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Estromatología[editar]

Estroma[editar]

El concepto de estromatología procede del vocablo "estroma".

Clemente de Alejandría (siglos II-III) escribió Stromata, que significa tapiz (libro de los tapices). Quiso salir al paso del escepticismo reinante en la filosofía, en su tránsito desde la filosofía griega a la cristiana, mediante esta metáfora del tapiz. Los libros que vemos en las bibliotecas representan el saber, sin embargo no son sino tapices que debieran representar, más allá de sus bellos coloridos, una verdad más fundamental: la de la religión cristiana que él ha descubierto. Un tapiz es también una miscelánea de colores e hilos entrelazados y esto es lo que quería escribir dirigido a aleccionar a los nuevos cristianos: un entreverado de temáticas a través de las cuales quedara representada la verdad cristiana.

El término estroma (stromata) no tiene fortuna filosófica en los siglos sucesivos. Con todo, en histología animal, estroma se conserva como el armazón de un órgano, su matriz extracelular.

El materialismo filosófico de Gustavo Bueno recupera el concepto de estroma para profundizar en la idea de materia. Hay una materia física, una materia psíquica y una materia lógica, o con sus notaciones respectivas: M1, M2 y M3. En el nivel de los fenómenos del mundo perceptible (mundus adspectabilis), estas tres materias así diferenciadas se hallan de hecho interrelacionadas y aquí es donde Bueno echa mano del concepto filosófico de estroma. Las interrelaciones de los tres géneros de materialidad del mundo perceptible pueden ser analizadas mejor a través del concepto de estroma, en cuanto la realidad cognoscible (visible) está conformada por partes que son estromas -que son niveles inteligibles, que son capas perceptibles-. Si percibimos o pensamos una realidad física, inmediatamente se pone en juego su interior (dintorno) y su exterioridad, y dentro de esta: su entorno y su contorno, que funcionan como estromas fisicalistas. Si pensamos en una realidad psíquica, lo que uno estima verdadero y otro falso en relación a nuestras experiencias -con las realidades tanto físicas como lógicas como inter-psicológicas-, funcionan también distintos estromas que configuran maneras de realidad, como tapices diferentes o visiones de tejidos de coloridos no coincidentes. Si consideramos las partes materiales de una realidad teórica, la diferencia entre lo que es verdadero o lo que es solo aparente, juega un papel fundamental en la configuración lógica de, por ejemplo, lo que se entiende por verdad científica (identidad sintética).

Uno de los discípulos más destacados de Bueno, Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, recupera el concepto de estroma y lo dota ahora de una importancia central en su sistema filosófico, un "materialismo fenomenológico" diferente al materialismo filosófico" de su maestro. Este "materialismo fenomenológico" acaba por configurarse como un sistema, que es precisamente lo que el autor salmantino denomina estromatología.

Estromatología: la estromatología como sistema filosófico[editar]

En el artículo de wikipedia de Sánchez Ortiz de Urbina puede leerse la definición esencial de lo que se entiende por estromatología. «Estromatología» es un vocablo procedente de «estroma» y significa capa, estrato o nivel. Capa susceptible de superponerse en un cúmulo de capas o estratos, los cuales, a su vez, son susceptibles de organizarse en una «estructura». Esta estructura da lugar, en cuanto se conoce la interrelación de sus niveles y partes, a una «arquitectónica». Y la arquitectónica, en el caso de Urbina, funciona también como una «tectónica» fenomenológica, en cuanto pasa a ser esencialmente significativo el hecho de que las capas o niveles ocupen lugares superiores o inferiores. «Estroma» es, en definitiva, un nivel fenomenológico, y «estromatología», por tanto, la teoría sobre el funcionamiento de estos niveles.

"La estromatología será pues un análisis de los diversos niveles de correlación intencional, previa disociación de la eidética y la intencionalidad".[1]

La disociación entre la eidética y la intencionalidad viene exigida porque la eidética funciona sobre un mundo percibido como un “continuo”, el que concebía Leibniz con sus mónadas infinitas y la cadena sin saltos de los seres, pero con la cuántica la realidad ha pasado a ser discontinua y aquel infinito clásico ha dejado de existir. Lo cuántico señala un final en la divisibilidad de los seres.

La estromatología es una filosofía «no clásica» y es también una fenomenología «no estándar».

La confrontación con los sistemas que se hallan más cercanos al de Urbina resulta de utilidad para entender qué contiene y cómo funciona este sistema.

La estromatología se opone de entrada a la filosofía espiritualista y a la filosofía idealista; en este sentido, es un «materialismo fenomenológico».

Se enfrenta también al materialismo de finalidad reduccionista, por ejemplo, el que traduce la idea de «Naturaleza» en términos sustantivados. O en el campo de la filosofía de los científicos, cuando se pretende convertir a alguno de los niveles de lo real —como lo físico o lo químico— en fundamento esencial último y exclusivo («Todo es química»).

Contrasta también con el «materialismo filosófico» de Gustavo Bueno, en cuanto este sistema ha quedado prisionero, a juicio de Urbina, del «eidetismo. La estromatología recoge del «materialismo filosófico» la diferencia entre M1 (materia física), M2 (materia psíquica) y M3 (esencias materiales), pero no define estos géneros de materialidad por su relación con la llamada Materia-ontológico-general (que puede funcionar como sustituto materialista de Dios), sino en función de un «Principio de correspondencia» entre la scala naturae —la naturaleza tal como es conocida y descrita en niveles ónticos y evolutivos determinados— y el despliegue de los niveles estromatológicos que definen al ser humano.

