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Introducción[editar]

Según la RAE, un estereotipo se define como una imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. Obviamente, los estereotipos sobre la vejez se refieren a las imágenes e ideas comúnmente aceptadas sobre ese grupo de edad. Esas imágenes pueden hacer referencia a aspectos positivos y negativos del grupo social al que se atribuye el estereotipo (las personas mayores). Sin embargo, los estereotipos sobre la vejez se hallan vinculados, prioritariamente, a aspectos negativos, como así se establece en la literatura, generando efectos particularmente perversos sobre ese grupo social; en otras palabras, cuando se habla de estereotipos se hace referencia a imágenes negativas que en gran parte suponen falsas creencias en torno al grupo social al que se refieren.

En relación con el carácter bi-modal (positivo/negativo) del estereotipo conviene resaltar que la investigación más reciente sobre el contenido de los estereotipos (Modelo del Contenido del Estereotipo, MCE) y las dimensiones básicas utilizadas [1][2][3]​, han mostrado que en algunos grupos sociales, los estereotipos frente a una amplia variedad de grupos sociales, entre ellos las personas mayores y/o las personas con discapacidad, tienen un carácter ambivalente, en la medida en la que son percibidos como “baja competencia” y “alta afabilidad”. Ello es importante por cuanto los autores vinculan esta ambivalencia a un prejuicio llamado paternalista como veremos más adelante. Uno de los aspectos más debatidos en el dominio de los estereotipos, en general, es la medida en que estos son socialmente compartidos o son, simplemente, creencias mantenidas por los individuos perceptores respecto a los grupos sociales. Está distinción va a tener particular relevancia, pues diversos trabajos relativamente recientes destacan las diferencias entre las creencias personales que un individuo mantiene acerca de un grupo y los estereotipos culturales, es decir aquellos que se comparten en un contexto social determinado ([4]​) pues estos últimos suelen tener un carácter más negativo cuando se trata de grupos estigmatizados y en situación de desventaja, y existe la posibilidad de que lleguen a ser interiorizados por los miembros del propio grupo y a influir negativamente, en el caso de los mayores, en la percepción del propio envejecimiento con consecuencias negativas para la salud, tal como se ha puesto de relieve {{[5]​.

Por tanto, una primera distinción que debe hacerse cundo se trata de definir el estereotipo se refiere al sujeto perceptor de esa imagen, cliché, opinión o creencia lo cual se refiere a si estamos a imágenes atribuibles a la cultura, al grupo (por ejemplo, de las personas mayores), o al sujeto que contesta, lo cual suele depender de cómo se realice la pregunta de investigación. Este tema no es baladí dado que, en ocasiones, es confundido el sujeto que ostenta y es perceptor de la estereotipia por falta de concreción del investigador en la metodología utilizada. Por ejemplo, existen autores como Levy que, generalmente, se refiere a estereotipos personales mientras que el grupo de Fiske, generalmente, considera los estereotipos culturales así como existen instrumentos de evaluación de los diferentes conceptos asociados [6]​ .

También, dentro de este campo semántico puede incluirse al auto-estereotipo referido a la opinión que tiene el individuo sobre sí mismo y, aún más, a la percepción del propio envejecimiento. Levy ha establecido una teoría,[7]​ de la cual presenta avales empíricos, de la relación entre los estereotipos personales, el auto-estereotipo y a percepción de envejecimiento. En nuestra investigación EVE, hemos contrastado que los estereotipos culturales son los mejores predictores del comportamiento de profesionales que cuidan a personas mayores así como que, correlacionalmente, existe una fuerte asociación entre el estereotipo personal, el auto-estereotipo y la percepción del propio envejecimiento [8]​ . Así, también, hemos examinado los estereotipos personales en población general, y en población de profesionales de la atención a mayores; pues bien, en la población general utilizando el instrumento de Levy et al. ([7]​) se contrastan los dos factores (positivos/negativos) postulados por la autora mientras que cuando son los profesionales del cuidado de mayores los que expresan el estereotipo general aparece un solo factor ambivalente[8]​.

