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Diferencia entre revisiones de «Peto de ánimas»

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==Tipología==
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[[Archivo:Peto de ánimas de Escudeiros.jpg|thumb|Peto de ánimas de Escudeiros, en Ramirás (Ourense). El retablo presente en el peto, realizado en madera policromada, muestra a la Virgen del Carmen asistiendo a las ánimas del Purgatorio. Este peto posee la particularidad de albergar un reloj de pared el cual es empleado por los habitantes para controlar las horas de regadío]]
[[Archivo:Peto de ánimas de Escudeiros.jpg|thumb|Peto de ánimas de Escudeiros, en Ramirás (Ourense). El retablo presente en el peto, realizado en madera policromada, muestra a la Virgen del Carmen asistiendo a las ánimas del Purgatorio. Este peto posee la particularidad de albergar un reloj de pared el cual es empleado por los habitantes para controlar las horas de regadío]]
Partiendo de la estructura constructiva elemental, los canteros realizaron múltiples variantes difíciles de precisar. Las más importantes de entre todas las combinaciones posibles se refieren al componente arquitectónico, a la presencia de elementos iconográficos (relieves, pinturas o estampas) y a la diversidad de trabajos en forja. Respecto al componente arquitectónico, se distinguen, por ejemplo, los petos toscos y de formas arcaizantes. En ellos la hornacina y especialmente su relieve adoptan, ya sea por la impericia de la factura o por las imprecisables influencias estilísticas, un marcado aire de primitivismo. A veces esta tosquedad y primitivismo vienen proporcionados o reforzados por la austeridad de la situación y el emplazamiento, tal y como puede observarse en los situados encima de un penedo o de una tapia. Destacan también los petos de elevado grado de complejidad, los cuales cuentan con molduras y adornos en sus diversas partes y una clara preocupación por la buena apariencia final, siendo los más abundantes y característicos.<ref name="Currás" />
Las tipologías más importantes de entre todas las combinaciones posibles se refieren al componente arquitectónico, a la presencia de elementos iconográficos (relieves, pinturas o estampas) y a la diversidad de trabajos en forja. Respecto al componente arquitectónico, se distinguen, por ejemplo, los petos toscos y de formas arcaizantes. En ellos la hornacina y especialmente su relieve adoptan, ya sea por la impericia de la factura o por las imprecisables influencias estilísticas, un marcado aire de primitivismo. A veces esta tosquedad y primitivismo vienen proporcionados o reforzados por la austeridad de la situación y el emplazamiento, tal y como puede observarse en los situados encima de un penedo o de una tapia. Destacan también los petos de elevado grado de complejidad, los cuales cuentan con molduras y adornos en sus diversas partes y una clara preocupación por la buena apariencia final, siendo los más abundantes y característicos.<ref name="Currás" />


Algunos petos acentúan su sentido arquitectónico mediante el añadido en su parte delantera de un pequeño espacio, cubierto con tejadillo a dos aguas, en el que se emplea teja o losa de piedra colocadas a hueso. Para la sustentación se recurre ocasionalmente al arco y más corrientemente al sistema arquitrabado, recordando las hechuras de los edículos romanos que se situaban al borde de los caminos y de las construcciones clásicas en general.<ref name="Bufo" >O bufo das Burgas. «Los petos de ánimas en Ourense»</ref>
Algunos petos acentúan su sentido arquitectónico mediante el añadido en su parte delantera de un pequeño espacio, cubierto con tejadillo a dos aguas, en el que se emplea teja o losa de piedra colocadas a hueso. Para la sustentación se recurre ocasionalmente al arco y más corrientemente al sistema arquitrabado, recordando las hechuras de los edículos romanos que se situaban al borde de los caminos y de las construcciones clásicas en general.<ref name="Bufo" >O bufo das Burgas. «Los petos de ánimas en Ourense»</ref>

Revisión del 10:28 19 nov 2019

Archivo:Peto de ánimas de A Xironda.jpg
Peto de ánimas de A Xironda, en Cualedro (Ourense)

Los petos de ánimas son manifestaciones artísticas destinadas al culto a los muertos y constituyen, generalmente, sencillos monumentos de piedad popular asociados a la idea del Purgatorio. Típicos de Galicia, es frecuente que estén situados en caminos, encrucijadas, atrios de iglesias, plazas e incluso fachadas de viviendas particulares.[1]