La estromatología se define como una «filosofía fenomenológica», pero se opone a distintas derivas fenomenológicas que considera erróneas.

En primer lugar, rechaza la propuesta idealista de Husserl y los husserlianos estrictos. Aunque Urbina toma de Husserl gran parte de sus líneas maestras, se distancia de él al entender que no hay un «ego trascendental». Hay un nivel trascendental, sí, el nivel originario que toda la especie humana comparte por igual, y hay múltiples egos, pero no hay un «ego» que sea «trascendental», al modo de una instancia suprema desde donde el sujeto operaría. Aunque hay elementos trascendentales constitutivos de lo humano, no están configurados en forma de ego. Las distintas formaciones del ego se mueven en niveles trascendentales y no trascendentales pero, como un todo unitario, el ego no es trascendental. El ego trascendental idealista de Husserl es rechazado, pero con él también el «ego trascendental materialista» de Bueno, puesto que ya no cumpliría función alguna.

En segundo lugar se opone a la deriva fenomenológica de la llamada «fenomenología material», representada por Michel Henry. Para Henry, los fenómenos son manifestaciones hyléticas de nuestra vida interior: en esta verdadera realidad interior se daría la manifestación de lo real como aparición ante la conciencia. Sucede como si accediéramos al conocimiento por medio de una especie de «revelación», a través de procesos materiales. Y entonces, si hay trascendencia en el conocimiento, esta tendría que venir de la trascendencia vertical. La trascendencia horizontal, la que procede de las síntesis intencionales y constituye, así, un mundo de objetos exteriores, no es necesaria en esta «fenomenología material», según el balance que Urbina hace de Henry.[2]

En contra del idealismo de Husserl y del llamado «materialismo» de Henry, Urbina propone una tercera vía:

"Cabe distinguir tres corrientes principales: o bien se subraya la trascendencia vertical, anulando la horizontal; o bien se subraya la trascendencia horizontal, anulando la vertical; o se asumen ambas trascendencias".[3]

La tercera vía propugna la interconexión de las dos trascendencias. Mientras que Henry no necesita la trascendencia horizontal y llega a desaparecer de hecho, Husserl, por su parte, posterga la trascendencia vertical y se centra en la horizontal, desde el momento en que la actividad intencional definitiva recae en el nivel inferior, dejando al superior como mera modificación del nivel objetivo de la praxis. Para el filósofo alemán, que quiere hacer de la filosofía una ciencia, el nivel directriz y fundamental es el de la intencionalidad objetiva. Estas dos formas de entender la fenomenología —Husserl y Henry junto a todos sus fieles seguidores— es lo que puede traducirse como «fenomenología estándar». Frente a esta fenomenología estándar surge la «fenomenología no estándar» que arranca sobre todo de Marc Richir. Aquí ve Urbina la vía correcta. Y lo entiende así:

"En la tercera opción, la fenomenología no estándar, la tensión entre las dos trascendencias asegura la efectividad de las diversas correlaciones intencionales escalonadas, de manera que aparece una verdadera matriz estromatológica."[4]

Es preciso reconocer, así pues, tanto la trascendencia horizontal como la vertical, sin que una vaya en detrimento de la otra. La trascendencia vertical es fruto del componente hylético, mientras que la trascendencia horizontal es fruto de las síntesis intencionales. La horizontal nos muestra «aparecencias» (podría decirse también «apariencias», lo que aparece, cuando le retiramos la connotación negativa), síntesis que dan lugar al mundo objetivo tan evidente como el subjetivo. Y la trascendencia vertical no viene de ningún supuesto metafísico, sino del hecho fenomenológico de las «aparencias», que no aparecen externa o fenoménicamente sino solo interna e inadvertidamente (y que son un proceso necesario para que haya «aparecencias»). Las «aparencias» son la consecuencia de las operaciones dadas en los vectores intencionales en cuanto mediadas por contenidos hyléticos. No basta que haya un polo subjetivo y otro polo objetivo que se relacionen; es precisa la mediación hylética, la mediación de las «aparencias».

¿Cuál es, en definitiva, la función de estas diversas trascendencias?

Mientras que la trascendencia horizontal se anima significativamente constituyéndose como lenguaje y como espacio-temporalidad vivida, la trascendencia vertical constata el límite —asomándose a él, por así decirlo—, más allá del cual no hay lenguaje y no hay espacio ni tiempo, quedando situados, entonces, ante la trascendencia “absoluta” y ante la indeterminación sin paliativos. Puesto que lo hylético no es inmanente (fenomenológicamente), junto a la trascendencia horizontal objetiva que se basa en las síntesis realizadas, ha de funcionar una trascendencia vertical, cuya función parece que consiste en algo paradójico: pone un límite necesario —que se detiene en un abismo—, pero lo deja abierto, en cierta forma. La indeterminación absoluta es incognoscible, pero sí es cognoscible lo que ello tiene de límite. De este modo, Urbina vendría a sacar aquí una consecuencia similar al diagnóstico de Gustavo Bueno: el ser humano es un ser «abierto» e «infecto» —pues siempre está haciéndose: in fieri— en contraposición con el animal, que sería «cerrado» y «perfecto».

Para el filósofo salmantino, la filosofía —y la filosofía fenomenológica— ni puede ni debe convertirse en ciencia, aunque con ello Husserl quede malparado.

Pero la filosofía tampoco puede devaluarse en fenomenología asistemática, como parece que Richir estaría dispuesto en buena medida.

