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Sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná[editar]

FERNÁNDEZ RUIZ, J., Vista general del sepulcro megalítico una vez terminados los trabajos de excavación, 2002.

Definición[editar]

El Tesorillo de la Llaná es un monumento funerario megalítico perteneciente a la provincia de Málaga. Se pudo realizar a finales de la primera mitad del tercer milenio (circa cal. 2600 a. C.) acorde con la fase que arqueográficamente se denomina Cobre Pleno y alrededor de mil años más antiguo que las reutilizaciones que contiene de la Edad del Bronce (Fernández y Márquez 2008: 352).

En la actualidad se encuentra protegido por un cerramiento que delimita una superficie de 40’5 metros cuadrados, con una estructura de perfiles metálicos verticales que sustentan tres vigas metálicas sobre la que descansa una cubierta plana inclinada de una sola agua de chapa metálica. Los parámetros se cierran con malla metálica, que permite la visualización del dolmen por sus cuatro caras, pero que impide el paso, que se realiza a través de una puerta lateral. Toda la estructura descansa en un basamento de cemento. La semi-intemperie que presenta permite una buena contemplación de todos y cada uno de sus ángulos del sepulcro. Además, es reversible y no cierra el camino a otras mejores soluciones que se puedan emprender en el futuro (Novelle 2009: 72).

El acceso al dolmen se realiza desde el mismo pueblo de Alozaina. Partiendo desde el cementerio municipal, se toma un carril, que arranca en sentido sur por la derecha de dicho cementerio. A 300 metros, a la derecha, hay una construcción. Más adelante, aproximadamente a 700 metros se halla un cruce. Continuando la vía tomada se llega a un desvío en el que ha de tomarse el de la izquierda y por él, subir hasta alcanzar la máxima altura y, bajando, hasta un cruce de caminos en el que se toma el de la derecha. Es el carril en peores condiciones. A unos cuatrocientos metros de este cruce se llega hasta el sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná (Fernández y Márquez 2009: 14).

Historia de la excavación[editar]

Durante la excavación de urgencia del sepulcro megalítico de la Cuesta de los Almendrillos de Alozaina, se tienen noticias de la existencia en la parte oeste del cerro de otras estructuras desaparecidas, y por tanto se piden los permisos correspondientes para una prospección del lugar y se solicita a la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía en Málaga autorización para realizar una limpieza y documentación del yacimiento (Fernández y Márquez 2009: 14-16).

Más adelante, es necesario solicitar un nuevo permiso para poder realizar las correspondientes labores de excavación con carácter urgente. Se concede autorización para una excavación arqueológica de urgencia y se reanudan los trabajos. Éstos se realizan entre el día 5 de diciembre del año 2000 y el uno de abril del año siguiente, contando en total, 31 días (discontinuos) de trabajo en el yacimiento. Durante el tiempo que se prolonga la excavación, la climatología es adversa y la lluvia retrasa e incluso paraliza los trabajos. El resultado es una campaña marcada por la intermitencia y unas duras condiciones de trabajo. No obstante, la actividad no se resiente y el bien arqueológico no sufre daños (Fernández y Márquez 2009: 21). Actualmente, los bienes arqueológicos extraídos en la excavación se encuentran en el Museo de Málaga, concretamente en la colección del Museo Arqueológico Provincial de Málaga. Tiene su sede en el Palacio de la Aduana de la ciudad.

Descripción[editar]

Se trata de una construcción funeraria, un sepulcro megalítico, con una singular morfología que no encuentra paralelos en el resto del megalitismo andaluz. Se compone de tres cuerpos: un atrio, un corredor ovalado que por sus exageradas formas recuerda más a una antecámara que un corredor propiamente dicho y una cámara principal de planta circular (Márquez 2009: 214). Tiene una longitud total de 7 metros y una anchura máxima (en la cámara) de 2 metros (Mata y Márquez 2006: 32).

