Ir al contenido

Diferencia entre revisiones de «Peto de ánimas»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Enciclopedia1993 (discusión · contribs.)
Etiquetas: Edición desde móvil Edición vía web móvil Edición móvil avanzada
Enciclopedia1993 (discusión · contribs.)
Etiquetas: Edición desde móvil Edición vía web móvil Edición móvil avanzada
Línea 62: Línea 62:
Los petos poseen significado artístico en base a los siguientes aspectos: se trata de piezas artísticas de utilidad diaria, ya que predomina en ellos una mayor preocupación por la calidad técnica que la manifestada en otros trabajos artesanales, sirviendo por otra parte y de manera constante al recuerdo de los difuntos; el carácter estable y tradicional de la vida gallega ha afectado profundamente a las formas y temas artísticos de los petos, lo que explica su repetición en el tiempo y en el espacio así como el hecho de que algunos lleguen a parecer atemporales y, por tanto, de difícil cronología; el anonimato de los artesanos, que inclina a resaltar el carácter colectivo y comunal de estas obras por encima de la autoría de un determinado artífice; y el hecho físico del soporte granítico, por su vinculación al paisaje gallego de un oficio artesano de fuerte arraigo, teniendo en cuenta también las cualidades que confiere a este material el paso del tiempo.<ref name="Currás" /><ref name="Pellón" />
Los petos poseen significado artístico en base a los siguientes aspectos: se trata de piezas artísticas de utilidad diaria, ya que predomina en ellos una mayor preocupación por la calidad técnica que la manifestada en otros trabajos artesanales, sirviendo por otra parte y de manera constante al recuerdo de los difuntos; el carácter estable y tradicional de la vida gallega ha afectado profundamente a las formas y temas artísticos de los petos, lo que explica su repetición en el tiempo y en el espacio así como el hecho de que algunos lleguen a parecer atemporales y, por tanto, de difícil cronología; el anonimato de los artesanos, que inclina a resaltar el carácter colectivo y comunal de estas obras por encima de la autoría de un determinado artífice; y el hecho físico del soporte granítico, por su vinculación al paisaje gallego de un oficio artesano de fuerte arraigo, teniendo en cuenta también las cualidades que confiere a este material el paso del tiempo.<ref name="Currás" /><ref name="Pellón" />


En los petos existe, además, una cierta recreación del lenguaje barroco gallego, aunque con resultados muy diversos y con posibles influencias del arte castreño y románico. Por último, prevalecen en estas construcciones ciertos elementos formales: las formas llenas y redondas, la aparente sencillez, la omnipresente expresividad, el ''[[horror vacui]]'', los colores vivos y naturales (en caso de haber policromía), la armonía de proporciones, la simetría compositiva y la ocasional abstracción. No obstante, en lo que respecta al panorama artístico en que se enmarcan estas obras, es preciso tener en cuenta otros elementos tales como su relación con piezas homónimas y de similar función limosnera, los parentescos formales con las tipologías de iglesias rurales, las relaciones iconográficas con la variada gama de representaciones gráficas del Purgatorio, las posibles conexiones con los esquemas constructivos de algunos monumentos funerarios y, tal y como indica Castelao, la estrecha relación entre los petos y los ''cruceiros''.<ref name="Currás" /><ref name="Pellón" />
En los petos existe, además, una cierta recreación del lenguaje barroco gallego, aunque con resultados muy diversos y con posibles influencias del arte castreño y románico. Por último, prevalecen en estas construcciones ciertos elementos formales: las formas llenas y redondas, la aparente sencillez, la omnipresente expresividad, el ''[[horror vacui]]'', los colores vivos y naturales (en caso de haber policromía), la armonía de proporciones y la simetría compositiva.<ref name="Currás" /><ref name="Pellón" />


==Galería de imágenes==
==Galería de imágenes==

Revisión del 18:34 18 nov 2019

Archivo:Peto de ánimas de Santa Eufemia de Milmanda.jpg
Peto de ánimas de Santa Eufemia de Milmanda, en Celanova (Ourense)

Los petos de ánimas son manifestaciones artísticas destinadas al culto a los muertos y constituyen, generalmente, sencillos monumentos de piedad popular asociados a la idea del Purgatorio. Típicos de Galicia, es frecuente que estén situados en caminos, encrucijadas, atrios de iglesias, plazas e incluso fachadas de viviendas particulares.[1]

