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Luis de Vargas
Información personal
Nombre completo Don Luis de Vargas Manrique
Nacimiento 8 de septiembre de 1566 Toledo, España
Fallecimiento 1590
Nacionalidad Española
Obras notables “Christiados o libro de los hechos de Christo” (1589)

Don Luis de Vargas Manrique[editar]

Introducción[editar]

Don Luis de Vargas Manrique fue un poeta del siglo XVI, considerado uno de los creadores del romancero nuevo o artístico junto a nombres ilustres como son Cervantes, Lope, Góngora o Liñán. Mecenas de algunas personalidades importantes, Luis de Vargas también lideró una academia literaria llamada, seguramente, “Imitatoria”, a la que pertenecieron grandes autores como Cervantes y Lupercio Argensola. Su prematura muerte, conjuntamente con el uso de un pseudónimo que sería reutilizado posteriormente por otros poetas, ha hecho que se haya camuflado la importancia de este gran personaje.  [1]​ 

Biografía[editar]

Don Luis de Vargas Manrique (1566-1590 aprox.) nació el 8 de septiembre de 1566 en Toledo.Hijo del rico e influyente Diego de Vargas, secretario de asuntos de Italia de Felipe II que estuvo muy al día en materias artísticas porque viajó considerablemente (sobre todo a Italia, epicentro cultural del momento),  y de Ana Manrique de Butrón, emparentada con las familias más poderosas de la urbe toledana. Tuvo dos hermanos, Isabel (1570), casada con el Conde Siruela, y Don Antonio (1573).[1]

Nació destinado a las armas, pero su mentor Luis Hurtado, con quien tenía muy buena relación, le inclinó a la literatura. Fue así como en 1582 decidió marcharse a Madrid y dedicarle a su mentor el que sería su primer poema; este nos desvela que el palacio donde vivía se convirtió en una especie de academia literaria donde trabajaba con otros artistas. Uno de estos artistas fue El Greco, quien hizo aparecer en algunas de sus pinturas el palacio de los Vargas.[2]

Dos años más tarde ya formaba parte de un núcleo de poetas en el que se encontraban ilustrísimos artistas como Cervantes, Liñán, Juan Rufo o Lope de Vega. Sabemos que también se relacionó con Góngora, el cual le dedicó un poema. Conjuntamente con ellos convivió, creó y cultivó la poesía toledana del Siglo de Oro, iniciado con Garcilaso y terminado con Medinilla. Pero la participación más relevante y su gran aportación en la literatura fue su aportación en la creación del Romancero Nuevo; fue uno de los principales cultivadores junto con poetas como Cervantes, Lope, Góngora, Liñán y otros de menor reconocimiento. Cabe mencionar que Luis de Vargas, además de poeta, fue también mecenas de grandes personajes. [2][3]

Posteriormente a su participación en “La invencible” y la composición en 1589 de su obra Christiados, no volvemos a tener constancia de su vida. Lope lo presentaría como “ahogado” en su poema. Se cree que tal vez murió en una campaña militar cerca de Italia entre 1590 y 1591.[2]

El romancero nuevo o artístico[editar]

El romancero nuevo o artístico surge después de los romances moriscos como consecuencia del éxito de las novelas pastoriles de la época. Sus máximos exponentes y cultivadores fueron Cervantes, Lope, Góngora, Liñán, Maldonado, Ledesma, Salinas… y una serie de poetas menos conocidos a causa de la anonimia en las obras, entre los cuales situamos a Luis de Vargas. Por el contrario, se servían de las llamadas “máscaras arcádicas” o pseudónimos para disfrazar sus nombres: así, por ejemplo, Belardo correspondería a Lope, Riselo a Liñán y Lisardo, a Vargas. Dichos autores han sido agrupados bajo la denominación de Generación de 1580 por Montesinos y mencionados por Lope de Vega en su Dorotea y por Cervantes en la obra de El viaje del Parnaso.[3]

Obra[editar]

Atribuida[editar]

Ante la muerte prematura del poeta, que sin duda nos ha privado de una gran producción, encontramos una única obra impresa con su nombre, publicada en 1589: Christiados o libro de los hechos de Christo. Una historia en versos bien medidos, sonoros, graves y discretos, que tratan sobre la creación del mundo; recorre episodios como el pecado de Adán, el Diluvio, el nacimiento, la vida y la muerte de Cristo y acaba con sendos sonetos dedicados a la muerte y al Juicio Final. Escrita en un tono ligeramente pesimista, supone un fiel reflejo del característico contenido filosófico y moral en la obra de Vargas. Está dedicada al mismísimo Cristo con un soneto-prólogo y al lector, al que recomienda la ocupación de asuntos tan altos como los recogidos en su libro.