El atrio es la parte peor conservada. Lo forman dos líneas de mampuestos probablemente paralelas en su forma original y tiene una longitud de 2 m. Debió estar cubierto con un suelo enlosado. Desde él se accede a la antecámara a través de una curiosa puerta formada por dos grandes piedras planas, de conglomerado, ligeramente inclinadas la una sobre la otra, sobre un umbral a modo de escalón, configurando un vano triangular, que permite el acceso y tránsito a través del sepulcro. La antecámara está construida sólo con mampuestos de tamaño mediano trabados entre sí por un ligero mortero. A la cámara principal se accede por una puerta similar, pero de mayores dimensiones. La singularidad de esta cámara radica en que está formada por una alternancia entre ortostatos o grandes lajas y pequeños muretes de mampuestos que configura una composición mixta (Márquez 2009: 214, 218).

FERNÁNDEZ RUIZ, J., Puertas de acceso a la cámara, 2002.

Tanto el suelo de la cámara como de la antecámara carecen de enlosado, y en su lugar, presentan tierra apisonada a modo de suelo. Se trata de arcillas que regularizan el piso y tapan las imperfecciones de las bases de los ortostatos y sus calzos (Mata y Márquez 2006: 33). Además, en sus inmediaciones abundan gran cantidad de restos de ortostatos y mampuestos que sugieren que algún día existieron otros sepulcros similares que actualmente han sido destruidos por las labores agrícolas que se desarrollan en el lugar. Puede que este sepulcro perteneciera a una necrópolis megalítica mayor (Márquez 2009: 214). Más adelante se realizan labores de consolidación y restauración del sepulcro (Mata y Márquez 2006: 41). En lo que concierne a la técnica constructiva, en primer lugar, se lleva a cabo la excavación de una zanja receptora en las arcillas basales, que se ajusta a un trazado previo sin que haya que rellenar exteriormente huecos de tamaño relevante. A continuación se colocan las losas del suelo del corredor, los mampuestos y ortostatos de las paredes adosados a la planta excavada, calzando algunas piedras. Seguidamente, se colocan los umbrales de las puertas y se regulariza el suelo de la cámara y la antecámara, a distintas alturas. Finalmente se coloca la cubierta, que tendría, quizá, distintas alturas para la cámara y la antecámara. No se ha conservado nada de ella. Puede que los paños estuvieran originalmente verticales y que las cubiertas, de losas o madera, fueran planas sobre la parte superior de los ortostatos y de los mampuestos en la cámara y sobre los mampuestos de la antecámara. Finalmente, se piensa que el corredor carecía de cubierta.

Tesorillo de la "Llaná". Planta final y secciones de Juan Fernández Ruiz

Los materiales utilizados en la construcción proceden de las proximidades del sepulcro, y como mucho serían transportados desde las partes dominantes del cerro Ardite, zona en la que se dan tanto las calizas alabeadas como los conglomerados. Los mampuestos utilizados son placas seleccionadas, entre las que abundan en las proximidades. No parece que éstas sufrieran ningún tipo de manipulación por parte de los constructores del dolmen, más que pequeños recortes para un mejor acoplamiento (Mata y Márque 2006: 35).

Estudio paleoantropológico[editar]

Se apuntan restos de varios individuos que no aparecen en posición anatómica, y desordenadamente repartidos desde las capas más superficiales hasta las más profundas. Existe una marcada concentración de dichos restos, tanto en la cámara como en la antecámara, aproximadamente entre las profundidades -0’80 a -0,90 cm desde el punto 0. En la antecámara, y a partir de la profundidad -0,93 cm se documenta una segunda concentración de restos óseos que se quedan bajo el derrumbe de algunos paños de mampuestos (Fernández y Márquez 2001: 197). Los análisis paleoantropológicos son realizados por Alfonso Palomo Laburu (Palomo 2009: 63-72) y están determinados por el deficiente estado de conservación de los restos humanos. No se conservan restos del macizo facial, salvo un malar. Tampoco aparecen fragmentos vertebrales, ni epífisis de los huesos largos.

