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Monseñor José María García Graín (Obispo y misionero dominico)

Monseñor José María García Graín, nació en el municipio de Parlero, en la región española de Asturias, el 24 de agosto de 1883. Sintió de joven la vocación a la vida consagrada. Con 20 años hizo su profesión religiosa como dominico en España y en septiembre de 1907 fue ordenado sacerdote. Hombre estudioso y académico, mejor escritor que orador, pero gran pedagogo, fue descubriendo su vocación misionera. Con 44 años bien cumplidos dejó la vida académica y pedagógica que ejercía en España. A finales de 1927 llegó a Perú para incorporarse como misionero activo en las misiones que los dominicos llevaban a cabo en la región amazónica del suroriente peruano en las cuencas de los ríos Madre de Dios y Urubamba entre diferentes grupos nativos, comunidades ribereñas, pueblos andinos, colonos y migrantes.

Su primer destino fue Puerto Maldonado, la ciudad en la que reposan sus restos mortales y donde se inició como misionero. Puerto Maldonado era, en aquel entonces, un lugar pobre y pequeño en una zona remota y poco conocida de Perú. A pesar de tener una salud precaria, era un hombre tenaz, trabajador y sensible, tanto con sus hermanos de hábito y compañeros de misión, como entre aquellos con los que convivió en sus distintos trabajos, misiones y ocupaciones.

Vivió como misionero de avanzada en la misión de Koribeni entre los nativos machiguengas, fue profesor en distintos centros educativos de Cusco y Lima, sirvió como animador de las comunidades de frailes dominicos en los conventos de Quillabamba, Lima y Cusco, y, cuando ejerció su autoridad, lo hizo con tino y caridad las veces que fue Superior, Vicario Provincial, Administrador y Vicario Apostólico. Siempre fue recordado como una persona bondadosa, sencilla, humilde y como un religioso ejemplar y observante.

Fue consagrado, en Lima, Obispo de Alabanda y Vicario Apostólico de Puerto Maldonado el 22 de mayo de 1949 tras la inesperada y trágica muerte de su predecesor, Monseñor Enrique Álvarez González. Su lema episcopal: ‘La caridad de Cristo nos apremia’ resume su inquietud y ardor misionero al tiempo que resalta su sensibilidad social hacia los más pobres y desfavorecidos.

Entre sus mayores aportes y logros durante su ministerio episcopal se destacan: la erección de las misiones de Sepahua y Timpía, el traslado de las misiones de Koribeni y Shintuya, la creación de Radio Madre de Dios en 1957, la creación del ‘Grupo Móvil’ educativo, hoy la RESSOP, y la aprobación de la Asociación de Misioneros Seglares de Puerto Maldonado, MISEMA, con la incorporación efectiva de laicos misioneros, mujeres y hombres, a los trabajos misionales que los misioneros y misioneras religiosos realizaban, sobre todo, en los campos de la educación y de la salud. El 7 de febrero de 1958 recibió del entonces presidente del Perú, Manuel Prado, la condecoración de la Orden “Al mérito por servicios distinguidos”, en reconocimiento a su fecunda labor apostólica y social en el territorio nacional.

Fue un colaborador frecuente para la revista misionera “Misiones Dominicanas del Perú” y con cartas pastorales, exhortaciones, mensajes, folletos, etc., animó a laicos, sacerdotes, religiosos, religiosas y distintas asociaciones cristianas, a vivir una sincera, profunda y devota fe cristiana.

El 27 de mayo de 1959 murió tan santamente como había vivido, dando gracias a Dios y a la Virgen del Rosario, por todos los beneficios que había recibido, en la clínica Stella Maris de Lima. Fue un verdadero hombre de Dios y, ante todo, un gran apóstol misionero.

El sábado 30 de mayo de 1959 llegaba al aeropuerto de Puerto Maldonado el avión que traía sus restos mortales. Ese mismo día, tras un magnífico funeral, fue enterrado con toda solemnidad en el antiguo cementerio de la ciudad. Allí reposaron sus restos hasta que fueron exhumados en febrero de 2021 y trasladados a la Misión de San Jacinto donde han permanecido hasta su definitivo traslado a la Capilla de la Catedral de Puerto Maldonado el 28 de mayo de 2023, solemnidad de Pentecostés.