Los historiadores y etnógrafos sitúan su aparición a partir de la Contrarreforma, datándose los más antiguos en el siglo XVII, aunque no fue hasta el siglo XVIII cuando empezaron a construirse con mayor profusión. La finalidad de los mismos, según la tradición, era ofrecer limosnas de todo tipo a las ánimas del Purgatorio, las cuales sufrían un castigo de carácter temporal, gracias a lo cual podían alcanzar el Cielo. En compensación, una vez liberadas estas intercederían por quienes realizaron tales ofrendas.[2]​ Las limosnas no tenían por qué ser de carácter estrictamente monetario, puesto que también podían consistir en productos agrícolas y objetos asociados al cristianismo, como velas de cera.

Los petos de ánimas suelen estar construidos en piedra y coronados por una cruz, mostrando por lo general imágenes de las ánimas en el fuego del Purgatorio y una figura que vela por ellas, ya sea un santo, un rey o un obispo. En la parte frontal se sitúa el peto o hucha, recipiente destinado a depositar en él la limosna ofrecida el cual suele estar protegido por una reja o un cristal, portando leyendas algunos de ellos.

Contexto

La presencia de la muerte en la vida tradicional gallega ha sido uno de los elementos fundamentales que propiciaron la aparición de los petos. El ámbito de la familia y el más amplio de la aldea y la parroquia, caracterizados por regímenes de autoabastecimiento y con escasas y difíciles comunicaciones con el mundo exterior, resultaron propicios para interiorizar y prolongar una estrecha relación entre la vida y la muerte.[3]

En principio, la muerte de un parroquiano afectaba a todos los miembros de la aldea y de la parroquia, siendo esto más notable si el acontecimiento se producía en la propia aldea, disminuyendo progresivamente si tenía lugar en otras aldeas de la misma parroquia o en parroquias próximas. Todos los aldeanos se solidarizaban con la familia afectada y ayudaban en la medida de lo posible:[4]​ asistían al velatorio, pagaban responsos o salmodias, procesionaban tras el ataúd durante la conducción del mismo a la iglesia y al posterior enterramiento,[5]​ participaban en la novena de ánimas que acostumbraba a celebrarse en los días siguientes al óbito, etc. Del mismo modo, era común participar de forma conjunta en la celebración del cabodano (cabo de año) o aniversario, así como realizar las típicas ofrendas todos los domingos antes de asistir misa, acudiendo con carácter previo o posterior a visitar la sepultura de los familiares. En aquel entonces y en la actualidad, existe un rito anual vinculado a los muertos en el mes de noviembre (día de Todos los Santos y Fieles Difuntos), consistente en novenas, responsos, misas y labores destinadas al cuidado y embellecimiento de las sepulturas.[6]

Descripción

En todos los peto de ánimas se distinguen, normalmente, tres partes:

  • Una infraestructura arquitectónica básica la cual admite diversas modalidades de molduras, adornos, compartimentación del espacio, proporciones y remates, resultando poco probable que existan dos petos idénticos. Su construcción, siempre en granito, adopta comúnmente la forma de un pequeño edículo, a medio camino entre retablo y fachada de iglesia, exento y a escala reducida, si bien los petos presentan una amplia variabilidad de medidas. Generalmente son observables en todo peto tres cuerpos: una base rematada en mesa; un segundo cuerpo, central por la situación topográfica y por la importancia en el conjunto; y un frontón superior, rematado preferentemente por una cruz, pirámides y esferas situadas sobre una amplia moldura.[7]
  • Una cavidad u hornacina a modo de pequeña capilla. Este elemento cóncavo, dotado casi siempre de un arco de medio punto en su parte superior, ocupa el eje central del cuerpo medio de la construcción en su lado principal (la parte posterior de los petos exentos acostumbra a ser totalmente lisa, aunque existen excepciones). El testero de la cavidad suele albergar un relieve realizado en piedra o madera, si bien es posible encontrar pinturas o incluso estampas comerciales. El cambio sociológico de los pueblos, la negligencia y los robos han provocado que algunos petos se encuentren vacíos o dañados pese a la protección ideada para estos nichos desde su origen consistente en una ventana de vidrio y, más comúnmente, en verjas de hierro. La parte baja de la hornacina suele presentar una moldura, saliente del paramento, que imita, en mayor o menor medida, una mesa de altar.[7]
  • Una pequeña hucha o alcancía, excavada casi siempre en la repisa que sirve de base a la hornacina. Esta cavidad, de la que proviene el término «peto», se cierra con una lámina de hierro la cual, a su vez, cuenta con su propia cerradura y bisagras así como con un agujero para que se depositen dentro las limosnas.[7]