Sin embargo, a partir del examen macroscópico de los huesos del esqueleto apendicular queda de manifiesto la indudable constitución grácil de la población en estudio, que, además, muestran inserciones musculares no excesivamente desarrolladas, si bien en cuanto a este extremo, es indudable que el estado de la superficie de la gran mayoría de los restos puede suavizar el relieve de la implantación de las masas musculares. No hay constancia de restos de individuos inmaduros, a excepción de una pieza dentaria.

En total se conservan 434 piezas dentarias entre dientes anteriores y molares, de entre ellos 192 corresponden al maxilar superior y 187 a la mandíbula. En los restantes no puede identificarse su posición. Hay presencia de un mínimo de 18 individuos, de los que, al menos dos tienen menos de seis años y uno algo mayor. La mayoría se sitúan entre 18 y 35 años, si bien el contingente de individuos mayores de 21 años es de 8. Se constatan tres piezas afectadas por caries, siete con probable caries, tres con segura presencia de hipoplasia en el esmalte, claro indicativo de la presión ambiental, y tres dientes con posible afección. Dolencias que, sin duda, incidirían en mayor número de individuos. El carácter de enterramiento primario viene demostrado por la conservación, aunque corta en número, de falanges de manos y pies recuperadas, así como por la proximidad en cantidad entre las piezas dentarias de una y otra arcada, desde el momento en que en los enterramientos secundarios suele existir cierta selección anatómica a favor del cráneo y los huesos largos. También el volumen de dientes del maxilar superior revela la permanencia de éste en el momento del enterramiento, cuando lo habitual es que en la recogida de los cuerpos esqueletizados el macizo facial se desprenda si tal acto no se realiza con especial esmero (Mata y Márquez 2006: 38-39).

Cultura material[editar]

Hay materiales arqueológicos correspondientes a dos periodos de uso del sepulcro. Por una parte, y relacionados con el momento de construcción del mismo, varias puntas de flecha de base cóncava talladas en sílex y dos grandes hojas prismáticas del mismo material. Por otra, y correspondiente ya a una reutilización durante la Edad del Bronce (a mediados del II milenio a.C.), varios cuencos con forma globular, numerosas cuentas de collar, y otros fragmentos de posibles colgantes realizados sobre distintos tipos de conchas y algunos objetos de metal, mayoritariamente espirales de plata y varios punzones de cobre (Márquez 2009: 218).

Cronología[editar]

Identificación B.P. 1 σ Precisión 2 σ Precisión
GrA-37339 4055 +/- 35 2830-2493 337 2848-2475 337
GrN-26475 3250 +/- 50 1600-1449 151 1680-1413 261
GrN-26488 3250 +/- 40 1597-1456 141 1676-1430 246

La tabla de arriba recoge las dataciones absolutas obtenidas en el sepulcro. La primera fue tomada en la antecámara, bajo un derrumbe de los mampuestos y en el nivel estratigráfico más antiguo. Las dos siguientes fechas proceden de la cámara, extraídas del primer paquete estratigráfico (Márquez, Fernández y Rodríguez 2009: 82).

Las dataciones son fechas radiocarbónicas. La primera fecha (GrA-37339), extraída a partir de un cráneo humano, apunta a la existencia de un enterramiento antiguo, ubicado bajo el derrumbe de la antecámara, en torno a finales de la primera mitad del tercer milenio (circa cal. 2600 a. C.) durante la etapa llamada Cobre Pleno. Esta es la fecha utilizada para establecer el momento de construcción del sepulcro. Las dos siguientes (GrN-26488 y GrN-26475), obtenidas de huesos humanos, datan un mismo momento de uso del sepulcro que se situaría entre c. 1600-1450 cal. a. n. e. Unos indicadores cronológicos excelentes para fechar el período de la supuesta reutilización de la estructura funeraria en un momento avanzado de la Edad del Bronce (Fernández y Márquez 2008: 349-352).

