Diferencia entre revisiones de «Guerra santa»

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Revisión del 19:58 10 ago 2009

La Guerra Santa es una guerra justificada por razones religiosas, cuyos promotores califican como guerra querida por Dios y que conduce a la salvación eterna de quien muere en ella. Las guerras de religión europeas, las Cruzadas o la Jihad son ejemplos conocidos de Guerra Santa. En los tiempos modernos se ha usado también como un modo de definir diferencias culturales e históricas entre combatientes, sin que sea la religión necesariamente la causa principal (un ejemplo es el conflicto del Ulster).

El concepto de Guerra Santa puede rastrearse en el cristianismo a través de la formulación del concepto o doctrina de la guerra justa por Agustín de Hipona en su célebre obra Civitate Dei, que es continuada por otros autores a lo largo de la Edad Media, como Tomás de Aquino (Suma Teológica, II-II Qu. 40.)[1]​ A propósito de la frase del Evangelio de Lucas «y dijo el amo al siervo: Sal a los caminos y a los cercados, y obliga a entrar, para que se llene mi casa» (Lucas, 14, 23), Agustín comenta (en la Réplica a Gaudencio) que si los herejes, los cismáticos (y por el contexto también miembros de otras religiones, judíos o paganos) no quieren comprender las bellezas y verdades del cristianismo, habrá que decidirse a hacerles la guerra.[2]

En el Islam también existe la idea desde los primeros tiempos: en Medina, de los años 624-630 hay una glorificación de las razzias y, en paralelo, en la revelación coránica, su justificación y reglamentación. El Corán, aunque no lo formula de un modo específico ya que el concepto de jihad, que suele traducirse (impropiamente, a juicio de algunos) como guerra santa, es en realidad mucho más amplio, incluye también la acción violenta. De acuerdo con el Corán, la guerra santa debe ser en principio defensiva:

Combatid en el camino de Dios a quienes os combaten, pero no seáis los agresores. Dios no ama a los agresores. Matadlos donde los encontréis, expusadlos de donde os expulsaron.
Corán, 2, 186-187

Sin embargo, otra Sura dice:

Que combatan en el camino de Alá los que truecan la vida inmediata por la vida última. A aquellos que, al combatir en los caminos de Alá son muertos o son vencedores, nosotros les daremos una retribución inmensa.
Corán, 4, 76/74

Defensiva o no, la obligación de la guerra santa es en cualquier caso un tema recurrente en el Corán y ocupa aproximadamente unos 250 de los 6235 versículos. Un aspecto relevante del Islam, aunque sujeto también a interpretaciones, es que divide el mundo en dar-el-Islam («la casa del Islam»), donde habitan los creyentes, y dar-el-jarb («la casa de la guerra»), que sería la residencia de los infieles. Estas dos «casas» estarían en guerra santa permanente, suspendida solo por treguas tácticas. Sin embargo, siempre estarán enfrentadas hasta que todo el orbe se convierta en dar-el-Islam y los fieles de otras religiones sean, en el mejor de los casos, tolerados y sometidos en calidad de dhimmis.


Se ha utilizado la idea de Guerra Santa en épocas diversas y en numerosos conflictos, religiosos o no, normalmente para legitimar intereses geopolíticos o económicos. Son ejemplos clásicos de guerra santa las cruzadas o las guerras católicas contra las consideradas herejías (cátaros, protestantes, etc.). La guerra civil española fue declarada cruzada por Pío XII[cita requerida] y así se la denominó oficialmente durante la época de Franco. En el ámbito islámico, muchos conflictos actuales son calificados de yihad en su sentido de combate, de guerra. Las acciones terroristas de carácter islamista son calificadas por sus autores del mismo modo.

Otras religiones como el judaísmo, el hinduismo y el sikhismo también incluyen entre su doctrina el concepto de Guerra Santa.

Notas

  1. Citas textuales de Tomás de Aquino, alguna refiriéndose a Agustín, y de otros autores en una página católica tradicionalista. Página católica, de interpretación opuesta, sobre San Agustín. Página masónica, sobre Hiram Afib, que incluye argumentos de San Agustín.
  2. ¿Por qué no se puede forzar a nadie a la verdad?

    XXV. 28. Por lo que respecta a vuestra opinión de que no se debe llevar a nadie por fuerza a la verdad, os equivocáis ignorando las Escrituras y el poder de Dios, que los obliga a querer cuando fuerza su voluntad. ¿Acaso los ninivitas hicieron penitencia contra su voluntad porque la hicieron forzándolos su rey? En efecto, ya había anunciado el profeta la ira de Dios sobre la ciudad entera recorriéndola por tres días. ¿Por qué se necesitaba del mandato del rey para que suplicaran con humildad a Dios, que no atiende a la boca, sino al corazón, sino porque había entre ellos algunos que no se preocupaban ni creían los anuncios divinos sino aterrados por la potestad terrena? Así es que esta orden del poder real, a la que respondéis con vuestra muerte voluntaria, les suministra a muchos la oportunidad de entrar en la salud, que se encuentra en Cristo; y si ellos son llevados a la fuerza a la cena de tan gran padre de familias y se ven forzados a entrar, dentro ya encuentran motivo de alegrarse de haber entrado. Ambas cosas las predijo el Señor que habían de suceder y ambas las realizó. Porque reprobados algunos, que se entiende son los judíos, ya que ellos habían sido invitados antes por los Profetas y llegado el momento prefirieron excusarse, dijo el Señor a su siervo: Sal a las plazas y calles de la ciudad, y a los pobres, tullidos, ciegos y cojos tráelos aquí. El siervo le dijo: Señor, está hecho lo que mandaste y aún queda lugar; y dijo el amo al siervo: Sal a los caminos y a los cercados, y obliga a entrar, para que se llene mi casa 51. Entendemos por caminos las herejías y por cercados los cismas. Los caminos, en efecto, significan en este lugar las diversas opiniones. ¿Por qué os admiráis, pues, si no muere por el hambre del alimento corporal, sino del espiritual, cualquiera que no entra a esta cena, ya introducido de buen grado, ya impulsado por la violencia?