Diferencia entre revisiones de «Alfonso María de Ligorio»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Yuerz (discusión · contribs.)
m Agregar información sobre san alfonso en un pequeño tratado.
m Revertidos los cambios de Yuerz (disc.) a la última edición de Rubinbot
Línea 31: Línea 31:
*[http://www.corazones.org/santos/alfonso_ligorio.htm ''San Alfonso Maria de Ligorio'' en www.corazones.org]
*[http://www.corazones.org/santos/alfonso_ligorio.htm ''San Alfonso Maria de Ligorio'' en www.corazones.org]



'''CAPITULO I

LA NIÑEZ DE ALFONSO'''

Dª Ana Cavalieri quinta hija de uno de los primeros magistrados del Reino de Nápoles* y de Doña Elena de Avenia de nacionalidad española, descendiente de una familia noble y religiosa. Doña Ana quedo huérfana desde pequeña, educada por su padre en los deberes religiosos, hasta entrar en un pensionado de las Cappucinelle donde permaneció 10 años hasta su matrimonio con Don José.

Don José, militar a bordo de un navío. Cuando no trabajaba, él de modo extraordinario frecuentaba las iglesias y los Santos Sacramentos, trataba a sus siervos con cariño de padre, y el 25 de Mayo de 1695, en la Catedral de Nápoles, toma como esposa a Doña Ana Cavalieri.

Como fruto de esta unión nacieron siete hijos*, cuatro hombres y tres mujeres, que como primogénito tenemos a nuestro Santo fundador, nacido el 27 de Septiembre de 1696, no en el palacio señorial de los Liguori, sino en una quinta* de Marrianella (Nápoles). Dos días después, en la fiesta de San Miguel, en una iglesia dedicada a Nuestra Señora de las vírgenes, recibe las aguas del bautismo bajo el nombre de: Alfonso María Antonio Juan Francisco Cosme Damián Miguel Ángel Gaspar; aunque ya que creció prefería que le llamaran simplemente y sin más Alfonso María.

Grande fue la alegría que sus padre tuvieron con este primer fruto de su enlace, pero mucho mayor cuando supieron los principales sucesos de la vida de aquel niño por las palabras proféticas del llamado Apóstol de Nápoles “San Francisco de Jerónimo”* en una visita que realizo el Santo Jesuita a los Liguori, los padres le presentaron al niño para que lo bendijese. Después de haberle contemplado unos momentos entre sus brazos dice a Doña Ana:

“Este niño llegará á una edad muy avanzada, pues no morirá antes de los noventa años; será Obispo y obrara grandes cosas en la Iglesia de Jesucristo”

Doña Ana recogió estas palabras; las pensó y repensó en su corazón durante toda su larga vida, las tomo sin duda con una conciencia más viva, un poco ansiosa tal vez, de su bella responsabilidad como educadora.


Alfonso y sus estudios

El principal cuidado y ocupación de Alfonso, consistía en adelantar de continuo el camino de la perfección y en progresar con los años en el estudio y la práctica de las virtudes. La buena disposición notada en él, y de su natural docilidad y obediencia á las insinuaciones de sus superiores, tenía un entendimiento muy despejado y penetrante, una memoria tan feliz en aprender como tenaz en retener lo que aprendía, y un deseo tan constante de estar siempre ocupado y de instruirse, que le hacia sumamente agradable á sus padres y maestros. Aprendió con suma facilidad las primeras letras y en breve espacio de tiempo se perfecciono en el estudio del dibujo y de la música saliendo en ambas partes muy aventajado; y fue tanto, que siendo misionero de avanzada edad, no dejaba de dibujar conforme su propia devoción le movía, varias imágenes especialmente de Jesucristo y de María Santísima.

De las bellas artes pasó al estudio de la filosofía y matemáticas, de cuyas ciencias fue mucho el provecho que sacó, como lo ponen bien en manifiesto las diferente obras teológico-metafísicas que en pro de la Iglesia compuso contra los incrédulos de su tiempo.

Concluidos los estudios preparatorios, quiso su padre que se dedicara a los relativos al foro, estudiando las leyes civiles y canónicas.

Su aplicación era continua; y como si no le bastara su amos al estudio, su padre no perdonaba medio para lograr el mismo intento: la única distracción que le permitía después de la larga tarea de todo el día, era que lo dejaba salir a jugar con un amigo, pero solo poco tiempo.

Una noche entre otras, como no volvió Alfonso a la hora señalada por su padre, para castigarlo de modo sensible, Don José Liguori le quito todos los libros y papeles de la mesa de estudio del pequeño Alfonso y la cubrió toda de naipes. Al volver nuestro Santo se sorprendió de aquella novedad, y su padre que lo esperaba impaciente pasando por la sala, le dice con aspereza:

“Este es tú estudio y estos tus autores favoritos”

Avergonzado quedó Alfonso, y esto le bastó para no volver á incurrir en semejante falta.

Gran parte de la infancia de Alfonso se vio influida a la buena educación tanto de sus padres como de sus maestros, en cuanto a los deberes religiosos su Madre puso mucho empeño en educarlo, ya que cuando Alfonso creció, confesó con gusto:

“Todo el bien que reconozco haber hecho en mi infancia y si no he cometido el mal se lo debo a mi madre”

Según avanzaba Alfonso en años, así crecía la solicitud en la madre. No contenta con lo que él aprendía bajo la guía de los Sacerdotes Oratorianos, y particularmente de su confesor, el P. Tommaso Pagano*, ella misma lo instruía prácticamente en el modo de saber orar y en los deberes propios de un caballero cristiano: le inspiraba el horror al gran mal que en sí es el pecado, al infierno que se merece y la pena que la menos ofensa causa al corazón de Jesucristo. Todo hacia impresión en Alfonso.

A lo largo de toda su vida de estudiante, de abogado, de misionero, de obispo y hasta en la decrepitud de sus noventa años, Alfonso había trascrito desde que él supo balbucear las primeras palabras, las oraciones que su madre le enseño de niño para la mañana y para la noche. Y cuando haya perdido la vista y la memoria, el anciano llamará a si fiel lector y secretario, el hermano Francesco Romito: “Toma el cuadernito-le dirá- y léeme las oraciones acostumbradas”; es decir, las oraciones de su infancia, las oraciones aprendidas de su madre.
Tomaso Pagano (1669-1755) pertenecía a la Congregación del Oratorio. Siglo y medio antes se había formado en torno a San Felipe neri.

De San Alfonso y la Oración se dice que era muy constante, un hecho que demostró cómo desde pequeño tuvo apego a la oración y a su devoción por su Madre “La Virgen María”, fue el suceso siguiente:

Un día cuando el pequeño Alfonso fue al colegio, salio junto con sus amigos a dar un paseo en una quinta de recreo, empezaron a divertirse y a jugar. Al principio Alfonso no tomo parte alguna y se excusó diciendo que no conocía ese juego, pero unos de ellos le dijo:

-Claro que sí, tú lo conoces, o lo aprenderás. Vamos, ¡toma estas naranjas!

Por fin cedió, a las reiteradas instancias de sus compañeros; pero sucedió que, habiendo ganado unos tras otro muchos partidos, se irritaron sus compañeros:

-¡Como! nos has engañado-dijo unos de ellos- y de rabia estallo en palabras ofensivas.

-“¿Qué es eso?”-Replico Alfonso-“¿Por unas miserables monedas no temes ofender a Dios?”

