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José Luis Herrera Arciniega (Tasquillo, Hidalgo, 24 de marzo de 1962)

Biografía

Nacido en 1962 en Tasquillo, Hidalgo, se crió en el Distrito Federal para posteriormente, a los once años, cambiar de residencia a la ciudad de Toluca. Sin embargo, regresó al DF en 1978 y luego de dos años, regresó a vivir a Toluca, lugar en donde hasta la fecha ha estado residiendo.

Estudió en una escuela de monjas para varones y en general, durante su infancia se dedicó, como la mayoría de los niños, a jugar a las canicas, a jugar fútbol, a andar en bicicleta y a mirar televisión. “Se consideraba un estudiante mediocre hasta que ingresó a la preparatoria” .

Su familia estaba compuesta por sus padres, dos hermanos mayores, una hermana menor y finalmente, otro hermano nueve años menor que él. Su padre fue periodista, su madre ama de casa; todos sus hermanos cuentan con una carrera, mientras que su hermana solamente ingresó a la universidad, dejando truncados sus estudios.

“El primer libro que leyó –De la Tierra a la Luna, alrededor de la Luna- fue un regalo de su padre en 1969, cuando contaba con tan solo 7 años de edad. Hecho que marcó su vida en el ámbito de las letras” , pues José Luis afirma que fue el libro con el que comenzó como lector y, de ahí, siguió con su búsqueda en el mundo de las letras.

Dado que vivió con un periodista, siempre “le fue habitual ver materiales impresos en casa, libros sobre Derecho, algunas novelas y sobre todo periódicos, pues siempre había un promedio de dos o tres periódicos mínimo en su hogar. En tanto, en la casa de sus abuelos maternos no había tantos periódicos” , pero sí una mínima biblioteca que le sirvió para adentrarse todavía más en la lectura.

Por lo anterior, Arciniega “considera que su infancia no fue del todo normal, en el sentido de que tuvo un acercamiento distinto a la lectura, a diferencia del común de los niños del colegio, los cuales no tenían padres escritores y/o periodistas. Asimismo, tuvo un interés especial por comenzar a entender “las cosas” a través de la lectura” .

En cuanto a su preparación académica, “en 1981 ingresó a la Facultad de Humanidades de la UAEM para estudiar Letras españolas” ; un año después tuvo su primera deserción y fue contratado por el Ayuntamiento de Toluca como delegado del área de prensa y, a partir de entonces, se inició en trabajos burocráticos absorbentes y demandantes.

En el 1983 tuvo su segunda deserción universitaria por cuestiones laborales. Dos años después, intentó entrar a la carrera de Letras Latinoamericanas; sin embargo, debido a un cambio de trabajo lo dejó una vez más. En 1986 desertó de la carrera de Letras españolas en la UNAM, debido a la distancia a la que se encontraba de la ciudad de Toluca. En el 88 ingresó a la Faculta de Economía, luego en 1992 ingresó a la carrera de Ciencias de la información documental, logrando concluir un semestre. Finalmente, fue hasta 1999 cuando entró en un sistema abierto a estudiar Ciencias de la Comunicación. Esta vez, recibió un título en la Universidad Abierta de San Luis Potosí en el 2000, luego de elaborar como tesis “la campaña del PRI para la elección de gobernador del Estado de México en 1999: una experiencia de crónica periodística” .

Posteriormente, se inscribió en la Facultad de Humanidades, para estudiar la Maestría en Estudios Latinoamericanos, la cual concluyó en el 2002 .

Algunos de sus logros: “Fue miembro de la primera generación del Centro Toluqueño de Escritores (CTE) en 1983, en el género de ensayo. Fue nuevamente becario del CTE en 1986, en el género de cuento y, en 1991, en el género de crónica. Ganó el Premio Estatal de Narrativa convocado por el CTE en 1998” .

Recibió la Presea Estado de México 2001 “José María Cos”, en el campo de artículo de fondo, comentario y programas de divulgación cultural .

Colaboró en la revista La Colmena y en el periódico Cambiavía.