Los historiadores y etnógrafos sitúan su aparición a partir de la Contrarreforma, datándose los más antiguos en el siglo XVII, aunque no fue hasta el siglo XVIII cuando empezaron a construirse con mayor profusión.[2]​ La finalidad de los mismos, según la tradición, era ofrecer limosnas de todo tipo a las ánimas del Purgatorio, las cuales sufrían un castigo de carácter temporal, gracias a lo cual podían alcanzar el Cielo. En compensación, una vez liberadas estas intercederían por quienes realizaron tales ofrendas. Las limosnas no tenían por qué ser de carácter estrictamente monetario, puesto que también podían consistir en productos agrícolas y objetos asociados al cristianismo, como velas de cera.

Los petos de ánimas suelen estar construidos en piedra y coronados por una cruz, mostrando por lo general imágenes de las ánimas en el fuego del Purgatorio y una figura que vela por ellas, ya sea un santo, un rey o un obispo. En la parte frontal se sitúa el peto o hucha, recipiente destinado a depositar en él la limosna ofrecida el cual suele estar protegido por una reja o un cristal, portando leyendas algunos de ellos.

Contexto

La presencia de la muerte en la vida tradicional gallega ha sido uno de los elementos fundamentales que propiciaron la aparición de los petos. El ámbito de la familia y el más amplio de la aldea y la parroquia, caracterizados por regímenes de autoabastecimiento y con escasas y difíciles comunicaciones con el mundo exterior, resultaron propicios para interiorizar y prolongar una estrecha relación entre la vida y la muerte.[3][4]

Resulta altamente significativo el tiempo que se dedicaba a este tema. En principio, la muerte de un parroquiano afectaba a todos los miembros de la aldea y de la parroquia, siendo esto más notable si el acontecimiento se producía en la propia aldea, disminuyendo progresivamente si tenía lugar en otras aldeas de la misma parroquia o en parroquias próximas. Todos los aldeanos se solidarizaban con la familia afectada y ayudaban en la medida de lo posible:[5]​ asistían al velatorio, pagaban responsos o salmodias, procesionaban tras el ataúd durante la conducción del mismo a la iglesia y al posterior enterramiento,[6]​ participaban en la novena de ánimas que acostumbraba a celebrarse en los días siguientes al óbito, etc. Del mismo modo, era común participar de forma conjunta en la celebración del cabodano (cabo de año) o aniversario, así como realizar las típicas ofrendas todos los domingos antes de asistir misa, acudiendo con carácter previo o posterior a visitar la sepultura de los familiares. Destacan también los trisagios, las misas gregorianas y los novenarios, que implicaban directamente a los familiares más íntimos, si bien en un país esencialmente endogámico, tales ceremonias implicaban a un gran número de personas. En aquel entonces y en la actualidad, existe un rito anual vinculado a los muertos en el mes de noviembre (día de Todos los Santos y Fieles Difuntos), consistente en novenas, responsos, misas y labores destinadas al cuidado y embellecimiento de las sepulturas. Sumado a lo anterior, destacan también los lutos prolongados, los rosarios diarios en atención a los difuntos y algunos fiadeiros (hiladeros) en los cuales se hilaba con el fin de recaudar fondos para las ánimas.[3][4]

Descripción

En todos los peto de ánimas se distinguen, normalmente, tres partes:

  • Una infraestructura arquitectónica básica la cual admite diversas modalidades de molduras, adornos, compartimentación del espacio, proporciones y remates, resultando poco probable que existan dos petos idénticos. Su construcción, siempre en granito y de buena factura, adopta comúnmente la forma de un pequeño edículo, a medio camino entre retablo y fachada de iglesia, exento y a escala reducida, si bien los petos presentan una amplia variabilidad de medidas. Generalmente son observables en todo peto tres cuerpos: una base rematada en mesa; un segundo cuerpo, central por la situación topográfica y por la importancia en el conjunto; y un frontón superior, rematado preferentemente por una cruz, pirámides y esferas situadas sobre una amplia moldura.[3][4]
  • Una cavidad u hornacina a modo de pequeña capilla. Este elemento cóncavo, dotado casi siempre de un arco de medio punto en su parte superior, ocupa el eje central del cuerpo medio de la construcción en su lado principal (la parte posterior de los petos exentos acostumbra a ser totalmente lisa, aunque existen excepciones). El testero de la cavidad suele albergar un relieve realizado en piedra o madera, si bien es posible encontrar pinturas o incluso estampas comerciales. El cambio sociológico de los pueblos, la negligencia y los robos han provocado que algunos petos se encuentren vacíos o dañados pese a la protección ideada para estos nichos desde su origen consistente en una ventana de vidrio y, más comúnmente, en verjas de hierro. La parte baja de la hornacina suele presentar una moldura, saliente del paramento, que imita, en mayor o menor medida, una mesa de altar.[3][4]
  • Una pequeña hucha o alcancía, excavada casi siempre en la repisa que sirve de base a la hornacina. Esta cavidad, de la que proviene el término «peto», se cierra con una lámina de hierro la cual, a su vez, cuenta con su propia cerradura y bisagras así como con un agujero para que se depositen dentro las limosnas.[3][4]