Y tiro las que acababa de ganar, dejó a sus compañeros y se internó en la espesura del Bosque. Al caer de la tarde, cuando llegó la hora de volver al colegio, Alfonso no aparecía. Le llaman y buscan por unos y otro lado. Al fin le hallaron de rodillas al pie de un añoso laurel; de cuyas ramas Alfonso había colgado una imagen de la Virgen que siempre llevaba consigo. La había colocado cuidadosamente. La imagen lo absorto en su oración de tal forma que quedo sordo al mundo sensible, que tienen que pasar unos momentos para que el alboroto en torno a él lo saque del éxtasis. Se adivina la impresión de los Jóvenes Caballeros. El majadero que lo insulto bajamente no se perdona: ¿Qué es lo que hice? - murmura él –“He maltratado a un Santo“.

1.-Nápoles: Ciudad Italiana, que antes fue llamado el Reino de las 2 Sicilias
2.--El primogénito de los siete fue San Alfonso; el segundo por nombre benito, entro en las orden del santo del mismo nombre, y murió en el monasterio de San Severino de Nápoles, mártir, según refiere el Padre Tannoia, de la penitencia y de la abnegación de sí mismo. El tercero, Cayetano, fue eclesiástico ejemplarisimo, y en su propia casa hizo una vida casi eremítica, dedicado de continuo a ejercicios de piedad, enemigo del mundo y del tráfago de los negocios de la tierra. El cuarto de los varones, por nombre Hércules vivió en el estado de casado, muy santamente. Las hijas tuvieron una inclinación a la piedad; María Luisa y Mariana se consagraron al Señor en el monasterio de San Jerónimo de Nápoles y la tercera, Doña Teresa casada con el duque de Presenzano, emulando las virtudes de su madre y cumpliendo fielmente a las obligaciones de su estado.
3.-Quinta: Casa de campo
4.- San Francisco de Jerónimo: Elocuente misionero Jesuita, se distinguió por su limitado celo a favor de la conversión de los pecadores y por su amor a los pobres, los enfermos y los oprimidos. En 1666 Recibió el Orden sacerdotal donde al mandato de sus superiores llego a Nápoles, famoso por sus milagros, muere a los setenta y cuatro años de edad, canonizado en 1839.


'''CAPITULO II

“CARRERA DE ABOGADO”
'''

Los años de 1708 a 1713 son para Alfonso los años de universidad.

Don José de Liguori estaba encantado de las pellas prendas de su hijo. Se decía, y con razón, que con una educación esmerada llegaría a ser la gloria de su familia. ¿No tenía, en efecto, cuanto es preciso para destacarse y brillar en el mundo? Inteligencia viva y perspicaz, juicio superior a sus años, memoria pronta y tenaz, voluntad enérgica y corazón abierto a todo sentimiento sensible y generoso.

Estudio derecho, por tal estudio era precisa una inteligencia muy precoz y una aplicación nada común para penetrar en la enmarañada selva de las leyes, Napolitanas.

Bajo la dirección de sabios profesores, Alfonso estudio los diversos códigos con sus variados tratados y comentarios, a menudo tan prolijos como confusos y desordenados. La desición estaba tomada, Don José no quería que Alfonso fuera soldado sino mas bien abogado.

Y ahí tenemos a Nuestro Santo, estudiando a sus doce años derecho. Empezando por ser nombrado “Bachiller” por el examen de ingreso ante un profesor de retórica

Prosiguió el estudio del Derecho con una aplicación tenaz que a los 16 años se creyó bastante fuerte para afrontar el examen de doctorado.

Los estatutos de la facultad no admitían en esta prueba a ningún estudiante antes de los 20 años; pero era tal la reputación de talento y ciencia que Alfonso había logrado en la Capital, que consiguió una dispensa de 4 años y el 21 de enero de 1713 se presento ante los renombrados juristas napolitanos. Después de brillantísimo examen recibió la borla* de Doctor, le pusieron el anillo de la sabiduría en el dedo y se vistió la toga de magistrado en cuyos anchos pliegues parecía perderse su cuerpo juvenil.

Diez y ocho años, poco más tenía Alfonso cuando apareció por vez primera en los tribunales de Nápoles; y antes de alcanzar los veinte se vio rodeado de numerosa clientela que querían confiarle la defensa de su negocios, por lo muy extendida que se hallaba en toda la ciudad la fama de su probidad y talento, que hacían de él aunque joven unos de los mas distinguidos abogados de su tiempo.

Todo concurría en él, como declararon pues sus antiguos compañeros, para hacerle muy señalado en el ejercicio de su profesión: profundidad de talento, claridad de inteligencia, presición en el lenguaje, afabilidad con los clientes, completo desinterés y tal dominio y ascendiente sobre los que le oían, que con sus discursos arrastraba la voluntad de los jueces y dejaba sin réplica á sus contrarios. Pero en medio de los aplausos y á pesar de la gloria humana con que brillaba en los tribunales, no descuidaba en nada su aprovechamiento espiritual. Pues asistía constantemente al colegio donde comenzó sus estudios, para visitar a los Padre Oratorianos y pasar de la Congregación de los Jóvenes nobles a la de los Doctores.

*Grande era el provecho que sacaban los congregantes de aquella asociación, pero de entre todos se distinguía nuestro Alfonso tanto por su asidua asistencia como por su fervor en los piadosos ejercicios que en ella se practicaban.

Frecuentaba además los sacramentos; visitaba á los enfermos en los hospitales; amaba la oración y la mortificación, y nunca se presentó en los tribunales sin haber antes asistido al Santo Sacrificio de la Misa y cumpliendo en la Iglesia con sus devociones, dejando á todos admirados por su modestia y extraordinario recogimiento.

Alfonso practicaba obras piadosa, se dice que se le veía en el hospital de los incurables de Nápoles, hacer las camas de los enfermos, asearlos, exhortarles á sufrir sus males con paciencia y darles de comer con sus propias manos. Su padre le animaba e inducía a tales actos, con sus palabras y sus ejemplos; y además de esto, todos los años le llevaba consigo á los Santos ejercicios que solía hacer indistintamente, ó en la casa de los Padres Jesuitas, ó en la de los Padres Misioneros de San Vicente de Paúl.

Un ejemplo redactado en un hecho de tan intachable conducta fue cuando su padre envió a unos de sus esclavos a Servicio de Alfonso. Este esclavo como los demás, era musulmán de nación y mahometano de Religión; mas en el trato familiar con Alfonso, concibió tanto amor a la religión, que quiso ser Cristiano; preguntando cual fue el motivo de esta resolución, contestó que le había movido el ejemplo de su amo: Por que no puede ser falsa – añadió – la fe que en mi amo vive con tanta honestidad y devoción. Constante en su propósito se hizo Cristiano, se hizo realmente Cristiano, y poco tiempo después murió con señales claras de predestinación.

*Prolijos: que requieren demasiado cuidado o esmero.
*Borla: insignia de los doctores en las universidades

'''CAPITULO III
¡OH MUNDO, TE CONOZCO!'''

Entre tanto Alfonso acababa de provocar gran expectación y nombradía con una causa muy ruidosa que se iba a ventilar. El gran Duque de Toscana y el Duque de Orsini pleiteaban sobre la posesión de una finca valuada en muchos millones. Ambos competidores, en atención a su alto rango, buscaron los abogados más renombrados. A Alfonso le confió su causa el Duque de Orsini. Examinados detenidamente todos los documentos y preparados ya todos los argumentos que militaban en pro de su cliente, empleando más de un mes en este trabajo, por fin llego el día designado para la vista de este pleito, se presentó nuestro Santo en el tribunal firmemente persuadido que la victoria vendría a coronar sus esfuerzos. Llena estaba la sala de la audiencia de un escogido concurso de gente instruida, atraído, no sólo por la importancia de la causa, sino también por la reputación y el buen nombre de los abogados.