Obras

Entre sus obras destacan: Con diez años menos (ensayo, CTE, 1984) Rey de nada (cuento, CTE, 1986) Un pato gigante (cuento, UAEM, 1989) Tres historias de antes de libre comercio cuento, La Tinta del Alcatraz, 1991) No me olvides y otros apuntes de nostalgia (crónica. CTE, 1991) Danza Rota (novela, P.M. Presencia Mexiquense,1997) Mil caballos de vapor (novela, CTE, 1998) El conejo azul. Crónicas para duendes (P.M. Presencia Mexiquense,1998)

Análisis literario

Como se ha planteado en el objetivo del trabajo, el espacio será el primer elemento que analizaremos en los textos de José Luis Herrera, para simplificar este proceso, nos enfocaremos en tres cuentos del título No me olvides y otros apuntes de nostalgia (Ulises va a Ítaca, Tacos de Zanahoria y Chava).

Según Alicia Redondo Goicochea, para analizar un texto, “El objetivo es también describir todos los espacios del relato, secuencia a secuencia, con objeto de localizar el proceso espacial en el que se da el conflicto que el texto presenta”. Sin embargo, se torna más interesante el estudio de este concepto, en el trabajo de Herrera, ya que el espacio no funciona como escenario del conflicto, sino que la historia se centra en la descripción de éste. Por ejemplo; en el cuento de Ulises va a Ítaca, inicia con lo siguiente:

“Ítaca se situó en las costas plagadas de condominios de interés social, un duplex de estilo INFONAVIT universal, residencias de medio pelo, propias de clase media en extinción, derruidas vecindades” .

Esta descripción no sólo echa mano de elementos tangibles o materiales, para posicionar el sitio en la mente del lector, además utiliza referentes sociales para enriquecer el lazo entre el lector y la lectura, creando así, una identificación.

Siguiendo con este cuento, es evidente cómo utiliza de la descripción para situar al lector.

“Son los camiones sobre los que se han elaborado tantas odas a la hora de agarrarse del estribo y romper las leyes de la gravedad o, si se es pasajero del interior, la ley de la impenetrabilidad de los puercos” .

Vemos cómo los elementos son parte del retrato del área. El pasajero no es el protagonista, no Ulises, concretamente, ni los muchos Ulises que habitan y se desenvuelven en el mismo sitio, al contrario, esto ocasiona que se le dé mayor peso al lugar en donde inciden estos personajes y como resultado el camión se considera como el componente más importante.

De igual manera, Tacos de zanahoria, refiere a las zonas en donde se pueden encontrar los tacos al pastor, tomando calles, puestos, avenidas etc. como los puntos claves para entender el júbilo del narrador por hallarlos.

“Esa era la glorieta. Frente a ella, casi, una precaria zona comercial de improvisados puestos de madera, y del otro lado, la farmacia del papá de Alejandro, más una zapatería, un poquito más adelante un supermercado. En ese ambiente existían también puestos de tacos de zanahoria” .

En Chava, el relato cobra sentido cuando de primera instancia, posiciona al lector en la ciudad de Toluca. ¿Por qué? Es necesario tener los referentes del comportamiento de la sociedad tolucense para poder divertirse con el texto.

“Primer tercio de la década de los ochenta, Sábado Toluca Estado de México. En la versión local del Auditorio Nacional, el teatro Morelos cientos de personas se congregaron para rendir homenaje a Salvador Flores Rivera, quien en vertiginosa campaña provinciana se despide de un público que antes sintió indiferencia por él, que lo consideraba meramente chistoso por alguna canción, sobre todo si era Pedro Infante e que la interpretaba” .

Como hemos visto el espacio se representa como el elemento principal del cuento, dejando a los personajes como elementos del mismo, a lo que llama Wolfgang Kayser drama de espacio, “si el poeta se limita a dramatizar el transcurso de la vida, si el personaje no es más que la simple ligazón externa entre los cuadros, sin formar una estructura, entonces el drama de personaje se torna, drama de espacio” .

Esta ausencia de personajes, da pie a una carencia de nudos y catálisis que hacen una morfología meramente lineal, a lo que el propio José Luis clasifica como crónica.

Este estilo es el reflejo de su vocación de periodista. Toma el elemento de la crónica, y particularmente en El conejo azul, hay una gran carga de intimidad del autor, son historias que el ha vivido o ha escuchado, pero de igual forma no hay problemáticas, son anécdotas, situaciones. Por lo que tomaremos tres de los cuentos contenidos en El Conejo Azul, (Yendo a casa, Conejo Azul y Duende en el tejado) para ejemplificar lo anterior.

