Discusión:El rojo emblema del valor

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Estilo[editar]

La novela suele ser enmarcada dentro del realismo literario y, más concretamente, del realismo psicológico y del subgénero de “novela de guerra”. De hecho, Crane es considerado uno de los fundadores de este subgénero, dado que se aleja de la visión romántica y melodramática que anteriormente se había dado a la Guerra Civil en la literatura estadounidense.

Novela de iniciación[editar]

El rojo emblema del valor puede también ser considerada una “novela de iniciación”, ya que uno de sus ejes centrales consiste en mostrar la evolución del personaje de Henry Fleming a través de sus experiencias en el campo de batalla. Inicialmente, Henry es un joven idealista cuya visión épica de la guerra le lleva a alistarse.

En sueños se había visto a sí mismo en muchas batallas; había imaginado a gente que se sentía segura bajo la protección de su mirada de lince, de sus proezas.
Capítulo 1

En este sentido, Crane contrapone el personaje de la madre de Henry, que refleja, por un lado, la sensatez de quien sabe que su hijo no está preparado para participar en la guerra, y, por otro lado, la resignación de quien acepta la decisión de ese hijo aún a sabiendas de que es equivocada.

Una segunda cualidad de Henry, que en cierto sentido contradice la primera, es su carácter indeciso sobre sus propias aptitudes para la guerra. Antes incluso del primer enfrentamiento, Henry es presa de profundas dudas sobre su heroísmo y sobre su conducta cuando llegue el combate.

Después de haber oído una gran cantidad de discusiones sobre marchas y ataques, se marchó a su barraca (...). Deseaba estar a solas con algunas ideas nuevas que le habían asaltado últimamente. (...) Se tumbó en su litera meditando sobre ello. Trató de probarse a sí mismo matemáticamente que no iba a huir de la batalla.
Capítulo 1
Se hundió en un éxtasis de autocomplacencia. Experimentó las sensaciones más deliciosas de su vida. Permaneciendo como aparte de sí mismo, examinó de nuevo aquella última escena y se dio cuenta de que el hombre que así había luchado era magnífico.


Sintió que era un hombre cabal. Se vio a sí mismo dotado de aquellas cualidades, incluso, que había considerado muy por encima de sí. Sonrió con honda satisfacción.
Capítulo 6

No obstante, tras la huida en el segundo enfrentamiento esa autocomplacencia desaparece y su indecisión se intensifica. En ocasiones, sus pensamientos se mueven hacia el remordimiento. Otras veces, el personaje se entrega a complicados ejercicios de justificación de su actitud y reprobación de sus compañeros de armas:

Se alejó de allí, asombrado e irritado. Sintió que lo habían engañado.


El había huido, se repitió, porque se acercaba la aniquilación. Salvándose a sí mismo había hecho una buena acción, porque él era una pequeña pieza del ejército. (…) Era bien claro que él había actuado de acuerdo con reglas completamente correctas y dignas de encomio. Sus acciones habían sido astutas, habían estado llenas de estrategia. Eran obra de unas piernas maestras.


Él (…) había huido a causa de su percepción y conocimiento superiores. Sintió una terrible ira hacia sus camaradas. Sabía que podía probarse que habían actuado como necios.
Capítulo 7

Lenguaje[editar]

La novela está contada en tercera persona, desde el punto de vista de un narrador omnisciente que, por un lado, tiene perspectiva histórica (la batalla que sirve de marco a la acción es real) y por otro describe no solo los actos, sino también los más profundos pensamientos de los personajes (que son ficticios).

Crane utiliza el lenguaje de diversas maneras en función de la sensación que desee transmitir. En ocasiones es dulce y poético, cuando describe los escenarios naturales en los que se desarrolla la batalla y la indiferencia de la naturaleza ante los hechos mundanos de los hombres.

Por fin, llegó a un lugar donde las ramas, tiernas, elevadas, se curvaban en forma de capilla (…). Las agujas de los pinos eran una mullida alfombra de un tostado claro. Y había una mística media luz. (…)


Los árboles que estaban junto a los portales verdes de la capilla de ramas se movían lentamente en una brisa suave. Un triste silencio se extendía sobre el pequeño refugio protector. (…)


Los árboles empezaron a cantar, suavemente, un himno al crepúsculo. El sol se hundió hasta que sus oblicuos rayos broncíneos cayeron sobre el bosque. Hubo una disminución de los ruidos de los insectos, como si hubieran inclinado la cabeza en devota pausa. Todo era silencio, excepto el coro salmodiante de los árboles.
Capítulos 7 – 8

En cambio, cuando el texto desciende a la descripción cruda de las batallas o de los resultados de la guerra, el lenguaje se vuelve frío y duro, y no ahorra en detalles a la hora de evocar el sufrimiento de los personajes. Valga como ejemplo la detallada descripción de la muerte del soldado Jim Conklin:

De repente su cuerpo se puso rígido y se irguió. Luego fue sacudido por un prolongado temblor. Miró fijamente al espacio. (…)


Iba invadiéndole una especie de serpenteante enajenamiento que lo envolvía. Por un instante el temblor de sus piernas le hizo bailar como al son de un odioso caramillo. Sus brazos se agitaron locamente sobre su cabeza con expresión de inefable entusiasmo.


Su alta figura se irguió en toda su magnitud. Hubo un leve sonido de algo que se desgarraba. Luego, empezó a deslizarse hacia adelante, lento y erguido, como se desploma un árbol. Una rápida contracción muscular hizo que el hombro izquierdo tocara primero el suelo. El cuerpo pareció rebotar levemente en la tierra.
Capítulo 9

Simbolismo[editar]

La obra está cargada de elementos que reflejan un profundo simbolismo. El más evidente es el título.

A veces miraba a los soldados heridos con envidia. Le parecía que las personas con cuerpos lacerados debían ser peculiarmente felices. Deseaba que él también hubiera podido ostentar una herida, un rojo emblema del valor.
Capítulo 9

Los soldados son con frecuencia presentados como máquinas que actúan por impulsos mecánicos:

(Henry) empezó a exagerar la resistencia, la habilidad y el valor de los (soldados del ejército rebelde) que llegaban. Sintiéndose tambalear de cansancio, experimentaba un asombro sin límites ante tal persistencia. Tenían que ser máquinas de acero. Era desalentador luchar contra tales artefactos, que quizá tuvieran cuerda suficiente para luchar hasta la puesta del sol.
Capítulo 6

Del mismo modo, las máquinas de guerra gozan de atributos humanos:

Los cañones estaban en fila, en cuclillas como jefes salvajes. Era una conferencia de tribus de abrupta violencia.
Capítulo 5
Sintió también piedad por los cañones, que permanecían en atrevida línea, como seis buenos camaradas.
Capítulo 6

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