Así que aunque la función de la filosofía sea la crítica y aunque el escepticismo sea una de sus herramientas principales, no acaba su tarea hasta que propone algún modelo de conocimiento de la realidad. Es preciso que se constituya como sistema y que sea capaz de dar cuenta de la validez de los conocimientos científicos y de los no científicos. Su función no es establecer identidades sintéticas categoriales, pues es la tarea de las ciencias, pero sí tendrá que estar en disposición de dar cuenta de todo ello.

La estromatología, de este modo: 1) es crítica con la fenomenología estándar; 2) es una «fenomenología renovada»; y 3) es una filosofía que se distancia del modo clásico de interpretar la filosofía.

Desde Platón se hizo depender la racionalidad humana del eidos, de la idea. Ahora, con la estromatología, sin ninguna concesión a ningún tipo de irracionalismo ni de misticismo esotérico, la racionalidad humana se constituye primero como intencionalidad y después, y dependiendo del orden oculto de la lógica intencional, se constituye como eidética.

Además, la «intencionalidad» es previa a la «racionalidad» porque el primer proceso constitutivo de lo humano arranca de los «conocimientos impropios» —en el sentido de la matemática Emmy Noether— y no de los «conocimientos propios» (regidos por un principio de acción diferente).

De esta manera, el eidos que nace con Platón —las ideas— no pierde su potencial anterior, pero habrá de ser perennemente revisado a la luz de las estructurales intencionales.

La importancia filosófica de la física cuántica[editar]

La filosofía no puede prescindir de la ciencia, menos aún puede ir contra ella. Pero tampoco puede ser su subalterna. Es preciso recomponer la relación ciencia/filosofía.

Para que la filosofía esté a la altura del siglo XXI, es preciso que se haya hecho cargo de la revolución de la física cuántica. Es esta una de las exigencias que Urbina se propone en su sistema. Y ve en la fenomenología, sobre todo la heredera del Husserl de la Husserliana —menos la del Husserl clásico— la única filosofía que ha llevado a cabo indagaciones que son, sin ni siquiera habérselo propuesto expresamente, una convalidación de los supuestos cuánticos. Lo explica con detalle tanto en Estromatología, en especial en el capítulo 14 «La doble sképsis: fenomenológica y cuántica», como en Orden oculto, en el capítulo 3 «La organización inicial de la materia en el nivel originario: la física cuántica»". Por ello Urbina progresa del «materialismo filosófico» al «materialismo fenomenológico».

En el terreno científico, la física cuántica es ya «la» física. Mientras que las leyes clásicas no pueden explicar a las cuánticas, a la inversa, sí. Urbina propone, en paralelo, una filosofía estromatológica que, según él, confirma muchos hallazgos parciales de la filosofía clásica al tiempo que corrige su modelo global: el “naturalismo” y la “eidética” han de ser revisados a la luz de la intencionalidad.

De este modo, vemos que lo cuántico no es solo un ejemplo epistemológico a seguir, sino que las leyes que funcionan a escala científica tienen un exacto correlato fenomenológico, en palabras suyas: «una homología estructural».

La mecánica cuántica se rige por sus leyes: cuantización, superposición, incertidumbre, transprobabilidad, entrelazamiento y virtualidad, según expone en Orden oculto. Estas leyes cuánticas tienen su exacto correlato en términos fenomenológicos. No es solo que el universo, que tendría 14 000 millones de años, durante sus primeros 300 000 años funcionara exclusivamente bajo leyes cuánticas, sin física clásica y sin que aún la luz se hubiera liberado, sino que estas leyes cuánticas siguen estando presentes en un universo que ha desplegado además otras leyes.

El ser humano está constituido según las leyes que rigen toda la materia (físico-químicas, biológicas…), pero es fundamental reconocer que todas ellas dependen en última instancia de las leyes cuánticas. De ahí, que el animal estromatológico no sea solo un homínido con cultura resultado de su evolución, y por tanto resultado de transformaciones dadas en la scala naturae, sino que es también un “animal cuántico”. La base de lo que hay sigue siendo cuántica, también en el hombre. Pero en cada despliegue de la serie natural (scala naturae), las leyes se reestructuran de modo singular, y en el caso del animal humano, la legalidad cuántica se traduce de manera fenomenológica. No es extraño, por ello, que para Urbina la fenomenología sea la única filosofía correctamente orientada. Siempre será necesario revisar los descarríos a los que todo sistema de ideas se expone. Y la estromatología pretende ser la corrección de esos errores filosóficos.

La matriz cuadrada fenomenológica[editar]

Antes de que se publicaran las dos obras que sistematizan la estromatología, en 2014 y 2021, Urbina ha ido disponiendo sus partes integrantes en múltiples artículos y conferencias anteriores y coetáneas.

El resultado ha sido que las reflexiones sobre arte, estética, antropología, política, ética, historia de la filosofía…han acabado estructurándose en un sistema que el autor ha denominado “matriz cuadrada fenomenológica” y, complementariamente «orden oculto». Las diferentes secciones filosóficas han acabado ensamblando y han constituido un engranaje conjunto dotado de una nueva epistemología, una nueva ontología (fenomenológica) y una gnoseología correspondiente. Y, de ahí, la reordenación de los conocimientos de la matemática, las ciencias naturales y las ciencias humanas; la teoría del arte, de la estética y de la religión; y las relaciones entre ética, moral y política.