El contexto europeo[editar]

El presente bien arqueológico se enmarca en el fenómeno megalítico que surge a nivel europeo en un momento avanzado del neolítico. Hay quienes sitúan el comienzo de dicho fenómeno en la Península Ibérica a mediados del IV milenio a.C. Se trata así de un fenómeno en el que las sociedades prehistóricas comienzan a construir a base de grandes piedras monumentos funerarios, pero también otras de difícil interpretación, como son las alineaciones, los menhires o los crómlechs. Se interpreta como un intento de domesticación del paisaje.

Megalitismo en la provincia de Málaga[editar]

Se conocen alrededor de veinticinco conjuntos megalíticos, lo que supone unos 70 monumentos individuales. Estos suelen aparecer construidos mediante ortostatos (más raramente con mampuestos) con planta de corredor o galería y cubiertos por túmulos. También hay buena representación de sepulcros excavados en roca. Por el contrario, Solo se conoce un tholos (sepulcro de falsa cúpula), el del Romeral. Estos megalitos se construirían sobre todo entre la primera mitad del IV milenio y la primera mitad del II milenio ANE.

La distribución geográfica del megalitismo en la provincia es bastante regular. En la serranía de Ronda se conocen las necrópolis de Encinas Borrachas, La Angostura, Los Gigantes y la del Cerro de la Planilla. Otros dólmenes conocidos son El Moral, el dolmen de Dos Hermanas (Cañete la Real) y las Cuevas del Marqués, que combina en su construcción lajas de piedra y el aprovechamiento de un pequeño abrigo rocoso natural. En la depresión de Antequera se encuentran los sepulcros monumentales de Menga, Viera y El Romeral, así como dos necrópolis de cuevas artificiales, las de Alcaide (21 sepulcros) y Las Aguilillas (7 estructuras). Al Sur de esta depresión, sabemos de estructuras megalíticas en El Rozal del Caracol y Cortijo de Mosampedro. También conocemos la necrópolis megalítica de la lentejuela (Teba), donde se han hallado al menos cinco sepulcros megalíticos. Entre la depresión de Antequera y la Axarquía se conocen algunos conjuntos, como el de El Hospital y el de Chaperas, mientras que en la Axarquía hay que registrar el dolmen del Cerro de la Corona (Totalán). En el litoral de la provincia consta la necrópolis de Corominas en Estepona (Márquez 2009: 202).

El entorno del Valle del Río Grande[editar]

El registro funerario lo constituyen cuatro sepulcros megalíticos: el dolmen del Cerro de la Cruz Blanca en el término municipal de El Burgo, el sepulcro del Cerrete de la Cañada de Algane en Coín, el sepulcro megalítico de la Cuesta de los Almendrillos en Alozaina y el el Tesorillo de la Llaná en Ardite, este último muy bien integrado en el contexto.

Así, a finales del C.A. cuarto milenio a.C. en torno al valle del río y aproximadamente a una altura de unos 250 m.s.n.m. se distribuyen una serie de sepulcros megalíticos. Se localizan en áreas de visibilidad destacada (Algane y Tesorillo) o asociados a manifiestas irregularidades del terreno (Almendrillos). Se ajustan al patrón dominante en la provincia de Málaga (planta tipo galería y a veces corredor). Los conjuntos materiales recuperados en dichos contextos funerarios documentan, en todos los casos, ajuares típicos de la Edad del Cobre precampaniforme (puntas de flecha y hojas de sílex, colgantes de concha y hueso y azuelas pulidas). Destaca un antropomorfo de terracota hallado en el sepulcro de los Almendrillos. Esta caracterización tipológica del registro arqueológico resulta coherente con la fecha absoluta obtenida en el sepulcro de los Almendrillos, calibrada 3326-3022 B.C dos sigmas (Fernández y Márquez 2001: 199).

