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Cirilo Villaverde aparece como personaje dentro de la novela ''[[La isla de los amores infinitos]]'' (Grijalbo, 2006), de la escritora cubana [[Daína Chaviano]], quien también incluye en esa obra a los protagonistas de ''[[Cecilia Valdés]]'' [http://www.gutenberg.org/author/villaverde (disponible en el Project Gutenberg)], para hacer una lectura muy diferente a la historia romántica de Villaverde.
Cirilo Villaverde aparece como personaje dentro de la novela ''[[La isla de los amores infinitos]]'' (Grijalbo, 2006), de la escritora cubana [[Daína Chaviano]], quien también incluye en esa obra a los protagonistas de ''[[Cecilia Valdés]]'' [http://www.gutenberg.org/author/villaverde (disponible en el Project Gutenberg)], para hacer una lectura muy diferente a la historia romántica de Villaverde.

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Cirilo Villaverde
“Nació el 28 de octubre de 1812.”
“Murió el 24 de octubre de 1894.”

“Por su amor a la patria, demostrado no en días de rigodones y banquetes, sino en días de patíbulos y destierros; por eso, y por haber sido una de sus más altas cumbres intelectuales, bien ganado se tiene Cirilo Villaverde, asiento perdurable en nuestra historia. No fue apóstol, no fue soldado: la tribuna no le sirvió de pedestal a su palabra, ni las trompetas bélicas de heraldos. Sus ojos no vieron nunca claridades de incendios ni fragores de combates: su voz no se esparció nunca entre las multitudes como aluvión de alas y centellas. Su grandeza es de esas apacibles, calladas, de esas que se forjan y viven como los ríos subterráneos. Literato, su labor no es de espuma, sino de oro macizo: ahí están sus libros. Patriota, su nombre estuvo siempre en la lista de los buenos. Narciso López lo tuvo a su lado cuando la conspiración del 48; lo tuvo también cuando su heroico y glorioso intento revolucionario, y la guerra de los diez años lo halló en su puesto de proscripto rebelde. En pro del ideal, por el triunfo de la causa santa, su pluma fue incansable pregonera de civismo. Por su talento, es constantemente loado: séalo también por su férvido amor a la libertad de su patria...

“En el ingenio Santiago, enclavado cerca de San Diego de Núñez, lindo pueblo de la región vueltabajera, vino a la vida. Desde temprana edad comenzó a estudiar. A los trece años escasos, se traslada a la Habana, donde después de ser por algún tiempo alumno del colegio que dirigía Antonio Vázquez, dedícase a aprender latín con Fray Joaquín de Morales, profesor de filosofía entonces del Convento de la Merced. Mas no fueron Vázquez, ni Morales, quienes pesaron en el ánimo de aquel niño valioso, sino Francisco Javier de la Cruz, sucesor insigne de Varela y Luz Caballero en la cátedra del Seminario, plantel semioficial en aquellos ya lejanos tiempos coloniales. En la Habana se gradúa primero de Bachiller en Leyes, y luego de Doctor en Derecho. Poco tiempo ejerce esta carrera, porque enamorado de la literatura, se dedica, fascinado por la gloria, al cultivo de las letras.

“En 1837, publica sus primeras novelas, tituladas: La cueva de Taganana, y La peña blanca. Esta última llama la atención de Domingo Delmonte, quien lo invita a participar de las veladas que por su iniciativa se celebraban periódicamente en la Habana. Después de esas narraciones, da a conocer otras, y también las impresiones de un viaje a Vuelta Abajo, páginas verdaderamente admirables por el colorido. Luego da a la publicidad el primer tomo de Cecilia Valdés o la loma del Angel, novela que debido a miles de contrariedades no terminó, o al menos no publicó completa, sino cuarenta años después. Esta obra es indudablemente, lo más brillante y preciado de la labor toda de Villaverde. Eminentes personalidades la han juzgado ya, y le han señalado el lugar que se merece. Si Villaverde no tuviera más méritos que el ser autor de esa obra, por eso solo merecería el recuerdo constante, la gratitud perenne de sus paisanos.

“Fue también un educador. En el colegio Buenavista y La Empresa de Matanzas, y más tarde en el Real Colegio Cubano, estuvo de profesor. En esa época publica su Texto de geografía de la Isla y El librito de los cuentos y las conversaciones, libros que le valieron además de un triunfo material, calurosos aplausos. Pero educador o literato, no hay más que Villaverde cubano. Desde 1840 se hizo sospechoso al Gobierno español, por las ideas de marcado sabor separatista, que vertía sin miedo. Seis años después, ligado al general Narciso López, se hace todavía más sospechoso debido a su íntima amistad con aquel que ya tramaba un movimiento revolucionario. Descubierto el plan, perseguido López, Villaverde fue preso, así como José Sánchez Iznaga y Francisco Díaz de Villegas, otros de los cospiradores. Conducido a la cárcel de Matanzas, en ella permanece hasta la tramitación de la causa. Lo que sufrió, encerrado en miserable calabozo, sin luz ni aire, es difícil de contar. Condenado después, a muerte, pudo, gracias al llavero del citado departamento penal, huir, refugiándose en una casa de extramuros, donde logró estar hasta que en la bodega de un barco pudo trasladarse a un pueblo de la costa sur de la Florida, lugar de donde días después salió para New York. Ya en esta ciudad comienza junto con Narciso López, a laborar en pro de un movimiento revolucionario.

