Usuario:KarlaMontejo/Taller

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Las conductas antisociales se refieren a una serie de actos que transgreden las normas, leyes sociales, y los derechos de los demás. No existen criterios objetivos para determinar qué se considera antisocial, tal como una lista concreta de conductas consideradas como antisociales. Por lo tanto, para catalogar una conducta como antisocial, se considera la gravedad del acto y el alejamiento que tiene éste de las normas, así como la edad de la persona, la clase social, el sexo, y sobretodo el contexto sociocultural.


En la adolescencia los que presentan estas conductas, son aquellos que manifiestan acciones agresivas que van en contra de las normas del hogar y de las escuelas, tales como provocación de incendios, robos, hurtos, vandalismo, piromanía, huidas del colegio y de casa, mentiras, entre otros. Estas conductas pueden generar graves consecuencias a nivel social (familiar y escolar) y legal.

Perspectivas psicológicas en conductas antisociales durante la adolescencia[editar]

Perspectiva del aprendizaje social[editar]

Entre las primeras teorías se encuentra la de Albert Bandura. Él postula que el ser humano aprende sus conductas mediante condicionamiento vicario, es decir, aprendizaje por observación. Distintas conductas son modeladas a través de la observación de un tercero que las realiza. El observador nota qué efectos (positivos y/o negativos) tiene el comportamiento del otro y decide imitarlo o no para su propio beneficio. Para que se pueda dar este aprendizaje es necesario que se den cuatro procesos fundamentales como son la atención, retención, reproducción y motivación. Este modelo se aplica para el aprendizaje en general de todo tipo de conductas no sólo las conductas desviadas. Este tipo de aprendizaje permite el ahorro de energía y tiempo, como con el aprendizaje por ensayo-error, ya que, al observar la conducta primero en otro permite al individuo el tener un amplio rango de elección y modificación de la misma conducta. [1]​. Bandura no profundiza en la adquisición de conductas antisociales.

Akers postula otra teoría del aprendizaje social. Explica las conductas desviadas y la dinámica de grupos delincuenciales desarrollando más allá, la teoría de Bandura (Condicionamiento vicario), la teoría de Skinner (Condicionamiento operante) y la Teoría de la Asociación Diferencial de Sutherland. Propone que “la conducta social se desarrolla sobre la base de una serie de procesos que incluyen el modelado o imitación de la conducta de otros, el refuerzo diferencial, y la evaluación que realizan los otros significativos de las conductas como buenas o malas”. [1]​. Resalta la importancia de los grupos del entorno y lo significativos que estos son para el individuo (grupos de pares y/o familia). Los grupos no solo son modelos de conducta sino además de catalogación y establecimiento de normas y valores. La conducta como producto final es el resultado de que se han encontrado más refuerzos que castigos al producirla comparada a su vez con otras conductas.

Perspectiva de la teoría ecológica[editar]

Belsky en 1980 aplicó y adaptó el Modelo ecológico de Bronfenbrenner para estudiar el abuso infantil. Dentro del nivel microsistema ubicó a la familia, en el exosistema al vecindario, el trabajo, y las relaciones informales, finalmente, en el macrosistema se encuentran los valores culturales y los sistemas de creencias. De este modo, aquel modelo de estudio fue tomado por investigadores para aplicarlo a la realidad delincuencial juvenil mexicana. La conclusión de sus resultados mostraron que el contexto cultural sí afectaba la forma en la que los jóvenes se relacionaban entre sí dentro de sus vecindarios y sus escuelas. Sumado a ello, las relaciones vecinales también influían en sus relaciones familiares, las que a su vez, afectaban en la conducta delictiva del menor. Se encontró que la cultura y subcultura, los factores familiares y el grado de integración en la sociedad son variables significativas para explicar el desarrollo de las conductas desviadas en los jóvenes adolescentes. [2]​ También se aplicó el modelo de investigación de Belsky en un estudio correlacional en el contexto juvenil peruano. Se quería comprobar si los adolescentes que presentan disfunciones a nivel, micro, exo y macrosistema en el que interactúan desarrollarían una conducta antisocial y delictiva. Las conclusiones de los resultados muestran que, a nivel del microsistema, la variable “abandono familiar de los padres” es un factor de riesgo para el origen de conductas desviadas. En cuanto al Exosistema se encontró que las variables “escuela” y “ambiente de barrio” desfavorables pueden generar las mismas conductas tales como robos y formación de pandillas delictivas. Finalmente, en el nivel Macrosistema se encontró que a mayores creencias y valores distorsionados respecto a la violencia y la ley existen más posibilidades de que se desarrollen conductas delictivas. [3]​ La Organización Mundial de la Salud en su Informe Mundial sobre la violencia y la salud del 2002, utilizó el modelo ecológico para estudiar la naturaleza multifacética de la violencia. [3]