Conclusiones[editar]

La ausencia de asentamientos estables con los que asociar la construcción de estas estructuras funerarias es una constante en todo el valle. Todo apunta a que estamos ante comunidades que se proyectan en el medio con una marcada movilidad y una economía todavía de amplio espectro. El megalitismo puede ser reflejo de una organización espacial donde los monumentos son agentes estructuradores sobre los que se articulan los desplazamientos de hombres y ganados. Los encuentros serían programados y deseados. En esta dinámica cobran especial importancia los recintos prehistóricos atrincherados, donde, recurrentemente, se encuentran grupos y segmentos tribales, atendiendo a ciclos que requieren una agregación poblacional transitoria, entre grupos que la mayoría del tiempo se proyectan de forma dispersa por el territorio. Las primeras evidencias de uno de estos singulares yacimientos están en la zona conocida como Los Villares de Algane.

Se apunta que la presencia de objetos de ajuar tardíos en el interior de sepulcros como el de Cerrete de Algane y del Tesorillo de La Llaná debe ser entendida como resultado de la reutilización, durante el II milenio a. C., de viejos enterramientos megalíticos. El panorama descrito en nuestra región de estudio concuerda con el marco cronológico general del fenómeno megalítico europeo. A partir del III milenio a. C., en Europa occidental paulatinamente se abandona la construcción de sepulcros megalíticos, por lo que la frecuente presencia de ajuares campaniformes y de la Edad del Bronce en el interior de estructuras ortostáticas debe ser entendida, en la mayoría de ocasiones, como prácticas manifiestas de reutilización de viejos contenedores funerarios. Tal circunstancia nos lleva a discriminar dos fases dentro de esta tradición arquitectónica. Una propiamente megalítica (mediados del IV a mediados del III milenio a. C.) y una segunda tardomegalítica (mediados del III milenio hasta, según qué momentos históricos) en la que, si bien las circunstancias ya no demandan que se sigan levantando estructuras de esta naturaleza, la persistencia de los sepulcros en el paisaje favorece su continuada visita y uso durante los siglos siguientes. Las reutilizaciones de viejos megalitos funerarios se integrarán, así, como una práctica mortuoria más en un panorama europeo posterior (II-I milenios a. C.) ya mucho menos homogéneo, en el que diversas tradiciones postmegalíticas (enterramientos individuales bajo túmulo, fosas campaniformes, cistas, campos de urnas…) se suceden o se solapan irregularmente en el continente hasta la edad del Hierro. Es una apropiación, reinterpretación o transformación del pasado.

Por ejemplo, tal y como nos muestra la estratigrafía del Tesorillo de la Llaná, la fisonomía que dicho sepulcro muestra a mediados del II milenio (ausencia del atrio o corredor que ya debía estar soterrado, desmantelamiento parcial o total del túmulo, posible pérdida de la cubierta) cuando se produce la reutilización, difiere notablemente de la original, lo que provoca que las deposiciones finales se concentran sólo en la cámara y en el extremo noreste de la antecámara, que eran las más accesibles. Pero seguro también predispone una relación significativa distinta entre el edificio original y sus últimos usuarios. Sin que se pueda descartar en esta tesitura, incluso, que en las últimas fases de vida de este sepulcro se pudiera realizar alguna modificación o añadido estructural que readaptara el conjunto existente a las exigencias concretas del ritual de la Edad del Bronce, aunque, en cualquier caso, este último término puede ser confirmado en nuestra excavación (Fernández y Márquez 2008: 352-353).