Tipología

Peto de ánimas de Escudeiros, en Ramirás (Ourense). El retablo presente en el peto, realizado en madera policromada, muestra a la Virgen del Carmen asistiendo a las ánimas del Purgatorio. Este peto posee la particularidad de albergar un reloj de pared el cual es empleado por los habitantes para controlar las horas de regadío

Partiendo de la estructura constructiva elemental, los canteros realizaron múltiples variantes difíciles de precisar. Las más importantes de entre todas las combinaciones posibles se refieren al componente arquitectónico, a la presencia de elementos iconográficos (relieves, pinturas o estampas) y a la diversidad de trabajos en forja. Respecto al componente arquitectónico, se distinguen los siguientes grupos:

  • Petos toscos, de formas arcaizantes. En ellos la hornacina y especialmente su relieve adoptan, ya sea por la impericia de la factura o por las imprecisables influencias estilísticas, un marcado aire de primitivismo. A veces esta tosquedad y primitivismo vienen proporcionados o reforzados por la austeridad de la situación y el emplazamiento, tal y como puede observarse en los situados encima de un penedo o de una tapia.[3][4]
  • Petos de elevado grado de complejidad. Estos cuentan con molduras y adornos en sus diversas partes y una clara preocupación por la buena apariencia final, siendo los más abundantes y característicos. La variedad dentro de este grupo es muy amplia, dependiendo de la diversa calidad combinatoria de los elementos constructivos y decorativos. Hay algunos de gran factura, como el de Santa María de Melias, mientras que la mayoría ofrece un resultado final sensiblemente inferior y más austero.[3][4]
  • Algunos petos acentúan su sentido arquitectónico mediante el añadido en su parte delantera de un pequeño espacio, cubierto con tejadillo a dos aguas, en el que se emplea teja o losa de piedra colocadas a hueso. Para la sustentación se recurre ocasionalmente al arco y más corrientemente al sistema arquitrabado, recordando las hechuras de los edículos romanos que se situaban al borde de los caminos y de las construcciones clásicas en general.[3][4]
  • Otros petos, por el contrario, obvian la referencia arquitectónica y se convierten esencialmente en retablos. Este es el caso excepcional del existente en Santa Eufemia de Milmanda, en Celanova (Ourense), muestra singular de la riqueza que pueden alcanzar estas obras. Muchos otros petos, como el de Escudeiros, apuestan, con mayor sencillez, por la preeminencia del concepto de retablo sobre todo el conjunto, recurriendo para ello normalmente al empleo del relieve.[3][4]
  • Existen, por último, petos en los que los elementos arquitectónicos tienden a estilizarse y a desaparecer prácticamente del todo, bien por la acentuación de la forma monolítica del conjunto, como sucede en el existente en Sáa (Paderne, Ourense) y en el de San Martiño de Montes, en Cualedro; bien por la reutilización de piedras-monolito significativas de etapas culturales anteriores, como es el caso de un miliario de la vía XVIII reaprovechado con este fin en Foncuberta (Maceda, Ourense); o bien por asociarse a los cruceiros (cruceros) y aparecer integrados al lado o en el pedestal de estos, siendo ejemplo de ello los de Sabucedo de Montes, Cenlle, Maside y Rubiás, en Ourense.[3][4]

Iconografía

Archivo:Peto de ánimas de Eiradela.jpg
Parte superior del peto de ánimas de Eiradela, en Nogueira de Ramuín (Ourense). A ambos lados de Cristo crucificado figuran, a izquierda y derecha respectivamente, un orante y un reloj de sol