Hablo primero Alfonso y lo hizo con tanta elocuencia, con tal copia de razones y claridad de pruebas, que así los jueces como los oyentes le daban por seguro el triunfo. Callaba el abogado contrario, y parecía que, al concluir Alfonso, no le quedaba más recurso que tomar la palabra por mera fórmula y por salir del paso.

Levantándose por fin con ademán al parecer severo y con irónica sonrisa, y en lugar de entrar en discusión invita á su adversario a reparar una simple palabra de uno de los documentos. Alfonso, con toda la confianza del mundo y de quien ha puesto la más escrupulosa atención en el estudio de su cometido, conviene en ellos; pero ¡cuál fue su asombro al notar por vez primera en aquel documento una partícula negativa que deshacía todos sus argumentos!

Conoce al punto su error involuntario; su conciencia no le permitía tergiversar* los conceptos; no acierta á contestar, inclinó ruborizado la cabeza diciendo estas solas palabras:

-“Tienes razón; me he equivocado”

Lo que más sintió fue que acaso pudieran pensar de él que había ocultado de intento la palabra que destruía todo el plan de su defensa. El presidente que verdaderamente le amaba y que conocía bien su probidad, se esforzó en consolarle, diciéndole que no era este el primer caso de semejante equivocación ocurrido en los tribunales; que tales o tal vez mayores habían padecido letrados mus célebres. Pero no hubo para entonces consuelo para Alfonso, ni por Ventura volvería á poner los pies en los tribunales, pues bajando las escaleras se le oyó decir muchas veces:

-“Ya ¡OH Mundo! Te conozco, adiós tribunales no me verán más”

Apenas llegó á su casa, encerróse en su propio aposento para no ver á nadie, ni salir de él ni aun para comer; así estuvo más de tres días, al cabo de los cuales, cediendo á los muchos ruegos de los suyos, salió de su encierro y consintió en tomar por una vía de alimento tan sólo un poco de melón, que según dijo después, le pareció más amargo que la hiel. A esta turbación y sobre salto de ánimo sucedió una calma apacible.

Alfonso se conformó en un todo con la voluntad del Señor; pero resuelto á no presentarse en el foro, se despidió de su numero clientela, se apartó de sus más íntimos amigos, y, trocando la celda de solitario su propio aposento, apenas trataba, ni hablaba con los de casa; no hallaba consuelo más que pensar y dejar pasar las horas del día; parte en la Iglesia y parte en el hospital de los Incurables; ocupándose en su casa de leer las vidas de los Santos y meditar en los libros espirituales; su mayor diversión y regalo era visitar a Jesucristo en las cuarenta horas, perseverando dos otras de ellas en su devoción favorita; solía decir el Padre Mazzini, Sacerdote entonces secular había visto a Alfonso de rodillas tantas veces e inmóvil delante del Santísimo Sacramento con los ojos fijos en la Custodia, y tan fuera de sí, que no advertía, al parecer, ni ruido ni novedad alguna que acaeciese en la iglesia, no dando señal de vida.

El padre de Alfonso no sabía como explicar lo que veía en si hijo; pero en cambio muchas veces decía acongojado á su esposa: -“Algo esta meditando Alfonso”-, sin prever por entonces el gran sentimiento que había de causarle la importante resolución que en efecto meditaba su hijo

Estos momentos fueron claves para Alfonso, ya que mientras pasaba el tiempo, su insistencia por ponerse al servicio de Dios crecía, pero no solo eso aumentaba sino también la decepción y la inconformidad de su padre Don José.

Y Como tal tenemos el ejemplo del día 29 de Agosto de 1723 donde le arrancó a su padre la última esperanza de poder casarse. Era un domingo. La víspera de aquel día, la emperatriz Isabella, esposa de Calos VI, había cumplido sus treinta y dos años. El virrey este año pospuso los festejos y solemnidades para el domingo. El comandante de la “capitanía” tenia que asistir a la ceremonia del besamanos. Pide a su hijo que lo acompañe. Vagas excusas por parte de Alfonso. Nuevas insistencias del padre a punto de estallar

-¿y qué quiere que vaya yo hacer allí? Todo no es mas que vanidad.
Don José explota:
-¡Haz lo que quieras y vete donde bien te plazca!
Ante aquel furor, Alfonso da marcha atrás:
-No se inquiete usted padre yo lo acompaño
-¡Haz lo que quieras, dije!


Tergiversar: Dar una interpretación forzada o errónea a palabras o acontecimientos


Y dejando allí plantado, Don José sube a la carroza, huye del palacio real y va a devorar su amargura en su campo de marianella.

Desgarrado entre su padre y Dios, Alfonso tomó también la calle y fue a olvidar su mal al lado de sus pobres incurables. Allí estaba su palacio; lejos de los elegantes, de los príncipes.

Deja el mundo y entrégate a mí.

Y fue entonces mientras calmaba su propia herida cuidando la de los pobres, cuando sobrevino el acontecimiento: de pronto se vio en medio de una luz; le pareció que el edificio se sacudía de arriba abajo, y en su corazón oyó distantemente una voz:

-“DEJA EL MUNDO Y ENTREGATE A MÍ”

Desconcertado por un instante, el abogado volvió en sí y a sus enfermos. Terminado su oficio de samaritano, dejaba ya el hospital cuando al llegar a la mitad de la gran escalinata exterior, de nuevo le pareció que toda la casa se estremecía y oyó la misma voz:

-“DEJA EL MUNDO Y ENTREGATE A MI”

Alfonso derribado interiormente, se detiene y dice llorando:
-Dios mió he resistido demasiado a tu gracia. Aquí estoy; haz de mí lo que quieras…

A continuación de aquel trance va a su querida iglesia de la Redención de cautivos a arrojarse a los pies de nuestra Señora de la Merced. Se abisma en súplicas ante la Madre de Dios, hasta que una nueva luz te rodea, una fuerza lo levanta:

-¡Adiós, mundo y vanidades! ¡Para ti, Señor, mi vida! Aquí están títulos y bienes de mi casa en holocausto a Dios y a María….

Se pone de pie con gesto de caballero que se rinde, se despoja para siempre de su espada con todo lo que ella representa y la deposita sobre el altar, al pie de su soberanía y de su divino Hijo.

'''CAPITULO IV
LA FORMACION DE ALFONSO Y SU SACERDOCIO'''

Nuestro Santo Fundador ya desde hace tiempo asistía al seminario; padre como el P. Pagano conocían muy bien a Alfonso y su deseo de entrar. Cunado Alfonso pidió a este Padre y a los Oratorianos entrar para hacerse presbítero, estos los rechazaron y no quisieron hasta que no tuviera el consentimiento expreso de Don José y convencidos estaban que el padre de Alfonso jamás se prestaría a ello; al contrario no cesaba de darle continuos asaltos para que dejase aquella vida extravagante e inútil y volviese a la profesión de Abogado. Había que acabar de una vez. Entonces Alfonso dirigiéndose a su padre le dijo:

-“Padre mío, es inútil, he tomado la resolución irrevocable de consagrarme a Dios. No os inquietéis, os lo ruego y dadme su bendición.”

Don José quedó aterrado. Veía derrumbarse de un golpe todas sus risueñas y brillantes esperanzas. Durante semanas enteras apelaron todos los recursos, represiones, súplicas, lágrimas, recomendaciones influyentes, hasta de personas eclesiásticas. Alfonso a todo respondía: “Debo obedecer a Dios”

Rendido por fin Don José, él mismo fue a presentar a su hijo al cardenal Pignatelli, Arzobispo de Nápoles, el cual exclamó:

-¡Como, ¿Quiere ser sacerdote su hijo?!
A lo que Don José dijo:
-“¡Ay, sí, tal es su resolución irrevocable; ojala no fuese así!

