Usuario:Pepetruji/Taller

De Wikipedia, la enciclopedia libre

LA SUERTE DE VARAS (Wikipedia)

La Suerte de varas es la primera de las tres suertes de las que conforman la actual corrida de toros. Es, sin duda, la más controvertida por su crudeza y por la gran dificultad que comporta el realizarla con corrección y mesura. Además, el componente sanguíneo que conlleva, hiere a muchas sensibilidades y es motivo de muchas críticas dentro y fuera del Toreo. Sin embargo, hay que destacar que es una fase indispensable para explicar el rito de la lidia y muerte de un animal tan excepcional y bello como es el toro bravo, y se debe conocer cómo es adecuado realizarla para que sea admirada por la emoción que depara al aficionado. El origen de la Suerte de varas se remonta a la caza que realizaba el hombre con una vara terminada en punta, y que fue evolucionando a medida que lo hizo su relación con el toro: Caza, juegos y lidia. Las lanzas que utilizaban los caballeros en las corridas fue sustituida por la vara larga de los picadores que tenían, como deber primero, la responsabilidad de proteger a los toreros de a pie. Estos picadores “varilargueros”, evolucionaron a lo largo del siglo XVIII sustituyendo la vara larga por los rejones, rejoncillos y, más tarde cuando la “corrida” se conformó, con la vara corta o de detener; la actual.[1]

También fueron evolucionando las puntas en las que termina la vara, llamadas “puyas”, en la medida que lo fueron haciendo la bravura de los toros, su selección y la sensibilidad del espectador. Las puyas de tope de limoncillo, cordón esférico, abarriladas, relamidas, con arandela y cazoleta, culminaron su evolución en la de cruceta actual, que fue perfeccionándose para evitar herir en demasía al toro en la suerte[2]​ La actual puya va montada en una vara de fresno de 2,55/2,70 mts de longitud. Su punta es una pirámide triangular de 29 mm de arista y 19 mm de base (22mm de altura), fijada a un tope de madera encordada terminada en una cruceta metálica que impide que penetre más vara en la res, con una longitud de 60 mm; por lo tanto la longitud total de la puya es de 22 + 60 = 82 mm. [3]

Los objetivos de la Suerte de varas son:

1º.- Comprobar la bravura de la res.

2.- Regular el poder de la res.

3º.- Ahormar la embestida.

4º.- Templar y rectificar tendencias

5º.- Propiciar quites artístico.

Los toros bravos poseen unas características genéticas muy diferentes a las de los toros mansos, por lo que es conveniente comprender su comportamiento para poder justificar la necesidad de la Suerte de varas en la Corrida. Los estudios realizados por especialistas veterinarios taurinos nos muestran cómo la secreción hormonal del toro de lidia posibilita un comportamiento diferenciado que les permite atacar continuadamente a pesar de recibir castigo, lo que se dice en el argot taurino “crecerse en el castigo”. Ello se debe a la secreción ingente de opiáceos y otros anodinos que se trasladan al centro nervioso a una velocidad tres veces superior a la que lo hace en el ser humano y con una intensidad 6 veces mayor, por ejemplo. La endorfina y la betaendorfina les sirve a los toros bravos para matizar su dolor y su estrés, comportándose durante la lidia de la forma agresiva que lo hacen, con aparente inhibición al castigo que reciben. [4]

Para realizar con ortodoxia, efectividad y pureza la Suerte de varas, los puyazos deben ser colocados en el morrillo del toro, cerca de su final. El morrillo en un conjunto muscular, de origen sexual (no lo tienen los bueyes ni las vacas), poco nervado por el que discurren hasta la testuz dos músculos extensores de la cabeza, los epiaxiales. Afectando ligeramente estos músculos se regula la capacidad del cabeceo del toro y se propicia la humillación del mismo, ideal para realizar la faena de muleta. Afectando a uno u otro, van en paralelo (casi), se logra armonizar la embestida evitando cabeceos y tendencias en la misma. Es fundamental picar en el morrillo .[5]

La reglamentación de la Suerte de varas, reflejada en el Reglamento vigente, pretende evitar que ésta se realice de forma alevosa, algo que se produce con demasiada frecuencia, y debe la Autoridad habilitar las instrucciones y determinaciones necesarias para que la Suerte proporcione los fines que se le exigen y así proteger al toro, y al espectador, de una dureza antirreglamentaria que todos los aficionados repudian. Una Suerte de varas ejecutada con donosura, llamando al toro lejano, parándolo su ímpetu con la puya puesta en el morrillo, empujándolo a la salida con mesura y eficacia, sangrándolo lo estrictamente necesario produce la emoción del bravo atacando, el picador luciendo su arte y su poder y la admiración del empeño del toro en vencer en el lance. Una puya alevosa colocada en la cruz, o aún detrás de ella, mal colocado el jinete, permitiendo el choque violento del toro en el peto, apretando sin mesura, sangrando en exceso y, con mucha probabilidad, menguando las virtudes de la res, es repudiada por todos los aficionados, que exigen su castigo.

