En torno a la capital del Antiguo Imperio egipcio subsisten extraordinarios monumentos funerarios: tumbas rupestres, mastabas delicadamente ornamentadas, templos y pirámides. Menfis era considerada en la Antigüedad una de las Siete Maravillas del Mundo. (UNESCO/BPI)[1]
Zona de protección: 7390 ha. Zona de respeto: 444 ha.
Tebas, la ciudad del dios Amón, fue la capital de Egipto en tiempos de los imperios Medio y Nuevo. El sitio comprende los templos y palacios de Karnak y Luxor, así como las necrópolis del Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas. Todos estos monumentos son testimonios impresionantes del apogeo de la civilización egipcia. (UNESCO/BPI)[2]
Nubia es una zona arqueológica excepcional, jalonada por monumentos admirables como los templos de Ramsés II en Abu Simbel y el santuario de Isis en Philae, que fueron salvados de la crecida del Nilo provocada por la construcción de la presa de Asuán, gracias a una campaña internacional auspiciada por la UNESCO que comenzó en 1960 y finalizó en 1980. (UNESCO/BPI)[3]
Circundada por la aglomeración moderna, la ciudad islámica de El Cairo es una de las más antiguas del mundo, con sus renombradas mezquitas, madrazas, baños de vapor públicos y fuentes. Fundada en el siglo X, llegó a ser el centro del mundo islámico, alcanzando su máximo esplendor en el siglo XIV. (UNESCO/BPI)[4]
Ciudad santa paleocristiana, Abu Mena fue edificada sobre la tumba del mártir Menas de Alejandría, muerto en el año 296 d.C. Se conservan la iglesia, el baptisterio, las basílicas, los edificios públicos, las calles, los monasterios, las viviendas y los talleres. (UNESCO/BPI)[5]
El monasterio ortodoxo de Santa Catalina está situado al pie del Monte Horeb, donde Moisés recibió las Tablas de la Ley según el Antiguo Testamento. Los musulmanes veneran también esta montaña con el nombre de Jebel Musa. La región es sagrada para tres grandes religiones del mundo: el cristianismo, el Islam y el judaísmo. El monasterio fue fundado en el siglo V de nuestra era y es el más antiguo de la cristiandad que ha conservado su función primigenia. Encierra colecciones extraordinarias de manuscritos cristianos e iconos antiguos. El escabroso paisaje montañoso circundante, que enmarca a la perfección el monasterio, alberga numerosos sitios arqueológicos y religiosos. (UNESCO/BPI)[6]
Zona de protección: 20.015 ha. Zona de respeto: 5885 ha.
El sitio de Uadi Al Hitan –el Valle de las Ballenas– está situado en el desierto occidental de Egipto y posee inestimables restos fósiles de arqueocetos, cetáceos de un orden específico antiquísimo, hoy en día extinguido. Los fósiles de las ballenas de Uadi Al Hitan son testigos de una importante etapa de la evolución de las especies: el paso de estos mamíferos –que vivían en un medio terrestre– a su vida actual en el medio oceánico. Este sitio es el más importante del mundo en su género para comprender esa etapa de la evolución de los cetáceos, ya que los vestigios existentes son un vivo exponente de su forma de vida durante la transición de la tierra al mar. El número, la concentración y la calidad de los fósiles, así como su accesibilidad y emplazamiento en un paisaje protegido de gran belleza, hacen del sitio un lugar excepcional por todos los conceptos. Las ballenas fósiles de Uadi Al-Hitan pertenecen al grupo de arqueocetos más jóvenes, es decir los que se hallaban en la última fase de pérdida de sus miembros posteriores. Otros fósiles del sitio permiten, además, reconstruir en el medio ambiente y las condiciones ecológicas de la época. (UNESCO/BPI)[7]
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Egipto, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 3 de noviembre de 2010,[8] ha presentado los siguientes sitios:
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2003).
Este gran poema oral, también llamado “Epopeya Hilali”, cuenta la saga de la tribu de beduinos Bani Hilal y su migración desde la Península Arábiga hasta África del Norte en el siglo X. Esta tribu dominó durante más de un siglo un vasto territorio situado en el centro de África del Norte antes de ser aniquilada por sus rivales marroquíes. Entre la docena de grandes poemas épicos que surgieron en la tradición popular árabe, la epopeya Hilali es la única que se sigue interpretando íntegramente en su forma musical. Aunque antaño estaba muy difundida en todo el Oriente Medio, hoy día ha desaparecido en todos los países salvo en Egipto.
Desde el siglo XIV, esta epopeya es cantada en verso por poetas acompañados por un instrumento de percusión y de un violín de dos cuerdas (rabab). Se interpreta en los casamientos, las ceremonias de circuncisión o en reuniones privadas y puede durar varios días. Antes, los poetas recibían su formación en el seno del círculo familiar y la interpretación de la epopeya era su única fuente de ingresos. Estos poetas comenzaban su arduo aprendizaje a la edad de cinco años y lo seguían hasta los quince. Aún hoy día, los aprendices de poetas siguen una formación especial para desarrollar su memoria y perfeccionar su práctica instrumental. También aprenden a improvisar comentarios para que sus intrigas sean más apasionantes para el público contemporáneo.
El número de intérpretes de la Epopeya Hilali está disminuyendo bajo el efecto combinado de los medios de comunicación y la reducción del número de jóvenes dispuestos a someterse al riguroso proceso de formación. La presión de la lucrativa industria turística egipcia incita a los jóvenes poetas a no presentar el poema íntegro, sino sólo algunos breves pasajes interpretados con motivo de las espectáculos folclóricos. (UNESCO/BPI)
Antiguamente, el tajtib se consideraba en Egipto un arte marcial. Hoy en día se ha convertido en una actividad lúdica, si bien subsiste todavía una parte del simbolismo y de los valores de antaño que estaban vinculados a su práctica. Representado ante un público, el tajtib consiste en un enfrentamiento breve y sin violencias entre dos adversarios que blanden un bastón al son de una música folclórica. Este juego exige un gran dominio de sí mismo por parte de los combatientes, habida cuenta de que está prohibido golpear al adversario. Este arte tradicional lo practican hombres jóvenes y maduros pertenecientes en su mayoría a las comunidades saidis del Alto Egipto, especialmente en las zonas rurales donde sus habitantes lo ejercitan a diario y donde se considera un símbolo de virilidad. Las reglas del juego se basan en valores como el respeto mutuo, la amistad, el coraje, la fuerza, la caballerosidad y el orgullo. El tajtib se practica en contextos sociales tanto públicos como privados. A veces se organizan competiciones para atraer a nuevos jugadores, o se disputan torneos entre diferentes provincias que pueden llegar a durar hasta una semana aproximadamente. Esta práctica cultural tradicional se transmite a cualquiera que quiera aprenderla por intermedio de los miembros de la familia o los vecinos. La maestría técnica adquirida imbuye confianza a los que participan en el tajtib y el hecho de representarlo ante sus comunidades les confiere un sentimiento de orgullo. Este juego contribuye también a estrechar los vínculos familiares y propiciar las buenas relaciones entre las comunida (UNESCO/BPI)[9]