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Usuario:Zifra/Taller

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La bruja Piti, es uno de los personajes más famosos del carnaval de Trebujena. En Trebujena aparece por primera vez en el año 1961, y la tradición de quemar a la bruja Piti, se mantiene hasta nuestros días. En 2011 al cumplirse el cincuentenario de la bruja Piti en la localidad, se realizaran diversos actos, en honor a esta efeméride. https://cadizpedia.wikanda.es/wiki/Bruja_Piti_(Trebujena)

Jerezanos bizarros de ayer y siempre[editar]

Manolo Romero Bejarano

Piti, la bruja[editar]

https://www.diariodejerez.es/opinion/articulos/Piti-bruja_0_1731727718.html 23 Octubre, 2022 - 02:04h


El 7 de noviembre de 1490 vino al mundo en la calle Lancería una niña a la que pusieron por nombre María. Su madre murió de unas fiebres al poco de nacer ella y su padre tampoco le duró mucho, pues se quedó en los muros Granada mientras luchaba junto a muchos jerezanos con el fin de conquistar la ciudad para la Corona de Castilla.

Así que, huérfana desde muy pequeña, se crió en casa de tres solteronas hermanas de su padre que ejercían como parteras. Por aquel tiempo esta profesión era propia de mujeres y en su práctica existían numerosos secretos que se iban transmitiendo de unas a otras y que María aprendió casi sin darse cuenta. Con poca edad ya había visto a unos cuantos bebés dar el primer grito de vida, pero también a mujeres morir desangradas, abortos y, sobre todo, mucho sufrimiento.

El primer parto que atendió sola (a eso de los 15 años) fue un desastre. Ni la madre, ni la criatura sobrevivieron, ambos después de haber padecido atroces dolores. Este hecho marcó a la jovencita, que desde ese momento empezó a investigar en el campo de la medicación. Hasta entonces lo más que se suministraba a la parturienta era una purgante antes del parto y una taza de caldo después, pues era parte del saber popular que Dios castigó a las mujeres a parir con dolor. María pensó que si Dios era amor, no podía haber mandado eso, así que se colaba a deshoras en la botica de don Francisco Tamayo para aprender de plantas, jarabes y ungüentos.

Con el tiempo fue perfeccionando un brebaje destilado del cáñamo y la adormidera, al que añadía un poquito de hierbaluisa, canela y limón para contrarrestar el mal sabor. La llamada ‘purga de María’ se demostró bastante eficaz si se ingería cuando las contracciones eran muy seguidas. Aún mejor era el ‘emplasto rojo’ con el que se embadurnaba el bajo vientre de la mamá, pues funcionaba como un potente analgésico, sin que haya llegado hasta nosotros la fórmula de tan milagroso fármaco.

En diciembre de 1510 Juana del Corral, esposa del vinatero Diego Pocasangre, no sólo asistió al bautizo de su criatura un día después de que hubiese nacido, sino que incluso bailó de forma animada en la celebración, contando a familiares y amigas que no sintió dolor alguno al tener a su criatura: Raolito, un ceporro de 4 kilos y medio. La noticia se difundió con rapidez y al poco tiempo María era la partera más solicitada de la ciudad. No había noche que no tuviera que salir a deshora y pronto los nobles empezaron a acaparar sus servicios, pagando fuertes sumas a la sanitaria para que atendiese a sus embarazadas. Sonado fue el caso de Juan Riquel, quien la tuvo 3 meses a sueldo en su casa a la espera de que Aldonza de Villavicencio, su amada esposa, tuviese a bien dar a luz su primer retoño. Este chiquito fue el mismo que construyó años después el palacio Riquelme, aunque eso ya es otra historia...

La fama de María la partera empezó a despertar sospechas en el clero. El bachiller Alonso López, titular de la cátedra de teología que se leía en la iglesia de San Lucas, se interesó por el caso y llegó a la conclusión de que sus métodos contravenían a las Sagradas Escrituras, pues el parto con dolor era mandato divino y una cualquiera, por muy partera que fuese, no podía oponerse a él.

María fue llamada una tarde a la cátedra, donde se le habló del Árbol de la Ciencia y el pecado de soberbia, conceptos que a la pobre sonaron a arameo. Como siguió ejerciendo, la amenazaron con llevarla a las cárceles de la Inquisición en Triana. Ella, que había oído historias de los tormentos a los que se sometía a los falsos conversos, decidió abandonar Jerez, pero seguir con su oficio.

El destino elegido fue Trebujena, donde tenía una prima. Allí se hizo pasar por una noble griega expatriada de Constantinopla, donde se inventó que atendía en sus partos a las innumerables mujeres del harén del sultán. No se le ocurrió otro nombre para ponerse que Piti Makarios, pues recordaba algo similar de un tratado de farmacia bizantino que estaba en la botica de Tamayo.

Piti se hizo de momento con toda la clientela disponible en tan ilustre localidad, si bien no contó con la presencia de las temibles Bustillo, madre e hija, que ejercían el oficio desde tiempo inmemorial. Ambas acudieron al cura para acusar a Piti (o María, según prefieran) pero el sacerdote era un mollatoso extremo que aceptaba sobornos de la propia Piti, por lo que la vía eclesiástica quedó descartada.

Fue cuando empezó la campaña de desprestigio más grande que jamás se conoció por aquellas marismas, pues se empezó a insinuar que María conseguía partos sin dolor a través de la magia negra. Por si esto fuera poco, una serie de nefastas casualidades aceleraron la catástrofe. En un plazo de cinco días murieron tres parturientas, sin que llegasen a prosperar tampoco sus criaturas. Lo de Ana Cabral fue aún más sonado, pues dijo que durante su dulce parto había visto abrirse el techo de la alcoba y aparecer en el agujero a una señora vestida de blanco que le cantaba por bulerías. Al momento, varias de las mamás recientes empezaron a referir historias similares de alucinaciones, que no deben extrañar al lector si se tiene en cuenta que Piti usaba fuertes dosis de mandrágora en su célebre emplasto. El colmo de la desdicha vino con el nacimiento de un bebé con dos cabezas, que apenas si balbuceó antes de expirar. En este caso, fue la propia madre la que acusó a la partera de brujería.

Trebujena enfurecida se puso en pie y, capitaneada por las Bustillo, corrió a por la supuesta hechicera. ‘La que es puta y bruja, que cruja’, fue el grito que resonó en toda la villa antes y después que la capturasen. En vano el alguacil pidió que se la entregasen para llevarla ante la justicia. La respuesta a sus órdenes fue arrojarlo a un pozo.

Piti fue conducida a la plaza y allí pereció quemada entre el jolgorio de los trebujeneros. Corría el martes de carnaval de 1521. Aún hoy, por carnestolendas, se sigue rememorando tan festivo acontecimiento.

P.S.: Hace algunos años la asociación ‘Matron@s por la igualdad’ solicitó la suspensión de la quema anual de la Bruja Piti en el carnaval de Trebujena, al considerarla mujer empoderada y precursora de la anestesia epidural. Aún resuenan las carcajadas en la casa consistorial.