1.- Comprobar la bravura de la res.

El interés del aficionado, ganadero y torero por conocer la bravura del toro, se ve reflejado en la actitud del cornúpeto frente el caballo de picar, primera prueba fehaciente de sus condiciones. Al aficionado, la actitud de la res ante el caballo le aporta una información fundamental para juzgar el comportamiento del toro  durante su posterior lidia. Al ganadero le sirve de información para juzgar las virtudes y defectos que deben ser aumentadas o corregidos en la selección de la ganadería. Y al torero le mostrará las características del comportamiento del toro, que deben servirle de pauta para optimizar su faena de muleta y la suerte de matar, ésta primordial en la lidia.

-¿Cómo debe realizarse la Suerte de varas para que se juzgue adecuadamente la bravura del toro?

Para saber con justeza el grado de bravura del toro por su comportamiento ante el caballo, es fundamental dejarle expresarse libremente sin interferencias de peones o matador. Esto es, colocarlo en suerte ante el jaco a la distancia estimada como idónea, en la zona de contra querencia (opuesta al chiqueros) y sin ningún interviniente que, junto al caballo, incite a la res a embestir. Sólo la libre expresión de sus instintos mostrará su grado de bravura. Se determinará como mucha o poca según las características del encuentro; si es pronto, recto, humillado, fuerte y constante, la calificación será buena. Si es tardo, renuente, cabeceando, con la cara y saliéndose del encuentro, la calificación será la de mansedumbre. Los comportamientos intermedios compondrán la escala en la que se encuentra cada res. [6]   

2.- ¿Qué es regular el poder de la res?

El toro es un animal poderoso que ataca con violencia ante el menor estímulo cercano. Su selección de casta le permite crecerse en el castigo y luchar con destreza y fuerzas. Recordemos la lucha entre un tigre de Bengala y un toro de lidia en la plaza de Madrid, el 12 de mayo de 1849, en la que el toro resultó vencedor:[7]​ Este tipo de espectáculo está felizmente desterrado. El torero ha de enfrentarse a un animal salvaje, el toro, lidiando de forma adecuada las dificultades que le presente. Para matizar las fuerzas de la res el picador deberá calibrar las cualidades que ésta le presenta, aplicando la puya con mesura y eficacia. Digamos que liberar al toro de su fiereza y conseguir de él una embestida armónica. La mesura y la templanza conseguirán dotar al bravo de esas virtudes que permitirán al torero hacer artística la lidia. Debe controlarse el castigo con objeto de que el toro llegue a la muleta aún poderoso; y tener en cuenta que en las plazas de 1ª categoría deberá ir al caballo en dos ocasiones, al menos[8]​.

3.- Ahormar la embestida.

Es muy importante para la lidia el acondicionar lo más posible la embestida del toro al mando que el torero le exija con muleta o capote. El toro no sabe embestir; de hecho su ataque suele ser brusco y sin rumbo definido. Su arma más importante, sus cuernos, los agita con violencia ante su percepción de peligro o acoso. La puya, colocada en el morrillo, condiciona el movimiento de la cabeza logrando que éste sea más armónico y pausado, ya que el toro tenderá a evitar movimientos violentos por las molestias que le produce la acción de la puya en los músculos extensores. Este resultado, más el que produce la liberación de alguna sangre (menos del 6% de su volemia), consiguen que la res adecue su temperamento a la faena de muleta. Por el contrario, si la puya cae en otras posiciones sus efectos serán determinantes para el anómalo movimiento de la cabeza, y la lidia resultará negativamente afectada*. La relación de los problemas de comportamiento que producen en el toro los puyazos mal colocados se especifican claramente en los estudios publicados por los veterinarios Julio Fernández y Juan Villalón, que relacionan la gravedad de cada uno de ellos según la zona en la que se haya colocado la puya. Los estudios de estos veterinarios, y los publicados por los profesores de la Facultad de Veterinaria de Córdoba, los ya citados Sres. Barona y Cuesta, demuestran, con datos irrefutables, que es imprescindible la colocación de la puya en el morrillo del toro, y que debería estar reglamentado debidamente esta posición para evitar deterioros en la motricidad del animal, pérdida excesiva de fuerzas y posibles caídas[9].  

