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Manuel Eulogio Carpio Hernández (Cosamaloapan de Carpio, 1 de marzo de 1791 - Ciudad de México, 11 de febrero de 1860), conocido como Manuel Carpio, fue un relevante intelectual mexicano del siglo XIX y artífice de la medicina científica en México. Fue poeta, médico, filósofo, maestro y político, además de ser considerado como padre del Romanticismo mexicano, fue miembro distinguido de la Academia de Letrán, y de la Academia Nacional de San Carlos de México.

Su personalidad y obra se caracterizan por sus profundas convicciones religiosas y humanistas, haciendo que “el amor y la caridad fueran la regla de su vida”.

Biografía Primeros años y formación

Manuel Carpio era el octavo hijo del matrimonio formado por el comerciante de algodón, Don Antonio José Carpió nacido en Córdoba, España y de Doña Josefa Hernández nativa del Estado de Veracruz. A muy temprana edad de Manuel, la familia se traslada a la Ciudad de Puebla, por compromisos de trabajo de su señor padre. Al morir su padre en 1796 y enfrentando una penosa situación económica, Carpio valiéndose por sus propios merecimientos, decide ingresar al Seminario Conciliar de Puebla, donde cursa las asignaturas de latinidad, artes, letras, filosofía y teología. Rápidamente y gracias al empeño en sus estudios, logra destacarse entre sus compañeros, lo que llamó la atención de los maestros y padres del Seminario.

Entre sus maestros, logró el amplio reconocimiento del sacerdote Don José Jiménez, profesor de teología, que contaba con una abundante biblioteca y que fue un mentor para él. Una de las mayores pasiones de Manuel Carpio era la lectura, por lo que encontró en la colección de su maestro, y guiado por sus consejos, libros de religión, historia antigua, y clásicos griegos y latinos, hecho que lo marcaría para toda la vida.

Siendo natural y al terminar el curso de teología, pudo haber seguido el camino del sacerdocio, pero sintiéndose no digno para ejercerlo, dado su altísima concepción santa del oficio, opta por cursar la asignatura de derecho. No obstante y al no cubrir sus expectativas intelectuales, decidió optar por estudiar medicina.

Estudios de medicina y traslado a la capital

En aquella época, sólo en la Universidad de Guadalajara y en la Real y Pontificia Universidad de México se impartían cursos de medicina, siendo estos aún básicos y de poca calidad. Para la asignatura de cirugía, en la Ciudad de México existía un curso que duraba cuatro años impartido por dos cirujanos que daban lecciones de anatomía en el Hospital Real, sin requisitos previos; en la Ciudad de Puebla se impartía este curso en el Hospital de San Pedro, aunque con una calidad mucho menor.

Dado los escasos recursos económicos con los que contaba Manuel y al no poder costear su educación en la Universidad de México, decide ingresar al curso impartido en la Ciudad de Puebla. Manuel contó con la fortuna de que un grupo de jóvenes seminaristas optaron por la misma carrera y al ver que el curso no satisfacía del todo sus expectativas, decidieron formar una Academia particular para estudiar por ellos mismos medicina, mientras continuaban con sus cursos en el hospital.

Como muestra de sus estudios, el grupo de estudiantes ofrece una exhibición de fisiología, dedicada al Obispo de la Diócesis, Don Antonio Joaquín Pérez. Manuel Carpió fue uno de los que presentó dicho trabajo. Para el año siguiente, Manuel fue designado Presidente de la Academia por sus mismos compañeros y continuaba con la presentación de actos de sobre anatomía y patología. Terminando sus estudios recibiría el grado de Bachiller.

Tan grata impresión causó Manuel, que el Señor Obispo de la Diócesis, Don Antonio Joaquín Pérez, lo becó con una pensión y lo mando a la Ciudad de México para estudiar en la Universidad. Hacia 1832 lograba el grado de Profesor de Medicina, título obtenido por aprobar los exámenes requeridos ante la junta de facultativos de la Facultad Médica del Distrito.