“El literato se hizo periodista, ora doctrinario, ora de combate. En el periódico La Verdad, periódico del que fue primero colaborador y luego redactor en jefe, hay un inmenso caudal de artículos suyos, demostración del más puro patriotismo. Fue luego el secretario militar del general López. En una reunión celebrada en la casa de este, y a la cual asistieron él, Teurbe Tolón y otros, tuvo lugar la creación de la bandera cubana, esa enseña que más tarde, a propuesta de Eduardo Machado, en la Cámara de Guáimaro, se adoptó en lugar de la que había enarbolado Céspedes en la Demajagua, el 10 de octubre de 1868. A el, a Cirilo Villaverde, se deben los colores de nuestra enseña.

“En los comienzos de 1850 se constituyó en la ciudad de New York una agrupación con este título "Junta pública promovedora de los intereses políticos de Cuba", agrupación de la que fue nombrado presidente Narciso López y secretario Cirilo Villaverde. Cuando la primera expedición de López, la que llevó a Cárdenas, el fue como la representación de los revolucionarios en el exterior. Lo mismo cuando la segunda, que culminó en el desastre de las Pozas, y prisión y muerte del valiente venezolano, precursor de Céspedes y Martí en el camino sangriento de la guerra necesaria. ¡Cuánto sufrió Villaverde al saber de los fracasos! Mas no por eso dejó de continuar bregando en favor de la independencia de su país. En esa época es que, cansado de andar solo por los caminos del mundo, contrae matrimonio con la señorita Emilia Casanova. Gran consuelo fue para Villaverde la compañía de dama tan culta y distinguida. Ella, a más de su esposa, fue su camarada de sueños y luchas, su compañero de ideales, su colaboradora inteligente.

“Al cabo de diez larguísimos años de vagar por tierra extraña, vuelve a su patria, a la Habana. Los amigos lo reciben con cariño, la sociedad toda le hace demostraciones de respeto y afecto. A poco se hace cargo de la imprenta La Antilla, donde imprime algunas obras, entre otras, una contentiva de los artículos de Anselmo Suárez Romero. Luego, en compañía del meritísimo periodista Adolfo Márquez Sterling y de Francisco Calcagno, comienza a publicar La Habana, periódico de carácter puramente literario. Alentado por el señor P. Massana, impresor, comienza la refundición o conclusión de Cecilia Valdés. En esto vuelve a New York: el ambiente de la patria esclava le hacía daño. En la ciudad americana, forma parte sucesivamente, de la redacción de La América y de La Ilustración Americana. Más tarde, cuando Cuba luchaba por su independencia, de 1868 a 1878, fue un batallador incansable en la propagación de las ideas separatistas.

“Antes de hundirse en el Zanjón, antes de caer en el pacto infame la revolución iniciada por Céspedes, preparó una edición especial de sus obras completas. Pasado algunos años de esto, volvió a Cuba en busca de medicina para su alma y su cuerpo enflaquecido. Fue este viaje rápido. A poco regresa a New York, donde ya había fijado su residencia definitiva, y donde no cesa de pensar en Cuba, de trabajar por Cuba, de laborar por su felicidad, por el logro de sus derechos. Octogenario ya, sintiéndose morir, dispone que su cadáver sea trasladado a su tierra, y en un día húmedo de octubre, tranquila el alma, serenos los ojos, vuélvese del lado de la Eternidad y se queda dormido. A su país llegó su cadáver en silencio, como cosa sin valor. Y fue enterrado en el Cementerio, lugar donde hoy reposan sus restos bajo una losa que nada dice al transeúnte de lo mucho que valía...”


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Revisión del 03:13 16 dic 2009

Cirilo Villaverde (Ingenio Santiago, Pinar del Río, 28 de octubre de 1812 - Nueva York, 23 de octubre de 1894) fue un destacado escritor cubano, autor de Cecilia Valdés o La loma del ángel.

Vivió sus primeros años de vida en el ingenio, en el que estaba vigente el sistema esclavista. En 1820 se trasladó con su familia a La Habana. Aunque se graduó como bachiller en leyes, y trabajó brevemente en algunos bufetes, pronto abandonó esta actividad para trabajar como maestro en varios colegios de La Habana y dedicarse a la literatura. Publicó sus primeras obras en la revista Miscelánea, de útil y agradable recreo. Asistió con asiduidad a las tertulias de Domingo del Monte, y colaboró con numerosas publicaciones, entre las que se cuentan Recreo de las Damas, Aguinaldo Habanero, La Cartera Cubana, Flores del Siglo, La Siempreviva, El Álbum, La Aurora, El Artista y Revista de La Habana.

"Historia de la isla de Cuba " - Page 77 by Carlos Márquez Sterling, 1975

... Narciso Lopez, el poeta Miguel Teurbe Tolón , Jose Aniceto Iznaga Borrell, su sobrino Jose Maria Sanchez Iznaga, Cirilo Villaverde y Juan Manuel Macías, confeccionaron la bandera de Cuba, que es hoy el pabellón oficial: 2 franjas blancas, tres azules,un triangulo rojo y una estrella solitaria. Sobre ella juraron luchar y ofrendar la vida por hacer Cuba independiente.

Homenaje póstumo

Cirilo Villaverde aparece como personaje dentro de la novela La isla de los amores infinitos (Grijalbo, 2006), de la escritora cubana Daína Chaviano, quien también incluye en esa obra a los protagonistas de Cecilia Valdés (disponible en el Project Gutenberg), para hacer una lectura muy diferente a la historia romántica de Villaverde.

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