El inicio del Duende en el Tejado nos basta para argumentar lo sugerido anteriormente. En él, encontramos una secuencia cronológica y causal, sin tener atropellos en el tiempo o en la trama.

“Tuve un amigo hace muchos años. Digo tuve porque hace muchos años que no lo veo. Se fue. …Ahí conocí a Miguel Ángel. …En 1980 Miguel Ángel escribió y publicó un libro: El gato Renato y sus zoológicos amigos, que a mí me resultó extraño, tal vez porque no se me había ocurrido la posibilidad de que alguien escribiera, desde acá, poesías para niños” .

¿Por qué afirmar que la mayoría de sus cuentos son anécdotas? Después de hablar con él sobre su contexto, sin duda se hacen presentes los nexos entre su vida y su obra. Por ejemplo Yendo a casa, es un cuento que narra la soledad que él siente al llegar a una nueva casa. De igual forma vemos como se refiere a Toluca y al Distrito Federal, las dos ciudades en las que ha vivido.

“Me ha tocado vivir en varias casas nuevas, a pasar de que sólo he radicado en dos ciudades, las cuales distingo diciéndole, a la una, la gran ciudad, y ala otra, la ciudad”.

En Conejo azul, aunque no se autodefine como el protagonista, sí nombra a José, único personaje. No es difícil pensar que él haya sido quien se apachurró los dedos en un tranvía del Distrito Federal y, nuevamente se hace presente la crónica, la anécdota.

“Se forma en la fila. Llega el tranvía, chirrido de ruedas de fierro al frenar. Sube, uno tras otro, los pasajeros del mediodía, José entre ellos, singular, aunque lleve el uniforme que lo identifique como uno de tantos millones de escolares camino del hogar en una tarde soleada. Alcanza asiento. Se viaja más cómodo, en especial si es un junto a la ventana” .

De hecho en esta última cita, se nota cómo pasa de largo preposiciones que puedan distraer al lector de la descripción acertada que se está narrando. Pasa de “Llega el tranvía a chirrido de ruedas de fierro al frenar” Sin hacer uso de nada más que de la linealidad de los eventos.

Actualmente sabemos que no todos los escritos deben seguir una dinámica de exposición o planteamiento, nudo, clímax y desenlace, pues dependiendo de las variaciones estructurales, se le dará el toque a cada historia: “Los escritores (…) respetarán el orden preestablecido de los elementos estructurales conocidos como planteamiento, nudo, clímax, desenlace o los modificarán, aumentando o eliminando párrafos según las necesidades de su historia” .

“A partir del boom latinoamericano, cuando sus integrante se inspiraron en los grandes narradores ingleses y norteamericanos, la estructura cobró importancia especial en la narrativa”.

De esta forma es como José Luis Herrera Arciniega, le da una importancia mayor a la estructura narrativa. En cada uno de sus textos podemos encontrar variables que nos remiten a la urbe, en donde importa la estructura y el espacio en donde se dan las acciones. Sus personajes son ciudadanos en medio de la cotidianidad igual que todos nosotros y con las mismas percepciones, pero con un ingrediente fantástico.


Entrevista al autor

¿En dónde y en qué año naciste? Nací el 24 de marzo de 1962 en Tasquillo, Hidalgo. ¿Cómo fue tu infancia? No sé si normal. Bueno, oficialmente nací en Hidalgo, pero realmente yo me crié en el D.F., estamos hablando desde que nací en el 62 hasta el 73-74 que nos fuimos a Toluca, en el 74 regresamos a México, en el 77 volvimos a Toluca, en 78 al D.F., en el 80 regresamos a Toluca y desde entonces estoy de fijo en Toluca, en el Valle de Toluca. No sé qué se entendiera por normal; jugar, ser un estudiante mediocre, porque fui un estudiante mediocre hasta que entré a la preparatoria; desnivelado por eso de tratar con puros hombres. Una familia amplia, bueno no amplia, normal de entonces, dos hermanos mayores, una hermana menor y un hermano menor del cual me distancian nueve largos añotes, ese es el contexto familiar, padre periodista, madre ama de casa, pues supongo que es una normalidad.

