en todos los puntos, saben que habrá una resurrección del cuerpo y que el nuevamente construido y agrandado Jerusalén durará por espacio de mil años, pero agrega que habrá muchos que, aunque adhiriendo a la pías enseñanzas de Cristo, no creen en ellas. Un testigo de la continua creencia en el milenarismo en la provincia de Asia es San Melito, Obispo de Sardes en el siglo segundo. Desarrolla el mismo esquema de pensamiento que San Irenæus.

El movimiento Montanístico tiene su origen en Asia Menor. Las expectativas de una pronto advenimiento del la Jerusalén celestial sobre la tierra, que, se pensaba, aparecería en Frigia, estaba íntimamente unida en las mentes de los Montanistas con la idea del milenio. Tertuliano, el protagonista del Montanismo expone la doctrina (en su obra ahora perdida, "De Spe Fidelium" y en "Adv. Marcionem", IV) de que al final de los tiempos el gran Reino prometido, la nueva Jerusalén, será establecida y permanecerá por mil años. Todos esos autores milenaristas apelan a varios pasajes de los libros proféticos del Viejo Testamento, a unos pocos pasajes de las Cartas de San Pablo y al Apocalipsis de San Juan. Aunque el milenarismo ha encontrado numerosos adherentes entre los Cristianos y ha sido sostenido por varios teólogos eclesiásticos, ni en un período post-Apostólico ni en el curso del siglo segundo, aparece como una doctrina universal de la Iglesia o como una parte de la tradición Apostólica.

Apocalipsis

El milenarismo cristiano se basa en el libro del Apocalipsis ("revelación"), atribuido a San Juan, uno de los doce apóstoles de Jesucristo, que se calcula escrito hacia el año 90 dC. Específicamente, toma literalmente el capítulo 20 de este libro profético en el que se dice que el diablo permanecerá encarcelado en el abismo por mil años. Apocalipsis 20:4-5 dice que en ese tiempo, Cristo volverá y reinará junto a los mártires ("los que habían sido decapitados a causa del testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios") y aquellos "que no habían adorado a la bestia". El diablo será liberado "por un breve tiempo" al finalizar ese período. Levantará contra Cristo las naciones de Gog y Magog y marchará por toda la tierra hasta rodear el campamento de los santos. Entonces, caerá fuego del cielo y los consumirá. El diablo será arrojado a un estanque de azufre junto al "falso profeta" y "la Bestia". A continuación, ocurrirá el "Juicio de las Naciones" o Juicio Universal: todos los muertos resucitarán y comparecerán frente a Cristo, quien los juzgará "según sus acciones". Los que no estén en El Libro de la Vida serán arrojados también al estanque de fuego, lugar que indica una destrucción eterna.

La Bestia no debe identificarse con el Diablo. Las referencias a ella en el Apocalisis son varias y es posible que aludieran al emperador romano, aunque la identificación con el demonio tampoco es caprichosa. En este capítulo, de hecho la Bestia yace junto al diablo en el fuego.

Estos pasajes, especialmente complejos, proporcionan sin embargo una fecha precisa, que la Iglesia se inclina hoy por interpretar simbólicamente como "un lapso muy prolongado". Los milenaristas calcularon esos mil años de distinta manera, pero siempre literalmente.

Polémica cristiana

La idea de un milenio bajo el reinado de Cristo en la Tierra formó parte importante de la teología de los tres primeros siglos del cristianismo. Desde el siglo II varios polemistas enfrentaron las tesis de los montanistas y otros creyentes que esperaban un rápido advenimiento del Milenio y refutaron a quienes querían hacer cálculos sobre cuándo llegaría esa edad, en la forma que posteriormente lo haría San Agustín, el autor de "La Ciudad de Dios", recordando que Cristo había tenido el cuidado de no favorecer fechas precisas sobre su segunda llegada cuando dijo: "En cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los Ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo mi Padre", en el llamado sermón escatológico del Evangelio de Mateo 24:36. La forma en que consideraban el milenio el gnóstico Cerinto, Papías, Justino e Ireneo de Lyon­ y otros escritores de los primeros siglos del cristianismo, tienen como punto de partida el libro de Apocalipsis, pero también declaraciones milenaristas que se encuentran en los escritos de Pedro y de Pablo, así como en el Padrenuestro: "Venga Tu Reino", esto es, a la Tierra, para que aquí se haga Su voluntad, como se hace en el cielo. (Mateo 6.).

Eusebio de Cesarea no era partidario del Milenio. Aparentemente esa opinión antimilenarista suya fue la que influyó en la forma en que trata a los milenaristas, entre los cuales también hubo gnósticos, a pesar de que en general los gnósticos fueron los primeros en abominar de la sola idea de un reinado de Cristo sobre la Tierra.

Por ejemplo, leemos a Eusebio de Cesarea en Historia Eclesiástica III, 28: "Esta es la doctrina que enseñaba Cerinto: el reino de Cristo será terrenal. Y como amaba el cuerpo y era del todo carnal, imaginaba que iba a encontrar aquellas satisfacciones a las que anhelaba, las del vientre y del bajo vientre, es decir del comer, del beber, del matrimonio: en medio de fiestas, sacrificios e inmolaciones de víctimas sagradas, mediante lo cual intentó hacer más aceptables tales tesis".

