Situadas en un paisaje montañoso de sorprendente belleza, las ruinas de la primera capital de los emires hamadidas –fundada en 1007 y destruida en 1152– ofrecen una imagen fidedigna de una ciudad musulmana fortificada. El oratorio de su mezquita, que es una de las más imponentes de Argelia, tiene trece naves con ocho bovedillas. (UNESCO/BPI)[1]
Ubicado en un extraño paisaje lunar de gran interés geológico, el sitio de Tasili n’Ajer alberga uno de los conjuntos más importantes del mundo de arte rupestre prehistórico. Unos 15.000 dibujos y grabados permiten seguir las huellas de los cambios climáticos, las migraciones de la fauna y la evolución de la vida humana en los confines del Sahara, desde el año 6000 a.C. hasta los primeros siglos nuestra era. Las formaciones geológicas en forma de “bosques rocosos” de arenisca erosionada revisten un interés excepcional. (UNESCO/BPI)[2]
Situada a 900 metros sobre el nivel del mar, la ciudad de Yemila, también llamada Cuicul, cuenta con un foro, templos, basílicas, arcos de triunfo y viviendas, y es un ejemplo excepcional del urbanismo romano adaptado a una zona montañosa. (UNESCO/BPI)[3]
El paisaje del Valle del M’Zab, creado por los ibaditas en torno a cinco aldeas fortificadas (ksur), se conserva prácticamente intacto. Sencilla, funcional y perfectamente adaptada al entorno, su arquitectura fue diseñada para una vida en comunidad que respetase las estructuras familiares. El sitio constituye una fuente de inspiración para los urbanistas contemporáneos. (UNESCO/BPI)[4]
Situada en la vertiente septentrional de los montes Aurés, la colonia militar de Timgad fue construida ex nihilo por el emperador Trajano en el año 100 d.C. Su recinto cuadrado y su plano ortogonal, trazado en torno al eje formado por las dos vías perpendiculares que atravesaban la ciudad –el cardus y el decumanus–, constituyen un ejemplo perfecto del urbanismo romano. (UNESCO/BPI)[5]
Situada en la costa del Mediterráneo, Tipasa fue una factoría cartaginesa conquistada por Roma, que la transformó en base estratégica para la conquista de los reinos mauritanos. El sitio posee un conjunto único en su género de vestigios fenicios, romanos, paleocristianos y bizantinos, así como monumentos autóctonos, entre los que figura el gran mausoleo real de Mauritania (Kbor er Rumia). (UNESCO/BPI)[6]
La kasba de Argel es un ejemplo de medina único en su género. Está emplazada en uno de los más bellos paisajes costeros del Mediterráneo, desde el que se dominan los islotes donde los cartagineses instalaron una factoría en el siglo IV a.C. Sitio de memoria e historia, la kasba posee vestigios de una ciudadela, mezquitas antiguas y palacios otomanos, así como una estructura urbana tradicional asociada a un profundo sentido comunitario. (UNESCO/BPI)[7]
Localización del Patrimonio de la Humanidad en Argelia.
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Argelia, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 30 de diciembre de 2002,[8] ha presentado los siguientes sitios:
Los sitios que siguen estuvieron anteriormente en la lista Indicativa, pero fueron retirados o rechazados por la UNESCO. Los sitios que aún se incluyen en otras entradas en la lista Indicativa o que fueron aceptados y son parte de sitios del Patrimonio Mundial no se incluyen aquí.[9]
Interpretado durante las ceremonias colectivas, el Ahellil es un género musical y poético emblemático de la población Zenete de Gourara. Esta región del suroeste argelino tiene un centenar de oasis poblados por más de 50.000 habitantes de origen berebere, árabe y sudanés. El Ahellil, que es específico de la región de expresión berebere del Gourara, se interpreta regularmente con motivo de las festividades religiosas, en los peregrinajes, así como en festejos profanos tales como bodas y ferias locales. El Ahellil, estrechamente asociado al modo de vida Zenete y a su agricultura de oasis, simboliza la cohesión de la comunidad que vive en un entorno rudo y transmite los valores y la historia de los Zenetes en una lengua que está en peligro de desaparición.