Y Don José lloró lágrimas amargas; tan amargas que su corazón resentido no quiso ya reconocer como hijo al joven abogado, que vistió el hábito eclesiástico el 20 de Septiembre de 1723, a los 27 años de edad.

Hizo Alfonso los estudios teológicos en casa de su padre. Santo Tomás, a quien profesaba especial devoción, fue su maestro en la Teología dogmática y moral. El jugo y medula de la teología ascética, lo fue a buscar en las obras y ejemplos de los Santos, especialmente de Santa Teresa, su santa predilecta.

Estudio, oración y frecuente asistencia al templo; sobre todo ponía empeño en maltratar su cuerpo, no solo negándole todo alivio ó recreación honesta, sino atormentándole con ayunos, cilicios y diarias disciplinas; distinguióse más especialmente en el ayuno, haciéndolo a pan y agua todo los sábados en honor a la Santísima Virgen María; y los demás días era tan parco*en la comida, que parecía prodigio poder sostenerse y darse a los trabajos con tan grande anhelo. Al principio, para contentar á su padre, consintió que le acompañara un lacayo; pero después ya no quiso admitirle, ni tampoco gasto coche, ni admitió distintivo alguno de nobleza, siguiendo de esta manera la carrera eclesiástica con notable aprovechamiento de su espíritu y extraordinaria edificación de todo Nápoles.

El 22 de septiembre de 1725 recibió el subdiaconado, y fue admitido en la Congregación de Sacerdotes seculares, llamada también de las misiones apostólicas, por darlas con frecuencias, tanto en Nápoles como en otros puntos del reino.

*Parco: Corto, escaso o moderado en el uso o concesión de las cosas.
También quiso inscribirse en la Hermandad llamada en Nápoles de los blancos, para asistir a los sentenciados á muerte, componiendo á poco de haber ingresado en esta piadosa Asociación un tratadito sobre el modo de asistir con provecho á aquellos desgraciados.

El día 6 de Abril de 1726 recibió el Diaconado con dispensa del excelentísimo Cardenal Pignatelli, quien tenía en tanto aprecio la virtud y talentos de Alfonso, que desde entonces le dio licencia para predicar en todas las Iglesias de Nápoles; concesión rara en aquel tiempo, y más aun en aquella ciudad, donde los eclesiásticos tiene que ejercitarse de muchas maneras antes de dedicarse a ninguno de sus ministerios.

La primera vez que predicó nuestro Santo lo hizo en la Iglesia de San Juan donde se celebraba el jubileo de las cuarenta horas; todavía se conserva memoria de aquel sermón y le sirvieron aquellas palabras de Isaías en el cual fue admirado por algunos como el P. Tanoia que dijo:

-“Las aguas ardieron visiblemente con el fuego de sus palabras.”

Baste decir que desde el primer sermón apenas pasó día en que San Alfonso no tuviera que subir al púlpito de alguna Iglesia; convidándole singularmente a predicar acerca del Santísimo Sacramento, pues de todos era conocida su extraordinaria devoción a tan soberano misterio.

Viendo la referida Congregación de las Misiones Apostólicas, el “don” especial de Alfonso para predicar la divina palabra, siendo todavía diácono, le destinó a las misiones que se predicaban fuera de la capital; y era tal vez la vehemencia de su espíritu, y tanta la profundidad de su saber y el crédito de su virtud, que donde quiera que iba se llenaban los templos, siendo abundantísima la mies de pecadores que se convertían al oír de su boca la Palabra de Dios.

Tantos trabajos, juntos á una vida tan penitente y austera, daban que temer no pudiera resistirlos su natural flaco y delicado físico; y como se temía, así realmente sucedió; pocos meses después de ordenado Diacono cayó enfermo y de mucha gravedad; tanto, que una noche, desahuciado de los médicos, recibió el Santo viático. En aquel peligroso trance experimentó Alfonso un sentimiento de extraordinaria confianza de en la Virgen María; pidió que le llevaran la prodigiosa imagen de las mercedes, delante de la cual se había consagrado al Señor; esperando que le concediera esté favor especial; y fue tan pronta la protección de la Virgen, que en el punto mismo en que la sagrada imagen á sus ojos brilló, empezó á mejorar notablemente, de suerte que aquella misma noche quedó fuera de peligro.

El 21 de Diciembre del mismo año 1726 fue ordenado Sacerdote, y enseguida quiso el Arzobispo que diera los ejercicios á todo el Clero de la ciudad reunido en una de aquellas iglesias. No faltó quien censurara al prudente arzobispo por semejante determinación; pero este ilustre purpurado no tuvo que arrepentirse de la elección hecha en Este joven Sacerdote, viendo, como vio, el grande concurso que asistía y los copiosos frutos de bendición que se sacaban de sus palabras; él mismo quiso asistir y orar con su presencia á aquél venerable auditorio, formado de hombre eminentes, de consumados Teólogos, de renombrados misioneros y predicadores, de respetables párrocos, de venerables canónigos y dignatarios de la Iglesia, pendientes todos de los labios de un sacerdote ordenado pocos meses antes, pero ya de tanta fama y nombradía, que era la admiración de todos por su sólida elocuencia y espíritu apostólico.

Alfonso es sacerdote y magnifico, el cada día de esforzaba por ser mejor, que incluso hizo los siguientes mandamientos que esta dispuesto a cumplir:

1.- Soy Sacerdote; mi dignidad supera la de los ángeles; debo tener una suma pureza y, en cuanto pueda, ser un hombre angelical.

2.- Dios obedece a mi voz, yo debo obedecer a las voces de Dios, de su gracia y de los superiores eclesiásticos.

3.- La Santa Iglesia me honra: yo debo honrar a la Santa Iglesia con la santidad de la vida, con el celo, con trabajo y con el decoro.

4.- Ofrezco a Jesucristo al Eterno Padre: debo estar revestido de las virtudes de Jesucristo y prepararme a tratar con el Santo de los Santos

5.- El pueblo Cristiano me considera como un ministro de reconciliación con Dios: Yo debo ser siempre grato a Dios y gozar de su amistad.

6.- El justo quiere mi virtuoso ejemplo, confirmarse en la buena y Santa vida: Yo debo dar buenos ejemplos siempre y a todos.

7.- Los pobres pecadores esperan de mí que los libre de la muerte del pecado: Yo debo hacerlo con las oraciones, con el ejemplo, con la voz, con los hechos.

8.- Necesito fortaleza y valor para vencer al mundo, al infierno y la carne corrompida: con las divinas gracias debo combatir y vencer.

9.- Debo prepararme con la sabiduría para defender la Santa Religión y abatir los errores y la impiedad.

10.- Los respetos humanos y amistades del mundo debo odiarlo y aborrecerlos como cosa del infierno; esas cosas desacreditan el Sacerdocio.

11.- Debo maldecir la ambición y el interés como la peste del estado sacerdotal: por su ambición tantos sacerdotes han perdido la fe.

12.- Necesito la seriedad y la caridad, debo ser cauto, reservado especialmente con las mujeres, pero no altanero, áspero o despreciativo.

13.- El recogimiento, el fervor, la sólida virtud, el ejercicio de la oración, deben ser mi continua ocupación si quiero agradar a Dios.
14.-Solo debo buscar la Gloria de Dio, la Santificación de mi alma y la salvación de mi prójimo, aun a costa de la vida.

15.- Soy sacerdote; debo inspirar virtud y glorificar al Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo.

El Sacerdote de treinta años ha delineado con mano firme su silueta interior hasta que un día funda su orden religiosa.

