Agricultura familiar

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 00:21 22 sep 2020 por SeroBOT (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.

La agricultura familiar es una práctica de carácter agrícola que se caracteriza porque la mano de obra se compone de familias que buscan su propio auto-abastecimiento. Esta labor es muy común en poblaciones rurales aisladas del mundo urbano, que requieren satisfacer sus necesidades alimentarias cada día o generar ingresos a través de la producción de alimentos que suelen ser orgánicos y libres de agentes químicos.

 De acuerdo a Balsa La familia conforma un equipo de trabajo; en éstas unidades no se explota trabajo asalariado, y presentan una racionalidad particular propia de la conjunción de la integración entre unidad productiva y domestica el papel que juega en la dinámica productiva familiar la conservación del patrimonio familiar, y la existencia de un proyecto de vida vinculado a la actividad agropecuaria y con un cierto modo de vida rural deseable” . [1]

Antecedentes

Aleksander Chayánov desarrollo la teoría de la "Unidad Económica Campesina", la cual adquirió importancia al momento de entender el concepto de agricultura familiar en el siglo XX.

La agricultura familiar como concepto comienza a formarse a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, a raíz de la imagen que se desprendía del campesinado de Europa, que llegó a ser reconocido como una clase social con características propias que los distinguían dentro de la sociedad de aquel entonces. A comienzos del siglo xx el economista ruso Aleksandr Chayánov comienza a desarrollar la teoría de la “Unidad Económica Campesina”, donde logra describir de manera certera las motivaciones campesinas y las características de estas prácticas agrícolas, destacando que la agricultura familiar “no es típicamente capitalista, en tanto no se pueden determinar objetivamente los costos de producción por ausencia de la categoría de salarios. De esta manera, el retorno que obtiene un campesino luego de finalizado el año económico no puede ser conceptualizado como formando parte de algo que los empresarios capitalistas llaman ganancia” (Chayánov 1925)[2]

A raíz de los trabajos de Chayánov la agricultura familiar fue edificándose socialmente como una práctica que a diferencia de la producción a grandes escalas encabezadas por empresas capitalistas, esta es principalmente de autoabastecimiento y abasto local o puede ser empleada como una fuente de ingresos para solventar necesidades básicas. Sin embargo con el desarrollo avasallador de la economía, la agricultura familiar ha cambiado muchas de sus directrices. Es así como en la actualidad podemos encontrar propietarios de tierras dedicadas a la producción que debido a la alta demanda de trabajo, estacional o permanente, se ven en la necesidad de contratar trabajadores que son remunerados debidamente por sus servicios. En el 2014 se estimaba que en América Latina la agricultura familiar incluía alrededor de 60 millones de personas, siendo así la principal fuente laboral de comunidades rurales.[3]

Características

La agricultura familiar se caracteriza por ser la principal fuente laboral de espacios rurales en miles de regiones a nivel mundial, especialmente en América Latina y el Caribe, contribuyendo así a erradicar el hambre en sectores vulnerables que no tienen acceso al mundo urbano.

Por otro lado, la agricultura familiar suele incluir, más que prácticas agrícolas, actividades múltiples conformando granjas mixtas. Muchas veces también se encuentra asociada a actividades forestales, pesqueras, pastoriles, y acuícolas, entre otras.[4]

Dentro de los aspectos sociales, la agricultura familiar suele valorarse positivamente, ya que se cree que el desarrollo de dichas prácticas fomenta un arraigo social y de inclusión en los trabajadores que realizan dichas labores, dado que sus trabajos pueden llegar a ser considerados parte importante en la economía del país.

Sin embargo el desarrollo de esta disciplina requiere adaptación de los campesinos a una serie de condiciones agroecológicas y territoriales que no siempre son óptimas, así como también precisan de un correcto entorno normativo y de acceso a los mercados, a la tierra, recursos naturales, tecnología, servicios de extensión, del acceso a la financiación, las condiciones demográficas, económicas y socioculturales, e inclusive de la disponibilidad de educación especializada,[5]​ para así instruir a los trabajadores agrícolas en el buen manejo de tierras destinadas a la producción y asegurar así la sustentabilidad y el uso correcto de los recursos naturales, adquiriendo siempre un enfoque que permita a los agricultores mantener la conservación de sus tierras, sin llegar a generar un impacto mayor en los suelos fértiles.


El Caso de los Migrantes Bolivianos en el Valle de Río Negro, Argentina

A comienzos de la década de 1980 llegó un importante número de migrantes de origen boliviano a Luis Beltrán, Río Negro. Esta comunidad asentada en la zona va a entablar relaciones sociales de tipo laboral relacionadas con la producción hortícola-ganadera, como son la aparcería, la mediería  y el arrendamiento, vinculadas con productores del lugar.

Estos grupos desarrollan la producción agrícola bajo la forma de trabajo familiar, es decir que familias completas trabajan en tareas especialmente relacionadas con la horticultura como, por ejemplo, la producción de tomate y/o cebolla, logrando de esta manera abaratar los costos de producción.

Una de las características particulares de la migración boliviana en Argentina es que estos migrantes se han especializado en la producción hortícola, mediante un sistema de arrendamientos de parcelas. Resulta de la comparación con otros migrantes, como por ejemplo los provenientes de Chile, que los migrantes bolivianos han fijado  como objetivo final la apropiación de la tierra. Tal como plantea Roberto Benencia es el escalón más alto del proceso de escalera boliviana, mientras que los chilenos llegados como trabajadores se han mostrado más interesados en emplearse,  especialmente como peones asalariados. [6]

Es decir, los migrantes que se iniciaban como peones podían convertirse en medieros, arrendatarios o propietarios transcurrido determinado tiempo. Esta situación aplica para la mayoría de las áreas hortícolas del país donde se ha desarrollado esta actividad.