Intervenciones psicológicas[editar]

Las estrategias que están teniendo mayor aceptación y éxito son las intervenciones o tratamientos en los que se busca la prevención, ya que se trabaja con los factores de riesgo de las conductas antisociales. Es decir, se centran directamente en las causas del problema para evitar la reincidencia de las conductas delictivas. Para ello, los psicólogos trabajan con especialistas de las áreas de victimología, criminología, sociología, educación, trabajo social y derecho. Los tratamientos psicológicos tienen el objetivo de disminuir los factores de riesgo relacionados a conductas delictivas y consisten en intervenciones psicoeducativas que van dirigidas a delincuentes convictos y jóvenes en riesgo de delinquir. Andrews y Bonta tienen un programa en el que se hace alusión a 4 grandes factores de riesgo para la delincuencia juvenil: 1) las cogniciones antisociales, 2) las redes y vínculos pro-delictivos, 3) la historia individual de comportamiento antisocial y 4) los rasgos y factores de personalidad antisocial. Las habilidades o competencias que se deben reforzar en delincuentes juveniles se relacionan y se concretizan en 4 grupos: 1. Desarrollo de Habilidades como hábitos de comunicación, responsabilidad familiar, motivación de logro por medio de condicionamientos operantes de reforzamiento y castigo para moldear o extinguir determinadas conductas del individuo. 2. Desarrollo moral y desarrollo de pensamiento para la resolución cognitiva de problemas interpersonales, en donde se le enseña al sujeto a reconocer y entender un problema, identificar emociones asociadas a este, crear opiniones, ver las consecuencias y buscar y escoger posibles soluciones para aplicarla. En caso del desarrollo moral, se aplican técnicas y niveles de desarrollo moral de Piaget y Kohlberg. 3. Control de la ira y regulación emocional, ya que la ira y el descontrol emocional son los principales motivos de conductas violentas y delictivas. Se intenta entrenar al sujeto en tres aspectos: Habilidades para el manejo de situaciones, interpretación adecuada en la interacción social y la evitación de exasperación emotiva. 4. Prevención de recaídas utilizando la generalización de los logros terapéuticos obtenidos. Para ello, se puede aplicar la técnica psicológica de generalización y mantenimiento, en donde se utilizan programas de reforzamiento intermitente, entrenamiento de habilidades en diversas situaciones con inclusión de personas cercanas al individuo, uso de consecuencias y autocontrol [4]

En el Perú[editar]

La inseguridad en el Perú proviene de tres fuentes principales: la subversión, el narcotráfico y la delincuencia común. Durante las últimas décadas del siglo XXI, han aumentado las cifras del número de jóvenes que realizan conductas delictivas [5]​. En Agosto del año 2000 se promulgó el Nuevo Código de los Niños y Adolescentes cuya vigencia está desde Junio del 2001 hasta la actualidad. En aquel código se proponen derechos, deberes y obligaciones de los niños y adolescentes que se deben tener en cuenta cuando suceden problemas de índoles penales y jurídicos [6]​. El tipo de legislación del sistema legal peruano no considera a los menores de 18 años como delincuentes; sino, solo como infractores [7]​.

El pandillaje es una de las formas más comunes en la que se hace presente la delincuencia juvenil. La población que lo conforma son, mayormente, jóvenes que viven en espacios urbanos marginales. Las acciones violentas de los jóvenes son una reacción de su descontento hacia precarias condiciones materiales de vida, la desigualdad social, la falta de oportunidades y la tradición política autoritaria que establece relaciones de subordinación antes que de integración y diálogo [7]​.