Tipología

Peto de ánimas de Escudeiros, en Ramirás (Ourense). El retablo presente en el peto, realizado en madera policromada, muestra a la Virgen del Carmen asistiendo a las ánimas del Purgatorio. Este peto posee la particularidad de albergar un reloj de pared el cual es empleado por los habitantes para controlar las horas de regadío

Las tipologías más importantes de entre todas las combinaciones posibles se refieren al componente arquitectónico, a la presencia de elementos iconográficos (relieves, pinturas o estampas) y a la diversidad de trabajos en forja. Respecto al componente arquitectónico, se distinguen, por ejemplo, los petos toscos y de formas arcaizantes. En ellos la hornacina y especialmente su relieve adoptan, ya sea por la impericia de la factura o por las imprecisables influencias estilísticas, un marcado aire de primitivismo. A veces esta tosquedad y primitivismo vienen proporcionados o reforzados por la austeridad de la situación y el emplazamiento, tal y como puede observarse en los situados encima de un penedo o de una tapia. Destacan también los petos de elevado grado de complejidad, los cuales cuentan con molduras y adornos en sus diversas partes y una clara preocupación por la buena apariencia final, siendo los más abundantes y característicos.[3]

Algunos petos acentúan su sentido arquitectónico mediante el añadido en su parte delantera de un pequeño espacio, cubierto con tejadillo a dos aguas, en el que se emplea teja o losa de piedra colocadas a hueso. Para la sustentación se recurre ocasionalmente al arco y más corrientemente al sistema arquitrabado, recordando las hechuras de los edículos romanos que se situaban al borde de los caminos y de las construcciones clásicas en general.[8]

Otros petos, por el contrario, suprimen la referencia arquitectónica y se convierten esencialmente en retablos, como es el caso excepcional del existente en Santa Eufemia de Milmanda, en Celanova (Ourense). Muchos otros petos, como el de Escudeiros, en Ramirás (Ourense), apuestan, con un mayor grado de sencillez, por la preeminencia del concepto de retablo sobre todo el conjunto, recurriendo para ello normalmente al empleo del relieve.

Iconografía

Archivo:Peto de ánimas de Eiradela.jpg
Parte superior del peto de ánimas de Eiradela, en Nogueira de Ramuín (Ourense). A ambos lados de Cristo crucificado figuran, a izquierda y derecha respectivamente, un orante y un reloj de sol

Sin tener en cuenta los remates superiores, que por lo general son convencionales aunque con alguna excepción significativa, como el peto de Eiradela, en Nogueira de Ramuín (Ourense), el repertorio de signos que ofrecen los petos se localiza de modo casi exclusivo dentro del nicho central. En su mayor parte hacen referencia a la preocupación por las ánimas del Purgatorio, cuya representación, con múltiples variantes, ocupa un lugar preeminente. Junto a ellas se ubica normalmente una entidad asociada a las mismas la cual actúa como defensora o protectora: la Virgen del Carmen, San Antonio de Padua, San Francisco de Asís, San Miguel Arcángel, etc. Las combinaciones iconográficas resultantes por asociación son considerablemente amplias, aunque existen algunos casos excepcionales de representación exclusiva de las ánimas en medio de las llamas.[6]

El recurso primordial para la representación es el del relieve (en madera o en piedra), constituyendo la fórmula pictórica y la estampa tipográfica un recurso de carácter sustitutivo. A pesar de que en algunos casos excepcionales se recurre a la escultura de bulto redondo, como sucede en Santa Eufemia de Milmanda, las ánimas suele representarse en relieve. La capacidad expresiva de los petos se acentúa por la presencia frecuente de policromía, aunque no todos son policromados, bien porque perdieron dicha policromía, bien porque nunca fueron planteados como tal. Destaca generalmente en las representaciones una separación entre el nivel superior y el inferior, diferenciando claramente el Cielo y el Purgatorio. El nivel superior aparece ocupado por seres protectores, representados con todo tipo de símbolos convencionales y diferenciadores, mientras que el nivel inferior se muestra habitado por seres humanos, representados esquemáticamente mediante bustos desnudos, en medio de lenguas de fuego. Entre ambos niveles o mundos existe casi siempre un especie de vínculo o relación mutua, aunque en ocasiones aparece una separación muy explícita, como en el peto de A Xironda, en Cualedro.[6]