A la vez poesía, canto polifónico, música y baile, este género es interpretado por un bengri (flautista), un cantante y un coro. Este puede llegar a ser de un centenar de cantantes que, colocados hombro con hombro en círculo en torno al cantante, le dan la réplica batiendo palmas. Una sesión de Ahellil consiste en una serie de cantos que se suceden en un orden decidido por el músico o el cantante según una pauta inalterable. La primera parte, el lemserreh, está abierta a todos y consiste en cantos cortos, muy conocidos, que se prolongan hasta altas horas de la noche. En la segunda, llamada aougrout, intervienen sólo los artistas ya adiestrados y continúa hasta el alba. El tra termina al amanecer y en él participan sólo los mejores intérpretes. Esta estructura tripartita queda reflejada también en la interpretación del canto, que empieza con un preludio instrumental, seguido por una repetición de ciertos versos por el coro y termina con un murmullo del coro que va creciendo lentamente hasta llegar a producir un conjunto poderoso y armonioso.
Esta tradición musical está amenazada de desaparición debido al número cada vez más bajo de ocasiones de interpretarla. Esta disminución se debe a la escasez de festividades tradicionales, que requieren muchos preparativos, al éxodo de los jóvenes hacia las ciudades y a la multiplicación de grabaciones de Ahellil, que la gente prefiere escuchar en lugar de participar en interpretaciones en vivo. (UNESCO/BPI)
Ritos y artesanías vinculados a la tradición del traje nupcial de Tlemecén
Bien inmaterial inscrito en 2012.
Las ceremonias nupciales de la región de Tlemecén, situada en el noroeste de Argelia, dan comienzo en casa de los padres de la novia, donde ésta, rodeada por sus amigas y por sus parientas casadas ya engalanadas para la boda, se viste con un traje de seda dorada tejido a la usanza tradicional. La novia también se hace pintar con alheña dibujos simbólicos en las manos y recurre a la ayuda de una anciana para ponerse un caftán de terciopelo bordado, adornarse con joyas y tocarse con una cofia cónica. Los órganos vitales y de reproducción de la novia se cubren con hileras de barruecos para protegerlos contra los espíritus malignos. Al dejar la casa de sus padres, la novia se cubre con un velo de seda dorado. Durante la fiesta nupcial, una mujer casada, parienta allegada de la novia, dibuja círculos rojos y plateados en las mejillas y el labio inferior de ésta para purificarla y protegerla. Una vez que se ha protegido con el caftán, las joyas y esos maquillajes, la novia se quita el velo, dispuesta ya a casarse. A las niñas de Tlemecén se las inicia desde su más tierna infancia a esta tradición nupcial, y las técnicas artesanales necesarias para la confección del valioso traje se transmiten de generación en generación. Este rito nupcial es simbólico de la alianza entre las familias y de la continuidad entre las generaciones, y las actividades artesanales vinculadas a él desempeñan un importante papel en la perpetuación de la creatividad e identidad de la comunidad de Tlemecén. (UNESCO/BPI)
Los conocimientos y prácticas vinculados al imzad de las comunidades tuaregs de Argelia, Malí y Níger
Este elemento es compartido con MaliMali y NígerNíger
La música del “imzad”, instrumento de una sola cuerda frotada tocado por las mujeres, constituye un rasgo cultural característico de las poblaciones tuaregs. Las intérpretes de este instrumento lo tocan sentadas, colocándolo en sus rodillas y sirviéndose de un arco de madera curvado. El “imzad” se suele tocar en los campamentos tuaregs durante la celebración de ceremonias en las que la música va unida a la poesía. Las melodías del “imzad” acompañan cantos poéticos y tradicionales de glorificación de las aventuras y hazañas de héroes ancestrales, que son compuestos, recitados o interpretados por los hombres, mientras que los participantes –hombres y mujeres a la vez–¬ profieren gritos modulados o extremadamente agudos. La