Usuario:NataliaCasalta/prueba ncg

Esto es una prueba.

A pesar del pesimismo que asola toda Europa en la actualidad, los líderes del continente mostraron ayer que tienen una mínima capacidad para permanecer juntos, cuando es estrictamente necesario. El primer presidente de la UE, Herman Van Rompuy, esta semana tenía la esperanza de aprovechar la breve reunión en Bruselas para levantar el ánimo y convencer al eurogrupo, el cual había pasado una década empleando hasta el último ápice de energía en reescribir el reglamento, avanzar de una manera abierta y visionaria y trazar un camino hacia el futuro en el cual Europa pueda soportar su propio peso político.

Lamentablemente, casi no dio resultado de esta manera, pero estuvo a punto de hacerlo en medio del alboroto más serio. Además de que aconteciera la aceptación del continente. La tensión griega de la gripe en los mercados obligacionistas amenaza con mutar en una tensión española e incluso italiana, con la posibilidad de acabar con el euro. Los líderes nacionales trazaron solo los contornos justos de la solución, pero al menos admitieron que la eurozona bien podría, con el tiempo, aguantar o hundirse unida. Sin embargo, el resultado fue una declaración confusa de disposición para actuar de manera “decidida y coordenada”, si fuera necesario, lo que en la práctica probablemente supondría que París y Berlín cubrieran alguna parte de la deuda ateniense en agradecimiento a las austeridades adicionales.