La relación existente entre ambos niveles o mundos podría deberse, por un lado, a que los seres del nivel superior aparecen descendiendo (a veces entre nubes) hacia el mundo inferior para rescatar a las ánimas de las llamas, siendo esta la actitud en que se acostumbra a representar a la Virgen del Carmen (ofreciendo su escapulario) y a San Francisco de Asís (quien tiende su cordón). Por otro lado, en el nivel inferior destaca una preocupación igualitaria, pues todos los personajes figuran en medio de una humanidad genérica en la que únicamente es posible distinguir a hombres y mujeres en función de la longitud del cabello o la presencia de barba. Es común en ellos, además, la posición arrodillada y las manos en actitud orante, invocando la protección de los seres superiores, aunque a veces, por su posición, las ánimas dirigen sus súplicas directamente a los vivos que depositan las limosnas.[8]

Significado

Una parte importante de los petos de ánimas es la hucha, destinada a recoger las pequeñas ofrendas y limosnas de los caminantes. No era infrecuente que estos, aparte de depositar monedas en su interior, colocasen encima obsequios diversos, tales como patatas, maíz, aceite, pan, cera y flores. Desde una perspectiva funcional, los petos conforman una prolongación de los cepillos y limosneros de las iglesias, dispuestos para recibir directamente dinero y especies a cambio de responsos, sufragios, indulgencias y misas, siendo el tema del Purgatorio una de las fuentes más importantes de la economía parroquial. En lo que respecta a los promotores inmediatos de los petos, en algunos de ellos hay constancia expresa de estos datos, pero en la mayoría resultan totalmente desconocidos, pudiendo establecerse como probable la intervención de las irmandades en su levantamiento. Lo más destacado en el aspecto económico es la existencia de excedentes producto de la vida diaria los cuales eran destinados a los petos, por lo que parece ser que el principal promotor de estas obras fue el propio pueblo, el cual quiso mostrar con su construcción la esperanza en la remisión de las penas del Purgatorio que a sus muertos ofrecía la Iglesia.[8]

Los petos constituyen, además, muestras artísticas debido a la presencia en ellos de creatividad de formas, pese a carecer los mismos de un alto grado de belleza académica. El carácter local de estas construcciones alude a la difusión geográfica de los petos en Galicia y el norte de Portugal, donde son conocidos como «alminhas».[9]​ Los petos poseen significado artístico en base a que se trata de piezas artísticas de utilidad diaria, ya que predomina en ellos una mayor preocupación por la calidad técnica que la manifestada en otros trabajos artesanales, sirviendo por otra parte y de manera constante al recuerdo de los difuntos. En los petos existe, además, una cierta recreación del lenguaje barroco gallego, aunque con resultados muy diversos y con posibles influencias del arte castreño y románico, prevaleciendo en estas construcciones ciertos elementos formales, como las formas llenas y redondas, la aparente sencillez, el horror vacui, los colores vivos y naturales (en caso de haber policromía), la armonía de proporciones y la simetría compositiva.[6]

Galería de imágenes

Referencias

  1. Couselo Bouzas, José (1932). Galicia artística en el siglo XVIII y primer tercio del XIX. Compostela.
  2. Llinares García, Mar (1990). Mouros, ánimas y demonios. p. 97.
  3. a b Menor Currás, Manuel (1985). «Los "petos de ánimas" de la provincia de Orense». 
  4. Neira Vilas, Xosé. (1980). Memorias dun neno labrego. pp. 86-89.
  5. Lourenço Fontes, Antonio (1979). Etnografía Transmontana, Montalegre. Tomo I, pp. 31-32.
  6. a b c d Pellón Revuelta, Sara Mónica (1997). Petos de ánimas en Orense. 
  7. a b c Baúl de Chity (8 de abril de 2017). «Los petos de ánimas en Galicia»
  8. a b c O bufo das Burgas. «Los petos de ánimas en Ourense»
  9. «Petos de ánimas». 3 de marzo de 2013. 

Enlaces externos