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La venerable Sierva de Dios nació en La Concepción del Mineral de la Luz, Guanajuato, el 17 de marzo de 1895. Sus padres fueron Eleno Patlán y Cruz Sánchez. Tuvo dos hermanos: Cipriana y Ceferino. Recibió las aguas del bautismo en la Parroquia “Santa Ana”, Guanajuato, el 27 de mayo del mismo año, de manos del presbítero Refugio Murillo. En el bautismo recibió el nombre de María Patricia Magdalena. Fueron sus padrinos don Telésforo Herrera y doña Josefa Vargas. El Sacramento de la Confirmación lo recibió en la Basílica Colegiata de “Nuestra Señora de Guanajuato”, Guanajuato, el 17 de marzo de 1900; de manos del Obispo Santiago de la Garza y Zambrano. Fue su madrina Juana Pérez. 3.3. Primeros años Al morir Eleno Patlán, Cruz Sánchez recogió a María Patricia Magdalena de casa de sus suegros, quienes se oponían a entregarla, pues la tenían ocupada como pastorcita ayudando a cuidar el rebaño de la familia. Posteriormente recogió también a Cipriana juntamente con el hermano pequeño, los llevó a México, en donde buscó y encontró trabajo. Instalada en la Ciudad de México, en el Barrio de Peralvillo, con sus tres hijos, a María Patricia Magdalena la internó con las madres Carmelitas de Santa Teresa, donde se distinguió por su aplicación, inteligencia, orden y piedad, así lo escribe quien fuera hija adoptiva de la señora Cruz Sánchez , siendo su maestra la madre Margarita Diéguez, posteriormente Superiora General de su Congregación. Con las mencionadas hermanas estudió durante los años de 1904 a 1910 , los primeros años de Educación Primaria. Al cumplir los trece años María Patricia Magdalena, es invitada por las Carmelitas a ingresar en su congregación, pero, tanto ella como su mamá declinaron la invitación; por lo cual María Patricia Magdalena se vio en la necesidad de abandonar el internado y dedicarse a trabajar en una fábrica de corchos , juntamente con su madre y hermanos. María Patricia Magdalena, mientras habrían la fabrica se ponía a leer para poder instruirse y lo más importante no perder el tiempo, siempre buscaba que hacer para estar ocupada, y en el ir venir del trabajo de la fabrica a los quehaceres de la casa y la convivencia con su mamá y hermanos, pasó el tiempo. A la edad de quince años, escuchó la voz del Señor quien la llamaba a la vida religiosa franciscana. Se lo manifestó a su mamá, quien, deseando pensarlo mejor, le suplicó aguardara un año entero . La jovencita obedeció puntualmente, anotando en su libretita el día y la hora en que habría de cumplirse aquel año de espera. Al cumplirse exactamente el año de espera solicitado por su mamá, le dijo: « Mamá ya cumplí su deseo, hoy se cumple un año y ya me voy; ya tengo arreglado para me que me reciban.»