¿Hay alguna experiencia dentro de la infancia o adolescencia que te haya marcado, como para determinar los temas de los que escribes? Lo he pensado largamente y no tengo respuesta aparte de las cosas que hice. En mi caso, tengo registrado muy bien mi primer libro, que me lo ha regalado mi padre en 1969 y era De la Tierra a la Luna, alrededor de la Luna, que por cierto conservo, lo he comentado más de una vez. Por ahí empecé, como lector. Pero la pregunta que me he hecho es ¿por qué yo y no los demás?. ¿A qué me refiero?, somos cinco hermanos, todos con excepción de una, tenemos carrera universitaria e incluso la que no la tiene pasó por la Universidad. Somos hijos del mismo padre, me refiero a que es padre periodista. Para mí lo habitual fue siempre ver material impreso en la casa.

¿Qué estudiaste? Ésa es una de las etapas más penosas de mi vida, pero creo que he salido avante. En 1981 ingresé a la Facultad de Humanidades en la carrera de Letras Españolas. En 82 fue mi primera deserción, deserté no por idiota o por idiota en otro sentido, fui contratado por el Ayuntamiento de Toluca como delegado del área de prensa y a partir de entonces se inició una carrera de trabajos absorbentes y demandantes de tiempo en la burocracia. En el 83 fue mi segunda deserción, por cuestiones laborales, reprobado no fui, yo creo que era, si no notable, sí un buen estudiante. En el 85 intenté entrar a la carrera, ya entonces de Letras Latinoamericanas: cambio el trabajo, lo dejo. En el 86 ingresé a la UNAM en letras españolas, cambio de trabajo y aunque era sistema abierto aquí hubo problemas con la distancia. En el 88 ingresé a la Facultad de Economía, acá, lo dejé por cuestiones laborales. En el 92 ingresé a la carrera de Ciencias de la información documental, aquí mismo, fui de la primera generación, y logré concluir un semestre, pero no el segundo. A mediados de los 90 en una escuela particular entré a estudiar Derecho y, otra vez, el trabajo me llevó al traste, no concluí Derecho. Vean cuántos comienzos y ninguna acabada. Hasta que en el 99 ingresé a un sistema abierto y entré a Ciencias de la Comunicación y terminé por fin, y en un año además, porque incluso yo estaba trabajando en un periódico y en una estación de radio, había dejado el gobierno, me metí a reportear y estamos hablando de la segunda mitad de 1999. Avancé en la carrera porque estaba trabajando y estudiando y me di cuenta que ya se me estaba quemando el tiempo. Vendí mi coche, había cierta estabilidad con mi pareja de entonces, me bequé yo mismo y me dediqué nada más a estudiar y además qué carrera, Ciencias de la Comunicación después de casi 20 años de andar de periodista no era una carrera extraña. Entonces me dediqué al 100% a estudiar, de manera que yo estaba titulándome en junio del 2000. Por fin había acabado una carrera 20 años después de iniciada la primera. Y de inmediato me inscribí en la Facultad de Humanidades en la Maestría en Estudios Latinoamericanos, concluí los estudios en el 2002. A partir del 2000 me dediqué a la docencia en los estudios de bachillerato y aquí en la Facultad de Humanidades. Ésa es la triste historia académica de alguien que…yo creo que me pueden ver como un buen ejemplo en dos sentidos: un buen ejemplo de lo que no se debe hacer (risas), meterte a tantas carreras y no terminar ninguna. La parte buena es la perseverancia, la persistencia de que aún 20 años después la acabas y no sólo te conformas con acabar la licenciatura sino que de inmediato te enfocas a la maestría.

Su obra Después de haber platicado su vida, comenzamos a cuestionar su vida como escritor.

¿Cómo diste el brinco para ser escritor? A mí me da pena nombrarme escritor. Soy periodista, docente y además escritor. Como periodista hice mi primera publicación en un periódico de la ciudad de México, una crónica sobre Nadia Comaneci, que era mi ídolo en ese entonces. En el 81, fue cuando empecé a publicar en medios literarios, había una revista en la Facultad de Humanidades, y publiqué ahí algunos artículos y dos poemillas, los cuales son la máxima prueba de que no soy poeta. Hay gente que tiene la duda, yo tengo pruebas. Empiezo a colaborar en el suplemento cultural Vitral, ahí conocí a Alejandro Ariceaga, fundador del Centro Toluqueño de Escritores, quien convoca a la primera generación de becarios y, era funcionario del H. Ayuntamiento, pero esas cosas no se dicen.