'''CAPITULO V
ALFONSO FUNDA LA CONGREGACION DEL SANTISIMO REDENTOR'''

Por este tiempo veneraba Italia, como a Santo, a un fervoroso misionero por quien Dios obraba muchos milagros. Tal era el Padre Tomas Falcoia, de la Congregación de los Píos Operarios. En 1719 y a consecuencia de una misión predicada con otros Padres de su instituto en Scala, los habitantes más distinguidos de esta ciudad rogaron a los Misioneros que fundaran un convento de religiosas en un antiguo monasterio de la población. El P. Mauricio Filangieri aceptó la propuesta y confió la dirección espiritual de las Religiosas al P. Falcoia. El éxito no tardó en coronar sus esfuerzos y la comunidad adquirió tal reputación que a los tres años de su fundación, contaba ya con más de treinta miembros.

En 1724, entró en este convento una joven napolitana, Sor Maria-Celeste de Costrarosa; tenía 28 años. Antes de entar en Scala había vivido, por un espacio de ocho años, en un convento del Carmen, que había sido disuelto. Durante su noviciado en Scala, el Señor la favoreció con celestiales comunicaciones en las que reveló el espíritu y la regla de un nuevo instituto. Más aun, le mandó poner por escrito cuando le había revelado y que enviase una relación exacta a su Director espiritual, el P. Falcoia. Este presentó el manuscrito a muchos teólogos; todos lo aprobaron, quedando admirados por su contenido.

Mas aya que la nueva regla venía de Nuestro Señor, no pareció temerario al pedir a Dios que la rubricase con un milagro; y eso fue lo que sucedió. Una de las hermanas, Sor María Magdalena, que había vuelto loca y fue preciso vigilarla día y noche. El P. Falcoia, después de prolongadas oraciones, puso sobre la cabeza de la pobre enferma el manuscrito de Sor María-Celeste. Al punto desapareció la demencia, y recobró el juicio la hermana. Todos estos sucesos llamaron mucho la atención. No faltaron admiradores ni censores. El superior general del P. Falcoia se declaro en contra suya y de la comunidad, y le dio orden de abandonar a Scala y de no ocuparse más de los asuntos de las religiosas. Falcoiia obedeció sin replicar. Vino a Nápoles y allí se encontró con Don Alfonso, el misionero popular, el partidario decidió de la predicación sencilla y apostólica el sacerdote según el Corazón de Jesús.

Pero he aquí que, el mismo año que Alfonso fue a veranear a Scala, fue nombrado Obispo de Castellamare el P. Falcoia. Al partir a Roma para recibir la consagración episcopal, rogó a su joven amigo que predicase el retiro a las religiosas de Scala, después de predicar la novena del Santo Cristo en la catedral. Así tendría ocasión de examinar el espíritu de las religiosas, enterarse de las revelaciones de Sor María-Celeste y emitir su opinión sobre la nueva regla.

Alfonso uso la mayor circunspección en su examen y en las manifestaciones de su opinión. Todo lo que le exponían llevaba el sello del espíritu de Dios. Una vez convencido. Alfonso se declaró públicamente a favor de la comunidad y la apoyó con todas sus fuerzas. Bajo su dirección vistieron el nuevo hábito el 3 de mayo de 1731, y adoptaron la nueva regla el 6 de Agosto del mismo año en la fiesta de la Transfiguración. De esta suerte quedó fundada y organizada la nueva orden de religiosas del Santísimo Redentor que fue aprobada por Benedicto XIV en 1750.

Mas he aquí que poco después, en una carta llena de filial confianza, Sor María-Celeste refirió a Monseñor Falcoia una revelación habida el 3 de Octubre de 1731, en la que nuestro Señor le mostraba a San Alfonso y le decía:

“He ahí al que he escogido para ser la cabeza de mi instituto; él será el prepósito general de una nueva congregación de hombre que trabajarán por mi gloria. La misma noche y al día siguiente, recibió nuevas manifestaciones divinas sobre el futuro instituto y su regla. La religiosa se apresuró a comunicarlo todo a Monseñor Falcoia que era su director espiritual. Pero cuál no fue la sorpresa del Obispo de Castellamare al ver en aquellas páginas el reflejo de gracias y luces sobrenaturales que él mismo había recibido treinta años hacía un día memorable que paseaba a las orillas del Tíber.

Escribió a D. Alfonso y le pidió una entrevista en Nápoles para tratar de un asunto de gran importancia. Mas ya la superiora le había escrito una carta en la que le informaba, de un mundo vago, sobre una revelación de Sor María-Celeste acerca de él. Muy preocupado con todo esto llegó Alfonso a Nápoles. Sorprendido y turbado quedó al saber la gran misión que el Señor quería confiarle. Falcoia no dudaba de la verdad de las revelaciones de Sor María-Celeste. Alfonso, sin rechazarlos, respondió que, por acreditadas que estuviesen, él sería siempre hijo de obediencia, y que, sin el permiso de su director, no daría un paso en ese sentido. Cuando fue a consultar al P.Pagano, este, al principio, rechazó el proyectó, pero pasados unos días cambió de repente y animó mucho a su penitente a que realizase lo que antes había considerado una locura. Alfonso aun no estaba resuelto. Para conseguir la luz y el acierto apetecido, resolvió consultar a otros dos santos varones, venerados como tales en toda la ciudad: eran el Padre Domingo Manilus, Provincial de los Jesuitas. Los dos eminentes religiosos declararon que en aquella empresa estaba interesada la gloria de Dios y la salvación de las almas. Ambos a dos le instaron fuertemente a corresponder a los grandes designios de la providencia.

Sin embargo, cuanto más claramente se presentaba la vocación divina, más temblaba Alfonso ante el pensamiento de su debilidad. Una serie de misiones que predicó con sus compañeros de la propaganda vino a distraerle de sus hondas preocupaciones. En febrero de 1732 predicó la novena de la milagrosa imagen de Foggia. Admirable fue el fruto de su siervo y la misma Virgen coadyuvó* maravillosamente a su predicación. Una tarde después del sermón, el misionero no pudo contener su piadosa avidez de contemplar más de cerca el milagroso cuadro. Subió las gradas del altar, y mientas sus ojos miraban arrobados la Santa imagen, de repente se le apareció la Virgen y al instante quedo sumido en un éxtasis que duro cerca de una hora. Cuando volvió en sí, sin poder reprimir los transportes de gozo de su corazón entono el AVE MARIS STELLA que acompañaron los treinta testigos de tan maravillosa escena. Se grabaron tan profundamente en su espíritu los rasgos de la aparición que, habiendo llamado al día siguiente un pintor, pudo reproducirlos en el lienzo, según se los iba describiendo el Santo.

Mucho necesitaba del Socorro de la Virgen, por que pronto se iban a desencadenar sobre él tremendas pruebas y persecuciones. Temiendo sus cohermanos de la propaganda perder un sujeto de tan excelentes cualidades exigieron que sometiese su proyecto a la aprobación del P. Fiorilla, Dominico de gran fama. Esté le alentó más y más. Le dijo:

-“Animo, ánimo, hijo mió. La obra que meditas es divina”.

Seguro de su vocación Alfonso ya no pensó más que en su futuro instituto; en vano se multiplicaban las quejas y recriminaciones en torno suyo. Para cortar de raíz toda vacilación confió su conciencia, su persona y su porvenios a Monseñor Falcoia y él decidió que, este mismo año, Alfonso fuera a Scala con los compañeros que se le habían presentado para echar los cimientos del nuevo instituto.

Así pues, hubo que dejar a Nápoles. Al saber esta noticia, Don José quedo transido de dolor, aquel hijo tan venerado, se iba a alejar de su lado. Un día en un acceso de pena indescriptible, le estrechó tiernamente entre sus brazos y durante tres largas horas apeló a todos los recursos que le inspiraban su inteligencia y su corazón mientras pasaba esto le decía:

-Hijo apiádate de mi, ¡no me dejes!