música del “imzad” tiene también una función terapéutica, ya que se interpreta para alejar los espíritus malignos y aliviar los sufrimientos de los enfermos. El sonido del “imzad” traduce los sentimientos y estados de ánimo del intérprete, y todo fallo de ejecución en el transcurso de una interpretación se considera un infortunio. Son las mujeres quienes fabrican el instrumento con una mitad de calabaza que vacían y ponen a secar. Una vez seca, cubren la parte ahuecada con un parche de piel tensada, perforándolo con dos orificios en forma de rosetones y añadiéndole un puente de madera en forma de V. La transmisión de los conocimientos musicales se efectúa oralmente, con métodos tradicionales basados en la observación y asimilación. (UNESCO/BPI)
El ritual y las ceremonias de la Sebeiba son celebrados por dos comunidades asentadas en el oasis de Yanet y tienen lugar durante un periodo de diez días, en el primer mes del calendario lunar islámico. Durante los nueve días que dura la competición denominada “Timulawin,” los hombres danzan y las mujeres cantan para conquistar el derecho a representar a sus comunidades. Los vencedores de la competición ejecutan el décimo día el ritual y las ceremonias de la Sebeiba. Los bailarines, con indumentaria guerrera, van con las cantantes a un lugar llamado “loghya”. Una vez llegados todos allí, los hombres desfilan primero presentando armas y luego forman un círculo ritual entrechocando sus espadas continuamente, mientras que las mujeres entonan melodías tradicionales al compás de tamboriles. Al final de la jornada, los participantes se dispersan. Los ancianos de la comunidad transmiten directamente a los más jóvenes los conocimientos relacionados con el ritual y las ceremonias. Los artesanos locales fabrican y reparan los trajes, armas, joyas e instrumentos musicales necesarios para el ritual y ceremonias de la Sebeiba, que constituyen un signo de identidad cultural importante de los tuaregs del Sahara argelino. Estas celebraciones refuerzan la cohesión social y conjuran eventuales estallidos de violencia entre las comunidades, simulándolos y transponiéndolos simbólicamente al ámbito de la competición artística. (UNESCO/BPI)
La Sbuâ, peregrinación anual a la zawiya de Sidi El Hadj Belkacem en Gurara
Todos los años, peregrinos de las comunidades cenetes del Sahara sudoccidental argelino visitan tumbas de santos para conmemorar el nacimiento del profeta Mahoma. Esta peregrinación, llamada Sbuâ, dura una semana y comprende una serie de prácticas culturales de carácter festivo que consisten principalmente en actividades colectivas, como interpretaciones de cantos y danzas. El viaje de los peregrinos culmina el séptimo día en una plaza vecina a una zawiya (institución comunitaria similar a la madraza) situada en el centro de la localidad de Gurara, donde se halla el mausoleo de Sidi El Hadj Belkacem. Al principio los participantes se agrupan –todos confundidos, simbólicamente– en torno al portaestandarte del santo y, posteriormente, cada uno se incorpora a su propio grupo para proseguir las celebraciones del ritual dirigido los peregrinos de más edad. Las mujeres participan en las ceremonias lanzando los tradicionales gritos de júbilo (“yuyús”) y una semana antes del fin de la peregrinación presiden el llamado “rito de la muela”, en el que se tritura el primer puñado de los cereales que se van a usar para preparar el cuscús consumido por los peregrinos. Los depositarios de esta tradición hacen remontar su ascendencia al linaje de los santos y se definen como descendientes suyos. Los niños y los jóvenes participan formalmente en diversos actos, oraciones y cánticos de la peregrinación, convirtiéndose poco a poco en depositarios de esta práctica cultural. Habida cuenta de todo el conjunto de creencias y ritos que se manifiestan en la Sbuâ, las comunidades cenetes consideran que esta peregrinación es una expresión de su historia y de los vínculos que las unen entre sí. (UNESCO/BPI)