Cuando vas a escribir un libro, ¿cómo decides el tema? Primero, escribo para entender la realidad, mi realidad. ¿Qué me mueve escribir? El descontento, la búsqueda de minas de oro. Es una vieja historia de Wenceslao Fernández Flórez que dice: “ningún buscador de minas de oro, que encuentre oro, va escribir sobre un hombre que busca minas de oro”. Porque él ya lo hizo, entonces ya no tiene chiste, contar lo que ya está hecho. Yo parto de esto. Busco una intención estética, ganas de narrar, dejar testimonio, respirar. Es la manera que yo tengo contacto con la realidad. Si no veo algo escrito no existe para mí. Para entender esta realidad necesito verlo escrito. En mi caso, la realidad está en la escritura; es una necesidad, de hacer las cosas.

¿Cuál es tu intención estética? No se trata de escribir por escribir, hay una intención estética. En la narrativa, importa la historia y cómo cuentas la historia. Violentar al idioma o bien ajustarse a él para poder contar las historias. Usar bien las palabras, para que se entiendan y para dejar algo el mundo.

¿Cuál es la intención de No me olvides y de Conejo Azul? Son una propuesta narrativa. No me olvides, es estrictamente un libro de crónica imaginaria. La crónica es la narración enjuiciada de un hecho, un género periodístico en donde se trata de narrar los acontecimientos, a veces de orden cronológico. Pero existe la crónica imaginaria. Son cuentos que te cuentan la realidad. No me olvides, tiene una relación directa con la realidad, y son imaginarios porque no están contados como sucedió en la realidad. A diferencia de los cuentos que pueden estar directa o indirectamente vinculados con esa realidad.

Nuestras últimas preguntas fueron contestadas brevemente, José Luis tenía que correr a impartir su clase en la misma universidad, y aunque estuvimos largo rato platicando con él, el tiempo corrió muy rápido y pareció que no nos alcanzó, quedaban cosas por hablar, temas qué tratar.

El escritor mexiquense es un conversador inagotable, le gusta dar detalles y enfatizar en lo que considera prudente.

Al finalizar, y con el poco tiempo que nos quedaba juntos, se dio espacio para obsequiarnos dos ejemplares de su libro Nube XXI, editado por el CECYTEM en el 2005. Se despidió de nosotras y dejó libre la alternativa de poder reuinirnos de nueva cuenta, para seguir charlando.

Entrevista al especialista

Al enterarnos de que Eduardo Osorio es un amigo cercano de José Luis Herrera y, además, fue quien vivió un tiempo con él (hay cariñito), decidimos platicar con él, con la finalidad de obtener una perspectiva externa al propio autor de la obra de No me olvides.

Por ello, acudimos al Centro Toluqueño de Escritores el 1 de noviembre en busca de Eduardo; sin embargo dado que se acercaba la tradición de día de muertos en México, no lo encontramos. Así que, días después, decidimos llamarlo y contactar una cita para llevar a cabo una entrevista.

Finalmente, el lunes de 4 noviembre pudo atendernos y contestar de la siguiente manera:

¿Cuál es su relación con José Luis? Con José Luis, la persona, me une una amistad de hace muchísimos años. El paso del tiempo nos ha distanciado un poco, pero seguimos teniendo la misma relación fraternal y, ha sido siempre muy profesional, siempre vinculada a la literatura, a la escritura, a los problemas del escritor.

José Luis Herrera tiene un detalle para mí muy significativo, él es el que descubre hacia 1988-89 que el Centro Toluqueño de Escritores ya es un fenómeno literario. Hace un artículo en Dos valles, donde él observa que ahora en el Centro ha habido autores que se han ido consolidando. A partir de ello, nos preguntamos hacia dónde iba la literatura, qué era la literatura local, cómo se insertaba en el plano internacional. De manera que esa es una relación muy creativa.

