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Archivo:Alberto Galindo Galindo
Senador Alberto Galindo Galindo

Alberto Galindo, jefe histórico del oficialismo liberal del Huila

Delimiro Moreno. Durante la época del Frente Nacional (1958-1974), Alberto Galindo, conocido hasta entonces apenas como prestigioso periodista liberal, se convirtió en el jefe indudable del liberalismo “oficialista” del Huila, enfrentado en el seno de su partido al Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), dirigido en el Huila por Jaime Ucrós García, a quien siempre derrotó en las urnas, impidiéndole ser senador, posición que de 1960 a 1968 ocupó Galindo. Durante todo ese periodo, desde su elección en 1958 como representante a la Cámara y su exaltación a la presidencia de esta, hasta casi su muerte, nadie discutió esa jefatura, hasta el punto de que quien fuera su sucesor, Guillermo Plazas Alcid, reconoció noblemente que “no lo derrotó ningún adversario político. Lo derrotó la flaqueza de su salud” . Agobiado por sus enfermedades, utilizado por algún avivato político que pretendió inútilmente aprovecharse de su prestigio para escalar una posición inmerecida, los últimos años de su vida pasaron lánguidamente, aunque gozaba del respeto general por su trayectoria.

Galindo nació en Villavieja, de padre desconocido , aunque otros dicen que en Baraya, de todos modos en las cálidas tierras del norte del Huila, en cercanías al desierto de la Tatacoa, el 4 de agosto de 1910. Hizo su escuela primaria en la primera de estas poblaciones y luego se enrumbó a Bogotá, hacia 1920, y allí estudió su bachillerato en el Colegio Mayor del Rosario que le dio su cartón de bachiller en 1925. Ese mismo año se inició como traductor de cables y ayudante de corrección de pruebas en “El Tiempo”. En 1926 fue ascendido a redactor y traductor de cables en ese periódico y en 1927 fue redactor, durante 8 meses, del famoso “Relator” de Cali. Luego, durante dos años, estudió ingeniería -“pero no pude terminar porque tenía que trabajar para cumplir con mis obligaciones”-, le dijo a “Semana” en marzo de 1950, y actuó con Guillermo Pérez Sarmiento en la United Press y en la Agencia SIN (Servicio Informativo Nacional). En 1929 se colocó en el Ministerio de Industrias en la sección de comercio y elaboró un directorio comercial. En 1930 se vinculó a “El Espectador” donde se reveló rápidamente como dinámico jefe de redacción. Primero fue redactor financiero y traductor y luego, desde junio de 1931, jefe de redacción, casi dos años, durante los cuales revolucionó la fisonomía tipográfica del periódico, conforme a las modernas normas norteamericanas. Además, fue un verdadero maestro en la elaboración de reportajes, entrevistas y crónicas. Su revolucionario estilo de titulación empujó a los demás a imitarlo en casi todo el país. En 1943 fue elegido para suceder a Alberto Lleras en la dirección de “El Liberal”. Surgió entonces el político y el economista de tendencias keynesianas. “Keynes es el economista contemporáneo que más admiro”, dijo entonces. Dio a la columna editorial un estilo de cátedra, de exposición de problemas, en oposición al romanticismo radical de los panfletos. El dato por encima del epíteto; el argumento antes que la frase. Fue al Senado cuatro meses en 1935 como suplente del doctor Joaquín García Borrero. Ingresó a la Cámara en dos periodos: 1937-1938 y 1943-1945. En 1947 debía ocupar el 5º renglón por Cundinamarca, pero fue derrotado por un “manzanillo”, pues todavía no dominaba esas artes en las que será