4.- Rectificar tendencias del comportamiento de la res.

Una realidad no divulgada, y fatalmente obviada por los profesionales del toreo, es la de la posibilidad que tiene el picador de rectificar las tendencias que ofrecen los toros en su forma de embestir. Hay burules con claro cuerno “maestro”, que les condicionan a atacar los engaños ciñéndose por un pitón más que por otro, lo que impide el lucimiento máximo de su lidiador; también esa tendencia puede ser causa de cogidas y atropellos durante la lidia. Otros animales salen al ruedo con una violencia excesiva y descompuesta, motivo de su raza salvaje, que les obliga a levantar la cabeza y agitarla de forma incontrolada. Es la acción de la puya, primero, y la lidia del torero, después, las que tienen que lograr la armonía que se debe exigir al final de la faena de muleta.

Está claro que si la puya afecta a un músculo que utiliza normalmente el toro para un determinado movimiento, en el momento en que tenga que utilizarlo y le moleste o duela, procurará no valerse de él, y sí hacerlo de otros que no le produzcan desasosiego alguno. Así se desplazará más a menudo por el lado en que no sienta molestia; lógicamente. Detectando el torero matador y el picador la anomalía, puede ésta ser corregida con la aplicación de la puya en la zona que interese. Si la tendencia es a ceñirse por el pitón izquierdo, por ejemplo, convendrá afectar más intensamente al músculo epiaxial izquierdo para que el toro evite utilizarlo con profusión, consiguiendo así ahormar, otra vez la palabra mágica de la embestida, y armonizar la danza entre toro y torero de manera más segura y estética.

Una de las características de los toros muy encastados y fieros, es la salida al ruedo con la “cara alta” mostrando su agresividad. Esta condición impide a los lidiadores realizar lances artísticos, y les permite un cierto grado de seguridad. Para rectificar esa anomalía, además de la acción de los lidiadores con sus capotes, es imprescindible una suerte de varas eficaz y adecuada, que no es otra que la de picar al toro al final del morrillo, en la confluencia de los dos músculos epiaxiales, con lo que el toro tenderá a bajar la cabeza instintivamente y, por lo mismo, evitará subirla.

¿Que es difícil realizar la suerte con ortodoxia? Desde luego; por eso los picadores fueron siempre considerados como fundamentales en el Toreo. Por eso sabían que para lograr destacar en su profesión debían entrenar y entrenar y conocer todo sobre toros, caballos y necesidades de su matador. Y ahora ¿alguien considera heroica la actuación de los montados? ¿Saben muchos las consecuencias, buenas o malas, de su trabajo?  

5.- Propiciar quites artísticos.

Uno de los momentos más artísticos de la corrida es el que consiguen los toreros con el capote tras los encuentros de toro y el caballo. El fin técnico es el de comprobar las condiciones en que ha quedado el toro, su poder, la humillación, rectitud de su embestida… El burel, una vez picado ofrece un comportamiento más armónico y, con ello la posibilidad de lucirse el matador es mucho mayor. En el manejo del capote existe una gran variedad de lances vistosos que, bien realizados, ofrecen unos momentos artísticos que deleitan al aficionado, Además, aplicados debidamente, adecuan la embestida para que sea más noble el comportamiento del toro en la faena de muleta.

Estos quites deben ser bien seleccionados y medidos por los intervinientes, que pueden ser el propio matador o sus compañeros, por orden de lidia, para no mermar las condiciones del toro. Cuando el burel tienda a levantar la cabeza, el quite apropiado será el que tienda a bajársela; si al contrario, la mano del matador tratará en el quite de mantenerla a media altura. Nunca se debe realizar un recorte brusco con el capote a toro flojo. No debe el capote topar con la cabeza del toro… En fin todas las técnica que propician el conocimiento de la lidia y  de las características psíquicas y anatómicas de la res.

Tras la primera vara el quite le corresponde al matador de turno. Después de la 2ª vara será el matador siguiente el que tiene derecho a realizarlo. Se considera que por no ser “suyo” el toro (sí el derecho al quite), debe ser más cuidadoso para no mermar las condiciones del animal y disminuir con ello posibilidades de triunfo a su compañero. Es ésta una suerte que ha propiciado el llamado "quite del perdón", aquel que realiza un matador tras una mala lidia de sus toros y que procura finalmente con el capote el perdón del aficionado.

