Usuario:Jaime Carretero/Taller

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El totalitarismo según Hannah Arendt[editar]

Hannah Arendt en 1975

El sistema totalitario es un método de gobierno que consiste en la dominación individual y colectiva de sus individuos. Los dos sistemas totalitarios del siglo XX más importantes son el nacionalsocialismo alemán y el estalinismo soviético. Según la filósofa alemana Hannah Arendt, en su libro Los orígenes del totalitarismo el sistema presenta las siguientes características:

Sistema total[editar]

La esencia del totalitarismo viene dada por su propia denominación: es un sistema total: aspira a la dominación total y absoluta, no solo del gobierno, sino del propio individuo. Es, entonces, un sistema completamente nuevo, jamás experimentado en la historia de la humanidad hasta el siglo XX. Es también una forma de gobierno muy diferente del autoritarismo, pues este último solo aspira al control de la maquinaria del Estado y al del individuo en la esfera pública, restringiendo sus libertades. Sin embargo, el totalitarismo no limita su control a la esfera pública del ciudadano. El ideal de la dominación totalitaria es imponerse en la esfera privada e incluso la íntima, con el objetivo último de controlar la mente individual.

El estado como un medio para lograr la utopía[editar]

Otro aspecto destacable es la concepción totalitaria del Estado. Mientras que todos los sistemas políticos anteriores aspiraban al control del Estado como un fin en sí mismo, el totalitarismo lo entiende como un medio para un objetivo mayor. Este objetivo es lograr que se cumplan las leyes que, según el totalitarismo, rigen la historia de la humanidad y tienen un final determinado que logrará la felicidad del género humano. Para el nacionalsocialismo son las leyes de la naturaleza, que determinan qué individuos no son “aptos para vivir” [1]​. Para el comunismo soviético se trata de las leyes de la historia, que señalan “el final de las clases” [2]​. Estas ideas de las leyes de la naturaleza y de la historia fueron adaptadas por los regímenes totalitarios para justificar la aniquilación de ciertos grupos que consideraban debían desaparecer. Para el nazismo eran todos los grupos raciales no arios (destacando los judíos y los eslavos, quienes más sufrieron el genocidio nazi); y en el caso del comunismo eran todos aquellos considerados burgueses o contrarrevolucionarios. Su exterminio aceleraba el desarrollo de las leyes que rigen la realidad y permitía que el fin utópico al que aspiraban llegara más prontamente.

La complejidad de hacer avanzar el movimiento[editar]

Sobre la estructura del Estado totalitario, se refleja una aparente contradicción en estos regímenes. Por una parte se encuentra una organización muy jerárquica del gobierno; y por otra, un gobierno compartido entre el Estado y el partido, con gran multiplicidad y superposición de instituciones que crean una enorme “confusión” en esa organización tan jerárquica [3]​. Esto provoca que el sistema totalitario sea muy inestable, una característica que se considera ilógica y antiutilitaria pero que es esencial para el desenvolvimiento de estos regímenes. El estado totalitario no es un “edificio” que necesita estabilidad como los demás sistemas políticos, se trata de un “movimiento” que avanza en una “determinada dirección” (el cumplimiento de las leyes que rigen la realidad) [4]​. En consecuencia, una estructura clara y definida tan solo dificultaría el avance de tal movimiento, pues este no podría desenvolverse con facilidad. Así, los “cambios de política” tan frecuentes en los sistemas totalitarios pueden darse mucho más fácilmente [5]​.

El principio del jefe[editar]

Otro aspecto del totalitarismo es el denominado “principio del jefe” [6]​. Aunque no es un rasgo único de este sistema, adquiere una dimensión abrumadora. No podemos entender el totalitarismo sin la figura de un líder que dirija el movimiento totalitario y que posea un poder – no absoluto – sino total. El jefe es el sistema totalitario. Esto se consigue mediante la “identificación” del jefe con cada uno de los funcionarios y miembros del sistema, y la reivindicación de la responsabilidad por las acciones de todos ellos [7]​. Todo lo que hagan supone una prolongación de la voluntad del jefe. De esta manera, todo error que cometan podría ser considerado un error del jefe, un hecho inaceptable pues “El Führer siempre tiene razón” [8]​. Así, cualquier persona que cometa un error debe ser considerada una “impostora” de la “encarnación del jefe” [9]​. Otra característica del principio del jefe es la exposición de mentiras manifiestas como hechos evidentes e indiscutibles gracias al gran carisma del líder, y su aceptación por los miembros del sistema sin cuestionamiento alguno; un hecho que consigue que la diferencia entre la verdad y la falsedad sea subjetiva, dependiendo solo de “presión” y de “infinita repetición” [10]​.

La dominación total: el terror[editar]

El aspecto más importante del totalitarismo es la idea de la dominación total, cuyos medios son, de menor a mayor importancia y efectividad: la propaganda, el adoctrinamiento y el terror.

La propaganda no se dirige a los miembros del sistema totalitario, sino a una “esfera exterior”, la cual pueden ser los países extranjeros no totalitarios o incluso aquellos sectores de la población que aún no han sido dominados [11]​. Sin embargo, el adoctrinamiento se realiza allí donde el totalitarismo ha logrado hacerse con el poder absoluto (todavía no total), pues puede educar a sus ciudadanos e ideologizarlos. Pero estos dos instrumentos no son todavía suficientes para llegar a dominar realmente a los ciudadanos en todos sus ámbitos. Lo único que consigue tal objetivo es el terror.

El terror es la “verdadera esencia” del totalitarismo [12]​. Este consiste en la aniquilación de cualquier individuo que pudiera suponer un obstáculo para el movimiento totalitario. La categoría de sospechoso no recae tan solo en unos determinados “adversarios objetivo”, sino que abarca a toda la población [13]​. La razón de que el sistema totalitario desconfíe de todos sus ciudadanos y se vea obligado a dominarlos para lograr sus objetivos es la existencia de la libertad individual, la inherencia de la libertad al ser humano. Si el ser humano es libre, no importa cuan eficaz sea el adoctrinamiento al que esté sometido, siempre hay una posibilidad de que se resista y se rebele. Y este es un riesgo que el sistema totalitario no puede asumir porque necesita que todas y cada una de sus piezas funcionen perfectamente. Por ello, para que la dominación totalitaria tenga éxito debe aniquilar por completo la libertad. El lugar donde este ideal se alcanza casi a la perfección es el campo de concentración (o el gulag). Las torturas y el miedo constante eliminan la espontaneidad y la personalidad humana, eliminando a su vez el concepto de individualidad y logrando que las masas de seres humanos sean un todo uniforme. Este es el ideal de la dominación totalitaria: aplastar la pluralidad de los seres humanos para controlarlos como si fueran uno solo.

Referencias[editar]

  1. Arendt, Hannah. Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Alianza Editorial, 2016. Pág. 485.
  2. Arendt, Hannah.op.cit. Pág. 484–485.
  3. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 542
  4. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 542
  5. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 554
  6. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 502
  7. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 514
  8. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 523
  9. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 514
  10. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 465
  11. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 476
  12. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 478
  13. Arendt, Hannah. op. cit. Pág. 574