Sin tener en cuenta los remates superiores, que por lo general son convencionales aunque con alguna excepción significativa, como el peto de Eiradela, en Nogueira de Ramuín (Ourense), el repertorio de signos que ofrecen los petos se localiza de modo casi exclusivo dentro del nicho central. En su mayor parte hacen referencia a la preocupación por las ánimas del Purgatorio, cuya representación, con múltiples variantes, ocupa un lugar preeminente. Junto a ellas se ubica normalmente una entidad asociada a las mismas la cual actúa como defensora o protectora: la Virgen del Carmen, San Antonio de Padua, San Francisco de Asís, San Miguel Arcángel, etc. Las combinaciones iconográficas resultantes por asociación son considerablemente amplias, aunque existen algunos casos excepcionales de representación exclusiva de las ánimas en medio de las llamas.[3][4]

El recurso primordial para la representación es el del relieve (en madera o en piedra), constituyendo la fórmula pictórica y la estampa tipográfica un recurso de carácter sustitutivo. A pesar de que en algunos casos excepcionales se recurre a la escultura de bulto redondo, como sucede en Santa Eufemia de Milmanda, las ánimas suele representarse en relieve. La capacidad expresiva de los petos se acentúa por la presencia frecuente de policromía, aunque no todos son policromados, bien porque perdieron dicha policromía, bien porque nunca fueron planteados como tal. Destaca generalmente en las representaciones una separación entre el nivel superior y el inferior, diferenciando claramente el Cielo y el Purgatorio. El nivel superior aparece ocupado por seres protectores, representados con todo tipo de símbolos convencionales y diferenciadores, mientras que el nivel inferior se muestra habitado por seres humanos, representados esquemáticamente mediante bustos desnudos, en medio de lenguas de fuego. Entre ambos niveles o mundos existe casi siempre un especie de vínculo o relación mutua, aunque en ocasiones aparece una separación muy explícita, como en el peto de A Xironda, en Cualedro (Ourense). La relación existente entre ambos mundos podría deberse a los siguientes factores:

  • Los seres del mundo superior son benévolos y liberadores: Aparecen descendiendo (a veces entre nubes) hacia el mundo inferior para rescatar las ánimas de las llamas. Esta es la actitud en que se acostumbra a presentar a la Virgen del Carmen (ofreciendo su escapulario) y a San Francisco de Asís (quien tiende su cordón).[3][4]
  • Por el mundo inferior debe pasar todo ser humano, sin distinción de rango ni de condición: no es infrecuente por ello encontrar símbolos tales como bonetes, mitras, báculos, cetros referentes a la jerarquía social, etc. En estas representaciones destaca, por encima del afán diferenciador, la preocupación igualitaria, pues sitúa a todo el mundo en medio de una humanidad indiferenciada, en la que únicamente es posible discernir convencionalmente masculinidad y feminidad en función de la longitud del cabello o la presencia de barba.[3][4]
  • Es posible pasar del mundo inferior al mundo superior. Las ánimas se muestran en actitudes serenas y confiadas, nunca en desesperación, como si estuviesen acatando un designio superior. Es muy común, además, la posición arrodillada y las manos en actitud orante, invocando la protección de los seres superiores, aunque a veces, por su posición, las ánimas dirigen sus súplicas a los vivos que depositan las limosnas.[3][4]

Significado

Significado ideológico

En principio, bajo la aparente sencillez e ingenuidad de formas de los petos se aprecia la influencia de la Iglesia sobre la mentalidad popular. Cada una de estas construcciones, colocada estratégicamente al borde o en la encrucijada de los caminos o en la plaza de una aldea, proclamaba y divulgaba de manera gráfica y duradera las ideas eclesiásticas en medio de un pueblo, por lo general, analfabeto. Esta tesis se sustenta en varios datos significativos: la difusión de la idea católica del Purgatorio en pleno período político-religioso contrarreformista, después de mediados del siglo XVI; la datación expresa de las inscripciones de algunos petos (en la provincia de Ourense las fechas oscilan entre 1767 (peto de Rubiás, en Baltar) y 1914 (peto de San Miguel do Campo), siendo esta una etapa de gran predominio ideológico de la Iglesia); y la preponderancia de estas obras en el medio rural, más influenciable respecto a las predicaciones eclesiásticas.[3][4]

