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Usuario discusión:Miguel Calderón Paredes

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Miguel Calderón Paredes (Don Benito, 1949, pintor. Miguel Calderón Paredes se formó en Madrid. Ha pasado por varias etapas evolucionando desde una figuración, a finales de los años setenta, en la que la deformación era imprescindible para desacralizar el cuerpo - y poner de manifiesto con ello la dialéctica de lo sublime y lo ridículo - hasta una depuración del paisaje basada en la investigación y la especulación. Sin embargo toda su pintura se ha caracterizado por ser extremadamente concisa y áspera . Para él la representación no es un tema agotado y, por esta razón, siempre ha buscado en sus telas espacios abiertos y desolados que parten de la realidad (de su forma, sus colores, su luz) y la trascienden.

Su pintura, en un acto casi romántico y por ello es esencialmente literaria, se ha vuelto hacia sí misma, pero con un talante moderno y, tal vez, esencialista: la pintura exclusiva de paisaje, la pintura como límite de un lienzo, la pintura como posibilidad de expandir el mundo. El paisaje con todas sus variaciones y el estado de ánimo han conformado el eje de su actuación. Colores, obsesiones, reflejos, repeticiones, vacíos... tienen como fin el hacer confluir formas precisas en el paisaje, determinando, no obstante, emociones dentro de esa búsqueda, dentro de ese oficio de pintor. Y en esta incesante tarea, Miguel Calderón Paredes quiere romper con la concepción estática albertiana, seriando, por una parte, la realidad para ponerla en movimiento, sobre todo cuando crea formas cambiantes, indefinibles, evanescentes, infinitas... o cuando concibe los paisajes como algo transitorio y renovado a menudo. Y, por otra parte, sumergiéndonos de lleno en la idea metafísica, esgrimida ya en el pensamiento clásico, con la intención de convertir sus cuadros en algo poético, algo estrictamente subjetivo y simbólico (pero simbólico por pertenecer a la colectividad ). Toda su pintura se basa en ciclos y etapas que se ha ido sucediendo en su trayectoria. Poco a poco se ha ido alejado de la idea de historiar la vida a través de una cámara fotográfica y de rehacer una composición a partir de un decollage. Su pintura última es una especie de breve tratado sobre el paisaje. Según Calderón Paredes, no es un 'hecho' consustancial a la Naturaleza, sino una “invención histórica”. Y es a él, como artista, a quien le compete (re)modelar continuamente nuestra mirada, transformando la geografía (con todos sus accidentes topográficos) en auténticos paisajes. — El comentario anterior sin firmar es obra de 95.60.27.138 (disc.contribsbloq). 18:30 26 mar 2019 (UTC)[responder]

Miguel Calderón Paredes, (Don Benito, 1950).

Formado en Madrid, Miguel Calderón Paredes ha pasado por varias etapas, evolucionando desde una figuración, a finales de los años setenta, en la que la deformación era imprescindible para desacralizar el cuerpo y poner de manifiesto la idea de lo ridículo, hasta una depuración del paisaje basada en la investigación y la especulación. Sin embargo, toda su pintura se ha caracterizado por ser extremadamente concisa y, a veces, bastante áspera. Para él la representación no es un tema agotado y, por esta razón, siempre busca en sus telas espacios abiertos y desolados que parten de la realidad, de su forma, sus colores o su luz y la trascienden.

Sus inicios están ligados a los círculos madrileños de finales de la década de los sesenta y se hallan determinados por el “manifiesto” de los jóvenes realistas, dado en 1971 en la Galería Seiquer. La asistencia al Círculo de Bellas Artes, su participación en los talleres que se impartían, el Museo del Prado, el ingreso en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y las enseñanzas de Venancio Blanco y del grabador Sánchez Toda perfilaron una serie de conocimientos teóricos que le inclinaron en un principio a la práctica del desnudo y el uso de colores oscuros y grises. Entre 1975 y 1980 su pintura se debate dentro de la nueva figuración e inicia una trayectoria que se ha caracterizado por abrir grandes ciclos en su obra que nunca los da por cerrados, volviendo a ello una y otra vez. Durante este periodo sus obra se expone en Madrid y Zaragoza y desde 1977 los ciclos se simultanean. Sólo da por finalizadas tres series, Diez por cinco (1976-1977), El dibujo y las artes (1978) y Fragmentos, que son la base que ha servido para experimentar las variaciones que hace en el paisaje y para imprimir calidades matéricas a los cuadros.

