Diferencia entre revisiones de «Gorila (denominación política)»

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Gorila tiene una acepción mas general que la de ser antiperonista, aunque ese sea su origen. Generalizando, podríamos decir que Gorila es todo aquel que se resiste a que las condiciones de vida de los trabajadores mejoren (sucediendo la increíble situación de que haya trabajadores que también sean Gorilas). Con el criterio anterior y amparándose en discursos formales (se los suele escuchar hablando de La República, de las Instituciones, de las formas) caracterizan a los gobiernos que se enarbolan en la defensa de los intereses de los trabajadores como autoritarios, demagógicos, populitas. Y en general dichos gobiernos son elegidos por sufragio universal. El Gorila afirma cuando triunfa un gobierno popular que ha sido por el fraude, que han pagado con elementos baratos a la población pobre para que los voten. Consideran a los sectores populares como grupos que no piensan y que son víctimas de esos mismos gobiernos populistas. El Gorila se siente parte de una elite iluminada y culta ( y en cierta forma, les molesta que otros que no sean de su "clase" disfruten de sus mismos derechos). El Gorila, dominado por su odio intenta por todos los medios derrocar al gobierno popular y cuando lo consigue, en aras de la democracia y la libertad, mantiene oprimida a la mayoría por la fuerza (una contradicción en los términos que no le importa en lo más mínimo cuando están en el poder). El Gorila es individualista y racista.
Como ejemplo de estas definiciones podemos dar el tratamiento que parte de la población le brindó al Gobierno de Cristina de Kischner que llegó al poder con casi el 47% de los votos.

Revisión del 21:29 5 mar 2010

Gorilas es una expresión popular de la política argentina, extendida a toda América Latina.

En 1955 a partir de una expresión usada en un programa humorístico comenzó a llamarse "gorilas" a los sectores antiperonistas. La revista dislocada se transmitía por radio dos veces por semana con una gran audiencia con libretos de Délfor Amaranto Dicasolo y Aldo Cammarota (1930-2002) y "cuando los rumores arreciaban y se controlaba cada gesto, cada movimiento, tuvo un hallazgo: lanzó la palabra 'gorila', que se incorporó para siempre, aquí y en el extranjero, como sinónimo de hombre político, militar o civil, conspirador y reaccionario. Una y cien veces Délfor tuvo que explicar que todo había sido una casualidad sin intención política. En ese momento se había estenado la película Mogambo, con Clark Gable y Ava Gardner, que transcurría en la selva. Como el filme había tenido mucha repercusión, en la audición lo paradiaron. El público creyó escuchar en lo que decía uno de los personajes de La dislocada ("Deben ser lo' gorila', deben ser") una alusión a lo que por entonces circulaba con sigilo: un movimiento subterráneo de tropas para derrocar a Perón".[1]​ Una vez producido el derrocamiento por el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955 se usó la denominación para identificar a los partidarios del nuevo gobierno y con el correr de los años el término pasó a ser utilizado por peronistas y no peronistas para denominar a los antiperonistas pero con un sentido despectivo.

Por extensión, en toda América Latina se llamó gorilas a los generales reaccionarios que ejecutaron golpes de estado, y que ejercieron una dura represión contra sus adversarios políticos.

Argentina: en la actualidad se denomina gorila a toda persona a quien se acuse de estar en contra del peronismo. Las actitudes autoritarias del gobierno de Cristina Kirchner, del partido justicialista (el mismo que bajó al gobierno de Alfonsín, el que regaló el país bajo la década infame del menemismo, bajó al gobierno de De La Rua, impuso un presidente al que nadie votó, Eduardo Duhalde, y ahora hacen gala de un socialismo mentiroso y discursivo con el gobierno autoritario de los Kirchner) constantemente en su busca de dividir a la sociedad para generar su sustento político, permitir la corrupción, la generación de miseria clientelista.

Notas

  1. Ulanovsky, Carlos: Días de radio 5* edición, pág. 228, Buenos Aires 1995 Editorial Espasa-Calpe Argentina, ISBN 950-852-095-7