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Usuario:Laurelau/Taller/morbilidad

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La morbilidad femenina diferencial se caracteriza por las enfermedades, los motivos de consulta o los factores de riesgo que precisan un estudio propio en las mujeres debido a que solo se manifiestan o son mucho más frecuentes en el sexo femenino.[1]

Medicina con perspectiva de género[editar]

En los años 80, Lois Verbrugge fue la primera investigadora en señalar que las causas de mortalidad en mujeres y hombres eran distintas. Sus trabajos destacaron las diferencias que existían en las enfermedades que más comúnmente afectaban a cada sexo, así como que las mujeres tenían más tendencia a padecer enfermedades crónicas y que acudían de forma más asidua a los servicios médicos. Una de sus contribuciones más importantes fue demostrar que las mujeres sufren un peor estado de salud general —a pesar de que viven más años— y esto está determinado por causas adquiridas, más que por factores biológicos.[2]​ Mayoritariamente, son las mujeres las que se ocupan de los cuidados y el trabajo doméstico; esto se traduce en jornadas dobles —trabajo productivo y reproductivo— que afectan directamente a la salud física y mental del sexo femenino. Marianne Frankenhauser, pionera en el estudio del estrés[3]​, junto a su equipo de investigadores del Instituto Karolinska desarrollaron un modelo con el fin de estudiar las consecuencias del estrés físico y mental:

Ella y su equipo estudió si los problemas de salud que presentaban hombres y mujeres en

relación con las condiciones de vida y trabajo, dependían de las diferencias biológicas y

psicológicas o del entrono psicosocial que rodeaba la vida y el trabajo. Sus conclusiones

han abierto un amplio campo de investigación y han demostrado que en la salud de

hombres y mujeres, pesan más los condicionantes del mismo trabajo, incluido las

demandas excesivas y el soporte social para realizarlo que las diferencias psicológicas y

biológicas. Las tareas que realizan las mujeres son más estresantes que las de los

hombres, con largas jornadas de trabajo sin fin si solo trabajan en casa o con doble

jornada laboral si tienen un trabajo remunerado.[4]

Asimismo, es importante destacar las aportaciones de Bernardine Patricia Healy, primera mujer directora de los Institutos de Salud de Estados Unidos, al campo de la medicina diferencial. Esta médica es célebre por un descubrimiento que realizó en 1991 y al que bautizó como “síndrome de Yentl”, nombre que hace referencia a una historia de Isaac Bashevis en la cual una mujer que quiere estudiar debe hacerse pasar por un hombre para poder conseguir su objetivo.[5]​ Este síndrome alude “al hecho de que la probabilidad de que una mujer no reciba tratamiento adecuado para una enfermedad o problema cardiovascular es mucho mayor que para un hombre porque tradicionalmente son enfermedades asociadas a los hombres”.[5]​ Healy observó este fenómeno en el centro en el que trabajaba, donde a las mujeres se les diagnosticaban menos enfermedades cardiovasculares, no ingresaban en el hospital con tanta frecuencia como los hombres por esta causa, eran sometidas a menos intervenciones quirúrgicas y además suponían una representación muy baja en los ensayos clínicos que testaban fármacos para dichas enfermedades.[5]​ Todo ello ha contribuido a invisibilizar los síntomas que presenta el sexo femenino ante enfermedades cardiovasculares. En 2019, la cardióloga Antonia Sambola, dirigió un estudio en el Hospital Vall d’Hebron que demostraba que mueren el doble de mujeres que hombres por infarto — un 18% frente a un 9%—; esto no responde a características biológicas, sino al hecho de que las mujeres tardan más en acudir a urgencias porque no identifican los síntomas que presentan como graves y porque estos son confundidos con ansiedad.[6]

La ausencia de investigación sobre cómo se manifiestan las enfermedades entre mujeres

hace que los métodos de recogida de información estén sesgados y que no se valore la

diferencia en la manifestación de los síntomas. Por ejemplo, al no haberse incluido a las

mujeres en los primeros estudios sobre las manifestaciones del infarto de miocardio,

nadie reparó en que los primeros síntomas que presentan las mujeres son un estado

nauseoso, un dolor abdominal alto y un dolor retroesternal que sube hacia las mandíbulas,

en lugar del típico dolor precordial que irradia al brazo izquierdo que presentan

mayoritariamente los hombres (…).[1]

De forma progresiva, la población va tomando conciencia de las diferencias sintomatológicas del infarto femenino y podría afirmarse que es uno de los hallazgos de la medicina con perspectiva de género más conocidos actualmente. Incluso algunas series de televisión con bastante repercusión mediática como Anatomía de Grey o Crazy Ex-Girlfriend —ambas ficciones escritas por mujeres[7]​ — representan el infarto femenino sin recurrir al imaginario que describe solamente el infarto de miocardio en los hombres —el conocido dolor torácico— y muestran en sus personajes femeninos exactamente los síntomas expuestos en la cita anterior. Así pues, gracias a los trabajos de profesionales de la salud que han aplicado la perspectiva de género, se ha conseguido visibilizar que la medicina y otras ciencias atribuyen los resultados obtenidos en hombres a la totalidad de la población sin atender a las particularidades de las mujeres. A pesar de que se le presuponga cierta neutralidad, la ciencia también está influida por prejuicios y aspectos socioculturales. Sin embargo, esta creencia en la objetividad de las ciencias comporta una complejidad mayor a la hora de adoptar una postura crítica con las prácticas y la metodología que utilizan.