La «matriz cuadrada fenomenológica» es, en todo este sistema, lo que permite al autor circular de arriba abajo (en la catábasis fenomenológica), de abajo arriba (en la anábasis fenomenológica), en diagonal y a través de las dos trascendencias. Catábasis y anábasis que previamente se sustentan en una hypérbasis, que es el dispositivo donde se dispara evolutivamente la estructura del ser humano, como «animal racional» y «animal intencional». La hypérbasis es el nombre que recibe el movimiento, de un golpe —sin etapas sucesivas anabásicas—, donde desde la épokhé (o puesta entre paréntesis del naturalismo) se instaura el modo de conocer intencional humano y, dependientemente de este, la «racionalidad eidética» (matemática).

Urbina rehúye la eidética clásica tanto en su versión de metafísica especulativa e idealista como en su versión empirista o positivista ingenua. No se parte de ningún en-sí ontológico ni de ninguna teoría científica omniexplicativa. Se parte de asumir las leyes cuánticas y de construir una filosofía correspondiente, que se ancle en los descubrimientos fenomenológicos compatibles con lo cuántico. Se aposentan de este modo, niveles intencionales diferentes y campos de realidad distintos. Y todo ello se encuentra en el ser humano entrelazado a la manera de una «matriz cuadrada fenomenológica».

¿En qué consiste, en definitiva, la estromatología?

En reconocer las partes, los niveles, las conexiones y el funcionamiento del engranaje humano, como base necesaria para el conocimiento de la realidad.

El entrelazamiento entre lo que funciona verticalmente y lo que se establece horizontalmente es lo que da lugar a la «matriz cuadrada fenomenológica».

De modo que si se cruzan las tres «columnas» de la realidad con las tres «hileras» de los niveles intencionales, se obtiene una matriz con nueve casillas (3x3 = 9). Las hileras se corresponden con los estratos: nivel 1, nivel 2 y nivel 3. Hay un «nivel superior», el nivel 1, que es el original, y que desde Husserl viene llamándose Phantasía. El nivel 2 es el «intermedio»: la Fantasía perceptiva. Y el nivel 3 es el básico e «inferior»: la Percepción objetiva. Las tres columnas se corresponden con un «eje hylético», un «polo subjetivo» y un «polo objetivo».

La Naturaleza está presente como hylê (materia), como eje hylético. Esta columna, frente a las otras dos, no sufre variaciones al recorrer los diferentes niveles o estromas.

El polo subjetivo se remite a la intencionalidad noética, a la Subjetividad (que puede ser sin ego alguno en el nivel 1, con el ego capaz de fantasías perceptivas (nivel 2), y con el ego de la praxis (nivel 3) que se mueve entre objetos. Se trata de una subjetividad noética, consciente, sí, pero también inconsciente —que no opera pero que sí «transopera»: desde el inconsciente simbólico y desde el inconsciente fenomenológico. El polo subjetivo es capaz de actuar sobre las sensaciones hyléticas para resolverse en el polo objetivo como síntesis (noema). El polo objetivo se refiere a las síntesis noemáticas, a la objetividad, el lugar donde se despliegan todas las síntesis fruto del vector intencional que recorre el vector «noesis-hylê-noema», culminando en las síntesis: bien síntesis sin identidad (solo esquematismos) en el nivel 1 o de la Phantasía, bien síntesis con identidad (aunque identidad no objetiva) en el nivel 2 o de las Fantasías perceptivas, bien síntesis con identidad objetiva en el nivel 3 o de la Percepción y de la praxis. La Phantasía es el nivel original y superior del ser humano, de igual modo que la física cuántica se halla en el nivel original de lo que el mundo es y en la misma medida que sus leyes científicas han mostrado ser superiores, al incluir a las leyes de la física clásica, y no al revés. Por ello, no es lícito el reduccionismo. Aunque lo cuántico se halla en todo lo que es real, no quiere decirse que todo sea cuántico. De igual manera, la Phantasía original (en la configuración de los conocimientos «propios») —tal como es tratada en Estromatología y en Orden oculto— nos emplaza ante un sistema que pretende superar y resituar la filosofía clásica. Y no pretende destruir la filosofía clásica, sino reorientarla. Ni la cuántica niega la ciencia clásica ni la estromatología pretende negar los conocimientos eidéticos y prácticos. En ambos casos se trata de superar y reordenar los conocimientos previos.

Dice Urbina en Estromatología:

Sin la disociación de eidética e intencionalidad, la filosofía persistirá en la actualidad “imperialista” de la filosofía de la ciencia. Ateniéndose a la escala intencional, la fenomenología establecerá relaciones diplomáticas con las ciencias intercambiando sus hallazgos. Es la tarea de una nueva gnoseología fenomenológica que romperá la separación (a veces, divorcio) entre ciencias humanas y ciencias naturales. […] El mundo vivido (el mundo intencional, que no se reduce a la correlación básica del mundo objetivo, sino que comprende la matriz fenomenológica entera) ejerce una función absorbente con relación al mundo eidético; la filosofía fenomenológica no es una ciencia fundamental, ni es siquiera una ciencia, sino que su misión es gestionar la inconmensurabilidad de lo eidético y lo intencional, y su relación de dependencia.[5]

Ser humano y realidad[editar]

El principio de correspondencia rige las relaciones entre lo humano y lo real natural. Se establece, de esta manera, una nueva visión, que transforma a lo uno y lo otro.

No se trata de que el despliegue cosmológico y la teoría de la evolución sean enmendados, todo lo contrario.

Se trata de que habrá que distinguir entre dos enfoques: el despliegue ciego de la realidad natural y, por otra parte, la naturaleza constituida como una scala naturae, cuyos niveles son posibles solo en relación a los propios niveles estromatológicos. Se asumen los múltiples hallazgos de la filosofía de la ciencia anterior y se parte de las ideas esclarecedoras precedentes sobre el ser humano. Y es precisa una ajustada estratificación de las ciencias naturales y humanas en correspondencia con los niveles estromatológicos.

