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El Plan de Maestros Asociados Sabas Olaizola Capitulo VI:

LA CULTURA Y LOS VALORES

No se pone en duda que la estructura de la enseñanza responde a profundas aspiraciones que anhelan identificar su función con formas culturales superiores.

Se concibe a la cultura como un conjunto de “bienes”, producto del refuerzo de individualidades poderosas, que integran el acaecer humano, a través del proceso de su historia.

Llamamos “bienes” a productos u obras en cuanto sean portadores, o depositarios, de algo real, intemporal, que superando el contenido material y el cauce formal de tales bienes, se sostiene sobre ellos y se eleva aún sobre las ruinas. Así se enuncian rasgos, de esas nuevas instancias o formas, de lo real, que llaman valores.

Por lo tanto, todo lo creado por el hombre; que se sostiene por sí mismo, se dirige a lo eterno, y en lo que nos reconocemos, elevándonos, constituiría la esfera de los bienes, parte integrante del gran mundo de la cultura.


El mundo de los bienes es considerado infinito: a) en cuanto sus valores pueden ser vividos; b) en cuanto nuevos valores, conjugados en nuestro espíritu, nuevos bienes, que se están creando a cada hora de vida de la humanidad. El mundo humano, estaría representado por la esfera de lo creado por el hombre, bienes, portadores de valores; por la capacidad del hombre para encontrar los valores en los bienes, y en el mundo; para crear bienes, y para vivir sus valores.

La concepción del valor, se ha puesto de manifiesto en los estudios de Lotze y por Brentano. Este último destaca así su hallazgo: “Afirmamos que todo objeto juzgado, es recibido en la conciencia de un doble modo; como representado y como afirmado o negado”. Aquí aparecen dos instancias distintas, en las que el objeto se muestra en la conciencia, primeramente como un contenido que lo menciona como objeto; y por otro lado mencionando contenidos generales distintos al objeto mismo, como es lo que de él se afirma o se desea afirmar, y se niega o se desea negar, de la totalidad del objeto.

La determinación del objeto es, una exigencia de la conciencia que sale al encuentro de los objetos, en la vivencia, en busca de contenidos que den al objeto el sentido necesario a la comprensión, y congruencia de la conciencia, bases de la seguridad del ser.

Los contenidos que hallaron, constituyen esas objetividades cuya existencia tiene por carácter el sentido de valer, y sirven para iluminar el objeto con la realidad del valor, a fin de hacerlo accesible en la congruencia de nuestra conciencia.

Todo conocimiento, comienza en un ir al encuentro en busca del valor, con el cual en las cosas hallamos el signo de lo que necesitamos saber o entender de las cosas. De tal manera, el valor ha tomado un importante papel en el mundo de los objetos; objetos reales, ideales, valores: que no existen sino que valen.

ESTRUCTURA Y DESARROLLO DE LOS VALORES

El valor es ideal: Se relaciona, o aparece, en las cosas; pero no es una cosa. El valor destaca las cosas en la continuidad existencial, sin que estén por ello ligadas a él. Pero las cosas se ordenan de modo diferente, o se disuelven y se reagrupan cuando el valor cambia. El mismo fragmento del mundo puede revertirse a sí mismo de valores diferentes, que no parecen oponerse.

El valor se experimenta: No existe valor sino para y por un sujeto, y él realiza la experiencia del valor en un acto original: la apreciación. Es interesante y perfectamente legítimo tomar de fuera las apreciaciones que de hecho son llevadas por tales o cuales hombres, sometidos a unas u otras influencias. Cada valor tiene su propio tipo de apreciación.

El valor se reconoce (se identifica, se apercibe) El valor no me constriñe como una fuerza; sino que me solicita como a él le place, no como yo quiero. Ya se trate de una toma ontológica, o de una ilusión de la conciencia, el valor es sentido como el llamado de una trascendencia. A todo valor corresponde un cierto orden Cada uno determina un cierto campo, en el cual las estructuras poseen entre ellas relaciones definidas e inteligibles. Se conoce la forma de relación de los valores teoréticos. El valor estético es intransferible. Todo valor es una perspectiva sobre lo absoluto En toda experiencia de valor vivida, el valor nos “invade”, nos “inunda”. Todo valor es categórico. Abriéndose sobre lo absoluto, el valor debe ser por tanto absoluto. Pero si el valor es plenitud, también es indigencia. Parece que cada valor no es sino uno de los puntos de vista posibles sobre las cosas.

Todo valor es bipolar El mundo es, simplemente. Al contrario, los valores, cuyo múltiple juego destaca las formas en el mundo, son esto o lo otro. Se presentan bajo formas de parejas de opuestos: bien-mal; verdadero-falso; bello-feo; etc. El valor provoca el impulso El valor nos levanta, nos conduce. La indiferencia sólo aparece donde el valor no es experimentado. El impulso hacia el valor es orientado Un polo positivo nos atrae; el polo negativo, nos rechaza. No podemos rechazar la evidencia ni la experiencia de lo bello y de lo bueno. Apreciamos el valor como parte integrante del mundo, en donde está nuestro ser. Actúa desde fuera, se enfrenta, como todo lo real distinto, a nosotros. Aparece intercalado entre las cosas y nosotros, como signo común entre ambos. El mundo de los valores se abre al hombre como su propio mundo, el del espíritu. Hallamos la cosa que educa, en los valores humanos.

EL VALOR EN LA EDUCACIÓN Y LA ENSEÑANZA La presencia de valores positivos, forman al hombre culto; valores eternamente buscados le orientan; la libertad de oportunidades en la experiencia estimativa, le permite adecuarlos a las formas de su personalidad de su tiempo y de su vida. Se trata de contactos del espíritu con realidades que en breve instante maduran, o anulan una personalidad. La enseñanza está nutrida de referencias a elementos de antiguas experiencias de valor. Al llenar la vida del estudiante de tales materias de segunda mano, le quitamos oportunidades, lo apartamos del mundo cultural. La enseñanza agota su intenso esfuerzo de integración de elementos dispersos, en la memoria juvenil a través de muchos años, derramando considerable cantidad de conocimientos inorgánicos, cuyo poder formativo aparece como nulo; su poder informativo, mínimo. La experiencia estimativa es intensa y profunda; actúa en la dimensión cualitativa; su poder formativo es pleno; su información, básica.

UNA ENSEÑANZA DIRECTA Y BREVE

A una concepción de la cultura como producto de la experiencia estimativa, correspondería un sistema de educación directa en su relación con los objetos portadores de valor, y con los valores mismos; y por la intensidad de sus experiencias, sumaria, breve, de una sola vez, suficiente, máxima. La filosofía de los valores constituye el fundamento de una pedagogía de la educación directa, breve, profunda. Su obstáculo mayor está constituido por los elementos formales de lo didáctico; en el nivel primario y medio, bases de formación espiritual de una comunidad. El sistema didáctico, concentrando todo el interés y la atención del educador, no deja lugar para una experiencia o contacto vivo, de valor cultural. La cultura reclama su lugar en la enseñanza; el niño y el adolescente piden su participación en el mundo de los valores.