La gracia, y únicamente la gracia, pudo dar la victoria a Alfonso en aquella lucha desoladora, en aquella terrible agonía, cuyo solo recuerdo le hacia estremecer aún en su ancianidad.

Por fin llego Alfonso a Scala el 8 de Noviembre de 1732, siendo recibido por el Sr. Santoro como un ángel bajado del cielo en provecho de su grey*. Todo el pueblo con el clero y los nobles a la cabeza, salieron á su encuentro; y fue tan puro el gozo y alegría de inundó el corazón de aquellos fervorosos fieles, que nadie hablaba más que de Alfonso y de los nuevos misioneros.

Al día siguiente “9 de Noviembre de 1732 en el que la Iglesia celebra la dedicación de la basílica de Letrán, llamada del Salvador, después de una larga meditación se reunieron todos en la catedral; y con cantada fue con toda solemnidad la misa del Espíritu Santo, se dio principio al nuevo instituto con el título de Santísimo Salvador, como siguió llamándose la Congregación hasta que el Sumo Pontífice Benedicto XIV en la bula de su aprobación, mudo este título den el del Santísimo Redentor, para distinguir nuestros religiosos de los canónigos regulares del Salvador.

Su fin será “seguir a Jesucristo por los pueblos y aldeas, predicando el evangelio por medio de misiones y Catecismos”

Una tarea exclusivamente Apostólica. Excluye desde el primer momento toda la otra obra que le impida seguir a Cristo predicador del Evangelio en caseríos y aldeas. Se abre ahora la época más fecunda y plena de Alfonso

Durante más de treinta años recorre las provincias del Reino y con equipos de grandes misioneros que distribuye por todos los pueblos, inspirado en la lectura que dice:

“El espíritu del Señor esta sobre mí, El me ha ungido para traer buenas nuevas a los pobres, para anuncias a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver” (Lc.4, 18)

*Coadyuvar: Contribuir, asistir o ayudar a la consecución de algo.
*Grey: conjunto de individuos que tiene algún carácter común


'''CAPITULO VI
HECHOS IMPORTANTES EN LA VIDA DE NUESTRO SANTO
'''
Toda Vida tiene historias importantes, tanto agradables como desagradables, empezaremos relatando las profecías que realizo en vida, posteriormente hablaremos de sus bilocaciones o éxtasis, actitudes y enfermedades:

Esta profecía se la hizo a una señora enferma y encinta que se encomendaba a Alfonso, éste le predijo que Dios no quería su salud, que moriría; y que la hija que iba a nacer sería religiosa y que su hijo moriría antes de tomas estado. Todo se cumplió como lo anuncio el santo.

La siguiente profecía se la hizo a Dos padres que venían de la Ciudad de Cava a verlo. Unos de ellos le dijo que iba a Nápoles para ocuparse de un juicio. Y San Alfonso le dijo:

-“¿Y qué proceso vas a buscar? Hay una cosa que te debe preocupar en este momento, se trata de tu alma; ocúpate de ella seriamente, por que pronto morirás” Poco después, en el mes de septiembre, el otro sacerdote le recordó la predicación de Alfonso, que tanto le había entristecido; a los pocos días moría.

Durante una misión se hospedó el santo en la casa de Don Manuel Zambadelli. Allí compuso el villancico “Desciendes de la altura”… Apenas acabó Alfonso de hacerlo y don Manuel quiso copiarlo, pero le dijo el autor que no podía consentirlo hasta que no estuviese impreso. Cuando el misionero fue a la Iglesia para predicar, Don Manuel tomó el cántico y se lo llevó en el bolso para sacar una copia. Don Manuel estaba en el coro y el Santo comenzó a ensayarlo con el pueblo, cuando de pronto se le olvidó de unos versos y dijo a un clérigo que le asistía:

-“Diga a Don Manuel Zambadelli, que está en el coro, que le preste la copia de mi canto que tiene en el bolso, para que pueda continuar”.

Don miguel estaba rojo de vergüenza y no se atrevía a presentarse. Por la noche le llamó el Santo y bromeando le dijo:

-Quería litigar contra usted por el robo del canto

Una vez el rey mandó a un joven escandaloso a la casa de pagani y éste se metió a una mujer disfrazada de soldado. El Santo exclamó:

-“Hay una mujer en casa”

Creyeron que deliraba y el criado y el Hermano le dijeron:

.”Quédese quieto, la casa esta cerrada”

Al día siguiente, volvió a meterla el hombre y antes de citado el Santo aseguro de nuevo lo mismo que la noche anterior pero quería que la echaran ya. No le hicieron caso, pero habiéndolo contado a la segunda mesa, el culpable que lo oyó se caía de espanto y al temer ser descubierto, él también se fue.

San Alfonso era muy recto y estricto en como comportarse, se dicen algunas cosas como las siguientes:

A los blasfemos los llamaba, les hablaba con cariño y si no era suficiente, hablaba a la autoridad civil y hasta los mandaba a encarcelar o poner en galeras.

Se dice que en las peregrinaciones veía muchos peligros, como siempre que hay mucho concurso de fieles y trabajó por acabar con ellas. Así en la ermita de San Marcos en que venían de otras partes mucha gente y después de la procesión de la tarde había borracheras y escándalos, la puso por la mañana y después de la misa y mando que por la tarde estuviese cerrada la iglesia.

A un cura le decía:

.”Cuando el escándalo existe, el cura debe insistir por destruirlo, aun cuando prevea la inutilidad de la corrección; de lo contrario los escandalosos viendo que el cura calla, en ello encuentran un aliento para seguir si vida criminal y los buenos, viendo que no cesa el escándalo y que el pastor guarda silencio, se escandalizarían. No es cosa que ahora digo desde hace mucho tiempo los escribí en la moral, después de aconsejarme de hombre sabios”
En cuanto a sus enfermedades las aprovechaba para alabar a Dios en cuanto pudiera leamos poco de esto:

En medio de los dolores espantosos que sufría, cuando su enfermedad del año 1768, decía:

-“Gracias Jesús mió, por que me hacéis experimentar poquito de las desgarraduras de nuestros nervios cuando los taladraban en la cruz”.

Y añadía un pensamiento de San Agustín:

“Abraza y saja* aquí en la vida, no me escatimes ahora torturas a fin de librarme de ellas eternamente”

En otras ocasiones su respuesta ordinaria era:

-“Cúmplase lo que haya recetado el médico, ya soy viejo y puedo abrigar pocas esperanzas e ilusiones de vida, obedezco para cumplir la voluntad de Dios en la de ustedes”

Interrumpía a veces las curas con alguna broma:

-“Me sostienen ustedes con horquillas y puntales –y seguía diciendo al medico- pero en el momento menos pensado, si me levantan de un lado más de la cuenta, caerá por tierra el armatoste y habrían perdido sus sudores”

De vez en cuando se recuperaba escribía y decía esto:

-“Continuó atenazado por mis dolores y recluido en el lecho, pero me hallo sin fiebre y con la cabeza despejada y dispongo de más tiempo para escribir alguna obra para gloria de Dios y bien de la iglesia. Poco se publica en su defensa y en cambio mucho para derrocarla”

A ese poco añadió Alfonso encamado la lista de unas cuantas obras siguientes:
-Apología de Teología Moral
-Obra dogmática, sobre el Concilio de Trento.
-Rubricas de la misa
-Instrucción al pueblo, etc.…

Un lado poco conocido de Nuestro Santo era la bilocación o éxtasis en el que entraba cuando hacia una oración como leeremos en los siguientes puntos:

Antes de la misa o cuando entraba en su oratorio de Obispo, en el que había hecho poner un cuadro de la anunciación, no bien lo miraba, quedaba fuera de sí.