Urbina parte de la teoría de la evolución de Gilbert Simondon. Toma de ella el entramado fundamental del despliegue de las «fases del ser» (scala naturae), aunque el filósofo español rectifica aspectos esenciales y, sobre todo, entiende la novedad del animal humano de manera radicalmente diferente a la del autor francés.[6]

La eidética aparece como algo diferenciado del campo intencional. De manera que acaban constituyéndose dos campos, hasta el punto de volverse autónomos. Pero la autonomía eidética, aunque recorre amplios tramos por su cuenta, no puede independizarse de la intencionalidad. El conocimiento intencional viene dado por las aportaciones de la percepción —en el nivel inferior—, por los despliegues de la phantasía del nivel superior, y por la intermediación de las fantasías perceptivas en el nivel 2, que hace posible que los niveles 1 y 3 interactúen.

Por su parte, los conocimientos eidéticos, aunque son fruto de «variaciones» que le son propias, no puede dejar de estar enraizado, en origen y en destino final, con todo el entramado de la intencionalidad.

La racionalidad clásica ha funcionado siempre a la vista de todos, podría decirse, pero ahora se muestra dónde hunde sus raíces. Los conocimientos instituidos históricamente, y validados, pueden hacer suponer que solo dependen de los hallazgos científicos y de ciertas directrices filosóficas estables. Sin embargo, todo ello ha sido posible en virtud de la estructura fenomenológica —lo que implica una antropología acorde con ella— contenida en el animal estromatológico.

Nos hallamos ante un animal disociado, por una parte intencional y por otra eidético, pero esta disociación tiene que ver con la posibilidad de que cada una por separado trabaje por su cuenta, durante determinados tramos, pero no significa en absoluto que puedan escindirse o negarse una a otra —salvo catástrofe—. Y Urbina insiste en que los conocimientos eidéticos se articulan dependientes de los intencionales en primera y última instancia.

El trabajo eidético arranca del intencional, porque necesita de las fantasías perceptivas y estas de la Phantasía, por una parte, y, por otra, de las percepciones. Se trata de un funcionamiento orquestado de arriba abajo, en la transposición de las llamadas propiedades «propias». Pero los conocimientos «propios» que de aquí dimanan dependen, a su vez, de las propiedades «impropias» que funcionan de abajo arriba y que es el modo como el campo intencional completa su ciclo y se dota de líneas que son los límites del campo intencional. Y sin estos límites, el campo intencional se desvanecería.

En el trabajo acometido de arriba abajo pueden ir constituyéndose los conocimientos de la física cuántica, de la físico-química, de la biología y de la etología. Así como también van constituyéndose las diferentes ciencias humanas. La matemática —entendido el concepto de manera amplia— se constituye lateralmente en el movimiento de arriba abajo, pero cobra, una vez desplegada, una autonomía específica, que es precisamente la autonomía de la eidética. En el trabajo acometido a la inversa, de abajo arriba, pueden ir constituyéndose los conocimientos que resultan del arte, de la estética y de la religión, entendida esta no como religión mitológica sino como la toma de contacto fenomenológica con la transcendencia vertical. La religión trabaja por «desimbolización», mientras el arte trabajaría por «desobjetivación».

Los cuatro límites que conforman el campo intencional lindan respectivamente con: 1) la Animalidad (Sur: la objetividad zoológica, la «Cis-cendencia»); 2) la Naturaleza (Oeste: lo natural); 3) las síntesis eidéticas (Este: lo matemático). Estos tres límites nos los proporciona el primer plano: el de las transposiciones de bajada de los conocimientos «propios».

Finalmente, linda con: 4) el Norte, la experiencia de la «Trans-cendencia», que implicará que el conjunto de todos los límites cierren entre sí, función que solo viene posibilitada por el segundo plano de la intencionalidad (donde de abajo arriba se producen los conocimientos «impropios»).

Así que, además de la «matriz cuadrada fenomenológica» (el primer plano constitutivo del hombre), Urbina llega a la conclusión de que, para que el campo intencional «cierre» (y sea un verdadero «campo»), es preciso que este primer plano se sustente en un segundo plano, que es el que estabiliza al ser humano, como animal «cerrado» (en cuanto se constituye en el interior de cuatro límites) y a la vez «abierto», en cuanto esos límites tienen los cuatro sus «abismos» respectivos (la animalidad, el naturalismo, el eidetismo y el Afuera absoluto).

Merced a este cuarto límite (la «Trans-cendencia», con su abismo del Afuera), el campo intencional ha podido quedar constituido totalmente. Y decir aquí campo tiene el mismo significado, mutatis mutandis, que decir «campo gravitatorio». Como Emmy Noether demostró y como David Hilbert reconoció —frente a cierto empecinamiento “realista” de Einstein—, los conocimientos «impropios» envuelven a los «propios». Cierto sentido común indicaría que sería al revés, pero aquí el sentido común falla. También en el campo intencional las propiedades «impropias» incluyen a las «propias». De ahí que lo eidético no podría subsistir sin lo intencional y de ahí también que los conocimientos «propios» (la constitución de las ciencias) necesiten operar en función de la realidad de los conocimientos «impropios» (la constitución de los conocimientos encargados de las resonancias de los «sentidos» humanos). Y de ahí que la duplicidad de la que se habla no es sino el reflejo de lo que es el campo intencional en su totalidad, que no es un campo unificado sino un sistema dual circular, constituido en dos planos. El primer plano depende del segundo. Y dentro del primer plano, son los vectores de intencionalidad los que abren la posibilidad de las síntesis eidéticas.[7]

La epistemología estromatológica: Orden oculto[editar]

La epistemología de Urbina establece un primer enfoque en su libro Estromatología para finalmente resolverse en Orden oculto. Allí se forjaba la «matriz cuadrada fenomenológica», con sus tres columnas y sus tres niveles, y, en este último libro, vemos que en los diferentes estromas, dados en los tres niveles, se despliegan y se sitúan los lugares donde nacen las ciencias naturales, las ciencias humanas y el resto de conocimientos.