Conceptos asociados[editar]

Tal como se indicaba anteriormente, el prejuicio se considera en la actualidad como algo más que una actitud negativa hacia un grupo, que en esencia contiene una evaluación negativa del mismo. En épocas recientes se viene re-conceptualizando el prejuicio como aquellas respuestas emocionales que despiertan ciertos grupos y/o sus integrantes en situaciones sociales específicas o también --como se ha indicado a propósito de la investigación sobre el contenido de los estereotipos-- adquieren una serie de matices (envidia, desprecio o compasión) en función del grupo objeto de prejuicio. La discriminación consistiría básicamente en las conductas que implican un trato no igualitario hacia los integrantes del grupo de mayores, en virtud de esa pertenencia. La discriminación contra ciertos grupos tiende a aumentar las desigualdades entre los grupos en una sociedad, que puede ejercerse a distintos niveles, desde el nivel interpersonal a través de esas conductas no igualitarias hacia los miembros de los grupos en la interacción con ellos, al institucional a través de normas que relegan a ciertos grupos a una posición de desventaja. En el extremo nos encontraríamos con fenómenos de exclusión social, de maltrato y de explotación. En todo caso, hay que resaltar que las investigaciones del grupo de Fiske sobre el prejuicio han mostrado la mayor complejidad que varían según el grupo objeto de prejuicio y no se limitan a una simple actitud de rechazo o una evaluación negativa. No por ello dejan de ser perniciosos, e incluso pueden resultar más insidiosos al enmascarar bajo apariencias benévolas actitudes paternalistas, envidiosas, o de desprecio, que a su vez están a la base de conductas discriminatorias, y del exclusión más o menos sutil [2]​,[3]​ . Nuestro trabajo en EVE ha examinado a cuidadores en distintos contextos en España y en México (residencias, centros de día, de mayores) poniendo de manifiesto que el estereotipo cultural ostentado por los cuidadores media en el funcionamiento tanto del personal como de los residentes/usuarios. En otras palabras, el estereotipo cultural percibido por cuidadores parece ser de tipo ambivalente y da lugar la comportamientos paternalistas en los que ostentan el estereotipo (los cuidadores profesionales) y peor funcionamiento del grupo estereotipado (las personas mayores) ([9][8][10]​).

Por su parte, el prejuicio que se deriva del estereotipo --expresado tanto a través de la dimensión cognitiva del estereotipo como afectiva procedente de la actitud y es también ostentado por los individuos de una determinada cultura-- se expresaría a través de la discriminación que entrañaría comportamientos que, en su conjunto, se constituirían en el acuñado término de “edadismo” definido por Butler ([11]​) como “ un proceso de estereotipia sistemática y de discriminación contra las personas por el hecho de ser mayores” (p.35). Nuestro grupo ha puesto de relieve que, al menos en España, aunque los análisis de la legislación general y socio-sanitaria no aparezcan las opiniones que profesionales dedicados a la gerontología y geriatría, mientras que no normas discriminatorias en función de la edad, la percepción de los profesionales que atienden a personas mayores si señalan la existencia de discriminación en contextos sanitarios y sociales [12]​.

Efectos de los estereotipos sobre la vejez[editar]

Tres son los efectos que pueden considerarse que los estereotipos sobre la vejez parecen tener: 1) en las propias personas mayores, también llamado “amenaza del estereotipo”; 2) en los profesionales y cuidadores que les atienden, y 3) en el envejecimiento activo.

Amenaza del estereotipo[editar]

La llamada amenaza del estereotipo se ha convertido en uno de los paradigmas de investigación más vigoroso de la psicología social y especialmente en el ámbito de las imágenes sobre la edad. La” amenaza del estereotipo”, se define como un temor de carácter situacional a ser juzgado sobre la base de un estereotipo negativo o de confirmar ese estereotipo. Se ha constatado que en el caso de las personas mayores puede influir en la reducción de su rendimiento en determinadas tareas, como la memoria (en sus variantes de declive). Por ejemplo, se produce un descenso del desempeño en tareas de memoria cuando las tareas se describen con el propósito del diagnóstico, frente a cuando no se hace, o cuando se recuerda que las personas mayores son menos competentes en ellas, frente a cuando no se destaca esa relación. En general se supone que sus efectos son situacionales pero que, a la larga, pueden llevar al abandono de determinados campos de desempeño por parte de personas competentes. Los efectos de la amenaza del estereotipo en las personas mayores se ha puesto de relieve en una pobre ejecución en tareas de memoria [13]​, [14]​, ), en tareas matemáticas y, también se ha evidenciado en algunos estudios se han dirigido a mostrar en qué medida pueden reducirse los efectos de la amenaza del estereotipo mediante información antiestereotipica ([15]​).