maestro después. En el Segundo Congreso Interamericano de Prensa, en Bogotá, en diciembre de 1946, fue aclamado como presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), cargo que ocupará hasta el Tercer Congreso, en Quito, en 1948. Fue también concejal de Bogotá, de 1942 a 1946; director del radioperiódico “La Opinión”, columnista de “El Tiempo” y presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá. No fue nunca ministro, a pesar de que “sonó” en varias oportunidades para ese cargo, ni gobernador de su departamento, esto último acaso por su propia decisión, pues gozaba de una imagen nacional que se empequeñecería, en la opinión general de entonces, aceptando esa posición. La vez que estuvo más cerca de ser ministro –de Minas y Petróleos- fue en 1964, cuando se le daba como seguro para esa cartera en el gabinete del presidente Valencia, pero finalmente tampoco en esa oportunidad resultó el nombramiento. Sobre su poder, Guillermo Plazas Alcid escribió en sus “Memorias” publicadas en el diario huilense “La Nación”: “En varios episodios Galindo demostró su poder político. Durante el gobierno de Alberto Lleras hizo revocar el decreto de nombramiento de Jaime Paredes Tamayo como Gobernador y en su reemplazo fue designado Julio Bahamón Puyo. En el gobierno de Guillermo León Valencia, hizo revocar el nombramiento de Gonzalo Carrera Salas como Gerente del Instituto de Crédito Territorial en el Huila. Y durante el gobierno del doctor Lleras Restrepo, un sábado en la tarde, desde la casa de Juan Vidal, en presencia de la mayoría de los miembros del Directorio (oficialista), llamó al Presidente a “Hato Grande”, la residencia campestre presidencial, y en términos enérgicos le solicitó el relevo del gobernador Víctor Alcides Ramírez Perdomo. El martes siguiente había caído el gobernador del Huila, y de contera el alcalde de Neiva, doctor Rafael Azuero . ¿A qué obedecía el inmenso poder político de Galindo? A estas realidades: Primera: a sus estupendas relaciones personales. Se tuteaba con los Lleras, que en la época era mucho decir. De idéntica manera se trataba con los dueños y directores de los medios de comunicación más influyentes. Segundo: A su emisora “Radio Horizontes”, donde emitía el radioperiódico “La Opinión”, de cobertura nacional. Su nota editorial escrita y leída por el propio Galindo, tenía amplísima sintonía e influencia. Y su columna semanal en “El Tiempo” con muchos lectores, empezando por el alto gobierno y el sector empresarial. Tercero: Galindo no conocía la pereza. Era hiperactivo. Cuarto: su admirable capacidad de servicio. En sus giras políticas recibía cualquier cantidad de solicitudes. Apuntaba en cajetillas de Pielroja o en sobres de carta con una letra menuda los datos pertinentes. Llegado a Bogotá, hacía las gestiones del caso, primero por teléfono y luego por escrito. Y comunicaba al interesado su gestión, adjuntando copia de la carta dirigida al Presidente, ministro, alto funcionario nacional, gobernador o alcalde. Respondía todo. En Radio Horizonte recibía a cuantos querían visitarlo: políticos, funcionarios, curas, monjas, educadores, empresarios, deportistas, sindicalistas, etc. y para todos tenía respuesta. Podría decirse que su acción estuvo más dirigida a las personas que a la comunidad. Prestó más atención a lo coyuntural que a lo estructural”. Alberto Galindo murió el 22 de agosto de 1984 en Bogotá, víctima de dura enfermedad que lo agobió durante sus últimos años, y recibió el homenaje póstumo de sus compatriotas y correligionarios.

