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Astronomía islámica

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Los árabes mantendrán viva la llama del saber, durante la época del oscurantismo europeo. Los estudios astronómicos interesaron tanto a matemáticos, viajeros, hombres de religión y al hombre común ya que su religión y el Corán tienen abundantes referencias al Sol la Luna y las estrellas. Aparecieron observatorios públicos y privados por todas partes. La astrología era considerada como ciencia y los soberanos tenían sus astrólogos personales que guiaban muchas de las decisiones de estado.

Basadas en las observaciones babilónicas, se construyeron las llamadas tablas astronómicas, en las que se encontraban las posiciones y el movimientos de los cuerpos celestes. Estas observaciones, junto con las realizadas por iraníes, hindúes y griegos, llevaron a un nuevo cálculo de los movimientos celestes y a una astronomía matemática muy evolucionada que practicaron Al Biruni y la escuela de Maraga en Persia con Nasir Al Dinturí. Estos nuevos cálculos llevarían posteriormente a una revisión de la astronomía de Ptolomeo.

Los primeros califas de Bagdad pusieron al frente de su Casa de la Sabiduría a un astrónomo: Yaya Belmansum, que concentra a su alrededor a los más destacados científicos de la época, poniendo a su disposición una excelente biblioteca y medios materiales abundantes. Dentro de ellos encontramos a:

  • Al-Farghani (805 – 880), conocido en occidente como Alfargano, cuyo tratado de astronomía fue traducido al latín y utilizado en Europa hasta el siglo XVI.
  • Al Batani quizá el más respetado por los estudiosos europeos. Sus descubrimientos son amplísimos y sus estudios de las anomalías lunares y los eclipses tienen una extraordinaria precisión. Estableció las primeras nociones trigonométricas y concibe la fórmula fundamental de la trigonometría esférica.
  • Al-Zarqali (1029 - 1087), conocido por los latinos como Azarquiel, era toledano y allí sirvió y trabajó poco antes de que la secular capital de tantos gobiernos cayera en manos del rey cristiano Alfonso VI de Castilla y León. Su pérdida supuso el despertar para los confiados príncipes musulmanes.

Sin embargo para el occidente europeo la toma de Toledo fue el inicio del desertar cultural. Junto a la Sicilia normando-árabe, Toledo fue la más importante puerta de entrada de la cultura árabe en Europa. Pasó a la custodia cristiana tras su conquista por Alfonso VI con todos sus focos culturales intactos: eruditos, artistas y bibliotecas. Era también Toledo emporio de la erudición judía. Sin los hebreos, que se sentían en casa con ambos mundos: islámico y cristianos, no hubiera podido desempeñar su papel de mediador cultural. Ellos traducirían del árabe al romance y luego el estudioso cristiano vertía su traducción al latín.

Pronto las posibilidades de Toledo atraen a eruditos de todos los países cristiano-romanos en busca de desconocidos tesoros de sabiduría.

  • Gerardo de Cremona, que llegó en busca del Almagesto de Ptolomeo y tradujo hasta 70 obras científicas.
  • Roberto de Chester, introductor de la matemática de Al Charizmi.
  • Miguel Escoto y German el Dálmata, incubadores del racionalismo europeo comentando a Averroes y Alpetragio.

Todo este gran movimiento de traducciones fue promovido y protegido por el rey Alfonso X el Sabio, que persigue la meta de hacer de su corte un centro de las ciencias y las artes similar al de los príncipes árabes. Presta fundamental atención a las ciencias cosmológicas, pero también se ocupa del ajedrez, la historia, la religión y manda que se traduzca al castellano, no al latín, buscando cultivar al pueblo llano.

En el campo concreto de la astronomía, sus tablas alfonsinas perviven en Europa hasta el siglo XVII.

Se ha dicho que la ciencia árabe fue mera imitación de la del Imperio bizantino o del mundo clásico. Se ha dicho también que la ciencia árabe-española fue imitación de la ciencia árabe-oriental. Hoy se puede demostrar que no es cierto en absoluto.

Las aportaciones astronómicas árabes llegan con claridad hasta fines del s. XV. Fueron cinco siglos en los que el islam creó y transmitió ciencia a los deprimidos estados europeos medievales. Sus astrolabios, cuadrantes, dióptricos y brújulas están en los estantes de nuestros museos. Pero lo que es aún más importante, es que los principales astrónomos y matemáticos que inauguran la nueva época de las ciencias: Copérnico, Tycho Brahe, Kepler, Galileo y Newton bebieron en las fuentes de Alfarganí, Alzarcalí, y Albatani.

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