Repercusiones sobre el grupo que atiende a las personas mayores[editar]

En definitiva, la investigación es consistente por lo que se refiere a que las actitudes y estereotipos que presentan los grupos de profesionales, de atención formal (médicos, trabajadores sociales, psicólogos, etc.) que trabajan con personas mayores son aún más negativos que los de la población general (por ej.: Butler, 1994). Los autores señalan dos mecanismos como generadores de estereotipos y actitudes negativas en profesionales: 1) Un mecanismo cognitivo de generalización de los individuos del grupo segregado en contacto con el profesional al conjunto del grupo debido al hecho de que existe muy escasa formación sobre procesos básicos de envejecimiento (lo cual, por supuesto, ocurre en otros profesionales, ver Butler). 2) Un segundo mecanismo se refiere a la situación de estrés que supone la sobrecarga de trabajo que aqueja a profesionales y no profesionales en contacto con personas mayores con altos grados de deterioro físico y mental; el modelo teórico subyacente ha sido formulado por Braithwaite [16]​ como modelo de “crisis de declive” y tiene su fundamento en el principio de condicionamiento clásico dado que la edad puede considerarse un estimulo condicionado asociado a otro incondicionado como son el sufrimiento, el dolor y la muerte. La propuesta, desde este supuesto está en la misma línea de los trabajos que procuran respiro a los cuidadores y proveerles de intervenciones que resuelvan la sobrecarga pero en las cuales no se busca la disminución del estereotipo. Butler considera al edadismo como una “enfermedad” que ha de ser tratada asumiendo que es el conocimiento certero sobre la vejez y el envejecimiento lo que actuaría como “antídoto”. Sin embargo, no parece que los aspectos emocionales de las actitudes, el prejuicio, y el edadismo tengan solo una base de desconocimiento o impliquen exclusivamente un conocimiento sesgado sino que, también, se encuentran factores emocionales por lo que consideramos poco plausible una actuación exclusiva a través de conocimientos más certeros en el grupo “target” profesional. Así, se ha puesto de relieve que un programa “centrado en la persona” (que contenía condiciones ambientales, cognitivas, y afectivas) dispensado al personal (médicos, psicólogos, trabajadores sociales, etc.) en un conjunto de Residencias asistidas influyó positiva y significativamente (en análisis pre-post y comparaciones grupo experimental-control) en el funcionamiento tanto del personal como de los residentes [17]​. Sin embargo, los análisis de mediación nos indicaron que el tratamiento sólo era efectivo en aquellos profesionales que mostraban un estereotipo cultural de mayor competencia. En otras palabras, si los profesionales percibían que en España los adultos mayores poseían mayores niveles de competencia el tratamiento era efectivo en los centros estudiados y ello se ha encontrado en una pluralidad de situaciones de cuidado en España y en otros países [18][19]​.

Estereotipos y envejecimiento activo[editar]

La amenaza que sufren las personas mayores no solo se expresa a través de la evocación del estereotipo por otros y disminuyendo la ejecución de la persona mayor en tareas concretas sino que ello ocurre, también, mediante la atribución de la propia persona mayor de que es su edad es responsable de ciertas cosas que le pasen o la inhabilitan para realizar determinadas actividades (por ejemplo: hacer ejercicio físico). A ello, Fernández-Ballesteros ([20]​) le ha llamado los “yoyas” definidas como atribuciones con base estereotípica que limitan a las personas mayores en sus actividades, acciones que, de no producirse, permitirían un envejecimiento activo y saludable. No es el momento ni el lugar para presentar en extenso la perspectiva del envejecimiento con éxito (también llamado saludable, activo, positivo, productivo, etc. para una revisión ver[21]​ lo que es importante es que existen “antídotos” frente a estos “yoyas” como son los programas pare el envejecimiento activo. Por ejemplo, se han encontrado efectos de los Programas Universitarios para Personas Mayores que se realizan en varios países (España, Cuba, México y Chile), se ha contrastado una mejora tanto en los estereotipos personales como en la auto-percepción de envejecimientol [22]​, así como, se han encontrado efectos de programas sobre envejecimiento activo en distintos variables relacionadas con el envejecimiento activo [23]​.

En resumen, existe suficiente evidencia que apoya la importancia de los estereotipos y de sus consecuencias negativas en el grupo que es estereotipado así como en el grupo que lo atiende y que ello es considerado importante por los organismos internacionales y nacionales así como que existen “antídotos” que modifican esos efectos negativos.

Bibliografía[editar]

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