Los datos registrados acerca de la situación de los centros de Detención de menores infractores de la ley penal o Centros juveniles del Perú del 2007 y 2012 fueron publicados por la Defensoría del Pueblo. De acuerdo a ello, se señala que funcionan nueve centros juveniles a nivel nacional. Además, en el año 2007 y 2012 los Centros Juveniles estuvieron conformados, en su mayoría, por varones siendo, respectivamente, un 95.9% y un 96.8% de la población frente a un 4.10% y 3.2% de la población femenina [5]​.


La edad de los menores infractores debería oscilar entre los 14 y 17 años. En el año 2012 se encontró población mayor de edad dentro de los centros juveniles. Los jóvenes de 18 años representan el 20.3% de la población. Los de 19, 20 y 21 años llegan a ser el 9.7% de la población. Los jóvenes de 16 años representan el 32.9 % y los de 17 años representan el 24.3% del total de la población [7]​.

Los porcentajes de población menor de 18 años en los Centros de detención calculados de acuerdo al motivo de su ingreso demuestran que a diferencia del 2007, en el 2012 la conducta delictiva contra el patrimonio tuvo un aumento del 13.7%. En el 2007 el porcentaje de la población era del 46.7% y aumentó a 60.1% en el 2012. El ingreso por tráfico ilícito de drogas, también ascendió de 3.3% en el 2007 a 6.4% en el 2012. Los demás motivos de ingreso que son: actos antisociales contra el cuerpo y la salud, contra la libertad sexual, el pandillaje, el terrorismo y otros han descendido, ya que en el 2007 las cifras eran, respectivamente, 16.6%, 28.1%, 3.3%, 2.2%, 0.1% y 3.2% y en el 2012 descendieron, respectivamente, a 10.9%, 18.9%, 1.0%, 0% y 2.6% [5]​.

El caso más prototípico que puede ilustrar la situación de la delincuencia juvenil peruana es el del menor infractor apodado Gringasho. Creció en un entorno de criminalidad en el distrito del Porvenir en Trujillo. Se le acusó de homicidio agravado y se le recluyó en el Centro Juvenil de su ciudad natal. Logró escapar del Centro Juvenil y se fugó hacia Lima, donde fue capturado por segunda vez cuando se encontraba hospedado en un hotel en el que vivía con su enamorada. Se lo trasladó al Centro Juvenil de menores de Lima donde, nuevamente, escapó con otros menores infractores. Finalmente, volvió a ser capturado, pero recluido en una prisión para mayores porque acababa de cumplir la mayoría de edad para el contexto peruano: 18 años. Su caso ha causado controversia porque los delitos por los que es acusado son de homicidio agravado, específicamente, sicariato. Así se han abierto debates para la reforma de las leyes peruanas acerca de las penalizaciones para los jóvenes infractores que cometen delitos graves. Se pide que sean tratados como mayores de edad y cumplan su pena en las prisiones correspondientes para aquella población [7]​.

Referencias[editar]

  1. a b Mirón, Lourdes (2005). Jóvenes delincuentes. Editorial Ariel. ISBN 8434409186. 
  2. Frías-Armenta, Martha; López-Escobar, Amelia y Sylvia Díaz-Méndez (2003). Predictores de la conducta antisocial juvenil: un modelo ecológico 8 (1). pp. 15-24. 
  3. a b Carpio de La Torre, Renato; Alay García, Danitza (2012). Modelo ecológico aplicado al estudio de la conducta antisocial 2 (2). pp. 167-179. ISSN 2221-786X. 
  4. De la Peña, Elena (2010). CONDUCTA ANTISOCIAL EN ADOLESCENTES: FACTORES DE RIESGO Y DE PROTECCIÓN. 
  5. a b c Burga Coronel, Angélica María (2013). El sistema penal juvenil peruano 6. pp. 1-35. ISSN 2222-9655. 
  6. Gómez Mendoza, Gonzalo (2013). Delincuencia juvenil. Normas Jurídicas SAC. ISBN 978-612-46253-2-9. 
  7. a b c d Secretaria Nacional de la Juventud (2013). Criminalidad y violencia juvenil en el Perú.