Usuario:Elizabeth Avila Llamas/Taller

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ESTEREOTIPOS Y SU CLAIFICACIÓN[editar]

El término 'estereotipo' es una palabra recién acuñada en el siglo XVIII, derivada del griego 'stereos' (que significa 'sólido') y 'typos' (que se refiere a 'carácter', 'tipo' o 'modelo'). Originalmente, se utilizó en el contexto de la tipografía para describir con precisión un conjunto de caracteres sólidos o fijos.[1]

El concepto se incorporó por vez primera en la literatura en 1922 gracias a Walter Lippman, quien lo describió como las "representaciones mentales". A partir de ese momento, los estereotipos suelen ser caracterizados como las opiniones generalizadas acerca de las características de un conjunto social y de sus integrantes.

Frecuentemente, los estereotipos se refieren a una idea previa ampliamente aceptada que se basa en un conjunto de suposiciones acerca de las características y rasgos atribuidos a un grupo de individuos, involucrando aspectos culturales, sociales y económicos, y culminando en una representación inflexible y errónea de la verdad.[2]

Los prejuicios y discriminación basados en la edad son denominados ageismo, un término que fue acuñado en 1968 por el gerontólogo y psiquiatra Robert Butler. Este concepto se utiliza para describir la discriminación hacia personas de edad avanzada y se asemeja en su formación a las palabras sexismo y racismo.

Estereotipo de edad[editar]

Los estereotipos pueden ser abordados desde diferentes perspectivas, de manera convencional se han estudiado desde la perspectiva psicoanalítica y la sociocultural, uniéndose a esta recientemente la sociocognitiva.

El enfoque psicoanalítico asimila a los estereotipos con una función defensiva, de satisfacción de necesidades inconscientes y de desplazamiento, mientras que el enfoque sociocultural cumple una función un tanto más “positiva” pues ayuda a la persona dentro de un medio social a ajustarse a las normas de su entorno próximo. Por su parte, desde el enfoque sociocognitivo no son más que asociaciones entre unos atributos determinados y personas determinadas agrupadas a partir de ciertas características. Es por ello que podemos generar clasificaciones, tan inherentes al ser humano.

Esta visión positiva de los estereotipos nos ayuda a entender cómo nos adaptamos al entorno, por ello podemos considerar una clasificación


Comenzamos a envejecer en el momento que nacemos, es parte de un ciclo biológico de los seres vivos, existen convenciones sociales que van cambiando nuestra percepción de la edad y de las consideraciones que estas conllevan. Hace 200 años una persona de 35 años era un adulto en una etapa ya muy madura y avanzada de su vida, mientras que hace 100 años era considerado un adulto en plenitud, en cambio hace tan solo 50 años alguien de esa edad era considerado un adulto joven, sin embargo si analizamos el estereotipo contemporáneo podemos apreciar que los 35 años son apenas el in inicio de la vida adulta “responsable”. Debemos tener en claro que, más allá de las percepciones y creencias sociales, las personas adultas mayores tienen la misma oportunidad de crecimiento, desarrollo y aprendizaje, así como de transitar nuevas experiencias, que aquellas que recorren otras etapas de la vida. Viejo/a, adulto/a mayor, anciano/a, geronte, jubilado/a, senil, persona de la tercera edad, persona de edad, etc. son las denominaciones utilizadas en diversas culturas y épocas para designar a quienes transitan esta etapa de la vida.

En algunos casos, incluso, tales denominaciones poseen múltiples significados. La palabra vejez deriva de la voz latina vetus, que a su vez deriva de la raíz griega etos. Etos significa años/añejo. A su vez viejo, del latín vetulus significa ‘de cierta edad’. El vocablo anciano/a es utilizado desde el siglo XIII y hace mención a ‘quien estuvo antes’. A diferencia del término viejo/a, la palabra anciano/a se relaciona con el tiempo y remite a quien se ha enriquecido con el paso del tiempo. El término geronte definía a cada uno de los miembros de la Gerusía, uno de los órganos de gobierno de la antigua Esparta, integrado por 28 ancianos mayores de 60 años. Entonces, ser anciano era considerado un valor, una etapa donde se alcanzaba cierta sabiduría y poder. Seniles eran aquellos ciudadanos con más de 60 años que formaban parte del Senado romano; en la antigua Roma se consideraba que esa era la edad adecuada para aportar de forma positiva a la vida institucional. En el siglo XIX, este término pasó a tener una carga negativa al asociarse con enfermedades de la vejez (senilidad).

La expresión jubilado o jubilada hace referencia a la situación de las personas que llegan al fin de la etapa laboral. La misma trae como correlato la presunción del abandono de un rol socialmente activo con relación a lo productivo, para pasar a tener un rol pasivo. Esto trae aparejado un prejuicio construido socialmente: se considera que las personas se retiran no solamente de la actividad laboral sino también de cualquier otra actividad de la vida. La denominación tercera edad está asociada a la etapa posterior a la jubilación o retiro laboral. Posee una connotación positiva ya que incorpora una imagen activa que implica la valoración de los nuevos tiempos y espacios surgidos en la vida del adulto y la adulta mayor. Se trata de una visión dinámica que focaliza en la práctica de actividades; muy distinta al concepto tradicional de vejez, que vincula este período con el fin de la existencia. En las últimas décadas ha ido ganando terreno la expresión adultos y adultas mayores, adoptada por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de Naciones Unidas (ONU). De igual forma, se impuso la denominación personas de edad luego de que el 14 de diciembre de 1990 la Asamblea General de las Naciones Unidas designara el 1° de octubre como el Día Internacional de las Personas de Edad, en concordancia con el Plan de Acción Internacional de Viena sobre el Envejecimiento, aprobado por la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento en 1982.

Los autores que entienden el envejecimiento desde una perspectiva biopsicosocial lo analizan en tres dimensiones: el envejecimiento biológico, el envejecimiento psicológico y el envejecimiento social.

El envejecimiento biológico se refiere a la transformación que sufre el cuerpo a nivel orgánico, a partir de la declinación de la frecuencia de reproducción de las células y la pérdida de aquellas que no se regeneran. Cabe aclarar que se trata de un proceso natural y que no constituye enfermedad. Se desarrolla desde adentro hacia afuera; el envejecimiento físico es una consecuencia de él, que repercute negativamente en las personas.

El envejecimiento psicológico está determinado por la transformación de la habilidad motora, sensorial, mental, la personalidad, las motivaciones, sensaciones e impulsos. Dentro de él, podemos encontrar el envejecimiento afectivo y el cognitivo. El primero está relacionado con la capacidad de adaptación a las nuevas o diferentes situaciones de la vida; el segundo tiene que ver con la posibilidad de incorporar o memorizar datos y aprender nuevas capacidades por fuera de las ya aprendidas.

El envejecimiento social está vinculado al ámbito social y a las actividades e interacciones que en él se desarrollan. El medio social demarca el significado de la vejez en la vida de las personas, lo cual influye en la experiencia negativa o positiva de esta etapa.

Los colores azul y rosa son parte de la forma en que las sociedades pueden clasificar a las personas según su género.

Estereotipo de género[editar]

Estereotipo de nacionalidad[editar]

Referencias[editar]

  1. José Ignacio Cano Gestoso (1993). «LOS ESTEREOTIPOS SOCIALES: EL PROCESO DE PERPETUACION A TRAVES DE LA MEMORIA SELECTIVA». Consultado el 9 de septiembre de 2023. 
  2. «Estereotipo». Wikipedia, la enciclopedia libre. 6 de septiembre de 2023. Consultado el 9 de septiembre de 2023.