Como su lector me parece que domina ciertas técnicas narrativas, que parten de la crónica y del sarcasmo. Ahí es donde veo una influencia de Monegun por ejemplo, un sarcasmo muy fino en el que incluso quienes aparecen no se reconocen allí. Es un humor muy tenue en el que también se percibe mucho la presencia de su trabajo, de su oficio periodístico básicamente en la crónica. En No me olvides, donde en el caso específico de “Tacos de zanahoria”, José Luis hace un retrato que todos los urbanistas reconocemos fácilmente. Pero hay otros textos como “El nene oso”, una cinta animada de hace muchos años, en la que él retrata muchas de la obsesiones, de los gustos que teníamos los niños contemporáneos de él.

Hace muchos retratos, retratos callejeros que cubren el movimiento de cuando él va por la ciudad. Entonces ese dominio, esa observación sarcástica de todo lo que le rodea le da un toque que pocos tienen en Toluca.


¿Cómo ve a José Luis en sus obras? Lo autobiográfico es un gran problema para observar la literatura de José Luis, hay cosas que uno toma de la realidad pero básicamente es una ficción. Sin embargo en Danza rota por ejemplo, da unos retratos de la ciudad de Toluca, descripción del pasaje urbano acertados, el paneo que hace sobre la ciudad y me parece una obra muy precisa, muy exacta. Entonces allí hay una capacidad de observación.

Pienso que uno de los problemas de la literatura actual es cómo imaginar la realidad, cómo dejar de verla con todos los lugares comunes, con todo lo que los marcan los medios visuales de masa. Cómo verla de nuevo, cómo enfrentar este monstruo, creo que es una de las tareas que José Luis ha abordado con mucho empeño, imagina la realidad, eso es un acierto.

En Conejo azul, sí hay otro texto que se refiere a una casa en donde él vivió, que también yo conocí bien, la casa es como él la dice, con más belleza, cómo algo que no cualquier escritor ve, se necesita mucha imaginación para lograr algo. ¿Entonces hasta donde es autobiográfico? Es como vivir en una covacha y describir un palacio, se necesita mucha imaginación.

Con todas estas características que comenta, ¿podemos entonces catalogar las crónicas de José Luis como fantásticas? Sí por supuesto. Hay un detalle que recuerdo de él, que creo que está citado en Conejo azul. Nosotros vivíamos en un fraccionamiento de cuarenta casas de las cuales estaban habitadas 4 ó 5, vivíamos prácticamente en despoblado, entonces imagínate llegar a casa a siempre a oscuras y la tuya es la única que tiene luz, entonces como que se nota más la soledad.

Él vivía solo, entonces recuerdo el detalle de llegar a su casa y decirle: “hola casa, ¿cómo estás? Buenas noches” y cuando salía se despedía igual. Entonces ese juego fantástico es parte de la vida de los escritores y que en algún momento nos acerca mucho a la lógica del realismo fantástico, de ver el mundo como es e imaginarlo de otra forma.

¿Le salvó la vida, no? Sí, estaba haciendo carpintería, barnizaba en las noches, se cerraron las puertas con el aire y de repente yo estaba muy contentito, lo veo y digo “huy este cuate viene atizadísimo” y entonces le digo “¿qué te pasa?” y me dice “¡no!, ¿qué te pasa a ti? vente”. Ya no me dijo nada y me sacó, media hora después me di cuenta de lo que estaba pasando, el “pacheco” no era él, sino yo.

¿Qué influencia percibes de otros autores? Fíjate que yo pienso que en la obra de José Luis uno de los rasgos que hay que encontrarle, que hay que observarle, es que la mayoría de los autores de su edad no tienen influencia de autores locales.

Este es un rasgo muy distintivo porque hay un parteaguas en la literatura local, que es la primera generación de los becarios del Centro Toluqueño de Escritores. Antes de eso no había talleres, no había revistas, Tuna Astral estaba desaparecida. Entonces los escritos que llegan a la primera generación ya tienen una formación detrás, que algunos acentúan en el taller que se dio, pero José Luis es totalmente distinto porque si en la poesía de José Alfredo Mondragón y de Felix Suárez por ejemplo, encuentras rasgos de otros autores locales, en la narrativa de Marco Aurelio Chávez notas la disputa porque es toluqueño, José Luis Herrera no tiene ese problema. Aparece en esta generación como un escritor que se ha estado formando en el oficio del periodismo, que tiene muchas lecturas atrás, que hace sus ejercicios, que los rasgos que trae están jugando con las formas, que hay ocasiones en las que no sabes si es lo que está imaginando o si es una crónica, si es un ensayo.