En los grandes misterios, y en los tres últimos días de Semana Santa muchas horas permanecía en éxtasis. Ante el monumento le oyó decía el P. Nigro, consultor general:

-“¡OH mi Jesús, me parece que la muerte me hace esperar mil años, hasta poder veros en el paraíso! Cuando tenga la dicha de ser admitido allí mi primer grito después de besarte los pies, será!”: “¡Ah mi Jesús! Te agradezco tanto sufrimientos como soportaste por mí, ¡OH qué cara te ha costado mi alma!- y dijo también- “salgo de la oración saciado, cuando me he encomendado a Dios con fervor”

Un día llamó al Padre a su celda y pensando le habría respondido, abrió la puerta, entró y le encontró de rodillas y con el rostro resplandeciente con los brazos abiertos en forma de cruz, y levantado dos palmos del suelo, con la mirada fija en el Santo Cristo.

Varias veces al ponerse de rodillas ya casi habitualmente caía en éxtasis. Otras veces se elevaba sobre el suelo. Son célebres los éxtasis al predicar en Foggia, Amalfi y en otras partes en que se le apareció la Virgen y lo envolvió en un rato de luz delante de todo el pueblo mientras el Santo se elevaba por los aires.

Se dice también que una vez que murió un Obispo, Alfonso se encontraba en su habitación en el momento del entierro, pero otras personas aseguran haberlo visto en el sepulcro acompañando a las personas que fueron al sepelio.

Lleno de misterios Alfonso, tal vez obra de Dios y de su gran cercanía por medio de la oración, tanto era su amor y su alegría que nos la deja como ejemplo de vida.

*Sajar: Cortar la carne.

'''CAPITULO VIII
SANTA MARIA MADRE DE ALFONSO'''

Fue médula de su vida y el hilo conductor de su fecundo apostolado, bien podemos decir que toda su vida fue un himno mariano.

Ya sacerdote se obligó, con voto, a rezar todos los días el Santo Rosario, nunca dejo intacta la devoción a la llena de Gracia. Alfonso sabía que María es “La que ha exterminado las herejías en todo el mundo”, como canta la liturgia.

Alfonso, después de añadir a su nombre el de la Madre del cielo, se propuso defenderla de los atrevidos blasfemos y satánicos ataque. Hizo muchos libros como el de las “Las glorias de María” que mas adelante lo mencionaremos de nuevo, Alfonso esparció rápidamente por todas partes el amor de María y la confianza en los que son seguidores de nuestra Madre, y supo disipar los negro nubarrones que amenazaban cubrir el claror del cielo de la Iglesia; al tocar el reloj, saludaba a la Reina del Cielo, con un fervoroso rezo del Ave María.

Acérrimo defensor de la inmaculada concepción de Maria, exhortaba a sus religiosos a que, después de concluido el cuarto año de teología, hiciesen el voto de dar su vida y su sangre por defender este misterio; siempre practico y recomendó a sus religiosos que al final de unas misiones, jamás debía faltar un sermón sobre el Patrocinio de María.

-“Este sermón -decía- debe despertar aquellos corazones que han permanecido dormidos a todas las demás exhortaciones”

El sábado, día dedicado a la Madre del Carmelo, era en donde condensaría lo mejor de la tradición mariana, teológica y espiritual. Después de Dieciséis años de trabajo, como el de un paciente joyero, que busca, escoge, talla y engasta piedras preciosas, aparecen las “Glorias de María” a comienzos de Octubre de 1750. Están dedicadas a su divino hijo:

-“Amantísimo Redentor mió y Señor Jesucristo…: aceptad este pequeño obsequio del amor que tengo por ti, y por tú amada madre. Protégelo haciendo llover sobre aquellos que lo lean luces de confianza y llamas de amor hacia esta Virgen Inmaculada, en quien has colocado la esperanza y el refugio de todos los redimidos. Y como gracia de este mi pobre trabajo, dadme, os ruego, que aquel amor hacia María que yo he deseado con esta mi pequeña obra encuentren acceso en todos los que la lean”.

Volviéndose después a Maria, da el testimonio de la propia experiencia de su ya larga vida, todo lo ha venido por medio de ella, experiencia que ha determinado la convicción central de su predicación y la de estas páginas: nuestra Señora es mediadora de todas las gracias. Así escribe:

-¡OH dulcisima Señora y Madre mía María!; bien sabéis que, después de Jesús, yo he puesto en ti toda la esperanza de mi eterna salvación, por que todos mis bienes, mi conversión, mi vocación de dejar el mundo y cuantas otras gracias he recibido de Dios, reconozco que todas me han sido dadas por vuestro medio. Ya sabes que yo, con el fin de veros amada por todos como te lo mereces y para devolver también algún signo de gratitud por tantos beneficios como me habéis hecho, he tratado siempre de predicaros por todas partes, en público y en privado, inculcando a todos vuestra dulce y saludable devoción. Espero seguir haciéndolo así hasta el último aliento de mi vida que me quede; pero veo que, a causa de los avanzados años y de mi frágil salud, ya se va acercando el fin de mi peregrinación y mi entrada a la eternidad. Por eso, antes de morir; he pensado entregar al mundo este mi libro, a fin de que él prosiga predicando por mí, y animando también a los demás a publicar nuestras Glorias y la gran piedad que tienes para con nuestros devotos.

Para que escribir más sobre su devoción a María, si con estas palabras nos basta y hasta nos sobra para admirarlo, y tomar el ejemplo de él con gran entusiasmo y ser devotos de la que es Nuestra Madre, siempre dispuesta a interceder por nosotros.

'''CAPITULO VIII
SAN ALFONSO ¿OBISPO?'''


Después de una vida tan laboriosa y abnegada, Alfonso tenía derecho al reposo; y sin embargo es entonces cuando el Papa Clemente XIII, en virtud de santa obediencia, echa sobre sus hombros la carga del episcopado.

Había vacado la sede de Santa Águeda de los Godos. Grande era el apuro del soberano pontífice para escoger su sucesor al difunto Obispo. Muchos eran los candidatos y, precisamente el más recomendado no era el más recomendable. El cardenal Spinelli, que había dejado la sede napolitana para formar parte de la curia romana, propuso al Papa que eligiera a Don Alfonso de Liguori.

Pero el había ya rehusado absolutamente, quince años antes, el arzobispado de Palermo, ofrecido por Carlos III. Su corazón, su vida, toda su persona estaban dedicados exclusivamente para Dios y la congregación. Su promoción hecha el 9 de marzo de 1762, le pareció un castigo; Clemente XIII no cedió. Alfonso, herido entonces en lo más vivo, exclamó:

-“Justos juicios del cielo” Dios me arroja de la Congregación a causa de mis culpas”

Lejos de creerlo así, el Papa le concedió el título prerrogativas de Superior General de la Congregación, pero con la Obligación de nombrar un vicario General que le supliese dignamente. El Santo eligió al P. Andrés Villani. Recibió en roma la consagración episcopal, Alfonso hizo su entrada en la diócesis sin aparato, con austera sencillez y con una bondad sumamente atractiva que realzaba su gran virtud. El pueblo le hizo una recepción triunfal. Todo lo que veían en él respiraba santidad.

Alfonso empleaba, ante todo, la bondad y dulzura con los culpables y se imponía penitencias por su conversión. Cuando resultaban inútiles los avisos paternales, entonces apelaba a la severidad y al castigo; más de un sacerdote sufrió el entredicho o el destierro de la diócesis. Mucho le costaba llegar a estos extremos; pero antes era el deber. Sin embargo, a medida que ejercitaba la severidad, brillaba más su heroica caridad.