La alusión al "falso mesías" en el Apocalipsis fue interpretada como señal de que antes del Juicio Final aparecerá un personaje así, también llamado Anticristo, lo que por otra parte es predicado por Jesús en el Evangelio de Mateo. Esto movió a identificar al falso mesías con diversos gobernantes y Papas. Para el reformador Martín Lutero, por ejemplo, el Anticristo era sin duda el Papa. A través de toda la Edad Media, escritores eclesiásticos intentaron interpretar el pasaje en el que San Juan menciona el milenio.

Pese a la condena extraoficial con carácter de oficial para muchos, aun en 1790, año en que el jesuita chileno Manuel Lacunza culminó en Imola su obra La venida del Mesías en Gloria y Majestad, persistía el milenarismo como una corriente marginal y esporádica en el seno de la Iglesia Católica. El libro de Lacunza, en todo caso, fue incluido en el Index Librorum Prohibitorum ( el listado de libros prohibidos por la Inquisición).

La realidad es que la Iglesia católica nunca ha condenado el milenarismo, debido a que así creían los santos Padres de la antigüedad, no solamente Papías de Hierápolis, sino también, entre otros, Justino Mártir, Policarpo, y el insigne Ireneo de Lyon. Condenar el milenarismo equivaldría a condenar a una incontable nube de testigos de los primeros siglos y a echar por tierra el mismísimo concepto de la sucesión apostólica, ya que todos los primeros obispos cristianos eran milenaristas, como lo prueba el propio Lacunza en su obra al tratar in extenso de la historia de esta doctrina.

Prescindiendo del número mil, y por extensión, comenzó a llamarse milenaristas a los movimientos religiosos que ponen énfasis en el regreso de Cristo, la fundación de la Nueva Jerusalén (la ciudad de los justos) y el castigo a los pecadores.

Pervivencia del milenarismo

En la Edad Media y la Edad Moderna algunos frailes se presentaron como profetas que anticipaban la nueva llegada del Salvador, con lo que el milenarismo se hizo mesiánico, sobre todo al aproximarse el fin del primer milenio histórico después del nacimiento de Cristo. La tendencia mesiánica atravesó la llegada del primer milenio. En el siglo XIV, Dolcino de Novara encabezó un movimiento llamado milenarista, del que él era su profeta. Ya en la Edad Moderna, el dominico Girolamo Savonarola, antes de ser quemado en la hoguera en 1498, proclamó que anunciaba a Florencia la Nueva Jerusalén.

Así como la caída del Imperio bizantino mereció interpretaciones milenaristas en ese siglo, también el descubrimiento de América movió a muchos espíritus a entender el acontecimiento como un signo de la llegada de los tiempos profetizados por San Juan. El monje dominicano Francisco de la Cruz, condenado a la hoguera en 1578, predicó el traslado del Papa a Lima, la Nueva Jerusalén; él mismo se llamó el "tercer David" y proclamó la espera de un "Tercer Testamento". En plena Era Moderna, muchos siguieron ocupándose de la interpretación del Apocalipsis. El propio Isaac Newton, el descubridor de la ley de gravedad, escribió sobre la antigua profecía e hizo cálculos acerca del cumplimiento de sus plazos.

En 1595, se publicaron las Profecías de San Malaquías, supuestamente datadas en el siglo XII, que han adquirido un carácter apocalíptico fijando una fecha aproximada del fin del mundo a través de una lista de Papas. Dado que esta profecía determina una fecha próxima para tal suceso (después del actual Papa, Benedicto XVI, quedarían, según las diferentes interpretaciones, sólo uno o dos sumos pontífices hasta el fin del mundo), han adquirido gran popularidad recientemente.

Las ideas del fin de los tiempos, de la Nueva Jerusalén y la de los elegidos que reinarán junto a Jesús fueron centrales en iglesias protestantes que se establecieron en Norteamérica. La sectarización de algunos de estos grupos, sobre todo por basarse en la idea de los elegidos, los aisló de sus comunidades y redujo su influencia. En cambio, otras iglesias milenaristas, como la de los anabaptistas, llegaron a ser populares.

Durante el siglo XX algunas iglesias evangélicas fundamentalistas articularon una visión milenarista, con una concepción sobre el Rapto para preservar a los creyentes antes de los acontecimientos finales y la proximidad del regreso de Cristo, revelada de acuerdo con sus interpretaciones, por el restablecimiento del estado de Israel.

Véase también

Para más información

  • "El Cosmos, el caos y el mundo venidero." Norman Cohn. Crítica - Grijalbo Mondadori. Barcelona 1995.
  • "De teólogos, pragmáticos y geopolíticos. Aproximación al globalismo norteamericano." José Luis Orozco. Gedisa-UNAM. Barcelona 2001.
  • Focillon, Henri (1997). El año mil. Ediciones Altaya. ISBN 978-84-487-0730-9. 
  • Duby, Georges (1988). El año mil: Una nueva y diferente visión de un momento crucial de la historia. Editorial Gedisa. ISBN 978-84-7432-322-1. 
  • |Enciclopedia católicaEscrito de J.P. Kirsch [1]