En Europa el uso tardío de viejos sepulcros se produciría en momentos de fricción entre grupos de edad, entre adultos de diferentes linajes o quizá entre jefes de linajes específicos. En los mismos términos se pronuncia J. Thomas (Thomas 1999: 47) cuando explica la apropiación que en época campaniforme se produce de los sepulcros antiguos mediante deposiciones secundarias que, con un nuevo discurso, establecen una relación con los ancestros de tal manera que posibilita la reclamación de la autoridad por parte de una persona sola o un grupo preeminente.

La reutilización se realiza desde patrones de racionalidad muy distintos. Existe una reinterpretación de los monumentos antiguos desde unas claves ideológicas muy diferentes. Podemos hablar de una auténtica apropiación de antiguos sepulcros para sancionar, quizá, las demandas de tierra de algunos grupos de privilegiados. No obstante, esta disimetría social no debe de ser tan pronunciada como para seguir justificando la construcción de nuevos sepulcros, sino simplemente se limita a integrar en el entorno algunos de los viejos monumentos. Este hecho explica que algunos sepulcros de río Grande como el de la Cruz Blanca o la Cuesta de los Almendrillos, pasaran desapercibidos o se ignoraran, mientras otros, como Cerrete de Algane o Tesorillo de la Llaná, se recuperan integrándose en nuevas prácticas funerarias (Fernández y Márquez 2001: 201).

Bibliografía[editar]

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FERNÁNDEZ RUIZ, J., MÁRQUEZ ROMERO, J. E. (2001), “El sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná de Cerro Ardite, Alozaina, (Málaga)”, SPAL, 10, pp. 193-206.

FERNÁNDEZ RUIZ, J., MÁRQUEZ ROMERO, J. E. (2008), “Nuevos datos sobre la cronología del sepulcro megalítico del ‘Tesorillo de la Llaná’ (Alozaina, Málaga)”, Mainake, 30, pp. 345-354.

MÁRQUEZ ROMERO, J. E., FERNÁNDEZ RUIZ, J., RODRÍGUEZ VINCEIRO, F. (2009), “Cronología del sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná”, en J. E. MÁRQUEZ ROMERO, J. FERNÁNDEZ RUIZ Y E. MATA VIVAR (coords.), El sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná, Alozaina (Málaga). Una estructura funeraria singular en la cuenca media de Río Grande, Universidad de Málaga, Servicio de Publicaciones, pp. 81-88.

MÁRQUEZ ROMERO, J. E. (2009), “Málaga”, en L. GARCÍA SANJUÁN y B. RUIZ GONZÁLEZ (eds.), Las grandes piedras de la Prehistoria. Sitios y paisajes megalíticos de Andalucía = The large stones of Prehistory. Megalithic sites and landscapes of Andalusia, Antequera, Junta de Andalucía, pp. 198-227.

MATA VIVAR, E., MÁRQUEZ ROMERO, J. E. (2006), “El sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná. Un ejemplo de recuperación y tutela del patrimonio en río Grande (Málaga)”, Baética. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 28, pp. 27-52.

NOVELLE MARCOS, Y. (2009), “Trabajos de consolidación y cubrición de la estructura megalítica", en J. E. MÁRQUEZ ROMERO, J. FERNÁNDEZ RUIZ Y E. MATA VIVAR (coords.), El sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná, Alozaina (Málaga). Una estructura funeraria singular en la cuenca media de Río Grande, Universidad de Málaga, Servicio de Publicaciones, pp. 73-80.

PALOMO LABURU, A. (2009), “Estudio antropológico de los restos recuperados en el sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná”, en J. E. MÁRQUEZ ROMERO, J. FERNÁNDEZ RUIZ Y E. MATA VIVAR (coords.), El sepulcro megalítico del Tesorillo de la Llaná, Alozaina (Málaga). Una estructura funeraria singular en la cuenca media de Río Grande, Universidad de Málaga, Servicio de Publicaciones, pp. 63-72.

THOMAS, J. (1999), Understanding de the Neotlithic, Routledge (original 1991 publicado con el título Rethinking the Neolithic).