El planteamiento que rige todo ese despliegue obedece al «principio de correspondencia». Se despliegan, de este modo, lo cuántico, lo físico-químico, lo biológico y el animal etológico.

Y tras el animal, el ser humano, pero este no es un escalón más y en continuidad en la «escala natural», sino que lleva a cabo un movimiento de inversión —una especie de torcedura o de desvío óntico, al aparecer un funcionamiento invertido—, y es en ese punto cuando el animal añade a sus capacidades «apotéticas» naturales, una nueva dimensión de lo real, la «intencionalidad», que al constituirse como un «campo» ha dado lugar a un «animal» (nuevo animal) con capacidad de conocimiento intencional y también eidético.

Estamos ante una novedad en el despliegue óntico, cuyo último límite había quedado situado en las capacidades «apotéticas» del animal. Este nuevo ser intencional, de constitución cuántica, no menos que química y biológica, superará los límites de la apotecia animal y se convertirá en un animal «pensante», con estratos conscientes y con otros inconscientes y profundos. Sus nuevas capacidades «reflexivas» harán posible que lo real —la realidad de la que está constituido—sea conocido.

La matemática, las ciencias naturales y las ciencias humanas son las tres áreas científicas que la estromatología del orden oculto admite, coincidiendo en esto con la interpretación convencional de la filosofía de la ciencia. Pero hay algo nuevo, los conocimientos ya no nacen de una racionalidad «pura» e independiente sino que se despliegan desde las estructuras intencionales.

La matemática se va constituyendo: como autoorganización del campo eidético, a partir de un difícil Vorbild intencional.[8]

El Vorbild es un caso ejemplar que sirve de pauta. A los Vorbilder, Richir los llama «idealidades esquemáticas». Un buen matemático lo es porque es capaz de trabajar con estas «idealidades esquemáticas». Y vemos en Orden oculto:

Las ciencias naturales son una reorganización de la scala naturæ y las ciencias humanas se constituyen por autoorganización del campo intencional, con una mínima aportación eidética.[9]

Las ciencias humanas hunden sus raíces en los tres niveles estromatológicos.

La sociología es la única que encontramos en todos los estromas, en el superior como Sociología-1, en el intermedio como Sociología-2 y en el inferior como Sociología-3. Y es la Sociología-2 la que se encarga de estructurar el conjunto de los conocimientos sociológicos.

En el nivel intermedio encuentran su anclaje las ciencias culturales, lingüísticas, morales y mitológicas.

Y en el nivel inferior, las ciencias políticas, jurídicas y económicas.

Y relacionado con las ciencias humanas y con la reflexión filosófica que media en todo ello, la ética desde el nivel original, y la moral desde el nivel intermedio, muestran que nacen en distinto anclaje estromatológico y que, por tanto, han de ser claramente diferenciadas entre sí y en las relaciones que establecen ambas con la política.

La reconfiguración epistemológica de las ciencias matemáticas, naturales (mecánica cuántica, físico-química, biología, etología) y humanas ha sido posible en el descenso de los niveles. Los niveles se comunican de arriba abajo en virtud de la «transposición». Transposición que nos posibilita, de arriba abajo, primero lo cuántico, después lo físico-químico, a continuación lo biológico y finalmente lo etológico.

Y si ascendemos a través de la estructura cognoscitiva estromatológica, estaremos en presencia de la experiencia artística, en el momento de la «desobjetivación», que partiendo de un objeto determinado ha de construir un «objeto artístico», y al conseguirlo pierde su cualidad objetiva para alcanzar otro estatus diferente, que en su recorrido hacia arriba resuena con la estética, encargada de generar sentidos que el arte (en el nivel 2) arranca a la estética (en el nivel 1).

Y encontramos, finalmente, el modo como desde el nivel simbólico religioso se ensaya encontrar en el nivel superior, por «desimbolización» de la mitología del nivel intermedio, un modo de acceso a la experiencia de la trascendencia, que históricamente ha quedado articulada en torno a Dios, pero que Urbina retoma ahora como una indagación estrictamente fenomenológica y en crítica abierta con las distintas ideas mitológicas sobre lo divino. El autor mantiene en este punto una distancia difícil de definir, y apunta hacia lo que podría ser la verdadera experiencia fenomenológica sobre lo religioso: la experiencia «mistagógica».

La «mistagogía» se distancia completamente de las mitologías y se diferencia de la mística. Mientras que la mística pretende recibir algo divino procedente del afuera, la mistagogía tendría que ver con la condición humana de dirigirse hacia el misterio. De este modo, la experiencia religiosa tendría que ver con el hecho humano de moverse en la zona de lo misterioso.