Manuel Carpio de caracterizó por su formación autodidacta, por el estudio privado. Siempre mostró mucho interés en los adelantos científicos de su época y en las nuevas teorías; aunque fiel a sus convicciones y a su formación, jamás dejó de lado las teorías clásicas y que tanto habían formado su intelecto. Prueba de esto es la traducción al español de los Aforismos y Pronósticos de Hipócrates.

Aforismos y Pronósticos de Hipócrates Portada de Aforismos y Pronósticos de Hipócrates

Durante sus estudios, tal era el interés de Manuel por la ciencia y la lectura clásica, que habiendo encontrado los aforismos y pronósticos de Hipócrates, decidió traducirlos al español, publicándolos al poco tiempo de obtener el grado bachiller en medicina (1823).

Este libro está dividido en cuatro secciones, siendo las dos primeras la traducción al español del escrito de Hipócrates, y las últimas dos son artículos traducidos del francés, uno sobre el pectoriloquo o estetoscopio y el otro, escrito por el Dr. Joaquín Villa, es sobre la percusión del pecho.

Siendo criticado en un principio por esta traducción, ya que en aquella época el latín era la lengua oficial de enseñanza en la Universidad, Manuel Carpio la justifica en su breve prólogo de esta obra, que a continuación se muestra de forma integra:

  Poco satisfecho con las traducciones de los Aforismos y Pronósticos de Hipócrates, unas por incompletas, otras por anticuadas, y todas por inexactas, me puse la obligación de hacer una nueva que libre de semejantes notas, pudiera ser útil a los profesores del arte. Movióme también a dar este paso, el deseo vivo que tengo de desterrar en lo posible un idioma, que leído y correcto en Cicerón, insinuante y mágico en Virgilio, es intolerable, fastidioso y repugnante en los colegios y universidades, donde, todavía se tiene la ridícula y quijotesca pedantería, de hablar en una lengua cuyos idiotismos se ignoran.No soy tan orgulloso que piense haber llevado la exactitud hasta el extremo: lo he procurado en todo, y si acaso no siempre he podido conseguirlo, atribúyase menos a mi descuido, que al lenguaje latino semibárbaro de los traductores de Hipócrates. Carpio, Manuel. 1823. Aforismos y Pronósticos de Hipócrates, seguidos del artículo Pectoriloquia del Diccionario de Ciencias Médicas Traducidos al castellano, los primeros del latín, y el último del francés/ Prólogo

Por si fuera poco, Carpio utiliza como introducción la siguiente frase: “Hipócrates era hombre, y a veces se engañó como todos”. Considerada casi como una herejía para su tiempo, esta frase demuestra la época que imperaba en México que vivió Manuel Carpio, el derrumbamiento de las instituciones coloniales para dar paso a un corriente reformadora y novohispana, utilizando el idioma como medio de cambio.

Como dijera José Bernardo Couto en la obra prologada de Manuel Carpio: «El cuidado de seguir la ciencia en sus adelantos lo mantuvo hasta sus últimos días; aunque sin dejarse jamás deslumbrar con novedades.»

Médico reformador y de vanguardia

Manuel Carpio recibe la gran influencia de uno de sus maestros, el Dr. Luis José Ignacio Montaña, quien fue un innovador para su época, ya que rechazaba las afirmaciones verbalistas, condenaba prácticas que para algunos estudiosos del tema resultaban perjudiciales y peligrosas, e impulsaba una nueva visión, de que para cada mal existía un medicamento biológico. Este pensamiento marcó a Carpio, quien se empeñó en trasformar el método empírico y tradicionalista, que en ocasiones era perjudicial para la salud, por una enseñanza científica, descriptiva y de vanguardia. Es por esto que se le considera como artífice de la medicina científica en México.

Manuel Carpio vive la transición de la medicina colonial y tradicionalista, a la medicina científica, cuando en México se da el cambio más importante del paradigma médico, del humoral al anátomo-patológico.