Los estudios con perspectiva de género se han introducido de forma más lenta dentro de

las ciencias de la salud y en las estructuras sanitarias que en la sociología y otras ciencias.

Se partía de la base, como en toda ciencia androcéntrica, de que estudiar al hombre ya

permitía deducir que la manifestación, la evolución y el tratamiento de las enfermedades

eran idénticos para ambos sexos. Esta premisa se ha demostrado falsa.[1]

Los principales sesgos de género[editar]

Se podrían dividir los principales sesgos de género de la medicina en dos. El primero es no haber incluido mujeres en sus investigaciones o no haber diferenciado los resultados por sexo. Esto ha sido denunciado por diferentes movimientos sociales y actualmente “se está demostrando que la igualdad de género en la ciencia, en la medicina y en la salud global está promoviendo cambios que conducen a mejoras sociales, económicas y en salud”.[1]​ Aplicar la perspectiva de género en los ensayos clínicos ha tenido como consecuencia poder observar en los resultados que “existen diferencias en la manifestación clínica de las enfermedades cardíacas, autoinmunes, endocrinas, respiratorias y en las alteraciones de la salud mental”[1]​. El segundo sesgo de género lo define no haber investigado ni dedicado recursos al estudio de los problemas de salud que más afectan a las mujeres. El desconocimiento general sobre todo lo relativo a la menstruación o la anemia —“la patología subclínica más frecuente entre el sexo femenino”[1]​ — son un ejemplo paradigmático de ello. En el caso concreto de la menstruación es importante señalar que se ha demostrado que sus alteraciones pueden constituir un signo que puede arrojar información sobre otras patologías que probablemente estén sufriendo aquellas personas que presenten un ciclo irregular, así que su estudio resulta clave: sabemos que el ciclo menstrual afecta a todos los órganos y sistemas, y sus alteraciones pueden ser un indicador del estado de salud, ya que las situaciones de estrés y las patologías clínicas y subclínicas alteran su regularidad.[1]

Críticas a la morbilidad femenina diferencial[editar]

Una crítica que se le ha hecho a la morbilidad diferencial es que visibilizar estas diferencias puede ser entendido como un reconocimiento a la inferioridad de las mujeres. Sin embargo, se ha demostrado que aplicar la perspectiva de género no solo mejora la salud y la vida de las mujeres, sino que también resalta otras carencias de las ciencias de la salud respecto a personas que no encajan con el sujeto de estudio de la medicina androcéntrica y de pensamiento heterocentrado, como por ejemplo las personas intersex, trans, con orientación sexual no normativa… Por consiguiente, más que como inferioridad, la morbilidad diferencial representa la diferencia como una realidad que no puede obviarse y que si se estudia detenidamente podrá mejorar la eficiencia de la medicina y la vida de las personas.

Referencias[editar]

  1. a b c d e f g Valls-Llobet, Carme (2020). Mujeres invisibles para la medicina. Capitán Swing. 
  2. Valls-Llobet, Carme (20 de junio de 2017). «The science of difference: The invisibility of women in health sciences». Metode Science Studies Journal (en inglés) (7): 121-125. ISSN 2174-9221. doi:10.7203/metode.7.8155. Consultado el 14 de octubre de 2021. 
  3. Taboada, Leonor (2005). «“Adiós a Marianne Frankenhaeuser. Pionera en la investigación del estrés y un referente para el CAPS.». Mujeres y salud, nº 17, Revista de comunicación interactiva. 
  4. Valls-Llobet, C et al. (s.f.). .pdf «Manifestación y medicalización del malestar de las mujeres.». p. 18. 
  5. a b c «El síndrome de Yentl | Ciencia y más». Mujeres con ciencia. 26 de diciembre de 2016. Consultado el 5 de octubre de 2021. 
  6. «Un estudio confirma que las mujeres tienen más riesgo que los hombres de morir cuando sufren un ataque al corazón». Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus. 15 de julio de 2021. Consultado el 14 de octubre de 2021. 
  7. Morillo, Valentina (7 de febrero de 2019). «Ver series puede salvarte la vida (también si eres mujer)». Fuera de Series. Consultado el 14 de octubre de 2021.