Los migrantes bolivianos, en algunas oportunidades, invadidos por las reglas del modo de producción capitalista en el que solo tienen para ofrecer su fuerza de trabajo con la cual subsistir, sufren la explotación por parte de productores que muchas veces también han llegado desde el vecino país de Bolivia y que han logrado ascender en dicha escalera boliviana y que son quienes obtienen los mayores beneficios económicos en este tipo de relación, por contar con los medios de producción:


La crisis productiva que atraviesan los pequeños productores locales en estas últimas décadas, se ha visto profundizada por el nuevo modelo agrícola-exportador y las políticas neoliberales aplicadas por el Estado que privilegian la producción de soja y los agros negocios. Esta situación ha generado  que deban buscar una alternativa para subsistir económicamente:

                                                 

Existen casos de quienes buscan generar otros ingresos fuera de la explotación o  un ingreso complementario para sostener la unidad productiva o quienes ante la falta de escala adecuada, caída de la rentabilidad o endeudamiento, la ceden a un tercero mediante arrendamiento u otra modalidad contractual con tal de no perder la tierra. [7]

Esto abrió la posibilidad de establecer relaciones con los migrantes bolivianos horticultores a partir de la venta o el arrendamiento de  las tierras que ellos ya no pueden explotar directamente. En el Valle Medio la familia boliviana se vincula generalmente con propietarios de chacras identificados con la actividad frutícola quienes dan poco prestigio a la horticultura esto da lugar a que los migrantes construyan un territorio hortícola boliviano de ahí que se pueda observar un proceso de bolivianización de la horticultura.

Este es el escenario en el que emerge una nueva corriente migratoria, constituida por familias bolivianas que en su mayoría llegan a los valles del norte de la Patagonia después de una trayectoria migratoria a lo largo del país y a través de la cual van transitando por diferentes categorías laborales.

Otra forma de relaciones entre los migrantes y los propietarios de las tierras es la mediería, una relación que se desplaza entre una relación dependiente no salarial (su remuneración es un porcentaje de lo producido) y una sociedad desigual de capital y trabajo, que permite organizar y remunerar el trabajo de forma flexible, favoreciendo el involucramiento de los trabajadores en el proceso productivo. Esto se evidencia en que este tipo de trabajadores acepta condiciones de trabajo muchas veces poco favorables y rechazadas por los trabajadores locales.

Cuando los medieros de origen  boliviano contratan trabajadores en los casos en los que no disponen en su lugar de la fuerza de trabajo necesaria, recurren a personas de su nacionalidad con los que comparten lazos de parentesco. Sobre esta situación, Benencia  aclara; “la mayor conflictividad en las relaciones de trabajo que incluyen peones de nacionalidad argentina está originada en muchas ocasiones por mayores exigencias con respecto a las condiciones de trabajo” .

Limitaciones

La agricultura familiar en Latinoamérica carece aún de políticas públicas estables que respalden la inclusión de trabajadores ligados a estas prácticas,[8]​ existiendo una serie de agricultores que no son apoyados ante desastres naturales como inundaciones, que terminan alterando generalmente las condiciones de los terrenos destinados a cultivos y perdiendo de esta manera su principal fuente de ingresos económicos.

Por otro lado, hay carencia de educación especializada en los pequeños agricultores, esto hace referencia a que muchos trabajadores desconocen el correcto manejo de sus tierras, dado que no han sido instruidos previamente con técnicas agrícolas que les permitan obtener mayor cantidad de productos y de mejor calidad, teniendo como consecuencia un elevado número de pérdidas en la producción después de una temporada.

Además existe dificultad en los agricultores para insertarse en el mercado,[9]​ dado que muchas veces se priorizan los productos importados desde el exterior. Al no existir una entidad reguladora que de preferencia a los productos nacionales, existen muchos agricultores que se ven en la necesidad de estancar sus producciones, dejando a trabajadores desempleados y a familias sin sustento económico.

En el Mercosur se diseñaron políticas públicas para fomentar la agricultura familiar en un marco de desarrollo rural sostenible, y el uso del sello de agricultura familiar permite promover su comercialización y el consumo responsable.[1] El Fondo de Agricultura Familiar del Mercosur financia programas y proyectos para estimular la agricultura familiar y permitir una amplia participación de los actores sociales en actividades relacionadas con el tema.

Logo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, entidad importante en el desarrollo de la agricultura familiar en el mundo.

Actualidad y Enfoques Hacia el Futuro

En el año 2014 se declaró el Año Internacional de la Agricultura Familiar impulsado en la asamblea número 66 de las Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura,[10]​ con la finalidad de reconocer a la agricultura familiar como un camino correcto para disminuir la hambruna en comunidades rurales, enfatizar sobre la importancia en el buen manejo de los recursos naturales y la protección del medio ambiente, y además poder hacer un hincapié en que los productos extraídos mediante esta práctica son fundamentales para generar una dieta equilibrada en la población.

Por otro lado, uno de los principales objetivos de esta iniciativa fue la de poder establecer futuras políticas agrícolas, ambientales y sociales para posicionar a la agricultura familiar como una fuente laboral y de equidad, válida para generar recursos y fuentes laborales en los sectores rurales.

Véase también

Bibliografía

Referencias