Luis de Vargas dedica algunos poemas en obras importantes y representativas. Este es el caso del soneto laudatorio a La Galatea de Cervantes que comienza: “Hicieron muestra en voz de su grandeza”, y también del primer soneto laudatorio recogido en el Cancionero de Maldonado, cuyo tema central  consiste en un elogio a la figura de Maldonado por su excelencia a la hora de inmortalizar la experiencia amorosa.[2]

Cancionero de Don Lopez Maldonado


  • Comentario del Soneto de Don Luis de Vargas Manrique incluido en el Cancionero de López Maldonado

En el primer cuarteto notamos la exaltación del trabajo poético que Luis de Vargas Manrique le adjudica a Gabriel López Maldonado por su capacidad de plasmar las historias de amor. Si bien es cierto, desde un primer momento se establece también  un juego de la pluma como objeto de la escritura, haciendo referencia al cultivo de los temas amorosos en su poesía, que copará la totalidad del soneto. Dicha pluma, cortada de las alas del Amor (o de Cupido, como dios del deseo amoroso), se sirve de la “sangre tinta” para inmortalizar la historia amorosa en “la tabla que escribís esta ciencia”.

Términos como el del tiempo y la experiencia, que aparecen tanto en el segundo cuarteto como en el segundo terceto, así como la necesidad de lograr la inmortalidad y la grandeza de lo vivido, están directamente relacionados con uno de los tópicos comunes de la época: “tempus fugit”.

La mención explícita de la pintura en el primer terceto, junto con el uso del verbo “pintar” en lugar de “escribir” (“Pues lo que del Amor, pintáis con ella / no lo puede pintar otra ninguna”), son justificados por el trasfondo social de la época, en el que encontramos una profunda discusión sobre el tópico literario horaciano “ut pictura poesis”. Este tópico literario hace referencia a la estrechez de la simbiosis entre Pintura y Literatura: esta experiencia estética conjunta debería manifestarse, por un lado, con una poesía lo suficientemente emotiva y evocadora como para sugerir en el espectador las imágenes producidas por un cuadro, y por otro sosteniendo la pintura como una actividad intelectual dotada de  contenidos narrativos mediante el empleo de medios plásticos.

Esta teoría humanista se utilizó de forma recurrente en España pese a las grandes resistencias que presentaba una sociedad estamental frente a la equiparación entre actividad artística y literaria, pues la calificación de una actividad como noble o liberal conllevaba consecuencias sociales relevantes.

Se trata, pues, de un soneto de cierto carácter metaliterario porque, a la vez que exalta la figura de Maldonado, habla también del acto de la misma escritura y de los objetos materiales que comporta (pluma, tinta, tabla…).

Muestras de su religiosidad son las canciones dedicadas a Nuestra Señora de Monserrate: “A la soledad de Nuestra Señora”, “A la elección del Pontífice Sixto Quinto” o “a la profesión de Fray Pedro de Padilla”. Sin embargo, la temática de la mayoría de su obra supone una queja constante de su mala fortuna, en especial en el campo amoroso. Más impedimentos como el de la anonimia o la firma bajo pseudónimos o nombres arcadios (Lisandro, Lisardo, Liseo; identificados con Leandro y Narciso, muertos ahogados a causa del amor) que han sido reutilizados en el tiempo (por ejemplo, por el duque de Sessa) han dificultado la identificación de sus producciones, por lo que el resto de la obra de nuestro autor de halla desperdigada en manuscritos de diversas bibliotecas. [1][2][3]

Menciones[editar]

Existen tres obras de Luis Hurtado que tratan sobre datos autobiográficos del autor: Las Trescientas  (1582), dedicada a doña Ana Manrique, madre de Luis de Vargas; Sponsalia de amor y sabiduría, de quien nacieron agradecimientos y nobleza, una poetización simbólica del futuro matrimonio de don Luis con Minerva y, por último, la casa de Luis de Vargas aparece en la obra de El teatro pastoril en la ribera del Tajo edificado, en que el “anciano pastor” se declara al vasallaje en la casa de doña Ana Manrique.[2]

En la Dorotea (1632), Lope recrea en una larga enumeración a los poetas de esta generación: “Graves poetas son los desta edad, pero más querrían ellos imprimir sus obras que ilustran las ajenas. Pedro Padilla, el doctor Campuzano, López Maldonado, Miguel de Cervantes, el jurado Rufos, el doctor Sotos, don Alonso de Ercilla, Liñán de Riaza, don Luis de Vargas Manrique…”.[1]

La agrupación, sin embargo, responde también a una relación entre ellos en la que se dedicaron poemas en los preliminares de sus libros los unos a los otros. Así, Cervantes, en su “Canto de Cíclope” incluido en  la Galatea, elogió su precocidad: “Tú, don Luis de Vargas, en quien veo maduro ingenio en verdes pocos días, procura de alcanzar aquel trofeo que te prometen las hermanas mías”. También Lope dirá lo siguiente en El Laurel de Apolo:“¿Qué laurel no le deben las musas castellanas, que con letras hermanas rayos divinos beben, a aquel, ancebo ilustre y desdichado, don Luis de Vargas, que las ondas fieras del mar Tireno tienen sepultado?"[2]

Referencias[editar]

  1. a b c d Madroñal Durán, Abraham: Don Luis de Vargas(1566-1591) Creador del Romancero Nuevo.
  2. a b c d e f g Abraham Madroñal Duran. «Don Luís de Vargas Manrique y su círculo de amigos en torno al romancero nuevo.». 
  3. a b c Pedro Liñán,Juan Bautista de Vivar y Don Luis de Vargas: Tres poetas contemporáneos de Cervantes en Torno al Romancero Nuevo.