- Conviene profundizar en las teorías que se están desarrollando con relación a una Suerte de varas apropiada al siglo XXI[10]​, como las que aparecen en el trabajo premiado con el premio literario taurino Dr. Zumel en el año 2018. Los cambios que ha sufrido la Suerte de varas desde el siglo XVIII han sido paulatinos y adecuados, y se han producido periódicamente de acuerdo con el aumento de la sensibilidad de la sociedad. Es necesario fijar claramente las bases de una suerte digna para lo que es necesario, en primer lugar, conocer la reglamentación vigente; después determinar el grado de formación que al respecto tienen los intervinientes en ella: toreros, picadores, banderilleros, presidentes, ganaderos, responsables de cuadras de caballos... Parece que no todos saben cómo hay que picar, y que no conocen las consecuencias derivadas del hacerlo indebidamente. Para establecer una forma de actuación que dignifique la Suerte de varas se debe exigir una ejecución de acuerdo al arte, al fin que se requiere de ella y una medida precisa acorde con las características de cada toro. Es posible una mejora con la reducción de la longitud de la puya; también con la forma y peso del peto. Pero lo principal es el conocimiento de cómo y para qué sirve la suerte. Por ello lo más importante es la formación de todos los estamentos involucrados en la Corrida; incluido el aficionado.

Una nueva puya

La evolución de las suertes del toreo a lo largo del tiempo van en consonancia con la de la sensibilidad de la sociedad. como bien apuntara Ortega y Gasset[11]​, al considerar que la historia de España no podría ser escrita sin "tener con toda claridad" en cuenta la realidad de la historia del toreo. Petos, puyas, varas, rayas en el ruedo..., todo ello han sido evoluciones para retener la tradición de la fiesta de toros. De acuerdo con Emile Herzog "Andrê Maurois: "Las tradiciones no se heredan se conquistan", y la Fiesta de toros han sido amoldadas a la sociedad sorteando los escollos más cruentos que su rito presenta.

La última reforma que se atisba como idónea y fácilmente aplicable es la de una puya de base cuadrangular. Ha sido profundamente estudiada por expertos que han llegado a la conclusión de que las heridas producidas por ella son menos severas y fácilmente medibles. Junto a la forma cuadrangular de la pirámide se prevé una reducción de la longitud que entra en el cuerpo del toro, suficiente para liberar los anodinos necesarios para la remisión del dolor ya que los receptores nerviosos sensitivos aparecen al herir la piel. La magnitud del sangrado queda reducida sensiblemente al no llegar la puya a circuitos sanguíneos importantes. El apoyo del picador está garantizado ya que es similar al actual. La posibilidad de herir los músculos extensores de la cabeza sigue siendo la misma al picar al final del morrillo, con lo que el ahormado de la embestida es plausible. Al acortar la trayectoria punzante por la reducción de la longitud de la puya, se mitiga en parte las consecuencias de los puyazos traseros y caídos. También las afecciones por lesiones pulmonares; e incluso la afección psicológica del toro al luchar con menor sometimiento.


  1. Barona Hernández y Cuesta López, Luis y Antonio (1999). «La suerte de vara». Libro. 
  2. Fernández de Heredia, Antonio (1904). «Doctrinal Taurómaco de "H"». Libro. 
  3. BOE (2 de marzo de 1996). «Boletín Oficial del Estado, nº 54». Artículo nº 58. Apatdo. nº 7. 
  4. Centenera Rozas y Jiménez Blanco, Luis y Francisco (15 de enero del 2015 y 24 de noviembre del 2016). «Tesis doctorales». Universidad CEU SAN PABLO. 
  5. Delgado Guerra, Josef (1796). Tauromaquia o Arte de torear. Manuel Ximanez Carreño. 
  6. Rodríguez, Raimundo (2012). La Suerte de varas hecha y dicha por Raimundo Rodrígue. Editorial El Temple. 
  7. «En España la costumbre de enfrentar toros contra fieras duró hasta 1904». 
  8. «BOE (2 de marzo de 1996). Capítulo, 2. Art. 71. Aptado. 6». Boletín Oficial del estado. 
  9. VV.AA (1999). «Estudio sobre la suerte de varas». Revista de estudios taurinos, nº 19. 
  10. GIL CASARES Y FERNÁNDEZ SANZ, FERNANDO Y JULIO (JUNIO 2018). «¿CÓMO ADECUARÍA LA LIDIA AL SIGLO XXI?». PREMIO DOCTOR ZUMEL 2018. 
  11. Ortega y Gasset, José. Una interpretación de la historia universal. Revista de occidente. p. 177 y 178. ISBN 9788420641041.