Diferencia entre revisiones de «Mano invisible»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición
DavidHass (discusión · contribs.)
Revertida la contribución del usuario que se dedica a pegar sus artículos en la WP: http://es.wikipedia.org/wiki/Especial:Contribuciones/Econ._Manuel_Mart%C3%ADnez
Línea 15: Línea 15:


[[Categoría:Economía de mercado]]
[[Categoría:Economía de mercado]]

La Mano Invisible del Mercado
Manuel C. Martínez M.
31 jul. 09
La mano invisible del mercado es una metáfora polivalente. La introdujo someramente en Economía el científico escocés Ádam Smith, y pensamos que luego de más de 200 años ha sido muy aludida pero no suficientemente elucidada. La cuestionan los proteccionistas burgueses, y paradójicamente también lo hacen los marxistas. Smith sostuvo que el equilibrio del mercado respondía a un orden natural, o “divino” si a ver vamos, por lo que la acción del Estado salía sobrando.

Este es el caso: Para los intervencionistas y proteccionistas, más allá de la regulación espontánea, el mercado debe ser controlado a fin de mantener un mínimo de equitatividad entre vendedores y compradores. El equilibrio oferta-demanda evitaría tanto especulaciones como reducciones en la tasa de ganancia.

Mediante esa tesis contraria al libre mercado se pretende influir en la producción para que esta se adapte mejor a las necesidades cuantitativas populares, aunque sin ir al fondo del desequilibrio social. Un Estado proteccionista podría impedir la competencia desleal y la escasez artificial, pero con esta regulación terminaría entorpeciendo el empleo de recursos materiales y de trabajadores, cuestión esta que de entrada es intolerable para el capital. De resultas el remedio podría ser peor que la enfermedad del caso.

Es que si bien el Estado reconoce la contrariedad de intereses entre vendedores y consumidores, guarda mutis ante la contradicción entre productores y asalariados. Digamos que el Estado da prioridad al mercado frente a la producción, niega la explotación dentro de esta. Con todo eso no sólo regula el mercado sino que protege el modo de producción vigente. Se trata, pues, de un proteccionismo conservadurista.
Por su parte, el Marxismo atribuye a la contradicción de clases entre patronos y asalariados los desequilibrios del mercado. El productor sólo oferta un volumen rentable y mercadeable, y correspondientemente los asalariados deben ser solventes; afirma que al respecto el Estado se muestra incapaz de partida para ejercer una regulación eficaz debido a que es muy falso que el mercado determine la producción, sino todo lo contrario. Afirma que si no se ataca el modo burgués de producción su intervención resulta demagógica. El productor capitalista resulta ser el máximo intervencionista, el manipulador de la “mano invisible de la producción”.

Como lo maneja esta doctrina, los productores se truecan en comerciantes y los asalariados en consumidores de productos finales. Los desequilibrios del mercado son recurrentes, y a lo sumo, dice, el Estado regula ocasionalmente algunas desviaciones mercantiles pero sin llegar al meollo de la producción. Estos productores en funciones mercantiles son, al mismo tiempo, los principales liberalistas del mercado.
El marxismo tampoco comparte la idea de una regulación extraeconómica naturalista. La Economía es una ciencia eminentemente materialista e histórica, por lo que sólo la lucha entre proletarios y burgueses podría dar cuenta de las injusticias mercantiles que no resuelven la cuestionada mano invisible del mercado ni el Estado intervencionista ya que según dijimos el dueño de esa mano invisible es el empresario burgués.
La lucha convencional entre patronos y asalariados no pasa de ser simples pujas mercantiles entre un patrono que pretende minimizar sus erogaciones para maximizar sus ganancias, y un asalariado que apenas aspira a comer y vivir un poco mejor. Se trata de la vieja, desfasada, ineficiente y fracasada lucha sindicalista. En el mercado también se trata de una lucha entre consumidores y vendedores donde unos buscan más ganancias, y otros una mayor cesta alimentaria.
El Marxismo ataca tanto las políticas proteccionistas como las liberalistas. Esgrime que proteger al productor es tolerar la explotación de los trabajadores asalariados, y el liberalismo supondría libertad de contratos que también beneficia al patrono frente al indefenso asalariado.

Entonces veamos otra versión de esta interesante metáfora económica:
La mano invisible del mercado es una verdadera e inviolable ley de amplia aplicabilidad inherente y connatural al modo capitalista de producción. Por insistentes y variadas que sean las regulaciones estatales siempre la puja entre oferentes y demandantes dará cuenta de la oferta, de la demanda y del precio final, independientemente del fijado por el Estado. Hacia allí apuntó Ádam Smith; de tal dimensión fue la profundidad de sus análisis.
La mano invisible del mercado explica las desviaciones o incumplimientos de la ley de la oferta-demanda ya que esta se muestra ineficaz cuando el productor decide acortar la producción por falta de demanda solvente, ante lo cual ningún otro capitalista podría animarse para suplir el faltante ya que este no existe salvo que bajen los precios, pero estos tienen siempre el límite impuesto por la tasa media de ganancia que a la sazón sirva de brújula a todo en empresariado de productores, comerciantes y banqueros.
Una cosa son las necesidades de los consumidores, otra las obligaciones del Estado, y otra los apetitos lucrativos de los capitalista, sin embargo el Estado intervencionista o liberalista siempre tiene en mientes a toda la ciudadanía que representa a todos sus ciudadanos, y no cae en la cuenta de que los empresarios sólo sirven a sus clientes. Al Estado le resulta congruente y compatibilizable las necesidades de los ciudadanos y las del capital; pensar en contrario sería negar su propia esencia burguesa.
El Estado no se enfrenta a dos clases definitivamente antagónicas, una de las cuales busca sacarle provecho al consumidor que también funge de trabajador, mientras que los ciudadanos como clientes y como trabajadores están respectivamente a expensas de los vendedores y de los patronos. Obviamente, el Estado no puede armonizar tan distintos criterios ni intereses.