En este punto, Urbina, tras repasar las posturas del budismo, del cristianismo y del islam, se ve impelido a volver sobre la propuesta kantiana, como modo racional de superar los componentes mitológicos de aquellas religiones. Lo que Kant propone es una religión natural o racional. Y dice Urbina:

La clave del problema es la idea de “universalidad”. Lo universal en el hombre, según Kant, es la razón. La humanidad se define por la Razón que consiste en un orden moral / […] Dios no es más que la posición de un “ideal moral” que suscita una fe. La inmortalidad no es más que la idea que asegura la realización plena de ese ideal moral en la experiencia.[10]

De esta manera, el enfoque del «estromatólogo» sobre este controvertido problema de la idea de Dios es, por una parte, el de la justificación de la experiencia religiosa por lo que tiene de «moral universal» y, por otra parte, el de que el ser humano fenomenológico está abierto ineludiblemente a moverse en el límite de lo conocido y, ahí en ese límite que es un abismo, a concebir el misterio, el «Afuera». Conviene saber, también, que junto a la intencionalidad, Urbina tiene presente los otros modos de conocimiento: el “eîdos”, el “mýthos” y la “aísthésis” (eidética, mito y estética), que son:

Recursos no intencionales de recuperación de sentido por reduplicación.[11]

Sincronía y diacronía del sujeto epistemológico[editar]

Caben dos modos de fundamentar este sistema epistemológico, en tanto fenómeno acaecido temporalmente y, también, como fenómeno humano. O, si se prefiere: desde un punto de vista diacrónico y desde uno sincrónico.

Desde un punto de vista diacrónico, la comunicación etológica del primate «prehumano» se vuelve cultura en un momento evolutivo. Para ello, el uso de herramientas, la comunicación generalizada, la imitación de comportamientos, el aprendizaje social y la innovación ayudaron, pero se necesitó de un impulso cultural añadido. Se necesitó que el lenguaje solidificara y que con él la información se intensificara y se afinara, hasta el punto que la información llegara a volverse enseñanza, dice Urbina. El desarrollo natural impulsivo del animal se transformó debido a la neotenia más y más desarrollada, y, sobre esa base, llegado un punto crítico de acumulación de elementos de la hominización, se suspende el proceso de la escala natural y se abre el campo intencional y con él los sentidos que ahora pueden producirse humanamente. Aparecen esquemas de lenguaje (previos a lo idiomático) con los que se hacen posibles los signos lingüísticos, los cuales podrán ser operados como fantasías perceptivas. Las fantasías perceptivas trabajan con elementos de más arriba y de más abajo, y median de este modo entre el nivel original y el básico. ¿Cómo? Trabaja con síntesis sin identidad tomadas de las phantasías y las conjuga con las síntesis con identidad objetiva que operan en la percepción.

Las fantasías perceptivas son responsables de la intermediación entre el nivel original y el nivel básico, por su capacidad de conjugar en síntesis de identidad estables, por una parte las síntesis sin identidad de las phantasías y, por otra, las identidades objetivas procedentes del nivel perceptivo. De esta manera, el ser humano definido por su potencial de generar nuevos sentidos, puede transfundir elementos esquemáticos del lenguaje haciéndose a elementos idiomáticos del lenguaje hablado o escrito. El lenguaje-lengua que se ha ido institucionalizando culturalmente necesita de un entorno cultural pero también de un animal constituido intencionalmente.

Además de este componente singular intencional (corporeizado individualmente), en calidad de sujeto pensante , se da, necesariamente, un componente social. El sujeto aislado totalmente (el de la Cogitatio cartesiana), como tal, no es posible, puesto que se constituye originalmente siendo una «comunidad de singulares», tanto sincrónica como diacrónicamente, tanto ontogenética como filogenéticamente.

La perspectiva diacrónica desemboca, así pues, en la sincrónica.

Desde la perspectiva sincrónica, arrancamos de un nivel superior (original) de donde desciende el potencial de sentidos humano, dada su configuración fenomenológica, y, por otra parte, nos enfrentamos a un nivel inferior a ras de calle, el de la vigilia y de la praxis, que nos urge a resolver de modo práctico. Ahora bien, estos dos niveles no se comunican espontáneamente, al contrario, actúa otro nivel, un nivel de intermediación entre la actividad de los fenómenos puros y los actos prácticos y moldeados objetivamente. Y cuando estas experiencias habituales y ordinarias funcionan con efectividad, ese animal cultural que es, puede remontar desde el mundo constituido objetivamente por el camino de subida hacia el límite superior, por la vía del arte y de la religión (entendida como «religión Intencional», más que como «religión racional»).

El nivel de intermediación[editar]

Es en el nivel de intermediación donde se produce el pensamiento interior y la subjetividad con ego, cuya función no es operar como lo hace la praxis sino «transoperar», es decir, conectar el sentido original haciéndose con los imperativos prácticos y objetivos del mundo percibido. Y, en la intermediación, no solo es cuestión de lo que se piensa, también de lo que se siente y de lo que se vive (el mundo vivido).

El «animal cultural» ha necesitado, así pues, para constituirse, la confluencia de al menos tres factores: 1º) los mecanismos evolutivos de la serie natural, 2º) pero también que maduraran lo suficiente ciertos componentes institucionales nuevos (normas, lenguaje oral…) hasta un grado tal que pudieran ser repetibles grupalmente —en el interior de prácticas de enseñanza-aprendizaje institucionalizadas—, y 3º), de esta manera, que el animal quedara desgajado de la serie natural al encarar el mundo circundante a través de fantasías perceptivas que pudieran llegar a cuajar histórica y culturalmente.

Este animal cultural lo es, también, porque tiene capacidad de pensamiento individual, gracias a que puede construir fantasías perceptivas en el nivel de intermediación: ni solo phantasías ni solo percepciones, sino un punto de transición entre ambas.