Significado económico

Una parte sustancial de los petos de ánimas es la hucha, destinada a recoger las pequeñas ofrendas y limosnas de los caminantes. No era infrecuente que estos, aparte de depositar monedas en su interior, colocasen encima obsequios diversos, tales como patatas, maíz, aceite, pan, cera y flores.[3][4]

Desde una perspectiva funcional, los petos conforman una prolongación de los cepillos y limosneros de las iglesias, dispuestos para recibir directamente dinero y especies a cambio de responsos, sufragios, indulgencias y misas, siendo el tema del Purgatorio una de las fuentes más importantes de la economía parroquial. En lo que respecta a los promotores inmediatos de los petos, la información de que se dispone es escasa. En algunos de ellos hay constancia expresa de estos datos, pero en la mayoría resultan totalmente desconocidos, pudiendo establecerse como probable la intervención de las irmandades en su levantamiento. Lo más destacado en el aspecto económico es la existencia de excedentes producto de la vida diaria los cuales eran destinados a una funcionalidad no material, más significativa todavía en una circunstancia de pobreza generalizada. Teniendo en cuenta lo anterior, parece ser que el gran promotor de estas obras fue el propio pueblo, el cual quiso mostrar con su construcción la esperanza en la remisión de las penas del Purgatorio que a sus muertos ofrecía la Iglesia. Debe destacarse la época en que se construyeron los petos, en la cual esta institución tenía gran poder de convocatoria, motivada en buena medida por su enorme control a nivel socio-económico (dos terceras partes del territorio cultivable gallego llegaron a estar, al parecer, bajo su dominio señorial). El miedo al más allá, motivado por las predicaciones eclesiásticas y por situaciones concretas de muerte, peste o cualquier otro peligro, encontró en los petos una forma accesoria de fomento de los ideales eclesiásticos a la vez que de recaudación. No obstante, los cambios sociológicos y económicos acaecidos en Galicia han traído consigo no solo la no construcción de nuevos petos, sino también el abandono de los ya existentes.[3][4]

Significado artístico

Los petos constituyen muestras artísticas debido a la presencia en ellos de creatividad de formas, pese a carecer los mismos de un alto grado de belleza académica. El carácter local de estas construcciones alude a la difusión geográfica de los petos en Galicia y el norte de Portugal, donde son conocidos como «alminhas».[3][4]

Los petos poseen significado artístico en base a los siguientes aspectos: se trata de piezas artísticas de utilidad diaria, ya que predomina en ellos una mayor preocupación por la calidad técnica que la manifestada en otros trabajos artesanales, sirviendo por otra parte y de manera constante al recuerdo de los difuntos; el carácter estable y tradicional de la vida gallega ha afectado profundamente a las formas y temas artísticos de los petos, lo que explica su repetición en el tiempo y en el espacio así como el hecho de que algunos lleguen a parecer atemporales y, por tanto, de difícil cronología; el anonimato de los artesanos, que inclina a resaltar el carácter colectivo y comunal de estas obras por encima de la autoría de un determinado artífice; y el hecho físico del soporte granítico, por su vinculación al paisaje gallego de un oficio artesano de fuerte arraigo, teniendo en cuenta también las cualidades que confiere a este material el paso del tiempo.[3][4]

En los petos existe, además, una cierta recreación del lenguaje barroco gallego, aunque con resultados muy diversos y con posibles influencias del arte castreño y románico. Por último, prevalecen en estas construcciones ciertos elementos formales: las formas llenas y redondas, la aparente sencillez, la omnipresente expresividad, el horror vacui, los colores vivos y naturales (en caso de haber policromía), la armonía de proporciones y la simetría compositiva.[3][4]

Galería de imágenes

Referencias

  1. Couselo Bouzas, José (1932). Galicia artística en el siglo XVIII y primer tercio del XIX. Compostela.
  2. «Petos de ánimas». 
  3. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s Menor Currás, Manuel (1985). Los "petos de ánimas" de la provincia de Orense. 
  4. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s Pellón Revuelta, Sara Mónica (1997). Petos de ánimas en Orense. 
  5. Neira Vilas, Xosé. (1980). Memorias dun neno labrego. pp. 86-89.
  6. Lourenço Fontes, Antonio (1979). Etnografía Transmontana, Montalegre. Tomo I, pp. 31-32.

Enlaces externos