Cihuateteo

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Cihuateteo, Códice Borgia.[1]

Cihuateteo o Cihuapipiltin (del náhuatl: cihuateteo ‘mujeres diosas’cihuatl, mujer; teteo, dioses’) en la mitología mexica eran espectros femeninos, contrapartes de los Macuiltonaleque (espectros de los excesos), que eran almas de mujeres nobles muertas al dar a luz (mociuaquetzque). Al contrario que a las Civatateo, se las honraba como a los hombres muertos en batalla. Parir era considerado un tipo de batalla y a sus víctimas se las honraba como a guerreros caídos. Su esfuerzo físico animaba a los soldados en la batalla y por eso acompañaban a los guerreros al cielo y también guiaban la puesta de sol por los cielos del poniente.

Su gobernanante era Cihuacóatl y a veces se las considera enviadas desde Mictlán, el inframundo. Se decía que se las podía encontrar en los cruces de caminos llorando por sus hijos. Su origen es totonaca. Cuando llegaron los españoles, tomaron la creencia y la modificaron, dando lugar a la leyenda de la Llorona, sus contrapartes masculinos son los Macuiltonaleque.

Al comienzo de los signos de los días de la quinta trecena (1 Ciervo, 1 Lluvia, 1 Mono, 1 Casa, y 1 Águila) bajaban a la tierra y causaban travesuras especialmente peligrosas. Así, volvían al mundo de los vivos para cazar al acecho a viajeros por las noches en los cruces de caminos, así como para encantar templos. Las Cihuateteo eran pálidos esqueletos de blancas caras con garras de águila en vez de manos y vestidos de encaje decorados con tibias cruzadas.

Y por esto les hacían fiesta y en esta fiesta ofrecían en su templo, o en las encrucijadas de caminos, pan hecho de diversas figuras. Unos, como mariposas, otros de figura del rayo que cae del cielo, que llaman xonecuilli, y también unos tamalejos que se llaman xucuichtlamatzoalli, y maíz tostado que llaman ízquitl. La imagen de estas diosas es la cara blanquecina, como si estuviese teñida con un color muy blanco, lo mismo los brazos y piernas, tenían unas orejeras de oro, los cabellos tocados como señoras con cuernos, el huipil pintado de unas olas de negro, las naguas tenían labrados diversos colores.
Fray Bernardino de Sahagún, Capítulo X Que trata de unas diosas que llamaban Cihuapipiltin

El texto explica cómo para prevenirse de sus ataques, los vivos colocaban alimentos en altares construidos en los cruces de caminos. Su ofrenda favorita era un tipo de bizcocho con formas de fantasía.

Bibliografía

  • Caso, Alfonso (1983). El pueblo del sol. México: FCE/SEP. Lecturas Mexicanas 10.
  • Robelo, Cecilio A (1951). Diccionario de mitología náhuatl. México: Ediciones Fuente Cultural.
  • Sahagún, Fran Bernardino de (1989). Historia general de las cosas de Nueva España. México: Porrúa. Col. Sepan Cuantos número 300.
  • Trejo Silva, Marcia (2009). Fantasmario mexicano. México: Trillas. ISBN 978-607-0069-8

Referencias

  1. Bodo Spranz (1975). Fondo de Cultura Económica México, ed. Los Dioses en los Códices Mexicanos del Grupo Borgia: Una Investigación Iconográfica. María Martínez Peñaloza (Traducción). México. ISBN 968-16-1029-6. 

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