Cuando Ádam Smith atribuyó un orden natural a la Economía, y de allí tomó su mano invisible, simplemente dio por estacionarias las condiciones sociales entre productores y trabajadores, pero estaba consciente de que no se trataba de acciones naturales de índole vegetativa ni algo parecido. Por eso se trata de una metáfora.
La mano invisible del mercado ha estado presente en cada crisis y su correspondiente solución sin que ningún Estado haya tenido injerencia directa ni determinante. Las subvenciones estatales o auxilios financieros siempre se traducen en déficit del Fisco Nacional con lo cual se ocasiona malestar general al consumidor, y los subsidios al consumidor desestimulan la aplicación de nuevos capitales, todo lo cual hace inoperante la regulación estatal y refuerza la ingobernabilidad de la referida mano invisible.

Cierto que no todos los países capitalistas marchan igual ni no todos son viables, pero una cosa es aliviar las tensiones económicas de corto plazo y regionalmente, y otra resolver su permanente y cíclica problemática en todos los países imperialistamente involucrados.




[[ar:يد خفية]]
[[ar:يد خفية]]

Revisión del 21:00 5 sep 2009

La mano invisible es una forma metafórica por la cual Adam Smith, filósofo político escocés, describió el papel del mercado libre en la asignación de los bienes en la economía, en su más célebre libro: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations (Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones), a pesar que sólo fue nombrada una sóla vez en dicho texto; cabe indicar eso sí, que en su obra "Teoría de los sentimientos morales" (1759) se nombra por primera vez a dicha metáfora.

Las ideas de Adam Smith no sólo fueron un tratado sistemático de economía; fueron un ataque frontal a la doctrina mercantilista. Al igual que los fisiócratas, Smith intentaba demostrar la existencia de un orden económico natural, que funcionaría con más eficacia cuanto menos interviniese el Estado. Sin embargo, a diferencia de aquéllos, Smith no pensaba que la industria no fuera productiva, o que el sector agrícola era el único capaz de crear un excedente económico; por el contrario, consideraba que la división del trabajo y la ampliación de los mercados abría posibilidades ilimitadas para que la sociedad aumentara su riqueza y su bienestar mediante la producción especializada y el comercio entre las naciones. Así pues, tanto los fisiócratas como Smith ayudaron a extender las ideas de que los poderes económicos de los Estadios debían ser reducidos y de que existía un orden natural aplicable a la economía. Sin embargo fue Adam Smith más que los fisiócratas quien abrió el camino de la industrialización y de la aparición del capitalismo moderno en el siglo XIX.

Según estas propuestas, la mano invisible regula las conformaciones sociales y compensa los excesos por sí sola; es una especie de orden natural, pero que tiene las características de la bendición por las riquezas y un conjunto predeterminado de instituciones a partir de las cuales se mantiene el status social. El problema de la mano invisible hace referencia a lo que después se va a llamar mercado, que exige la no intervención del Estado porque las cosas se van a acomodar naturalmente en un sistema teísta típicamente moderno, donde el espectador imparcial (la humanidad) no puede negar si Dios está y no puede negar la existencia de clases.

La problemática de la Mano Invisible supone acumulación de la problemática dentro del Estado, en la política económica y social por sí sola; nadie debe intervenir en esta cuestión.

Sin embargo hay que tener en cuenta que numerosos estudios muestran hoy en día que la mano invisible no puede ser considerada como el término que ilustra las teorías de Adam Smith ya que este término es usado pocas veces en sus obras y solamente muestra el desconocimiento de Smith hacia las regulaciones del mercado, que nunca logró explicar.

La mano invisible es aún menos capaz de garantizar la distribución equitativa de la prosperidad económica. Una economía de mercado retribuye a los individuos de acuerdo con su capacidad para producir cosas que otros están dispuestos a pagar. El mejor jugador de baloncesto del mundo gana más que el mejor jugador de ajedrez del mundo simplemente porque la gente está dispuesta a pagar más por ver un partido de baloncesto que por ver una partida de ajedrez. La mano invisible no garantiza que todo el mundo tendrá suficiente comida, una ropa digna y una asistencia sanitaria adecuada.

Cabe destacar que el termino "mano invisible", solo aparece tres veces en "La Riqueza de las Naciones" (libro de 900 páginas aproximadamente).