Todo esto obedece a esta formación personal, caótica que le permite generar su propios problemas a futuro para la literatura. Pienso que es de los autores locales que no tiene influencia, sino que más bien son sus lecturas de autores europeos y latinoamericanos, porque tampoco podemos plantear en él una literatura mexicana, grandes autores mexicanos, yo lo veo en muchos ensayos de Giovanni Patini, en los trabajos urbanos humorísticos de Corpo Lefort junior, pero no le noto influencias locales.

Te decía que la primera generación del Centro es un parteaguas en el que, a partir de ello, la narrativa en Toluca tiene dos grandes inquietudes: revisar lo local la orfandad de los migrantes, uno de cuyos exponentes primeros es José Luis, pues pertenece a Hidalgo.

¿Cuáles son las características de la literatura de José Luis? ¿Cómo reconocemos sus textos? No sé, no soy especialista en detectar estilos, pero sí puedo encontrar rasgos muy propios de él.

Uno es esta orfandad de quien carece de una patria específica; dos, es su lucha por ubicar qué es la ciudad, qué es el fenómeno urbano y tres, es el desconcierto de sus personajes, frente a lo que está sucediendo. Muchos de estos personajes enfrentan problemas que ellos no decidieron, pero que están ahí y tiene que hacer algo.

En cuanto a su forma de escribir, lo que le caracteriza son las imágenes muy precisas, una elaboración del entorno muy detallado, el espacio es algo muy importante para él, el desarrollarlo y son estos espacios los que trabajan presionando mucho a los personajes.

¿Por qué crees que el espacio influye tanto en los personajes? Pienso que es este problema de lo urbano, ¿cómo es posible que toda tu vida depende de un espacio de tres por tres ¿cómo es posible que este espacio de tres por tres, donde estás encerrado ocho horas de trabajo, salgas de allí a encerrarte a un de tres por tres donde vas a vivir?. Es un espacio muy opresivo o muy patético, no permite detalles. Es como Kafka, donde Gregorio Samsa está encerrado en un cuarto.

Hay que destacar que los personajes de Herrera le buscan por donde salir, a diferencia de los de Kafka que no le encuentran una salida; en este sentido no hay una influencia.

¿Cuál sería la mayor aportación de José Luis a la literatura mexiquense y a la literatura universal? Yo pienso que eso es muy difícil de definirlo en este momento.

En la literatura universal, no es un problema que se pueda definir en una obra tan joven como la de José Luis. Sin embargo, en la literatura del Estado de México pienso que sí tenemos más campo. Y lo que vería serían la descripción de ciertos los paisajes que no habían sido vistos, por ejemplo: ese paneo, ver toda la ciudad.

Yo no recuerdo que alguien haya visto a la ciudad así, con tato detalle, con tanto amor, desde una perspectiva completa, antes de él, por ejemplo, las descripciones de Eduardo Osorio en El año que se coronaron los diablos, donde sigue recorriendo ciertos sitios, ciertas calles. Está Alejandro Ariceaga, que hace unas descripciones muy detalladas de vecindades. Pero José Luis Herrera se coloca exactamente a la mitad, ni muy arriba, ni muy debajo de la ciudad, ni muy rico, ni muy pobre. Su personaje nos da una visión muy rica de lo que está ocurriendo.

Referencias

  • Análisis estructural del relato literario. Beristáin, Helena. México, UNAM: 1927
  • Concordia College. “Análisis literario”. Eduardo Gargurevich. <<http://www.cord.edu/>> consultada el 25 de septiembre de 2007.
  • El conejo azul. Crónicas para duendes. José Luis Herrera Arciniega. P.M. Presencia Mexiquense: 1998.
  • Interpretación y análisis de la obra literaria. Kayser, Wolfgang. Madrid: Editorial Gredos: 1992.
  • No me olvides y otros apuntes de nostalgia. José Luis Herrera Arciniega. CTE: 1991.
  • “Literatura de México”. <<http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_de_México>> consultada el 24 de septiembre de 2007.
  • Socialidad y vida cotidiana en la ciudad de Toluca, Nelson Arteaga Botello. Ediciones del H. Ayuntamiento de Toluca :1991