Alberto Galindo en la “Semana” de Lleras Recogemos aquí algunos de los artículos aparecidos en la revista “Semana” cuando la dirigía Alberto Lleras, sobre la apasionante vida de Alberto Galindo. Iniciamos con el informe aparecido en el Volumen V, No. 95, agosto 14, 1948, p. 17:

“10 años en la Calle. A su imagen y semejanza. La idea fue de Alberto Lleras y la realización, también. Lleras estaba, como es obvio, en el gobierno, y concretamente en el ministerio de Gobierno de la primera administración ejecutiva del presidente Alfonso López, la cual, por ese entonces –junio, julio de 1938- se hallaba en pleno crepúsculo cronológico. (“Este alegre atardecer de mi gobierno”, decía y escribía López con su habitual modestia, refiriéndose al atardecer político y administrativo de su mandato). La idea de Lleras era la de toda su vida: hacer un periódico a su gusto, a su imagen y semejanza intelectuales. Así nació, el 12 de agosto de 1938, “El Liberal”, diario de la mañana, en formato de tabloide (50 x 35 cm). Lleras había sido periodista desde siempre, pero jamás había dispuesto de un periódico propio o, cuando menos, del cual fuera director absoluto y único responsable en la orientación que tomara. La oportunidad de “El Liberal” realizaba en cierta manera ese viejo deseo de toda la vida. Y la sociedad en comandita (más tarde transformada en anónima), creada para financiar el periódico, deja, sin límites y sin limitaciones de ninguna índole al fundador y director, para darle al nuevo órgano de publicidad y de expresión política, la orientación que quisiera. La cuestión era obvia en el caso de Lleras, como lo es exactamente y en idénticas condiciones para el caso del actual director, Alberto Galindo. La mejor campaña. Cinco años, de 1938 a 1943, dirigió Lleras “El Liberal”. En esos cinco años dicho periódico realizó muchas campañas admirables, pero ninguna semejante a la campaña central, básica, constante, que dio por resultado la segunda elección de Alfonso López a la presidencia de la República. Contra todo y contra todos, contra medio partido liberal, o contra casi medio partido liberal, contra la coalición conservadora-liberal, contra el conservatismo, contra la poderosa corriente periodística liberal y conservadora enemiga de la reelección de López, contra la hostilidad de autoridades administrativas, contra viento y marea, como dice la gente común, esa pequeña hoja periodística consiguió lo que su director se proponía. Desde luego, la causa tenía la ventaja del protagonista de ella, López, batallador, desafiante, inmensamente prestigioso entonces y con su ánimo de conductor político todavía intacto. Las consecuencias de esa campaña, o mejor, de la reelección presidencial de López, son, desde luego, discutibles. Pero considerado el hecho desde el punto de vista de la tarea periodística realizada por “El Liberal”, esa campaña resulta un modelo de agudeza política, de coraje intelectual, de anticonformismo, de entusiasmo, de fervor y de desinterés espirituales. Nuevo director. En 1943, Lleras abandonó la dirección de “El Liberal” para viajar a Washington como embajador de Colombia. La escogencia del nuevo director era difícil, pero no imposible. En “El Espectador” estaba, como jefe de redacción, el candidato ideal para la sucesión: Alberto Galindo, un periodista a la sazón de 32 años, pero ya, por lo menos, con 15 de experiencia, pues desde niño, flaco, pálido, desmirriado (ahora es un hombre de mucho peso), alternaba sus estudios de infante precoz con las tareas típicas de la letra de imprenta. Galindo, además, se hallaba doctrinariamente en la línea política de “El Liberal” trazada por Lleras. Desde luego, y esto por otro aspecto, jamás había sido un lopista desenfrenado y beligerante, lo que pudiera llamarse con una clasificación que el gaitanismo puso a la moda posteriormente, un lopista de la clase “A”, ni un favorecido especial o común del poder del caudillo, ni un habitual de sus tertulias y de su amistad. Desde “El Espectador” había servido la causa liberal, siempre, y concretamente, la causa lopista, con eficacia y brillo, pero también independencia. En el diario de Luis Cano venía trabajando desde hacía 15 años. Pero en el relevo de poderes, natural al desplazamiento de unas generaciones por otras, le correspondía el turno del comando. Y entre sus manos tomó el timón de “El Liberal”. Modelo periodístico. De entonces para acá, “El Liberal”, bajo la dirección de Galindo ha conocido una magnífica etapa de prosperidad y de influencia, fácilmente explicable si se tiene en cuenta que Galindo es uno de los más completos periodistas que hay en Colombia. Su prosa es ágil, directa, desnuda, y golpea duramente sobre los hechos, las situaciones y los hombres; su noción de la actualidad, o lo que es lo mismo, de la materia periodística, es casi hiperestésica. Donde otras no verían ni siquiera una noticia, Galindo es capaz de descubrir material para tres meses de una campaña de primera página; donde otros no percibirían el hecho sensacional, Galindo es capaz de descubrir el escándalo. Su rectitud, su ánimo batallador, su pugnacidad mental, su pericia, su agudeza, lo hacen, muchas veces, incontables veces, exagerado, un poco dogmático, y acaso excesivamente malicioso para el juego de los matices políticos. Su cabeza, en donde ya se inicia el despoblamiento capilar (Galindo tiene actualmente 42 años) es, por este aspecto, un nido de reservas, de sospechas mentales, de pliegues y repliegues tácticos más o menos sobrantes. Pero del espléndido conjunto de sus condiciones como escritor público, sale, entero, un periodista de primera línea, y, por consiguiente, un gran periódico. Un gran periódico que se ha convertido en la lectura favorita y escandalizada de los “oligarcas del 175”, clasificados por Galindo, y de los oligarcas en general, quienes toman todas las mañanas, entre sus manos, ese periódico, para desperfeccionar así lo que debía ser para ellos un tranquilo amanecer. (Semana, Vol. V, No. 95, agosto 14, 1948, p. 17). Comentario de DMC: Injusto que no se hable en esta crónica del pilar económico y administrativo del periódico, César García Alvarez, ministro de Obras Públicas de López Pumarejo, quien acaso influyó bastante para el nombramiento de Galindo como director, pues era huilense y de la misma región de éste. Por lo demás, Galindo todavía no parece demasiado interesado en la política de su propio departamento, en la que será después y por 20 años el jefe indiscutible del liberalismo oficialista.