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Usuario:Judith 27/prueba jgc

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Usuario:Judith_27/prueba_jgc

Traducción colaborativa UE

A pesar de la tristeza de los coetáneos de Europa, los líderes de los diferentes países demostraron ayer que poseen una mínima capacidad para permanecer juntos cuando no les queda otra. El primer presidente de la UE, Herman Van Rompuy, tenía la esperanza de usar la breve reunión en Bruselas de esta semana para levantar los ánimos y persuadir al eurogrupo (quienes llevan una década invirtiendo hasta la última gota de energía en reescribir sus leyes) de mirar fuera de sus fronteras y hacia el porvenir, y de trazar el camino a un futuro en el cual Europa pueda sobrellevar todo su propio peso político.

Por desgracia, no salió como esperaban, ya que no fueron capaces de salir adelante cuando se encontraban en el auge de la inestabilidad más grave que ha afectado nunca a la moneda del continente. La enfermiza situación de los mercados financieros griegos amenaza con extenderse a España e incluso a Italia, lo que podría hacer desaparecer el euro. Los líderes nacionales tan solo concibieron una mínima parte de la cura, pero al menos reconocieron que la eurozona tiene muchas posibilidades de o bien resistir o bien desaparecer unida. Sin embargo, el resultado terminó siendo una confusa declaración de intenciones para llevar a cabo “una acción determinada y coordinada” si fuera necesario, que en la práctica podría acabar incluyendo a París y a Berlín, que cubrirían parte de la deuda ateniense a cambio de que lleven a cabo medidas de austeridad adicionales.

Los líderes nacionales demostraron ser incapaces de regular los inestables mercados, ya que decidir actuar no es lo mismo que actuar en sí. La reunión de ministros de finanzas de la semana que viene podría determinar los recortes que los países en problemas tendrían que llevar a cabo, y qué tipo de apoyo les proporcionarían. Los alemanes, que siempre han albergado grandes miedos a que el euro sea un artilugio que les permita a sus vecinos derrochadores cabalgar a sus anchas en el viejo mercado, esperarán a que su gobierno vea que no hay medida lo suficientemente amarga para asegurar que no se tomará a la ligera. Los griegos, que son más aficionados a gastar los presupuestos del estado que a pagar sus impuestos, insistirán reiteradamente en que la economía, así como la política, debería ser un arte de lo posible. La disputa no traerá nada bueno.

En un mundo fragmentado, no obstante, la decisiones rápidas entre las distintas naciones (incluso frente a una emergencia) son difíciles de encontrar. En comparación con la estancada ronda de negociaciones y el caos climático causado en Copenhague, el empujón de ayer en dirección a un acuerdo apunta a ser un éxito. Una acción perfectamente coordinada podría llegar más allá de la Unión Europea; pero, al menos, la declaración dada ayer da un sentido razonable de lo que una acción de tal magnitud puede comportar. Después de lo de ayer, por lo menos, cabe la posibilidad de que Europa se proteja a ella misma antes que aguardar pasivamente la llegada de Washington en forma del FMI.

Parece que no hay cabida para la expectativas en Europa en el porvenir, para forjar un futuro próspero con alma de solidaridad. Sin embargo, puede ser que se armen de un poco de valor para proteger su moneda, en un momento en el que Europa se encuentra entre la espada y la pared.