Sin las fantasías perceptivas, ni las percepciones «humanas» serían posibles (volverían a ser percepciones «apotéticas» animales) ni la phantasía original tendría salida alguna. Es preciso, por tanto, que todo el campo intencional funcione como una totalidad, como un conjunto de funciones y niveles que han engranado en su conjunto. Y en eso consiste la evolución del animal al humano. El nivel de intermediación existe porque es la única manera de que el nivel original y el nivel práctico puedan coordinarse y funcionar conjuntamente.

Las fantasías perceptivas pertenecen a dos tipologías distintas: las fantasías perceptivas de bajada y las fantasías perceptivas de subida. Las de bajada son, por ejemplo, las fantasías perceptivas de lenguaje y las de subida serían, por ejemplo, las fantasías perceptivas del arte. Las primeras son fantasías perceptivas «propias» y las segundas «impropias». En posesión de este pensamiento interior o soliloquio, el animal humano deja de depender del presente continuo del nivel básico, y puede centrarse en una tarea simbólica en el nivel intermedio que está alimentada por esquemas de sentido procedentes del nivel original. Y es en este taller donde desde las matemáticas hasta el arte son posibles.

Frente a los niveles originario y básico —que funcionan ambos de manera lineal aunque en régimen diferente—, el nivel de intermediación es no lineal, es caótico. Y es en medio de este caos donde se constituyen atractores (en el sentido de René Thom) a través de los cuales las mediaciones necesarias se harán posibles. En este contexto, Fernando Miguel Pérez Herranz ha establecido en su Ambiguus Proteus[20] claros nexos entre el trabajo de su «morfologismo filosófico» —basado en Thom— y el nivel de intermediación estromatológico.[12][13]

Bibliografía estromatológica de Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina[editar]

Libros[editar]

(2014) Estromatología. Teoría de los niveles fenomenológicos. Brumaria A. C. y Eikasia Ediciones, Madrid y Oviedo.

(2021) Orden oculto. Ensayo de una epistemología fenomenológica, Eikasia Ediciones, Oviedo, octubre de 2021.

Artículos[editar]

(2008) «Para qué el Ego Transcendental», Eikasia Revista de Filosofía, nº 18, mayo, 13-32.

(2008) «Post-scriptum al artículo ´Para qué el Ego Transcendental´», Eikasia Revista de Filosofía, nº 19, julio, 236-242.

(2008) «Merleau-Ponty desde el materialismo fenomenológico», Eikasia Revista de Filosofía, nº 21, noviembre, 107-134.

(2009) «La “realidad” de la realidad virtual: el pliegue», Eikasia Revista de Filosofía, nº 24, abril, 1-16.

(2011) «Introducción a la Estromatología», Eikasia Revista de Filosofía, septiembre, 147-181.

(2011) «L’obscurité de l’expérience esthétique», Annales de Phénoménologie, nº 10.

(2013) «La oscuridad de la experiencia estética», Eikasia Revista de Filosofía, enero, 25-48.

(2014) «Presentación del libro Estromatología. Teoría de los niveles fenomenológicos.», Eikasia Revista de Filosofía, julio, 9-18.

(2015) «Campo intencional y campo kinestésico como campo dual», Eikasia Revista de Filosofía, nº 64, 9-22.

(2015) «Sur l’intermédiation», Annales de Phénoménologie, nº 14.

(2017) «Esquisse d’une épistémologie phénoménologique», Annales de Phénoménologie, nº 16.

(2020) «¿Fenomenología del sur?», Eikasia, Revista de Filosofía, nº 95, 2020, págs. 7-15.

(2021) «La identidad del arte», Eikasia, Revista de Filosofía, nº 101, julio-agosto, págs. 7-21.

(2021) «La universalidad de los Derechos Humanos (desde la fenomenología)», en Derechos Humanos. De los objetivos de desarrollo del milenio a los objetivos de desarrollo sostenible y la agenda 2030. Congreso internacional 2020: Actas, Eikasia ediciones, págs. 25-39.

(2021) «De la façon dont les savoirs impropres incluent les savoirs propes», Annales de Phénoménologie, nº 20.

(2022) «Einstein y el dios Jano», Eikasia, Revista de Filosofía, nº 104, enero-febrero, 2022, págs. 247-260.

Conferencias[editar]

(2020) «La conferencia de Coimbra», Jornada de Estudos Fenomenológicos. Em redor do Pensamento de Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina. La Facultad de Letras de la Universidad de Coimbra. Coimbra, 6 de marzo de 2020.


Más información sobre RSOU[editar]

Enlace a su biografía wiki

  1. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina. Estromatología, p. 24
  2. RSOU. Estromatología, págs. 123-144.
  3. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, Estromatología, p. 124.
  4. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina . Estromatología, p. 124.
  5. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina. Estromatología, p. 459 y 472.
  6. Estromatología, capítulo 3 «Las fases del ser de Simondon», p. 61-78.
  7. Orden oculto, p. 311-333.
  8. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina. Estromatología y Orden oculto, passim
  9. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina. Orden oculto, paráfrasis extraída del cap. 2.
  10. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, Orden oculto, p. 299.
  11. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina. Estromatología, p. 469.
  12. Fernando Miguel Pérez Herranz, Ambiguus Proteus. Valor, exceso y morfología, Brumaria y Eikasia, 2019.
  13. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina. ««Ambiguus Proteus: Valor, Exceso y Morfología de Fernando Miguel Pérez Herranz»». Eikasia, Revista de Filosofía. p. 227-238. Consultado el 10 de febrero de 2022.