El Santo Obispo, persiguió con el mismo celo y energía los escándalo de los nobles y magnates. Luego se dedicó a curar las demás llagas de su diócesis; sobre todo la blasfemia y la impureza. Se ocultaron los criminales, los libertinos abandonaron a sus cómplices, los desvergonzados se hicieron circunspectos, y las almas bueno, libre ya de los escándalo públicos, pudieron felicitarse de haber dado con un Obispo modelo, que en su gobierno sabia, a imitación de Dios, unir la fuerza a la suavidad.

Todo el moblaje de su habitación consistía en una mesa sencilla de madera, unas cuantas sillas ordinarias, una cama con un jergón y su cortinaje, una colcha sencilla y una manta de lana muy usada. No quiso más ni aun en lo más riguroso del invierno.

Los predilectos de Alfonso, en su diócesis, fueron los seminaristas, a los que llamaba la familia de su destierro. Se complacía en formar, por sí mismo, en la piedad, a los futuros sacerdotes, vigilaba sus estudios y tomaba parte en sus cánticos. Los días festivos les daba dulces de los que proveía en Palermo.

Este obispo, austero consigo y siempre dispuesto a luchar contra el pecado, tenía un alma muy grande, un corazón de oro, sumamente bondadoso e inagotable en sus recursos para hacer el bien.



'''== CAPITULO IX
“TU SANTA VOLUNTAD” =='''


Este capítulo es muy breve, no se tienen tantos detalles de su muerte.

Era el año 1771, los años y los achaques le vinieron encima, entonces escribió:

-“Yo llevo ya cerca de tres años en cama, tullido, pues he perdido el uso de las piernas debido a un gran reumatismo que me puso en las puertas de la muerte y me ha dejado lisiado”

Varias veces solicitó del Papa la renuncia al gobierno de la diócesis pero esta no llegaba. Clemente XIII llegó a decir:

-“Me basta su sombra para que sea de provecho a toda la diócesis”

San Alfonso antes las negativas del Papa exclamaba:

-“La voz del Papa es para mí la voz de Dios; y muero contento, si por voluntad de Dios muero oprimido por el peso del episcopado”


Ya en trance decía:

-“Antes de que expire, venid tu misma, ¡OH María!, a consolarme con vuestra presencia. Esta gracia la habéis hecho a tantos devotos. Soy pecador. Pero soy tú devoto que te ama con pasión y tengo una gran confianza en ti. ¡OH, María! te espero, no permitas que quede desconsolado”

La virgen le escuchó. Dos veces se le apareció y después de consolarle, le anuncio el día de su partida de este mundo.

Su muerte fue plácida y serena. Se le veía brillar el semblante, menear de los labios y se oía el murmullo de unas palabras inteligibles.
Dialogaba con María.

Era sábado. Las campanas de la iglesia tocaban el “Ángelus” de medio día. El se fue a rezarlo al cielo con su Madre el día 1 de Agosto de 1787, contando con 90 años, 10 meses y 15 días cuando se termino su peregrinación Santa por éste mundo.

En el año de 1816 fue beatificado, y el 26 de mayo de 1839 fue inscrito en el catálogo de los Santos, en 1871 nombrado doctor de la Iglesia y en 1950 Patrono de Confesores y Moralistas.

Esta es la vida de Alfonso un Gran Santo y modelo de vida a seguir un ejemplo del amor del hombre a Dios, y de Dios al hombre. Solo tú sabe si lo tomas o lo dejas, Jesucristo te hace la invitación en tus manos esta tomar esa cruz.


CONCLUSIONES

Después de haber realizado esta pequeñísima biografía de San Alfonso, me he dado cuenta de que esta tan llena de misterios, ejemplos, esfuerzos, fracasos, y que para escribir de alguien como Alfonso se necesita mucho tiempo, cuidar cada detalle, cada situación es de bastante dedicación.


San Alfonso es para mí de verdad un Santo, en él desde pequeño se vieron las ganas y el amor por Jesucristo, tanto así que lo siguió hasta la muerte, acompañado de la virgen María, cosa impresiónate y mas que nada ejemplo para uno como seminarista.


Sin duda me quede muy lejos de lo que es en sí, “La vida de San Alfonso” pero con esto me basta para decir que es un GRAN SANTO DE DIOS.

Bibliografía



- El Santo del Siglo de las Luces/ Theodule Rey- Mermet. Madrid España 1985. Bibliotecas de Autores Cristianos, de la Editorial Católica, S. A. 766 páginas.


- Espiritualidad Redentorista, Volumen 3/ Autores: Miembros de la Comisión de Espiritualidad CSsR, Roma Italia 1993, Editorial “Evangelizare”. Páginas: 281.


- San Alfonso, Espíritu y mensaje/ Gerardo María Duque. México D.F. 8 de diciembre de 1975. Editorial Gerardo Mayela, Emiliano Zapata, México D.F. Pág. 416.


- San Alfonso María de Ligorio/ A. Rietzenthaler C. Ss. R.- México Distrito Federal 1950, Editorial Gerardo Mayela, Emiliano Zapata, México D.F. Pág. 111.


- San Alfonso María de Liguori/ Rafael María López- Menús. España1985. Editorial Patisa S. A., Páginas. 80.


- Vida San Alfonso María De Liguorio. / Tomás Ramos, Madrid España 1910. Editorial C. de Jesús, Madrid España. Pág.652.



*[http://www.misionerosredentoritas.com]*





Revisión del 08:54 12 sep 2009

Alfonso María de Ligorio
Información personal
Nombre en italiano Alfonso Maria de' Liguori Ver y modificar los datos en Wikidata
Apodo Doctor Zelantissimus
Nacimiento 27 de septiembre, 1696
Marianella, Nápoles
Fallecimiento 1 de agosto de 1787
Nápoles
Sepultura Salerno Ver y modificar los datos en Wikidata
Religión Iglesia católica y catolicismo Ver y modificar los datos en Wikidata
Familia
Madre Donna Anna Catherine Cavalieri Ver y modificar los datos en Wikidata
Educación
Educación in utroque jure Ver y modificar los datos en Wikidata
Educado en Universidad de Nápoles Federico II Ver y modificar los datos en Wikidata
Alumno de
Información profesional
Ocupación Compositor, sacerdote católico (desde 1726), escritor, poeta, abogado y obispo católico (1762-1775) Ver y modificar los datos en Wikidata
Cargos ocupados Obispo de Sant’Agata de’ Goti (1762-1775) Ver y modificar los datos en Wikidata
Información religiosa
Beatificación 15 de septiembre de 1815 en Roma por Pío VII
Canonización 26 de mayo de 1831 por el Papa Gregorio XVI
Festividad 1 de agosto
Venerado en Iglesia Católica
Obras notables Tu scendi dalle stelle Ver y modificar los datos en Wikidata
Orden religiosa Congregación del Santísimo Redentor Ver y modificar los datos en Wikidata

San Alfonso María de Ligorio (Marianella, Provincia de Nápoles, 27 de septiembre de 1696 - Nápoles, 1 de agosto de 1787) Obispo italiano y fundador de los Redentoristas.

Alfonso María de Ligorio era doctor, tanto en derecho civil como en derecho canónico. Fue ordenado sacerdote en 1724 y se consagró a la evangelización de Nápoles y de su región. Fundó la Congregación del Santísimo Redentor, orden conocida como Redentoristas, y fue nombrado obispo y cardenal.

Elaboró un sistema de teología moral a medio camino del rigor y del laxismo que recibió el nombre de equiprobabilismo. Es el patrono de los abogados católicos y de los moralistas y confesores. Escribió más de 111 obras, entre las cuales cabe destacar el Tratado de Teología moral, escrito entre 1753 y 1755.

Fue canonizado en 1831 por el papa Gregorio XVI y declarado Doctor de la Iglesia en 1871 por el papa Pío IX.

Enlaces externos