En la década de los años ochenta traba amistad con el pintor Carlos Morago, quien le introduce el concepto azoriniano de la emoción. Viaja a Londres para estudiar el denudo griego en la cerámica clásica y a Centroeuropa para acercarse a los expresionistas. A su regreso a España se integra en el grupo que formó Fernando Fernán-Gómez en torno a la Galería Edaf . Matisse., Modigliani y Picasso se convierten en las referencias más inmediatas como pudo verse en la Bienal Nacional de Pontevedra de 1980: el esperpento, la distorsión, el erotismo, el trazo casi infantil y el informalismo, herencia de los collages que ejecutó en la década de los setenta, se entremezclan en sus obras con el fin de desacralizar el cuerpo. En 1986 deja definitivamente Madrid y se instala e Don Benito, exponiendo sus óleos por primera vez en Extremadura y compaginándolo con otras muestras en Valencia, Salamanca o El Ferrol.

Al finalizar los años ochenta se centra su atención en el paisaje, aunque también hace una incursión en una pintura sintética donde la figura es casi irreconocible, rozando con ello la abstracción. La exposición De la Gloria y de la Vanidad, celebrada en Trujillo en 1993, supone la revisión de su pintura. Aparece el mundo goyesco, y lo sublime y lo ridículo, lo grotesco y la fantasía, la burla y el nihilismo se entremezclan, dando paso a las series Pena, Penita, Pena ((1994) y a Sequía (1995) En la primera estudia la estructura del cuadro y la plasmación de la idea de silencio y estatismo en la segunda. Recure a sus orígenes formativos buscando, a través de su maestro Venancio Blanco, temas relacionados con los toros, el flamenco y el fervor religioso que alterna con la búsqueda de la esencialidad del paisaje al depurarlo hasta límites que tocan la idea metafísica y, en algunas ocasiones, mediante el procedimiento de la decalcomanía suspende en mitad de la obra objetos para dotarles de un significado metalingüístico.

Entre 1994 y 1995 viaja a Túnez y Turquía. Los desnudos, las veladuras y la fragmentación del espacio pictórico son las características que marcan este periodo. La referencia que establece a la hora de emprender una obra hay que buscarla en el fotógrafo Rejlander, en la idea que existe de suplantar lo trascendental para borrar las huellas de la propia vida y adentrarnos en el culto al cuerpo. Estas argumentaciones se recopilaron en dos exposiciones antológicas, una en 1996 en Cáceres y Badajoz y otra en 2003 en la Casa de Cultura de Don Benito. En esta última presenta el último ciclo conocido, el de Los corralones, donde se opone diametralmente a aquellas visiones de la ciudad que hiciera en Miradas de Nostalgia y de Frontera en 1999. Se aleja de la idea de historiar la vida urbana a través de una cámara fotográfica y de rehacer una composición a partir de un decollage con el fin de transformar la geografía (con todos sus accidentes topográficos) en auténticos paisajes, aunque desde una perspectiva mucho más fragmentada y con incursiones en el collage, como muestra en su última exposición de 2005 Paisajes distantes, increíbles.

Esta dilatada trayectoria le ha valido para ser premiado en varios certámenes de pintura, como Eugenio Hermoso y el Premio Ortega Muñoz en 1987, el Zurbarán en 1990 o el Iberdrola-Uex en 1999. — El comentario anterior sin firmar es obra de 217.124.183.197 (disc.contribsbloq). 08:43 27 mar 2019 (UTC)[responder]