Como se describe, él es en enlace entre dos épocas, estudiando los conceptos de la medicina tradicional y transformándolo en conocimientos vanguardistas. Es sabido, que Manuel Carpio realizó los primeros estudios e investigaciones con microscopio en México.

Docencia

Hacia el año 1833, y una vez que Manuel obtiene el título de médico, forma parte del profesorado del Establecimiento de Ciencias Médicas, siendo el responsable de la cátedra de fisiología e higiene. Es en este recinto, donde su espíritu de investigador lo llevan a contravenir las viejas concepciones médicas y empieza a incorporar nuevos conceptos fisiológicos, en gran medida influenciado por las investigaciones y pensamientos de Thomas Sydenham, de Xavier Bichat y de François Magendie.

Siendo admirador y seguidor del pensamiento de Hipócrates, dedica parte de su investigación y docencia a depurar las cátedras influenciadas por las teorías de Brown y de François Broussais, que el consideraba como "malas influencias". Asimismo y como lo dijera Don Bernardo Couto, el comportamiento de Carpio a estas ideas era: Oyólas con precaución, púsolas luego al crisol de la observación y el raciocinio, no tardó en decidirse contra ellas. Ni se contentó con desecharlas para sí; sino que persuadido de que además de falsas, eran nocivas, las atacó de todas maneras; en escritos científicos, en la conversación familiar, hasta con el arma del chiste.

Existe un epigrama, que parecía que entre broma y poesía, parecía decir mucho del pensamiento Manuel Carpio:

 

Método de nuestros días Luego que algún mal asoma Agua de malvas o goma, Sanguijuelas o sangrías,


Y que el enfermo no coma. Manuel Carpio, Epigrama, sin fecha conocida

El Establecimiento de Ciencias Médicas, se vio atrapado en la situación política que imperaba en esa época, por lo que al año siguiente corrió el riesgo de cerrar sus puertas para siempre. Pero gracias al empeño y dedicación del profesorado del Establecimiento, a su decidida participación, se esforzaron en salvarlo. Sin sueldo, sin recursos para los gastos más necesarios; privados de un lugar para la enseñanza; haciendo del día a día una conquista, o más bien, ejerciendo un apostolado de la ciencia. Fue de esta forma en que Carpio junto con el profesorado logran salvar el Establecimiento, lugar donde Manuel Carpio siguió impartiendo clases hasta el día de su muerte.

Antigua Academia de San Carlos en 1867.

Contando con afamada reputación como médico, decide dedicarse de forma total a la vida académica (pasión que abrazo hasta el día de su muerte) en lugar de una carrera como médico privado. Entre sus innumerables actividades, fue miembro de la Primera Academia de Medicina (1836 - 1841), del cual en distintas épocas fue Secretario y Presidente. El espíritu aventurero y académico de Manuel, lo lleva ser editor y director del Periódico de la Academia, miembro de la Comisión Nacional de Estudios y vicepresidente del Consejo Superior de Salubridad que en 1841 reemplazó a la Facultad médica del Distrito.

Manuel dividía su tiempo entre las asignaturas del Establecimiento de Ciencias Médicas, las clases de anatomía que impartía a los estudiantes de la Academia Nacional de San Carlos de México (hoy Escuela Nacional de Artes Plásticas) en donde el reconocido pintor y paisajista mexicano José María Velasco fue uno de sus tantos alumnos y en algunas consultas a gente de escasos recursos, todas estas siempre de forma gratuita. En su biografía, el carácter humanista de Carpio quedaba plasmado:

  Bondadoso é indulgente, como he dicho, con los enfermos, jamás sin embargo lisonjeaba, ni mentía, ni halagaba manías; que todo eso era incompatible con la mesura y gravedad de su carácter. Algunos libros se han escrito de moral médica: creo que bastaría por todos uno que contase cómo ejercía Carpió su oficio.

La Universidad de México le dio espontáneamente en 1854 el grado de Doctor, incorp